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Hablamos con reclusos sobre el sexo en la cárcel

Un recluso amotinado aseguró que habría menos violencia en las prisiones si se practicara más el sexo.

Foto superior: Stuart Horner, de 27 años y originario de Manchester, se subió al tejado de la penitenciaría HPM Manchester como señal de protesta por las condiciones en las que tenían que vivir los reclusos. Foto: Peter Byrne / PA Archive / PA Images

Tanto los nombres como los datos identificativos se han modificado para preservar la intimidad de los aludidos.

Stuart Horner, que cumple cadena perpetua por homicidio en la prisión de Strangeways, compareció a principios de marzo ante un tribunal por un delito de daños criminales y alteración del orden público, tras haber pasado 60 horas encaramado al tejado de un centro penitenciario en septiembre de 2015. En su alegato, Horner aseguró que no habría tanta violencia en las cárceles si se permitiera a los presos mantener relaciones sexuales con sus parejas durante las visitas, una práctica que ya es habitual en países como Dinamarca y Canadá.

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Aprovechando que imparto clases en una prisión, decidí preguntar a mis alumnos cuál era su opinión sobre este tema y qué experiencias sexuales habían tenido ellos en prisión.

Toda la razón

Gary, de 38 años, lleva más de cinco en prisión por una serie de condenas relativamente breves por hurto y agresiones. Está casado con su amor de la infancia, con quien tiene cuatro hijos, todos ellos nacidos en periodos en los que estaba preso. Le pregunto si le parece buena idea que los reclusos puedan acostarse con sus parejas durante las visitas.
"Joder, claro que sí", dijo sin dudar. "¿Quién con dos dedos de frente puede pensar que no es buena idea? Ese tío tiene toda la razón al protestar. Si dejaran a los presos pasar un rato con sus mujeres, bajaría el nivel de agresividad a la mitad de golpe".

Puede que Gary tenga razón, pero le pregunto si cree, por experiencia, que una visita conyugal al mes evitaría que los presos se pusieran como energúmenos cuando, por ejemplo, los funcionarios les retiran los televisores de la celda. "Probablemente no", reconoce entre risas. "La verdad es que yo ya tengo hijos para aburrir. ¡Al menos estando aquí no puedo fabricar más!".

Necesidades básicas

A Raymond, de 39 años, le quedan unos cuantos meses para cumplir su condena de ocho años por participación en un robo armado. A él también le parece bien la idea de las visitas, pero le preocupa el coste que supondría de crear un espacio en el que se pudieran reunir las parejas y de contratar al personal adicional necesario. "No digo que no me apuntara si fuera una opción, por supuesto, pero preferiría invertir ese dinero en mejores camas, colchones, cagaderos que no se atasquen o bocadillos de pollo que tengan pollo de verdad. Yo ya lo veo: un bocata con un filete de pollo para acompañar esa triste hoja de lechuga y la media rodaja de tomate que te ponen".

Entonces, ¿la comida y la comodidad van antes que el sexo? "Sí, por supuesto. La mayoría podemos pasar sin sexo. Al final te acostumbras. Pero no es tan fácil vivir sin unas condiciones mínimamente decentes. La verdad, no creo que ningún preso te dijera que el sexo está entre sus veinte primeras prioridades. Tienes que aceptar que vas a estar sin mojar hasta que salgas. Que no estamos de vacaciones en Magaluf, joder".

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Negocio arriesgado

Zack, de 29 años, lleva en prisión la mayor parte de su vida y actualmente cumple prisión preventiva. Una serie de delitos por posesión y venta de drogas podrían costarle otros 12 años. Al igual que a Raymond y a Gary, el tema de las visitas para mantener relaciones con su pareja le trae sin cuidado, aunque él añade que de todas formas ya se practica mucho sexo en la cárcel. Le pido que se explique.

"No te imaginas la de enfermeras que se trajinan a los presos, colega. Aquí y en todas partes. Les van los chicos malos. A no ser que seas un yonqui guarrete, tienes las mismas posibilidades con una enfermera de aquí que las que tendrías con cualquier chica en el bar de la esquina. Mi excompañero de celda, sin ir más lejos, acabó yéndose a vivir con la enfermera con la que se veía estando aquí. Ponían fotos en Facebook de sus vacaciones y esas mierdas. Lo típico".

Había oído hablar de esos escarceos, pero siempre dudé que fueran ciertos. Me parecía una proyección de los deseos de los presos más que una realidad, pero me sorprendió ver que todos en la sala corroboraron las palabras de Zack. Le pregunté si él había sido testigo de algún rollo entre funcionarias y presos.

"Es distinto, hermano, es distinto. Si pillan a una enfermera con un preso, le dan la patada y listos. Una y no más. Pero si pillan a una funcionaria con la polla de un preso en la mano, ella también puede acabar en el talego". Entonces, ¿nunca has oído que ocurriera? "Sí que ocurre, pero no tan a menudo y lo esconden muy bien".

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Menciono la posibilidad de que una historia entre un preso y una empleada de la cárcel salga muy mal. Zack se ríe y empieza a hablar de un tal Jackson. Otros presos de la clase parecen saber de quién está hablando. Le pido a Zack que me hable de él.

"Bueno, durante mi última condena, había un tío, Jackson, un capullo muy gallito. Tuvo un rollo con una y se aprovechó todo lo que pudo de ella. Cuando el tipo sale del talego, le da puerta a la chica. Vuelven a meterlo preso y en la misma sección en la que trabaja ella. Le registran la celda cada dos semanas, nunca llega lo que pide de la cantina, ni los correos… Una putada, hermano.

§

Al margen de la moraleja de la historia de Zack, las opiniones en la sala estaban divididas. En ninguna de las listas de preferencias elaboradas por los presos figuraba el sexo. Es más, en algunos casos incluso preferían no añadirlo a la ecuación.

Steve, un recluso de 32 años condenado por agresión y que se había mantenido al margen durante la conversación, dijo algo que resumió muy bien el sentir general. "Yo soy feliz haciéndome una pajilla rápida cada noche después de ver Padre de familia. No me hace falta añadir el sexo con mujeres a los dramas que ya tengo aquí. Quiero cumplir mi condena lo más tranquilo que pueda".

Traducción por Mario Abad.