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Testimonios

Así es trabajar como guardaespaldas de Joseph Kony

Luces y sombras de Kony cuando estaba ebrio (que era muchas veces)

En 2006, George Omona fue expulsado de una de las mejores escuelas de Uganda a pocas semanas de su graduación. Pese a sus excelentes calificaciones, la expulsión echó por tierra el sueño de Omona de convertirse en profesor. Movido por la desesperación –y convencido de la inminencia de un acuerdo de paz–, su tío le buscó un lugar en el Ejército de Resistencia del Señor (ERS), liderado por Joseph Kony y que en aquella época libraba una guerra de guerrillas contra el gobierno de Uganda. La exquisita educación de George y su dominio del inglés le permitieron ascender rápidamente en la jerarquía hasta convertirse en uno de los guardaespaldas de Kony. En 2010, George abandonó el grupo militar.

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En su nuevo libro, When the Walking Defeats You: One Man's Journey as Joseph Kony's Bodyguard, el experto en el ERS Ledio Cakaj narra la historia de George. A continuación presentamos dos extractos del mismo: el primero, el relato de cómo George sobrevivió tras haber sido separado de sus camaradas; el segundo retrata a Kony en los momentos en que estaba ebrio.

Ya habían pasado casi dos años desde que George se uniera al ERS. Se había convertido en un experto combatiente y con frecuencia se le designaba como guardaespaldas de Joseph Kony, un honor reservado a unos pocos. A finales de aquel mes de marzo, George entró a formar parte, bajo el mando del teniente coronel Opiyo Sam, de uno de los numerosos grupos del ERS que, desde diciembre de 2008, se esforzaban por evadir a los soldados y helicópteros ugandeses que los perseguían.

Junto con su amigo Ochan y un tercer hombre al que habían puesto el apodo de Ladit ("señor"), George formó una unidad de bloqueo, un grupúsculo de combatientes cuya misión era frenar o detener el avance de los ugandeses. Un contingente de soldados había estado persiguiendo al grupo de Sam desde hacía varios días, por lo que el comandante ordenó a los tres hombres que se quedaran en la retaguardia y atacaran. Ladit fue abatido durante la emboscada y Ochan desapareció.

Mientras George deambulaba solo por el bosque, el grupo de Kony avanzaba por el distrito de Haut Uélé y se adentraba en la República Centroafricana en dirección noroeste, ayudados por brújulas y dispositivos GPS. Era un viaje de 480 km a través de una de las selvas más densas del mundo.

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Pese a encontrarse solo, George siguió a rajatabla los protocolos del ERS, preparándose para la jornada a primera hora de la mañana, parando a la una o las dos para almorzar y acostándose a las ocho, horarios que establecía guiándose por la posición del sol o de la luna. "Un soldado disciplinado siempre actúa como si su comandante lo estuviera observando", se decía a sí mismo, sin estar muy convencido de si se lo había oído decir a alguien o él mismo se lo había inventado. "Suena a algo que habría dicho Kony", pensó, imitando la voz aguda de Kony con una sonrisa.


Mira el documental de VICE sobre los rebeldes en el Congo


Pasaban los días y el temor inicial de George a no ser capaz de sobrevivir dio paso a una vigorizante sensación de autoestima y luego al aburrimiento. Todos los días se repetía la misma rutina: cazar para comer, recoger agua, caminar durante horas y parar para dormir cerca de algún río o arroyo, con la esperanza de hallar cualquier signo de los suyos o de civilización.

Un día, al ocaso, George encontró a una choza abandonada y vio que alguien había arrancado varias plantas de mandioca. Minutos después, dos hombres aparecieron por sorpresa de entre la espesura, empuñando armas de fuego. George se agachó y adoptó una postura defensiva mientras su mano fue como un resorte al encuentro del AK que llevaba colgado del hombro.

Los dos hombres debieron de tener una corazonada y decidieron que George no era un enemigo, pues de otro modo le habrían disparado al instante. La norma establecía que debían verificar que el intruso no fuera un enemigo encubierto.

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"¿Quién eres?", gruñeron en la lengua luo.

Omel!", gritó George, también en su idioma, haciendo referencia a un tipo de pez que habita en aguas lodosas.

Los dos hombres relajaron su actitud y pidieron a George que se aproximara. Este, sin moverse, les pidió a ellos que se identificara. Ambos gritaron al unísono la palabra rec, que en luo también significa pez. George había aprendido este santo y seña mientras estuvo en el ERS.

Los dos hombres resultaron ser Patrick y Okello, del grupo de Opiyo Sam, a quienes George había estado buscando toda la semana. Ambos lo recibieron con un fuerte abrazo.

"¡Yanqui!", gritó Patrick, dirigiéndose a George por su apodo. "¡Eres un hombre con suerte! Pensábamos que habías muerto en combate. ¿Cómo has logrado sobrevivir?".

George les resumió lo ocurrido, consciente de que posteriormente tendría que ofrecer un informe detallado a Opiyo Sam. "Bien hecho", le felicitaron sus camaradas cuando hubo terminado su historia.

