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Sexo

La pequeña muerte: vivir y amar como un necrófilo

Resulta que hay más de una forma de involucrarse sexualmente con un cadáver.
All photos courtesy of Jörg Buttgereit/Nekromantik

Todas las fotos cortesía de Jörg Buttgereit/Nekromantik.

Hayden (no es su nombre real) tiene 18 años y nunca va a olvidar el momento en que se dio cuenta de que era necrófilo. Tenía 14 años, estaba en el funeral de una niña que había sido su amiga cercana y era la primera vez que tenía contacto con un cadáver.

"Podía sentir el frío de su piel en mi mano incluso horas [después] y pensé cómo sería aferrarme a ella para siempre. Estaba fría y sus ojos estaban abiertos, en blanco y sin vida", me dijo Hayden, recordando la experiencia.

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"Me acuerdo de la forma en que la luz se reflejaba en su rostro y la hacía parecer dormida, pero sus ojos estaban muy abiertos y muy muertos", continuó. "Pensé que podía ahogarme en ellos. Quería pasar mi mano por su pelo y entrelazar mis dedos con los suyos y simplemente dejar que mi piel reposara y se moldeara sobre la de ella para sentirla por siempre. Sentía que todo había terminado demasiado pronto".

Hayden me contó que cuando pensaba en la experiencia, a menudo el recuerdo venía acompañado con intensos sentimientos de ira y culpa. Cuando trató de compartir con otros lo que había sentido, no se mostraron para nada comprensivos.

Desde que los humanos han intentado codificar la conducta social apropiada, existen prohibiciones explícitas contra la necrofilia o, por lo menos, fuertes tabúes en contra de la práctica. Y con todo, a pesar del tabú, la necrofilia también ha jugado un papel muy importante en la imaginación de estas mismas sociedades. Consideremos, por ejemplo, el caso de Aquiles, quien presuntamente se involucró en actos necrofílicos con la reina amazónica Pentesilea después de matarla. O a Herodes el Grande, quien presuntamente conservó en miel a la segunda de sus diez esposas y procedió a tener relaciones sexuales con ella durante siete años después de su muerte. Algunos académicos creen que Carlomagno cometió frecuentemente actos necrofílicos. Y si tomamos un ejemplo más moderno, la Bella Durmiente tiene algunas connotaciones necrofílicas bastante pesadas.

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Puede haber sido la prevalencia de estas tendencias —ya sean fantasía o realidad— lo que justificó en primer lugar la codificación de leyes explícitas contra la necrofilia. Tal vez es más común de lo que podríamos reconocer cómodamente. Después de todo, el sexo y la muerte siempre han estado conectados, incluso en en lenguaje (en francés la petite mort, o "la pequeña muerte", se ha convertido en sinónimo de orgasmo sexual).

El primer uso de la palabra "necrofilia" en su sentido moderno se atribuye al psicólogo belga Joseph Guislain, quien acuñó el término en una conferencia en 1850. Guislain lo usó para hacer referencia al necrófilo francés François Bertrand, quien fue condenado en esa época por exhumar y mutilar cadáveres en cementerios parisinos. Pero realmente el término comenzó a popularizarse cuando quedó canonizado en el innovador trabajo psiquiátrico de Richard von Krafft-Ebing, Psychopathia Sexualis.

Aún así, al interior de la comunidad psiquiátrica, la necrofilia ha permanecido como un área marginal de estudio, en parte porque el tema es muy raro y tabú como para hacer una investigación rigurosa. Incluso el Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales, el texto oficial para el diagnóstico psiquiátrico, no tuvo en cuenta la necrofilia como un tema particular sino hasta su última y quinta edición, que salió en 2013. (En ediciones anteriores, la necrofilia aparecía bajo "Parafilia no especificada").

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En 2009, Anil Aggrawal, profesor de medicina forense de la Facultad de Medicina Maulana Azad en Nueva Delhi, propuso un nuevo sistema de clasificación para la necrofilia. A esta la describe como "una de las prácticas más extrañas, bizarras y repugnantes de sensualidad anormal y perversa". Su sistema de diez niveles, que explica ampliamente en su libro Necrofilia: aspectos forenses y médicolegales, es por mucho el acercamiento más matizado a la necrofilia hasta la fecha.

"La dificultad principal [en el estudio de la necrofilia] es la falta de textos y casos", dice Aggrawal. "No puedo decir que haya podido superar estas dificultades completamente, aunque lo intenté".

A diferencia de ensayos anteriores por clasificar la necrofilia, como el estudio de 1989 de Jonathan Rosman y Phillip Resnick que la categorizaba en dos grupos ("necrofilia genuina" y "pseudonecrophilia"), Aggrawal encontró que de hecho había un amplio espectro de tendencias necrofílicas. A partir de decenas de estudios de caso de todo el mundo, Aggrawal escalonó su sistema desde fantasías sexuales sosegadas hasta actos extremos de necrosadismo.

