A woman recedes into the background whilst an angry man and woman berate her
Illustration by Tom Humberstone

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Salud

Ecoísmo: el trastorno que afecta a las víctimas del maltrato narcisista

El ecoísmo es un trastorno que puede surgir como resultado del abuso continuado por parte de una persona narcisista. Ahora está cobrando protagonismo gracias al esfuerzo de las víctimas por que se reconozca su problema.

Cuando Sarah tenía 18 años, fue a hacer una entrevista de trabajo a una agencia temporal. Se sentó encorvada en la silla, con el corazón a cien por hora. “No recuerdo el momento en que la mujer me preguntó, '¿Te pasa algo? ¿Por qué no me miras a los ojos?'”.

Muchos atribuirían este comportamiento a los nervios de una primera entrevista de trabajo. Para Sarah, cuyo nombre hemos cambiado por petición suya para preservar su privacidad, la razón era mucho más oscura. “Estaba tan acostumbrada a ser invisible, a no ser nada, que era como si no tuviera identidad propia”, me explica.

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Durante décadas, Sarah sufrió maltrato emocional por parte de su madre, a la que describe como una persona narcisista perversa. Aunque el narcisismo perverso no se recoge oficialmente en la literatura médica debido a su categorización como diagnóstico experimental, se cree que las personas que lo sufren tienden a mostrar una conducta agresiva, antisocial y egocéntrica. El trato que le daba su madre le supuso a Sarah una infancia traumática.


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“Decía cosas como que yo le había clavado un bolígrafo en la cara a mi hermana o que la había tirado por las escaleras, cuando yo no recordaba haberlo hecho”, recuerda Sarah, que trabaja como tutora de idiomas. “La culpa de todo era siempre mía. Mi madre siempre me decía que tendría que haber abortado, que yo era como el veneno. Cuando me tocaba bañarme, solo me dejaba llenar la bañera con un dedo de agua”.

A medida que Sarah crecía, el maltrato adquirió un componente sexual. “Cuando tenía 10 u 11 años, mi madre empezó a humillarme sexualmente. 'No tienes pechos, por eso ningún chico te quiere', me decía con una sonrisa burlona. Se alimentaba del dolor, como una vampiresa”.

Sarah vivía consumida por el miedo a su propia madre. Con el tiempo, aprendió a mantenerse en silencio y a ocultar sus deseos. Básicamente creció sin desarrollar su propia autoestima. Sara era una ecoísta.

El ecoísmo se popularizó gracias al psicólogo Craig Malkin, cuya obra Rethinking Narcissism dio a conocer este rasgo de la personalidad. Sin embargo, el término ecoísmo no se acuñó hasta 2005, cuando apareció en un artículo del psicoanalista Dean Davis. El ecoísmo suele darse en personas que mantienen una relación tóxica con individuos narcisistas, ya sean sus parejas, progenitores o hermanos. Altamente sensibles, compasivas y emocionalmente inteligentes, las personas ecoístas tratan de complacer hasta el extremo.

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El concepto de ecoísmo tiene su origen en el mito griego de Narciso y Eco. Muchos ya conocerán la historia del dios que quedó embelesado al contemplar su propia imagen, pero quizá no tan conocida sea la historia de Eco, una ninfa del bosque que había sido castigada con la imposibilidad de hablar por completo, pudiendo solo repetir las últimas palabras que oyera.

“Eco se enamoró de Narciso, pero lo único que pudo hacer fue repetir lo que él decía”, señala Malkin. “Al igual que Eco, los ecoístas se ven sumidos en este tipo de relaciones con amigos y parejas narcisistas y tienen dificultades para expresar su propia voz. Acaban acostumbrándose a hacerse eco de las necesidades y los sentimientos de esas personas narcisistas”.

Las personas con trastorno de personalidad narcisista (TPN) son explotadoras, se creen legitimadas y carecen de empatía, señala Malkin. “Son tan adictas a sentirse especiales que mentirán, robarán o engañarán con tal de satisfacer sus necesidades, sin importar lo que le cueste a los demás”. Como consecuencia de ello, las personas sensibles y empáticas pueden acabar siendo víctimas de esa explotación emocional durante la infancia y desarrollar un trastorno ecoísta. Malkin sitúa el ecoísmo en el extremo del espectro narcisista que ha desarrollado: los ecoístas temen sentirse necesitados, especiales o egoístas.

Teniendo en cuenta que solo un uno por ciento de la población está diagnosticada con TPN, no todas las personas ecoístas habrán estado en relaciones con personas a las que se les haya diagnosticado TPN, sino más bien con personas que mostraban tendencias narcisistas de forma más general. Según Malkin, cerca del 16 por ciento de la población muestra comportamientos narcisistas, y muchas de esas personas tendrán familiares que hayan estado expuestos a un posible maltrato, lo que indica que el concepto de ecoísmo afecta a una porción de población mayor.

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Más de 10 000 personas han hecho el test en línea de evaluación de narcisismo y ecoísmo de Malkin, mientras que el grupo de apoyo de Reddit raisedbynarcissists tiene 328 000 suscriptores. “La mayoría de las víctimas buscan respuestas en internet”, señala Maria Michael, una mujer de 55 años que abrió un foro para ecoístas y víctimas del maltrato narcisista en noviembre de 2017, foro que hoy cuenta con 21 000 miembros. “Los foros son una gran fuente de validación e información, y aportan a los miembros un sentimiento de pertenencia”.

