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Sigue en la página siguienteVolví a la barricada que estaba en la entrada de la mina y entonces, de la nada, empezaron a llegar camionetas. Pararon al otro lado del río y empezaron a lanzar latas de gas lacrimógeno a los mineros, que respondieron con sus lanzamisiles.
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Con las enormes columnas de humo, las explosiones frecuentes y toda la gente gritando y corriendo, parecía que se estuviese reproduciendo la película de Stalingrado, exceptuando que las armas eran de verdad.



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Aunque el descanso no duraría mucho, puesto que la policía empezó a lanzar gas para dispersar a los mineros que tiraban piedras. Una vez más, los mineros que habían conservado algunos misiles se aseguraron de cubrir a los otros.

El tío de la gorra azul era uno de mis guías. Justo el día antes, mi traductor me había dicho que si quería ver acción, me mantuviese cerca de él. Por supuesto, él siempre estaba en el meollo de todo. Como podéis ver, es bueno con el lanzamisiles. Lo he apodado “Juan Rambo”.


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Cuando las cosas se calmaron un poco, los policías escoltaron un camión de bomberos para apagar los fuegos y mover todos los troncos quemados, pero como podéis ver en el vídeo, los mineros tenían ideas muy diferentes. Dispararon dos misiles y los bomberos tuvieron que retirarse.Mientras continuaba la batalla, la barricada se mantenía en la carretera, creando un atasco impresionante en hora punta. Hubo un momento en que vi a uno de los mineros intentando arrancar la puerta de una furgoneta y me pregunté qué cojones estaba haciendo –parece ser que a veces intentan inmovilizar las furgonetas o los camiones robándoles las llaves, para que así la carretera aún quede más bloqueada. En este caso, sin embargo, el conductor fue avispado y cambió de dirección a toda velocidad.Después de los últimos misiles del día, la policía se aburrió y simplemente se fue. Esto, por cierto, es un estilo totalmente distinto al de la policía del Reino Unido. Si esto hubiese pasado en las minas de carbón de Gales, se arrestaría a todos y cada uno de los mineros. Aquí, la batalla podría confundirse con un juego muy fácilmente. Ninguno de los dos bandos quiere herir al bando contrario. Si se hubiese matado a algún policía habría sido contraproducente para los mineros, y si se hubiese matado a algún minero, la posibilidad de haberle convertido en mártir sería bastante alta, y eso no haría nada más que agravar la situación. Al mismo tiempo, sin embargo, deben demostrarse los unos a los otros quien está al mando.