Patrick y Okello, apostados en la retaguardia, indicaron a George qué dirección debía seguir para encontrarse con el resto del grupo. George recorrió el kilómetro y medio que le separaba de la base, procurando tener un aspecto lo más presentable posible para cuando hubiera de personarse ante los comandantes del ERS. En cuanto llegó, unos guardias lo escoltaron hasta la tienda del comandante. Sam era un hombre alto y de espaldas anchas, cabeza afeitada y mandíbula prominente. Su presencia resultaba imponente. El comandante sometió a George a un interrogatorio muy exhaustivo, y este respondió con gran precaución, tratando de no contradecirse en ningún momento. Sabía que entre los altos mandos a menudo cundía la paranoia sobre la posibilidad de que hubiera infiltrados del ejército de Uganda entre sus hombres. Además, tendían a pensar que aquellos a los que se había dado por desaparecidos y un buen día regresaban realmente habían intentado fugarse. Sam podría haber matado a George de un tiro a la mínima sospecha que albergara respecto a su fidelidad.

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Cuando George acabó de explicar su experiencia, Sam lo felicitó por su valentía y capacidad de sobrevivir en la jungla y volver a reunirse con el grupo. "Eres libre", dijo Sam. "Únete al coy (nombre que recibe la pequeña unidad de cerca de doce combatientes)".

Después de ocho días perdido en la selva, George devoró la comida que le llevaron sus camaradas: maíz, mandioca y carne de cabra que habían obtenido durante el saqueo de una aldea congoleña.

Poco después aparecieron Kony y su grupo. El comandante, vestido con una camisa gris de manga larga y pantalones militares remetidos en las botas, había adelgazado mucho y parecía cansado, pero seguía conservando su habitual actitud apacible mientras hablaba tranquilamente con sus guardias y jugaba con sus hijos. Según el plan de Kony, por lo que había entendido George, el comandante Dominic Ongwen debía volver a la República Centroafricana con el resto de grupos desplegados en el Congo y reunirse con Kony. Los líderes del ERS esperaban poder encontrar un reducto de paz en la República Centroafricana aprovechando la debilidad de su gobierno y su incapacidad para controlar todo el territorio.

No siempre ha sido todo complicado para los miembros del ERS. Hubo periodos entre enfrentamientos en los que incluso pudieron vivir relajadamente. En 2007, George disfrutó de una de esas treguas. Empezaba a acostumbrarse a la vida en el ERS. Sin embargo, pese a contar con el apoyo y la protección de Kony, en ocasiones era objeto de amenazas y malos tratos por parte de sus superiores inmediatos.

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Aquel 9 de octubre –el Día de la Independencia de Uganda–, George recibió con alegría la noticia de que lo habían asignado al equipo de cocineros. Echaba mucho en falta la comida de casa y había planeado celebrar el Día de la Independencia con platos acholi tradicionales. Se unió al equipo, compuesto por otros dos guardaespaldas y una joven de Sudán del Sur de la familia de Justine. George se puso al mando del equipo y decidió preparar dos de sus platos favoritos: malakwang con ñames silvestres, y otwoya. El primero está elaborado a base de hortalizas de hoja verde y salsa de cacahuete. George coció los ñames y los sirvió junto con el malakwang; a continuación preparó otwoya, el plato más popular en los campamentos. Elaborado con carne ahumada, el otwoya era la mejor forma de aprovechar la carne que quedaba del hipopótamo que George había cazado poco tiempo antes. Puso agua a hervir y pidió a la mujer que elaborara una pasta con semillas de sésamo (simsim) del granero de Kony. George introdujo la carne de hipopótamo en el agua hirviendo para reblandecerla, añadió sal y finalmente la pasta simsim, que aportó un agradable sabor al guisado.

George pensaba que el malakwang y el otwoya eran los platos perfectos para honrar las culturas ugandesa y acholi. Aquella comida evocaba los días en que George estaba en su casa, con su madre.

Mientras cocinaba, George se alegró de comprobar que sentado a la mesa de Kony estaba Rodilla de Perro, el jefe de los guardaespaldas de Kony, un hombre bajo y risueño con cabellos rizados y la piel de un tono meloso al que un grupo armado había secuestrado de su aldea cuando era pequeño. George sentía gran aprecio por aquel hombre y no veía el momento de poder sentarse a hablar con él. Además, Rodilla de Perro había traído vino para la ocasión, elaborado con miel, levadura y abukamira, una fruta ácida similar a una mezcla de naranja y mango. Rodilla de Perro llamaba a su vino mundo, palabra, según él, de origen árabe. El brebaje tenía un sabor dulce pero era muy potente. Kony, que aseguraba que ya había probado el vino antes, discutió con Rodilla de Perro cuáles eran las proporciones exactas para elaborar el mejor mundo. George escuchaba con admiración al líder del ERS mientras este exponía sus razones.

