Sobreviví un fin de semana sólo con vino espumoso
Illustration by Yuliya Tsoy

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Sobreviví un fin de semana sólo con vino espumoso

Cada año, pasamos un fin de semana en el hotel 'Chateau Marmont', de Los Ángeles, para celebrar el cumpleaños de mi amiga Kim y mi filosofía es: “Bebe tanto vino espumoso junto a la alberca como sea posible”.

Cada año, pasamos un fin de semana en el hotel 'Chateau Marmont', de Los Ángeles, para celebrar el cumpleaños de mi mejor amiga Kim. Además de llevar una cantidad excesiva de vino y algunas drogas, simplemente soy un parásito con un espíritu de entretenimiento que la gente disfruta tener cerca.

Mi filosofía en el Chateau Marmont siempre es: "Bebe tanto vino espumoso junto a la alberca como sea posible. Y si alguien te ofrece un analgésico, agradece amablemente y tómalo. Luego ordena un cóctel de camarones. Y más vino espumoso. Repite hasta las 5 AM. Duerme cuatro horas. Comienza de nuevo". La única forma de hacer esto sin quedar en bancarrota es llevar la cantidad excesiva de vino espumoso antes mencionada. Para lograr esto, fui a una de mis tiendas locales, Silverlake Wine, y compré cuatro botellas, todo por menos de $25 dólares. El plan era ordenar una botella de vino espumoso en la alberca, conseguir una copa de plástico y beber mi vino espumoso a lo largo del fin de semana, lo cual nunca iba a suceder en realidad.

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Llego al Chateau en la noche, pero el reloj de la cocina dice 8:45 PM. Me pongo un bikini e inmediatamente abro el Punta Crena Lumassina Frizzante Colline Savonesi. Comienza con un sabor suave y un poco dulce, pero no demasiado. Son como besos dulces con labios firmes. Al final tiene un toque fuerte; seco y bien balanceado con pera, flor de azahar, dulces de manzana y acidez. Accidentalmente me emociono demasiado con el primer vino del día.

Me dirijo hacia la alberca, pero ya no hay camastros libres así que voy directamente al bar. El bartender está corriendo, entregando pan francés brioche a un montón de empresarios idiotas, no me importa llamarlos así porque básicamente soy la misma mierda pero sin el estado de cuenta respetable. Mientras estoy sentada, sin menú, escuchando a unos neoyorquinos atractivos haciendo bromas que no entiendo, mi estado etílico sigue fuerte pero menguando ligeramente. Cuando llega el mesero, ordeno el Stellina di Notte Spumante Prosecco, la copa más barata de vino espumoso que tienen, a $15 dólares. Googleando, descubro que la botella cuesta aproximadamente $14 dólares.

El Stellina está bien; sabor a nueces, fantasioso y con mucho melón. Me encanta la efervescencia pesada, pero es un poco cremosa y duro, no tiene suficiente acidez para ordenarlo otra vez.

Pero por desgracia, no hay tina en el Chateau y yo no soy más que una esclava de Hollywood.

Intento abrir una cuenta para la habitación de Kelsey Grammer, pero aparentemente no se hospedará aquí este fin de semana. De mala gana saco mi tarjeta de cheques antes de garabatear en mi cuaderno sobre el Stellina. Los chicos del bar se dan cuenta y comienza el interrogatorio. Les explico que escribo sobre vinos y obviamente es lo que estoy haciendo (entre otras cosas algo como: "Sé que no soy su tipo de 'belleza', pero aún así siento que podría sacarles un poco de cocaína bajo las circunstancias adecuadas").

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El bartender me ofrece un vaso de Gosset Brut Excellence Champagne. Yo reacciono contestando: "Estás loco si crees que voy a gastar $25 dólares en una copa de esa mierda". Me sirve de todas maneras y son los mejores $25 dólares que no gasté personalmente en Champán. Es elegante y energizante, sabe como uno esperaría, "estilo Chateau" (lo más pretencioso que he dicho nunca). Normalmente no me gustan los vinos con tanto cuerpo en la noche, pero su acidez elevada y nostalgia por el pastel de limón hacen que desee tener una tina caliente del Chateau en la que pudiera estar vertiendo múltiples botellas de esta delicia en mi boca.

Pero por desgracia, no hay tina en el Chateau y yo no soy más que una esclava de Hollywood.