En el extremo sosegado del espectro se encuentra la Clase I, que incluye a aquellos a quienes les gustan los juegos de rol, "necrófilos románticos", y a quienes fantasean con la necrofilia, pero cuya desviación sexual por lo general no implica ninguna de las infracciones legales que generalmente asociamos con esta. Estas personas se excitan sexualmente cuando su pareja finge que está muerta o cuando participan en juegos sexuales de rol que consisten, por ejemplo, en resucitar a la pareja a través del sexo o fingir ser un vampiro. La Clase II incluye a los necrófilos románticos, aquellos que no pueden aceptar el hecho de que han perdido a un ser querido. Este es el caso de la viuda que fue descubierta recientemente: llevaba un año durmiendo al lado de su esposo en descomposición después de que él hubiera muerto.

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Al avanzar por el espectro se encuentran los fantaseadores necrofílicos, o Clase III, quienes encuentran placer al fantasear con los muertos. Esto puede implicar diferentes cosas: visitar funerales o cementerios, tener relaciones sexuales en presencia de un ataúd u obtener sensaciones eróticas después de ver imágenes de cadáveres.

Más allá de esto, se encuentra el reino de la necrofilia en su sentido clásico, donde se encuentran las personas que realmente se involucran en actos sexuales con los muertos. Como el esquema de clasificación de Aggrawal lo demuestra, hay una asombrosa variedad de maneras de involucrarse sexualmente con un cadaver. Están aquellos que alcanzan la estimulación sexual con tan sólo tocar un cadáver (Clase IV), los que mutilan cadáveres mientras se masturban (Clase VI) y los necrófilos homicidas (Clase IX), que están tan desesperados por tener sexo con un cadáver que están dispuestos a matar gente para lograrlo.

Si hablas sobre un asesinato violento en la mesa, las personas se unen a la conversación; si mencionas algo sobre necrofilia, toda la mesa se queda en silencio. — Carla Valentine

Según los textos de Aggrawal sobre el tema, no sólo es posible, sino relativamente común que, con el tiempo, los necrófilos avancen a lo largo de este espectro. En su libro cita numerosos estudios de caso en los que quienes habían experimentado fantasías necrofílicas anteriormente, luego tomaban trabajos que los ponían regularmente en contacto con cadáveres con el fin de volver esas fantasías realidad.

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De hecho, Hayden me dijo que tiene la intención de entrar algún día a trabajar en un campo que le permita estar cerca de los muertos regularmente. "Yo sé muy bien que realmente no puedo consumar mi deseo, o al menos no sin ser capturado o detenido", dijo. Sin embargo, no está preocupado de que sus fantasías se conviertan en una realidad más infame; para él "con tocar es suficiente".

"A la mayoría de las personas no le gusta la idea de que acaricien su cadáver o de que tengan relaciones sexuales con él. Esto me parece divertido porque, de todas maneras, no es como que lo vayan a necesitar más", dijo. "De verdad, siento que no debería ser un problema tan grande como es en este momento. Los medios de comunicación y los tribunales lo arruinan todo".

Stoya lee 'Variaciones de Necrofilia', escrito por Supervert, hasta alcanzar el orgasmo.

Carla Valentine es técnica mortuoria; fundadora de Dead Meet, un sitio web de citas y de redes exclusivamente para profesionales de la industria de la muerte, y curadora del Museo Bart de Patología. Naturalmente, pasa una buena parte de su tiempo hablando con gente sobre la muerte. Valentine espera que su sensibilización logre al menos que la gente sea más receptiva a hablar de la muerte, y que el tema no le repugne. Parte de la forma en que hace esto es "haciendo la necrofilia accesible".

"Al decir 'hacer la necrofilia accesible', quiero decir que la estoy viendo objetivamente y estoy animando a otros para que hagan lo mismo", explica Valentine. "La gente se impacta relativamente menos por casos de tortura y de asesinato que involucran seres humanos vivos, que por la idea de que alguien pueda sentirse atraído o tener algún tipo de encuentro sexual o íntimo con los muertos. Si hablas sobre un asesinato violento en la mesa, las personas se unen a la conversación; si mencionas algo sobre necrofilia, toda la mesa se queda en silencio".

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Aunque Valentine no se identifica a sí misma como necrófila y no parece desear a los muertos, sus escritos muestran una fascinación por la intersección entre el sexo y la muerte, particularmente por la forma en que se manifiesta en la cultura popular. Una parte importante de la investigación de Valentine implica examinar cómo se originan y evolucionan las actitudes culturales hacia la muerte y el morir. De esta manera, una de las preguntas más apremiantes que explora es por qué las personas se sienten tan horrorizadas por el concepto de la necrofilia y, aún así, asisten en manada a ver sus diversas representaciones en la cultura popular, particularmente en las adaptaciones que ella llama "neo-necrofilia", o relaciones con los muertos vivientes, como Twilight.

