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Ilustración por @fridishart
Actualidad

¿Un cerebro vegano es más feliz?

El doctor en neurociencias Ismael Palacios analiza caca humana para estudiar cómo la microbiota intestinal afecta los estados de ánimo y la importancia de una dieta basada en plantas en esta relación. ¿Qué produce el veganismo en el cerebro?

140 frascos con caca. Eso es lo que Ismael Palacios va recolectando por todo Santiago de Chile montado en una camioneta. Está convencido de que las respuestas a sus preguntas están ahí, en las bacterias que componen esos desechos orgánicos malolientes.

Es ingeniero en Biotecnología, doctor en Neurociencias Cognitivas de la Universidad Católica de Chile y profesor universitario de Fundamentos biológicos del comportamiento en la carrera de Psicología. Ha enfocado su trabajo en estudiar cómo los estilos de vida, especialmente la alimentación, afectan los procesos psicológicos de las personas a través del eje cerebro-intestino. Para una investigación al respecto es por lo que está haciendo la ruta de la caca.

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 Vice: ¿Qué es lo que tiene la caca que la hace interesante?

Ismael Palacios: cuando vas al baño, con tu deposición liberas parte de las bacterias que tienes adentro. Es un reflejo del ecosistema que hay dentro tuyo, de la microbiota.

¿Qué es la microbiota?

Es un conjunto de microorganismos, en el que destacan las bacterias, que cohabita con nosotros. Esto ocurrió porque la evolución es un proceso colaborativo, más que de competencia como se había pensado. Las bacterias existen hace 3.500 millones de años. Si pusiéramos esto en un año, las bacterias surgieron el 1 de enero y el ser humano el 31 de diciembre a las 11.30 de la noche. La historia de la vida es bacteriana. Han cumplido roles importantes hace años y con el ser humano generaron una relación simbiótica: les brindamos comida y hogar y ellas, a cambio, nos otorgan una serie de procesos metabólicos y fisiológicos.

¿Cuántos microorganismos viven en nuestro cuerpo?

Tenemos alrededor de 37 billones de células humanas y 48 billones de microorganismos. Esos microorganismos nos otorgan 100 veces más genes que los que tenemos. Por eso hoy en día el humano se considera holobionte: somos la interacción con los microorganismos que nos habitan. Hay miles de tipos distintos y toda esa diversidad radica principalmente en el tracto digestivo.

¿Qué tiene que ver la microbiota con el cerebro?

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Existe algo que se llama eje intestino-cerebro, que es la interacción entre los sistemas nervioso y digestivo y la microbiota que reside en el intestino. Donde hay más neuronas fuera del cerebro es en el sistema digestivo. La microbiota se comunica con el cerebro de distintas maneras: a través del nervio vago –un nervio cerebral que conecta con la faringe, el esófago, el estómago y el hígado entre otros órganos–, la regulación del sistema inmunológico, la liberación de metabolitos –sustancias producidas después de procesos químicos corporales– y el metabolismo de hormonas y neurotransmisores. Por ejemplo, la serotonina, que regula los estados de ánimo, se produce a través de intermediarios que obtenemos por la dieta. También se sabe que el sistema digestivo tiene receptores de cortisol, la hormona del estrés. Por eso, cuando uno está nervioso le dan ganas de ir al baño.

La relación entre la microbiota y el cerebro es un descubrimiento reciente, que no lleva más de diez años en estudio y que sigue en desarrollo. Una de las investigaciones que más ha marcado la carrera de Ismael Palacios es Transferring the blues, un estudio de 2016 que da cuenta de cómo al transferir microbiota de pacientes depresivos a ratas, éstas se vuelven depresivas.

Un año después, se hizo una prueba clínica en la que traspasaron microbiota de niños neurotípicos a niños con autismo. Al inicio del estudio, el autismo del 83% de esos niños se calificó como grave. Al final del estudio, solo el 17% tenía autismo grave y los síntomas mejoraron aún más tras dos años.

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También en 2017, otro estudio analizó las oscilaciones del cerebro, en particular la Alfa, relacionada a la atención y regulación de la conducta en general, y descubrieron que las oscilaciones de baja frecuencia del estómago modulan esas oscilaciones del cerebro.

