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Comida

Fui extorsionado por pandilleros en mi camión de tacos

He tenido mi camión de tacos por 13 años, pero nunca olvidaré el primer día que abrí mi negocio. Casi muero a balazos de los pandilleros del barrio.

Bienvenidos otra vez a nuestra columna Restaurant Confessionals, donde le damos espacio a las voces no escuchadas de la industria restaurantera, esas que están tras bambalinas. Entérate de lo que ocurre en la parte obscura de tus restaurantes favoritos.Para esta entrega, escuchamos al dueño de un camión de tacos en Los Ángeles, al que extorsionaban pandilleros locales.

He tenido un camión de tacos en Los Ángeles durante 13 años, pero nunca olvidaré el primer día en que empecé con el negocio porque los pandilleros locales casi me dan un tiro.

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Fue un día entre semana, por lo que llegué a las 9 en punto para asegurar mi lugar de estacionamiento para el día. Decidí poner mi camión lo suficientemente cerca de mi casa para poder caminar al trabajo todos los días. El problema es que vivo cerca de un complejo de viviendas públicas en gran medida infestado de pandillas, y a pesar de que la ciudad ha disminuido recientemente nuestros crímenes relacionados con las pandillas violentas, ese no era el caso a inicios de los años dos mil.

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En aquel entonces, la actividad de pandillas era ultra-violenta, y, en consecuencia, hizo la vida en esta parte de la ciudad realmente difícil. En un momento dado, recuerdo llegar a casa y estacionar mi coche cuando estalló un tiroteo entre dos bandas rivales en mi propio estacionamiento. Tuve que refugiarme debajo de mi coche para evitar las balas; así de grave. Pero, extrañamente, te acostumbras a esta cantidad de violencia cotidiana como con cualquier otra rutina diaria. Me ayudó saber que muchos de mis amigos que vivían cerca también pasaban por esta guerra urbana a diario.

Un coche desconocido se detuvo en medio de la calle y me amenazó con mover mi camión de tacos a otra calle o de lo contrario lo quemarían.

En 2002, ser dueño de un camión de comida en Los Ángeles no era tan glamuroso como lo es ahora con los nuevos camiones de comida gourmet y sus alimentos de fusión. En aquel entonces, tenías un camión de tacos porque en serio no te alcanzaba para un local y en verdad amabas los tacos. Alquilé mi camión de comida de una comisaría local, por una renta semanal de 250 dólares. No había mucha competencia en ese entonces, así que ganaba lo suficiente para alimentar a mis hijas, lo que me permitía estar en este negocio por mucho tiempo.

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Esa primera mañana comenzó muy bien. Estaba soleado y hubo un flujo constante de clientes, ya que yo ya había conseguido un público fiel debido a la venta de comida en la calle en otras partes de la ciudad. Pero me di cuenta de que el operador de un camión de comida vecino no hizo ni contacto visual conmigo toda la mañana, lo que me pareció extraño. Después, como a eso de las 13:00, un coche desconocido se detuvo en medio de la calle y el conductor me comenzó a gritar desde la ventana junto con otros dos chicos detrás de vidrios polarizados, amenazándome con mover mi camión de tacos a otra calle o de lo contrario lo quemarían. Después el coche se acercó a mí para que el conductor me pudiera mostrar su pistola.

Lo peor de todo es que más o menos conocía al chico porque vivía cerca de mi casa.

Le pagaba 100 dólares a la semana y le daba tacos gratis cuando los quería a cambio de que me "protegiera" de otras pandillas durante un año.

Resulta que el otro camión de tacos en la calle lo envió para tratar de asustarme, por temor a que le robara sus clientes. Ese día, pensé bien las cosas y decidí cerrar la tienda temprano por seguridad, ya que el coche pasó cerca de nosotros una segunda vez. Además, mi hija de 19 años de edad, que vino a trabajar conmigo, estaba alterada por la experiencia.

Pero si hay una cosa que aprendes cuando vives en el barrio es que nunca debes mostrar miedo frente a los otros, así que no cedí a la exigencia. En cambio, busqué a alguien para protegerme a mí, a mi familia, y a mi negocio. Encontré a un tipo que acababa de salir de la cárcel. Al principio, mi idea funcionó: mi chico se acercó al chico que me amenazó, lo amenazó, y nunca lo volví a ver. Le pagaba 100 dólares a la semana y le daba tacos gratis cuando los quería a cambio de que me "protegiera" de otras pandillas durante un año.

5 mil 200 dólares después me di cuenta de que me había convertido en una víctima de extorsión y que la situación ya estaba fuera de control. Así que le dije que ya no necesitaba sus servicios y me compré una pistola para protegerme.

Tenía de mi lado la ley no escrita de la afiliación a una pandilla. No –porque otras bandas que rivalizaban sabían que yo estaba afiliado a un tipo que me protegía a mí y a su pandilla, nadie se metía conmigo, nunca. Conforme la cultura de la comida de Los Ángeles continúo prosperando, mi negocio creció mucho y he tenido una gran afluencia en cambio demográfico entre mis clientes. Pero aunque ya no tenga que preocuparme por pandilleros, no puedo decir lo mismo de la policía local, que me tienen en la mira y me acosan, hacen cosas como dar multas a mis clientes si estacionan su auto a un centímetro de la línea roja.

Pero, da igual, las cosas suceden, y cada uno a lo suyo. Si pude vencer a los pandilleros, también podré vencer a la policía de Los Ángeles.

Como se lo contó a Javier Cabral.