El año 2000 trajo consigo una de las sagas de superhéroes más memorables que han llegado a la pantalla grande: los X-men. Superpoderes, trajes ajustados y justicieros con personalidades atractivas ya habían inundado muchas veces nuestras pantallas. ¿Qué era entonces lo que hacía diferente a esta franquicia cinematográfica de otras tantas que ya habían permeado a la cultura pop desde hacía décadas? Sin duda fue el concepto de la lucha por la integración y la reivindicación de las minorías sociales.
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Ya desde su primera entrega, la secuencia con la que arranca X-men es demoledora: vemos a Jean Grey defendiendo ante el Congreso de los Estados Unidos que cesen las persecuciones hacia aquellos que nacieron diferentes. Los argumentos que esgrimen sus detractores, especialmente el Senador Kelly —un arquetipo de los políticos del ala conservadora— son que “no sabemos de qué sean capaces esos seres” y que “las familias tienen derecho a estar protegidas”. ¿Nos suena eso? Claro que sí: son los mismos argumentos, una copia casi al carbón, de los políticos que aún hoy niegan derechos humanos básicos como el matrimonio igualitario o la adopción a las parejas del mismo sexo.Cambiando sólo los término “mutante” por “gay”, nos damos cuenta del extraordinario parecido no sólo en el discurso, sino también en cómo se abordan y resuelven ambos temas. Al menos en los Estados Unidos (lugar donde se originaron los cómics y las cintas que nos ocupan), la homosexualidad ha pasado por diferentes estadios, que incluyen el pecado, el delito y la enfermedad. Al ser un país en el que se toma protesta con la mano sobre la Biblia y fundado bajo los principios del protestantismo, el halo del pecado siempre estuvo presente cuando se hablaba de homosexualidad. De la misma forma, las leyes perseguían y castigaban la homosexualidad por considerarla peligrosa, enferma y “anti-natura”.El Primer estado en abolir la “Ley anti-sodomía” fue Illinois en 1962 pero no fue sino hasta el año 2003 que dejó la homosexualidad dejó de ser considerada un delito en toda la Unión Americana. En el caso de la saga cinematográfica de X-men, iniciada en el año 2000, era precisamente “en un futuro muy cercano” (sin precisar fechas) cuando aún se discutía en las cámaras de los Estados Unidos si debía censarse, penalizarse y perseguirse a los mutantes, o por el contrario, evitar su hostigamiento e incorporarlos a la sociedad como a cualquier ciudadano norteamericano. Cualquier similitud entre ambos debates políticos, ¿podría considerarse mera coincidencia?
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Los Morlocks, la clandestinidad y el SIDA
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Esto tampoco fue producto de la casualidad. Los Morlocks aparecieron en el universo de Marvel y en la saga de X-men en un momento de gravísima tensión y persecución hacia la comunidad homosexual: en 1981 aparecieron los primeros casos confirmados de SIDA, siendo los homosexuales el dedo hacia quien apuntaba la causa del contagio. En el año de 1983 se confirmó que nueve hombres homosexuales estaban enfermos, convirtiéndose así en los principales sospechosos de ser la fuente de un agente desconocido y mortal.Para la comunidad LGBTTTIQA+ la situación era complicada: si bien habían ganado cierta visibilidad a causa de luchas, protestas y otras formas de hacerse presentes, ahora incluso por seguridad y por no ser señalados o criminalizados, muchos preferían mantener oculta su orientación sexual y se replegaron al clóset. Pero habían otros para quienes esto no era tan sencillo: los gays claramente afeminados, las lesbianas hombrunas, los travestis, las y los transgénero y transexuales no tenían la opción del clóset. Ellos, los claramente señalables, tenían que vivir su cotidianidad bajo el asedio público que los culpabilizaba por una plaga mortal.Aquellos LGBTTTIQA+ a los que “no se les notaba” o que podían disfrazarlo, eran realmente afortunados. Los otros, los que no corrían con esa suerte, fueron discriminados, expulsados de sus hogares y comunidades e incluso asesinados. En la década de los 80 los crímenes de odio por homofobia se elevaron de manera alarmante. En callejones oscuros, aparecían cuerpos de hombres con pluma y tacón, mujeres de cabello corto y sospechosas de lesbianismo. Ellos, los Morlocks de la vida real, también tuvieron que replegarse a la vida en la clandestinidad, ahí donde su apariencia se desdibujara, donde su diferencia no ofendiera y no constituyeran una amenaza.
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