El abuso narcisista incluye tácticas de manipulación psicológica como la humillación, el aislamiento, el gaslighting y un comportamiento de negación y rechazo a comunicarse. “El aspecto más corrosivo para la autoestima de un ecoísta es que deja de sentirse una persona”, señala Malkin. “Te conviertes en un eco de la otra”.

“Recuerdo que iba mucho al lavabo para mirarme al espejo”, señala Sarah, que hoy tiene 39 años y vive con su hijo adolescente. “Sé que suena muy raro, pero no era una cuestión de vanidad, sino una forma de comprobar que seguía ahí, pero que tenía la autoestima muy debilitada. Odiaba ser el centro de atención. Quería ser invisible”.

Las personas con padres narcisistas muchas veces acaban buscando de forma inconsciente parejas con ese mismo patrón de comportamiento cuando son adultas. “Cuando has tenido que anular por completo tu propia identidad, la única forma de sentirte viva es seguir recibiendo ese mismo trato”, asegura Sarah. “A los veintitantos estuve expuesta a situaciones horribles: me golpearon y mantuve relaciones sexuales abusivas y humillantes, pero no podía apartarme de aquello porque mi única forma de existir era como un 'complemento' de alguien narcisista. Esas relaciones consumían todo mi tiempo y mi energía”.

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Las personas ecoístas viven para complacer, señala Maria Michael. Michael dice que su padre, hoy fallecido, era narcisista. “No tenía empatía, era egoísta y crítico, y siempre proyectaba la culpa sobre mí. Básicamente, me hacía sentir que nada de lo que hacía era lo suficientemente bueno, así que yo me esforzaba por intentar complacerle.

“Mis hermanos y yo estábamos hiperatentos a las emociones de las personas, a sus expresiones faciales, porque necesitábamos estar seguros de que fueran felices”.

El consejero Arlo McCloskey fundó la Echo Society UK, un grupo de apoyo para víctimas del maltrato narcisista. Para él, la actitud complaciente es un “comportamiento aprendido que tiene su origen en un miedo infantil que impulsa a complacer a una persona a todas horas; esa conducta se traslada luego a las amistades y relaciones”.

En su libro de 2018 Echoism, la psicoterapeuta Donna Christina Savery se cuestiona si las mujeres criadas con padres narcisistas son más proclives a mostrar conductas ecoístas. Según ella, es posible que las mujeres tengan una mayor tendencia a buscar inconscientemente parejas con rasgos narcisistas y a asumir el papel de Eco en otras relaciones. Las mujeres ecoístas pueden sufrir marginación en el trabajo o en grupos de amigos, lo cual puede llevar a un bajo rendimiento y provocar ansiedad, según Savery. Pese a todo, ella cree que es necesario seguir investigando para establecer conclusiones definitivas.

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La información respecto a si las mujeres son más proclives a sufrir ecoísmo es muy fragmentada. McCloskey señala que son más las mujeres que los hombres quienes buscan ayuda en su sociedad, si bien puntualiza que ello se debe a que los hombres “tienen más dudas a la hora de buscar tratamiento”. Malkin desarrolló una escala que utilizó para estudiar las posibles tendencias ecoístas a 2000 personas. Los resultados fueron sorprendentes. “Yo esperaba que las mujeres obtendrían una puntuación más alta que los hombres, pero no fue así: descubrimos que el índice de ecoísmo era el mismo en hombres y en mujeres”.

Todas las personas con las que hablé coincidieron en que en el sector de la salud mental todavía no hay suficiente concienciación sobre el ecoísmo. “No hay ningún servicio de asistencia”, señala McCloskey. “Las personas ecoístas recurren a psicólogos, a la policía, los tribunales… y por lo general se sienten incomprendidos. Esto resulta muy doloroso, ya que no solo han sufrido anulación emocional en sus relaciones, sino que tienen la agravante de la angustia emocional causada por la anulación crónica a la que los somete el resto de la sociedad”.

La Echo Society organiza grupos de apoyo y talleres. Parte del objetivo es desarrollar límites físicos, emocionales y psicológicos. “Trabajamos aspectos como la autoestima, la asertividad y el aprender a sentirse cómodos diciendo 'no'”, señala McCloskey. “También tocamos cosas sencillas, como el cuidado personal; estas personas lo han abandonado por dedicarse a cuidar de la persona narcisista”.

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Maria Michael. Foto cortesía de la fotografiada

Sarah coincide en que resulta muy perjudicial para los ecoístas que minimicen, nieguen o desacrediten sus experiencias. “La gente no lo entiende; te silencian continuamente. Había veces en que me sentía al borde de la locura”. Malkin señala que la clave para ofrecer un buen tratamiento a una persona ecoísta es ayudarle a encontrar su voz propia. “Con el tiempo, han aprendido a enterrar sus necesidades, sentimientos, preferencias y sus momentos normales de decepción simplemente para sobrevivir en esa relación”. Malkin aconseja a los psicólogos que ayuden a estos pacientes a recuperar la confianza en sí mismos, “a que vuelvan a sentirse con derecho a ser cuidados y entendidos”.

Sarah alcanzó su peor momento hace unos cinco años, cuando recibió un mensaje de su madre, con quien hacía mucho que no tenía contacto, en el que la culpaba del suicidio de su padre. “Fue muy doloroso. No podía soportarlo. Me hizo sentir como un enorme peso en el corazón”. Finalmente, Sarah contactó con Women’s Aid y empezó una terapia. “Es totalmente posible recuperarse de este maltrato. Solo hace falta gente buena que te escuche y te valide”.

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