"¿Qué es lo que pasa con la muerte y con los muertos que es tan repugnante que nosotros —en el mundo occidental por lo menos— no podemos concebir la noción de intimidad con restos humanos?", se pregunta. "He interrogado a la gente sobre por qué es un tabú y una vez me dieron esta respuesta: 'Con toda honestidad, puedo imaginarme torturando a alguien y haciéndolo mi esclavo sexual, pero no puedo imaginarme a mí mismo teniendo sexo con un cadáver'. ¿Qué carajos?"

Sólo al margen de la cultura encontramos trabajos como las películas Nekromantik de Jörg Buttgereit o Variaciones de Necrophilia de Supervert, ambos testamentos de la perdurable atracción hacia los retratos de una desviación sexual macabra. El último resulta particularmente interesante, ya que es una colección de viñetas que parecen haber sido extraídas directamente de la clasificación de diez niveles de necrofilia de Aggrawal, pero reimaginada por Bataille o el Marqués de Sade.

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También hay industrias emergentes que están intentando romantizar la muerte y producen artículos como perfumes con aroma a "funeral hogareño", Fleshlights de vampiro y flores que parecen penes y huelen a carne en descomposición. Tal vez estos sean indicativos de algo más que una atracción por el kitsch gótico, pero según Hayden estos artículos definitivamente apelan a su fetiche.

"Hay una industria del fetiche que provee de todo, si sabes dónde buscar", me dijo Hayden. "Yo diría que hay un mercado decente de artículos relacionados con la necrofilia. [Pero] definitivamente no es una de las cosas más raras que hay por ahí".

Hayden dijo que, hasta este punto, ha satisfecho sus impulsos necrofílicos de otras maneras, como escribiendo poesía y ficción basadas en sus fantasías. Cuando eso no resulta ser suficiente está el Internet, particularmente la Deep Web, que tiene páginas llenas de tesoros para las personas que comparten sus intereses sexuales.

"Hay una página que encontré dedicada a publicar sólo imágenes de cadáveres bien vestidos en ataúdes", dijo. "Es un medio importante cuando trato de organizar mis pensamientos".

La gente se siente atraída por diferentes cosas, y simplemente pasa que a mi me atraen los cadáveres. —Hayden

La pregunta, sin embargo, es si esta es una manera saludable de que un necrófilo se desahogue, o si es algo que sólo agrava e intensifica el deseo de interactuar sexualmente con un cadáver de verdad.

"La necrofilia puede pasar de un primer grado a cualquier otro más avanzado, por lo que [las industrias que abastecen los impulsos necrofílicos] muy posiblemente están alentando el hábito", dijo Aggrawal. "Creo que la mejor manera [de lidiar con los impulsos necrofílicos] es ponerse en contacto con un psiquiatra o un psicoterapeuta. Hay una serie de estrategias que se pueden emplear para ayudarlos".

El terapeuta de Hayden inicialmente sugirió que asistiera a un grupo de ayuda para diversas parafilias, pero según él eso sólo agravaba la ansiedad y la incomodidad que sentía por sus deseos y dejó de ir. La mayor fuente de apoyo para llegar a un acuerdo con sus deseos tabú, añadió, ha sido su novia.

"Ella lee toda la poesía que escribo, mis historias sobre necrofilia, incluso me envía canciones o escritos que encuentra sobre el tema", dijo. "Siempre me ha dicho que no es anormal, simplemente la gente se siente atraída por diferentes cosas, y sucede que a mí me atraen los cadáveres".

En Psychopathia Sexualis, Krafft-Ebing sugirió que si una mente sana puede demostrar o no tendencias necrofílicas era una cuestión por resolver, y un tema digno de mayor investigación. En los más o menos 150 años que han pasado desde su publicación parece que la comunidad psiquiátrica hubiera declarado esta pregunta resuelta, con un rotundo "no".

Tiene sentido: la historia está plagada de cuentos brutales sobre actos necrofílicos, y la sencilla realidad de fornicar con un cadáver es suficiente para hacer que la mayoría de la gente sienta náuseas. Pero, como Valentine y otros están dispuestos a demostrar, puede haber otra cara de la historia, donde la necrofilia no es algo que deba ser temido e ignorado, sino algo que muy bien podría abrir un debate fructífero y proporcionar información valiosa sobre la verdadera naturaleza de nuestras actitudes culturales hacia el sexo, el amor, la vida y la muerte.