Mientras el tiempo pasa, una copa de Veuve Clicquot Rosé llega frente a mí. Todo lo que escribo es: "¿Por qué alguien compraría esto?". Ahora bien, eso no significa que no me guste el Veuve Rosé. De hecho me gusta mucho, pero ni en un millón de años lo compraría en un restaurante con un aumento de precio del 30 por ciento. Pero considerando que yo no pagué por él, grito "¡Gracias!" en general a todo el bar y disfruto sus aromas de fresa y naranjo brillante, un sabor frutal y tostado con un final complejo. Podría vivir sin las grandes notas suntuosas de aristocracia que acompañan todas las botellas de Veuve, pero no hay nada que pueda hacer.

Intento abrir una cuenta para la habitación de Kelsey Grammer, pero aparentemente no se hospedará aquí este fin de semana. De mala gana saco mi tarjeta de cheques antes de garabatear en mi cuaderno sobre el Stellina.

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Regreso al bungaló y abro el J. Lassalle Champre Brut Rosé, un vino demasiado delicado para el estado de ebriedad que tengo. "Un espíritu pequeño con matices de sueños burbujeantes y pan tostado con mermelada de cereza y ralladura de naranja", escribo en el cuaderno. Todo lo que sé es que me costó una fracción de la copa de Veuve que algún idiota ordenó en la alberca y eso me hace sentir mejor.

A las 8:05 PM, el reloj aún dice 8:45 PM. En algún momento, las cosas se vuelven confusas y me tomo un Adderall y bebo el Catherine et Pierre Breton La Dilettante Vouvray Brut. Escribo un montón de notas indescifrables acerca de cómo el vino sabe parecido al océano, sus minerales hacen espuma en mi lengua como el mar en la playa luego de que su ola de frutas y flores delicadas rompieran en mis mejillas. ¿Qué? Quiero cinco cócteles de camarones más, o tres ostras más pero me conformo con una pizza.

Éste es el momento de la noche en que las cosas se vuelven cada vez más borrosas. Es una fiesta y pasan de las 8:45, por mucho, pero el reloj sigue necio. En su mayoría escribo canciones de rap. Bebo un par de Loire Valley Cab-Francs en la cocina y me desquito con amigos en Facebook que veo cada dos años o menos acerca de cómo no hay dinero para apoyar a mujeres con proyectos creativos, pero de alguna manera sí hay dinero para filmar la película Paul Blart: Mall Cop 2. Un conocido me ofrece tener sexo. Teniendo la necesidad de escapar de este bárbaro, me voy al patio y encuentro a los neoyorquinos de la alberca disfrutando una botella de Bourdeaux. No tengo idea de cuál era, pero es un importado de Kermit Lynch y son las 3:00 AM. Por supuesto es fantástico.

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Soy la primera en irme a la cama a las 5:00 AM y la primera en levantarme a las 9:30 AM. No tengo cruda. Solo hago la aclaración porque no quiero que pienses que trato de curármela. Me pongo el bikini, reclamo mi lugar en un camastro y ordeno una mimosa, suponiendo que puedo pedir apoyo antes de abrir la última botella que había llevado. Estoy un poco avergonzada por regresar a la alberca y beber antes del mediodía hasta que veo a un hombre ordenar un vaso de tequila. Accidentalmente le llevan vodka, pero bebe el vaso entero de todas maneras.

A veces solo se trata del lugar donde estás cuando llega la oportunidad. Especialmente cuando estás en un hotel lujoso que nunca podrías pagar, ingiriendo las drogas de los demás y bebiendo cosas que no pagaste.

Termino mi mimosa y regreso a la habitación. Mis amigos siguen en la cama y abro mi última botella —el Mercat Brut Cava en la cocina. A pesar de la "regla sin vidrio" de la alberca, me llevo la botella. El bartender y yo intercambiamos un acuerdo no verbal a base de guiños y risas. El Mercat sabía como mi fin de semana. Empieza de golpe y termina con un toque relajado y suave. Es tradicional con explosiones de frescura. Me encanta, por sus notas tropicales y por el simple hecho de hacerme creer que vine de vacaciones, no solo embriagarme en una alberca a 10 kilómetros de mi casa.

Tomo el sol durante un rato y comparto una botella de rosé con los neoyorquinos antes de emprender el camino a casa. Siempre es difícil dejar el Chateau, porque sales de un hedonismo hollywoodense supremo para volver a tu trabajo cotidiano, como cambiar el agua del humidificador de alguna persona. Este fin de semana quiero irme cagándome en todos los vinos espumosos del menú que tiene el Chateau, pero no puedo.

Apesar de que los vinos que traje fueron más diferentes y deliciosos en mi opinión, disfruté lo que consumí en el bar. Y esto es porque el vino no siempre se trata del mejor perfil de sabor; a veces se trata del lugar donde estás cuando llega la oportunidad. Especialmente si estás en un hotel lujoso que nunca podrías pagar, ingiriendo las drogas de los demás y bebiendo cosas que no pagaste.