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Sintiéndose feliz por primera vez desde hacía tiempo, George sirvió la comida a sus compañeros de coy, que se sentaron a disfrutarla, mientras unos pocos hombres montaban guardia. Para ellos, que eran menos de lo habitual, se les sirvió raciones en canastillos de plástico. Kony bromeó asegurando que el ERS estaba más seguro que nunca aquel día, ya que los hombres del ejército de Uganda estaría emborrachándose para celebrar aquel día. El comandante se mostraba alegre y charlaba animadamente con sus hombres.

Aquel día incluso decidió beber un poco de mundo. Era la primera vez que George veía a Kony beber alcohol.

La comida fue todo un éxito y todos felicitaron a George por sus dotes culinarias, aunque también hubo unos pocos que no perdieron la oportunidad de mofarse de él. "Buen trabajo, profesor", dijo uno, haciendo referencia a la reputación de George de hombre de libros. "Como soldado no vales mucho, pero algún día harás muy feliz a algún hombre como su esposa". A George le molestaron los comentarios, si bien se alegró de ver que la mayoría de sus compañeros estaban relajados. Por la tarde, alguien sacó un reproductor de cintas de casete y puso música ugandesa. Al poco, todos empezaron a bailar. La normalidad parecía haber llegado por fin al campamento.

Bien entrada la noche, cuando sus mujeres e hijos se hubieron ido a dormir, Kony llamó a George a su mesa, a la que le acompañaban otros comandantes, incluido Rodilla de Perro. Kony parecía feliz. Mientras daba pequeños sorbos al mundo, hablaba pausadamente y en voz baja sobre política, de cómo Yoweri Museveni había llevado a Uganda a la ruina, de la traición de los banyankole –la tribu de Museveni– a los acholi y de cómo el propio Museveni había sido traicionado por su amigo Paul Kagame, quien lo abandonó cuando asumió la presidencia de Ruanda.

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"Kagame fue el primero en venir a Gulu, con los rebeldes de Musenevi, pero la gente decía que él era distinto, que se comportaba mejor que los demás", aseguró Kony. "Pero ni siquiera Kagame se pudo acercar a mí", dijo entre risas.

"No pueden", prosiguió. "Lo han intentado muchas veces, pero el Espíritu Santo siempre está conmigo y me informa de lo que va a pasar. Solo una vez estuvieron a punto de cogerme. No presté atención a la advertencia del espíritu y actué imprudentemente. Fue en los montes Imatong, en Sudán, un día de la estación seca, en 2003. La noche antes había tenido una pesadilla. Soñé que un gran carnero perdía sus cuernos, que se le caían al suelo. Era un mal presagio, pero no le presté atención. Esa misma mañana, un grupo de soldados salidos de la nada nos tendió una emboscada. Esquivaron a los guardias y vinieron directos hacia mí. Min [madre de] Ali estaba allí", dijo Kony señalando a su hijo Ali, sentado junto a él. "Justamente habíamos acabado de desayunar".

"Corrí en cuanto oí los disparos cercanos. Los chicos se enfrentaron a los soldados y yo corrí. Pero varios soldados vinieron tras de mí. Me adentré en un pequeño bosque y trepé a lo alto de un árbol. La mayoría de los soldados no me vieron y pasaron de largo, excepto uno.

"Tenía una PK, es ametralladora grande, y caminaba muy despacio detrás de los demás. Me vio y disparó a corta distancia. Yo salté al suelo y fui corriendo a esconderme en la maleza. El soldado vino tras de mí, gritando, "¡Kony, cung (detente)! ¡Cung, Kony, cung!". Kony se echó a reír y dijo que se escondió en el tronco hueco de un árbol, en una zona con densa vegetación.

"Aquel hombre no se atrevía a acercarse demasiado. Le oí decírselo a sus compañeros, que habían vuelto adonde se encontraba tras oír el disparo. Así que se limitó a soltar una ráfaga de disparos por toda la zona. ¡Menudo jaleo! Una de las balas me dio en la pantorrilla izquierda; aquí tengo la marca", dijo, al tiempo que se levantaba la pernera, dejando a la vista una cicatriz. "Luego se dio la vuelta y se marchó. Oí cómo le decía a los otros que yo había desaparecido. Nadie vino a comprobarlo. Permanecí oculto mucho tiempo y finalmente salí y me vendé la herida, que no era más que un rasguño", relató. "¡Kony, cung!", dijo entre risas, imitando burlonamente al soldado.

El Gran Maestro siguió hablando hasta el amanecer. Se sentía feliz, pensó George. Aquel era el Kony que conocía, el Kony de antes de la muerte de Vincent Otti, uno de los asistentes de Kony. Era agradable verlo distendido y pletórico nuevamente.

Poco a poco, Kony había ido reduciendo el ritmo de su discurso. Anunció que quería descansar y ordenó a sus oficiales que se retiraran, a excepción de George. Sorprendido, George se quedó dudando unos instantes. Le preocupaba Justine, que observaba cómo ambos entraban en la choza de Kony.