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Pasamos la noche de carnaval con Nacho Vidal

Nos enseñó su Mansión, y obviamente también su polla.

Es Carnaval y las calles de Mataró están llenas de gente con trajes de fantasía. Hay toda una clase de primaria disfrazada de pingüinos, unos cuantos estudiantes se han disfrazado de enormes tabletas de ácido, y justo cuando estamos tratando de orientarnos, pasa a nuestro lado un grupo en silla de ruedas disfrazado de cavernícolas. Una de dos, o la gente tiene un gran sentido del humor o está seriamente mal de la chola. Me inclino por esto último.

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La razón de que estemos en Mataró esta gélida noche de viernes de febrero, mide 24 centímetros y pertenece a Ignacio Jordá Calatrava, más conocido como Nacho Vidal. Puede que el suyo no sea el pene más grande del mundo, pero es sin duda el más famoso. A lo largo de los últimos 20 años, Nacho ha compartido más de diez mil escenas con prácticamente todos los grandes nombres de la esfera porno. Su currículo es casi tan impresionante como su tranca: tras dos años trabajando en la sala Bagdad, en Barcelona, fue descubierto por el semental italiano por antonomasia, Rocco Siffredi, que rápidamente le adoptó como protegido suyo. Tras establecerse en Los Ángeles a mediados de los 90, cobró fama al protagonizar la primera escena anal de Belladonna y fue protagonista de las primeras películas del rey del gonzo, John Stagliano, antes de pasar a un semirretiro en España. Aunque nunca ha dejado la industria por completo, los últimos 5 años le han visto pasándose cada vez más tras las bambalinas de la escena, vendiendo su propia marca de viagra y consoladores y apareciendo en una serie de programas de tertulia y películas no porno, además de dirigir films de temática gay y transexual para productoras como Kink.com.

Entonces, en 2012, salió a la luz una historia que le relacionaba con una investigación de la Policía española sobre lavado de dinero para la mafia china. Una de sus compañías, Nacho Vidal Producciones S.L., presuntamente habría sido utilizada para emitir facturas falsas. Aunque todas las acusaciones contra él acabaron retirándose, la idea de que una estrella del porno de fama internacional tuviera vínculos con las tríadas le puso de nuevo en primera fila ante los ojos del público. Poco después emprendió su proyecto actual, La mansión de Nacho Vidal; un sex show por internet al estilo Gran Hermano emitido desde su apartamento de tres pisos.

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Desde el exterior, la casa, un dúplex de los años 50, no llama la atención. Una torre gris de la época franquista como muchas otras. Probablemente habríamos pasado de largo de no haber visto a una chica con medias de rejilla y un maillot que estaba fumando en la entrada. Nacho aparece y nos invita a pasar. Y es un anfitrión encantador. En la cocina, Cristian, el más antiguo amigo de Nacho y director del show, está preparando mojito en un bol de plata gigante. A decir verdad, la casa no es tan distinta de la de su hermano mayor, Gran Hermano: mobiliario escandinavo, paredes pintadas en colores verde lima y fucsia… La única diferencia real es que la mitad de la sala de estar está ocupada por una cama de matrimonio. “Ahí es donde duermen las chicas durante su primera semana en la casa”, explica Nacho. Obviamente no duermen solas.

El show lleva emitiéndose dos meses, dos semanas y cinco días. A falta de una semana para que termine, todo el mundo está bajo cierta presión. Incluso Nacho, del que se podría pensar que ya está más que acostumbrado a las situaciones extremas. “Tío, cuando veía Gran Hermano yo decía, ‘¿Por qué siempre se están quejando?’ Pero estar encerrado todo el tiempo, sin poder salir, al final te puede. Y has de darte cuenta de que estás viviendo con gente a la que no conoces. Te levantas con ellas, cocinas con ellas, comes con ellas. A veces pienso, ‘¿Pero qué coño estás tú haciendo en mi casa?’”

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Lo que están haciendo la mayoría de las veces es, por supuesto, follar. En cada habitación de la casa hay una cámara que emite en directo de las 12 del mediodía a las 2 de la mañana en días laborales y de 4 de la tarde a 4 de la mañana los fines de semana. Aunque las chicas perciben 500 euros semanales por tomar parte, no puede negarse que es duro. La noche en que nosotros fuimos a la casa había cuatro chicas (la quinta, Marta, había sido expulsada la noche anterior por motivos no especificados).

Cuando no están participando en una escena, las chicas hacen grupo con la nerviosa camaradería de las monjas y las strippers. Todas han trabajado en la industria antes de entrar en la mansión, aunque no todas han grabado una escena porno. Carolina Abril, por ejemplo, es en la actualidad la chica de webcam mejor pagada de España (aunque solo recibe 20 céntimos de cada euro que pagan sus espectadores, gana 6.000 euros al mes). Amanda es la mayor y trabaja en el circuito de festivales, realizando espectáculos con un artefacto de fabricación artesanal: un vibrador acoplado a un taladro que, suponemos, debe hacer las delicias tanto de los amantes del porno como de los del bricolaje. ¿Y cómo entraron en el porno? “La industria americana y la española son muy diferentes”, dice Nacho. “Aquí las chicas solo quieren ganar un poco de dinero extra, pero en Estados Unidos las chicas sueñan con ser estrellas del porno. ¿Comprendes? Es su sueño”.

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“Tienes que disfrutar con ello”, concede Brenda. “Si solo lo haces por dinero no vas a llegar a ninguna parte”. Vale, pero existe el sexo y existe el porno. “Para mí,” secunda Amanda, mientras se prepara una bocata, totalmente desnuda, “todo va de sentirme deseada. Me pone cachonda que haya alguien que me está mirando y que puedo ver que me desea”.

Aunque el atractivo de estar en una casa con un elenco en rotación de estrellas del porno puede parecer obvio, el punto de vista de Nacho es el de un profesional. “La belleza de esto”, me dice Nacho, “es que es una escena continua. No hay un director gritando ‘corten’, no hay un argumento de mierda, solo es sexo de verdad”.

Lo extraño es que, cuando estás viendo a Nacho meterle los dedos a Amanda hasta llevarle a un ruidoso clímax mientras le sacude a Laurita desde atrás, no da impresión de realidad en absoluto. De acuerdo, está sucediendo a un metro de distancia, y mis jeans todavía están húmedos de cuando un rato antes me senté en la cama sin mirar primero, pero aun así no es una experiencia tan diferente de verlo en una pantalla.

“Yo soy un actor”, me dice Nacho luego, mientras tomamos algo en la cocina (estábamos hablando de su ‘cara de violador’). “Puedo hacer que creas lo que yo quiera que creas. Por supuesto que no todos los polvos son el mejor polvo de tu vida. Pero yo hago que la gente lo crea”. Y a continuación su boca se extiende para formar una sonrisa que es como una mueca. O la sonrisa permanente de una careta de carnaval.

Fotos de Cristina Santa Quiteria.