Música

'El Relámpago' de Amaia: por fin una canción de alguien de OT que no es una mierda

En las antípodas del diseño cutre y barato de otros triunfitos, que remite más a los logotipos de las discotecas con mesas privadas, esencia de vainilla en el ambiente y, por lo general, lujo hortera.
Amaia El Relámpago
Imagen de portada vía YouTube

Evidentemente, yo no soy nadie y valorar un trabajo de horas, días y meses —incluso de toda una vida— desde la comodidad de una silla y un teclado no me otorga la verdad, pero sí que me veo en la obligación de decir que, joder, no nos engañemos, que por mucho que se hayan intentado elogiar los productos que ha ido generando la factoría de OT a base de populismo —“es lo que quiere la gente”— y, dentro de la prensa más especializada, una sesgada y poco acertada crítica hacia “cierto clasismo del indie”, no deberíamos olvidar que lo que sale a la luz son propuestas alimentadas más por costumbres marketinianas y dignas de think tanks que de músicos trabajando en salas de ensayo.

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El razonamiento y la moral que hay detrás es el mismo que encuentra lógico mudar la producción de una empresa a países del tercer mundo para abaratar costes y aumentar los resultados anuales. Es la música que se crea cuando se percibe el mundo a la escala del dinero, no de lo humano.

Con "Lo Malo", "Teléfono", "La Venda" o "Bajito" se evidencia esa asquerosa obsesión de las compañías discográficas y de los artistas por navegar por los cauces ya explorados de la monetización, creando hits a partir de estudios de mercado. El peso de la comercialización y la búsqueda del triunfo fácil y la viralización han teñido a los autores y a las canciones de un repugnante perfume capitalista que les convierte en estropajos de usar y tirar, abusando, apoderándose y exprimiendo conceptos y tendencias que están en boga como la “música urbana” o la “música latina”; objetizando los cuerpos de los artistas con la coartada del empoderamiento, el feminismo y el discurso meritocrático neoliberal de “soy mujer, yo creo mi marca personal y yo soy mi propia jefa” y, finalmente, exprimiendo la jugada perfecta editando libros de bocetos y axiomas mil veces transitados.

Entonces aparece Amaia y decide jugar en otra liga. Es innegable que detrás también existen algunas de estas inercias que describía más arriba pero de "El Relámpago" no se desprende este afán por estar al día ni correr detrás de las tendencias musicales. Amaia ha hecho un tema coherente con su carrera y su persona, mirando hacia referentes menos visibles. Perdonadme por la ristra de nombres que va a caer ahora, tendencia que acostumbra a generar mucha rabia a todos esos personajes tan críticos con los pollaviejas del indie. Ahí están la delicadeza y el fuego de Joanna Newsom —incluso en la puesta en escena del vídeo— , el pop líquido de Weyes Blood, las guitarras de Beach House, el folk de Mazzy Star, los tonos imposibles de Kate Bush y la progresión épica de Él mató a un policía motorizado.

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Ya solo con los créditos se evidencia la intención de distanciarse de la escudería OT, con un diseño gráfico más cercano a las producciones de CANADA, Realmente Bravo, de un Filip Custic menos esperpéntico o de las revistas que se encuentran en la atalaya de lo moderno, como Apartamento, FUET Magazine et al., en las antípodas del diseño cutre y barato de "Lo malo", que remite más a los logotipos de las discotecas con mesas privadas, esencia de vainilla en el ambiente y, por lo general, lujo hortera.

En vez de hacer un himno de discoteca listo para sonar en todas partes, nos topamos con una composición heredera de su primer gran hit, ese "Shake it out" de Florence and the Machine que tanta admiración generó, con subidas y bajadas de intensidad muy parecidas.

Tan solo la dignidad, autenticidad y coherencia de "El Relámpago" nos debería animar a olvidar esa marca a la que siempre se le asocia, es hora de que Amaia se independice de ese estigma de OT, plataforma que sin duda la ayudó a crecer pero de la que ha logrado alejarse en los artístico y comercial, por el bien de todos. Solo así, con este cambio de paradigma de ciertos artistas de primera fila, puede entenderse entonces que grandes compañías como Universal estén apostando por sonidos más subrepticios como los de Carolina Durante o Cala Vento, músicas que provienen de escenas reales y planean por unos sonidos que hasta ahora era difíciles de encontrar en la gran mayoría de medios.

Sigue a Pol en @rodellaroficial.

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