“Todo eso sustenta la idea de que los procesos psicológicos no dependen solo del cerebro, sino también del resto del cuerpo, como por ejemplo de la microbiota. Y la microbiota depende fuertemente de lo que comamos: según la variedad de comida que les demos, es la variedad de bacterias que van a haber en la microbiota”, explica.

Hace cinco años, las bacterias que viven dentro de Ismael Palacios se alimentan solo de plantas. Se podría decir que son bacterias veganas. Primero fueron vegetarianas, cuando Ismael dejó de comer carne a la par de la decisión que tomó de no experimentar más en animales.

¿Una dieta basada en plantas es mejor para el cerebro y la salud mental que una dieta carnívora?

Sí. Si comes más fibra, se promueve el crecimiento de bacterias que producen ácidos grasos de cadena corta –moléculas que entre otras tienen la función de ser fuente de energía para las células del colon–, que bajan la inflamación y eso se relaciona positivamente con la salud mental y el bienestar. En una investigación que se hizo en 2018 se estudió cerca de 1.700 personas y se vio que los pacientes depresivos tenían menos cantidad de un grupo de bacterias que producen ácidos grasos de cadena corta. Justamente se sabe que esas bacterias son las que están más presentes en aquellas personas que tienen una alimentación basada en plantas, rica en fibra.

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“Todo eso sustenta la idea de que los procesos psicológicos no dependen solo del cerebro, sino también del resto del cuerpo, como por ejemplo de la microbiota. Y la microbiota depende fuertemente de lo que comamos: según la variedad de comida que les demos, es la variedad de bacterias que van a haber en la microbiota”

Por otro lado, cuando comes carne, se liberan ciertas moléculas como el TMA, que va al hígado y se metaboliza en TIMAO: de las moléculas más pro inflamatorias que pueden existir en el cuerpo. Se ha demostrado que dietas altas en carne y bajas en fibra promueven el crecimiento de ciertas bacterias que desestabilizan la mucosa intestinal, promoviendo la permeabilidad intestinal, que deja pasar las bacterias y moléculas grandes (como el gluten) a la sangre, lo que también genera inflamación.

¿O sea bacterias que se comen las paredes del intestino?

Claro, algo así.

¿Por qué es tan mala la inflamación?

La inflamación es un proceso natural del cuerpo. Cuando te cortas, se inflama y eso es fundamental para avisarles a las células que vayan a reparar. Lo malo es cuando estás todo el rato inflamado porque el cuerpo entra en un estado de alerta permanente. Es como si estuvieras quemándote todo el rato un poquito.

Con una inflamación crónica te empiezas a enfermar por todo. Y si tenemos un cuerpo inflamado, tenemos un cerebro inflamado. Empiezan a ocurrir una muerte cerebral exacerbada en regiones particulares que tienen que ver con el control de la conducta, la regulación emocional, la inhibición de impulsos. La depresión, como la diabetes, se consideran una condición inflamatoria.

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“La depresión, como la diabetes, se consideran una condición inflamatoria”.

También se produce inflamación con los alimentos procesados. La microbiota no sabe comer procesados. Aprendió a comer lo que había en el mundo y no existían los árboles de Cheetos, Snickers o Coca Cola. Quizás de aquí a 100 mil años va a saber comer eso, pero hoy no sabe y lo que se produce cuando te alimentas con eso es muy nocivo. Se puede ser vegano y comer ultraprocesados, por eso yo prefiero hablar de una dieta basada en plantas, que es saludable y como consecuencia de eso es vegana.

¿Una persona podría dejar de tomar psicofármacos con una buena dieta basada en plantas acompañada de un tratamiento terapéutico?

Sin duda que sí. Algunas depresiones se pueden tratar desde la nutrición y el estilo de vida. Es el sustento de la psiquiatría nutricional: cómo a través de hábitos alimenticios podemos enfrentarnos a una patología psiquiátrica. Hay mucho interés en esto para tratar trastornos del ánimo como la depresión y la bipolaridad. La psiquiatría se está revolucionando con la microbiota. También hay un potencial de la microbiota para tratar patologías como el autismo, la epilepsia, el párkinson, el alzhéimer, enfermedad cardíaca y conductas adictivas.

¿Cuál es la alimentación ideal para tener un cerebro más feliz?

Primero: nadie debería hacer una dieta obligado, porque eso genera estrés y no funciona. Todo tipo de alimentación tiene que ser practicada cuando te haga un sentido real y también considerando el contexto en el que te encuentras. Dicho eso, la alimentación ideal, en mi perspectiva, es una basada en plantas, sin productos animales, ultraprocesados ni azúcares. Rica en frutas y verduras de la estación, legumbres, semillas, granos integrales, fermentados (como la kombucha) y algas. Y todo el mundo debería suplementarse de vitamina D y de B12. Hay una deficiencia generalizada de B12, en quienes comen o no animales, porque la B12 está en la tierra de las bacterias y no estamos habitando eso.

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La ciencia de la sonrisa

Hay quienes dicen que alimentarse de forma vegana también es bueno para la mente porque no cargas con el sufrimiento animal que hay detrás de muchos alimentos, ¿puede ser que la gente vegana sea más feliz por eso?

Es una pregunta interesante y bonita que no se ha explorado en detalle y creo que va a empezar a ocurrir. Lo que sí se sabe es que a los veganos se les activa una parte del cerebro relacionada con la empatía. No he visto un estudio que asegure que los veganos son más felices porque su cerebro funciona distinto, pero yo creería que sí, porque tengo la convicción de que una perspectiva de salud comunitaria, de decidir comer sano no solo por algo personal, sino para que se mantenga el equilibrio, hace que te disocies de ese ego y te hace estar en otros estados.

En un contexto de pandemia por el covid, crisis ambiental, altas tasas de obesidad y depresión, ¿los gobiernos deberían enfocarse más en hacer políticas públicas que faciliten una alimentación basada en plantas?

Sí o sí. La nutrición debería ser el principal motivo de preocupación por el desarrollo de la salud planetaria. El mundo no se sustenta con los sistemas de alimentación que tenemos hoy en día.

¿Por qué, teniendo la evidencia, no se genera ese cambio global?

Que haya enfermedades revertibles con estilos de vida es un un cambio de paradigma gigante en la salud. Por un lado, hay un vacío de información. Está establecido muy arraigadamente que comer carne es bueno, más barato, que la leche ayuda a los huesos. Y hasta hace poco no había tanta data científica demostrando lo contrario. También pasa que salud, farmacéutica y alimentación son parte esencial de los sistemas económicos. Si dejas de financiar la carne o los procesados, dejas de financiar las industrias más millonarias del mundo, que entregan un retorno gigante a los gobiernos. Obviamente hay intereses encontrados ahí.

Hay sociedades de cáncer de mamas que están financiadas por cadenas de hamburguesas o yogures: ¿cómo es posible que las mismas cosas que producen cáncer financien las investigaciones sobre cáncer? Hay una trama económica, social, política gigantesca que no sabemos a qué nivel se mueve.  Pero yo soy optimista. Con este un boom de investigaciones debería empezar a cambiar la cosa. Ya hay algunas políticas públicas, está la comisión de Lancet, que promueve la alimentación basada en plantas por el medioambiente. Y se suma lo que ha pasado con el covid: se ha demostrado que a la gente más saludable, que come basado en plantas, le afecta menos el virus. Eso va a tener repercusiones en la salud pública.

Actualmente Ismael Palacios practica las ciencias solo en modelos humanos, promueve una alimentación saludable basada en plantas a través de su Instagram @neurogut y el proyecto multidisciplinario Kusala Institute. Todo bajo la visión de One Health, una perspectiva de salud multidisciplinaria que involucra la relación entre medioambiente, animales y humanos.

“Lo que es mejor para nuestra salud, para nuestra microbiota, también es lo mejor para el planeta. Las investigaciones de la salud no pueden dejar de lado la salud planetaria. Está la cagada en el mundo y vamos a tener que adoptar posturas más radicales. Por ejemplo, si nos situamos en un contexto cultural medioambiental, sabemos que darle pescado a alguien nunca va a ser bueno a pesar de que entregue omega 3. Para no hacer daño, hay que hacer el esfuerzo de obtener ese omega 3 de otro lado, de la fuente original, que son las algas, o de semillas como la chía y la linaza. Se puede y es urgente hacerlo. Tenemos que tomar medidas radicales porque nuestra salud y la del planeta corren peligro y hay poco tiempo”, concluye.

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