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FIGHTLAND

Soy leyenda: Mike Tyson

Nadie ha logrado igualar ni remotamente la precocidad de esta bestia, que se coronó como campeón de los pesos pesados con solo 20 años. Es uno de los más temidos y controvertidos pesos pesados de todos los tiempos, y cumple 50.
To mark his 50th birthday, we're inducting one of the most fearsome and controversial heavyweight boxers of all time into The Cult. You can read previous entries here.

En el cumplimiento de su primer siglo de vida, os presentamos a uno de los más temidos y controvertidos pesos pesados de todos los tiempos en nuestra sección Soy Leyenda. Las anteriores entradas aquí.

Grado de culto: el miedo

Pues aquí estás tú, de pie, sobre tu rincón el cuadrilátero, casi siempre aflojando ganchos inadvertidos. El poderoso alumbrado de la sala te quema los hombros, rebota contra tu piel negra, que emite destellos deslumbrantes, destellos que salen despedidos más allá del crepitar de la lona, rumbo a la vaga oscuridad. Y por mucho que no les veas, sabes que están allí afuera, observándote. Son Tammy y Hank Junior, tus dos mayores fans. Y pese a todo, algo te sigue corroyendo. Tammy no te ha estado mirando de la misma manera en que solía hacerlo, y el pequeño Hank ha visto cómo le maltrataban en la escuela. Los niños dicen que su padre es un cagón, hombre muerto, un perdedor.

Aunque, en realidad, ya no lo hacen. Esta es tu oportunidad para demostrarles a Tammy y a Hank — y a todos los que dudan de ti — que estás preparado para regresar por todo lo alto. No es solo que quieras ganar esta pelea, es que necesitas ganarla.

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Soy leyenda: Muhammad Ali

Miras a tu adversario. Algo parece distinto. Su cabeza recuerda a la de un tiburón martillo en busca de su próxima presa. Su cuerpo parece la más compacta, rebosante y explosiva bolsa de almendras que hayas visto nunca en tu vida. Sus ojos vidriosos no parpadean jamás. Sus ojos no dejan de perforarte, ni siquiera cuando el entrenador se interpone entre vosotros. Sientes cómo te atraviesa desde el fondo de sus oscuras pupilas, dos semillas que te arden en el pecho. Simplemente… nunca parpadean.

Suena la campana. Saltas a la lona. Tu confianza se ha ido a pique. Aflojas un golpe demasiado débil y el muy animal lo elude sin despeinarse, y contraataca con el gancho más poderoso que te han soltado nunca, directo a tu mandíbula. Te tumba. Caes. Las luces se apagan. Lo siento Tammy. Lo siento Hank Jr.

Pero no hay razón para que te sientas tan mal: en realidad nunca tuviste la menor oportunidad. Te enfrentabas al hombre más rápido de su categoría. Y al más agresivo y temido de los pesos pesados de toda la historia. Simplemente has tenido la mala suerte de compartir el cuadrilátero — de manera fulgurante — con el boxeador de acero, Mike Tyson.

Mike Tyson posa para la prensa más calmado el pasado mes de mayo en Beijing, China.

Si repasas el listado de los grandes pesos pesados de Estados Unidos, descubrirás una tendencia que cuestiona (o que lo mismo defiende) el pretérito racialmente segregado del país: esto es: la mayoría de los campeones son de ascendencia africana. ¿Acaso cuestionaban ellos a los supremacistas estadounidenses? Jack Johnson, el primer campeón negro de los pesos pesados, promocionó toda suerte de productos de consumo, y era un habitual embajador de muchas marcas de publicidad.

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Algunos creen que Joe Louis fue el primer afroamericano de la historia en alcanzar la categoría de héroe nacional. Y, gracias a ello, contribuyó a forjar el insólito vínculo entre ambas razas. Mohammad Ali — un hombre que por aquel entonces esgrimía opiniones de armas tomar — era un showman tanto dentro como fuera del ring, y gran parte de los Estados Unidos más blancos le apoyaron incondicionalmente, más allá de la polémica que despertó.

Claro que a Tyson no parecía que nada de aquello le importara una mierda. Pertenecía a una nueva camada de afroamericanos, una que más bien acojonaba a los blancos de todo el país, que había nacido de la epidemia del crack, que había observado el despilfarro en que se convirtieron los 80, y que quería una parte de aquella borrachera de éxito, para sí mismo. A toda costa.

Su fulminante ascenso le llevó a conquistar los títulos mundiales en tres categorías distintas hasta convertirse en el Campeón Lineal, una auténtica bestia de los cuadriláteros cuyo reinado coincidiría en el tiempo con el encumbramiento del gangsta rap.

Mientras Mike se encargaba de soltar amenazas elocuentes a diestro y siniestros, amenazas que se los pusieron corbata a los púgiles más pintados de la época, músicos como Ice-T y N.W.A, copaban lo más alto de las listas de éxitos, con canciones que cantaban las virtudes delictivas del púgil, un hombre que ya había sido arrestado en 38 ocasiones cuando tenía 13 años. Mike Tyson era un lado de la cultura negra que Estados Unidos no había conocido hasta entonces: confiada, desafiante y seriamente puteada.

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Punto de entrada: Alto

El aura de Mike Tyson estaba apuntalada sobre el miedo y la intimidación. Basta con observar los siguientes nocauts.

Si adelantas hasta el nocaut de Mark Young (en el minuto 1:56) puedes ver como conecta un golpe que proyecta a Mark de manera cómica al otro lado del cuadrilátero, como si fuese un dibujo animado, en lugar de un aspirante a la máxima corona del boxeo. En su momento de máximo apogeo, Tyson fue, esencialmente, el puto amo que inspiró a una generación enfadada de negros de todo el planeta, y a un montón de programadores informáticos, que surgieron a la sombra de su leyenda. De hecho, uno de los jefes que aparecen al final de Street Fighter 2,Balrog, es un claro homenaje a él.

Tyson ganó muchos de sus combates incluso antes de que saltara al cuadrilátero. Yoda dijo una vez: "El miedo lleva al enfado. Y el enfado lleva al odio. Y el odio al sufrimiento", y eso es algo que se cumplió en todos los combates de Tyson.

El miedo del contrincante provoca el enfado de Tyson, lo cual activa inmediatamente el odio del púgil, la desembocadura natural de su odio, que, en última instancia se convertirá en el sufrimiento del rival. En los pequeños momentos de los que está hecho el boxeo, cualquier momento de vacilación o de duda sobre uno mismo, puede provocar un arranque, o un abismo; o, en el caso de Mike Tyson, puede provocar que te caiga semejante tunda como para que no vuelvas a boxear en tu vida.

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El caso es que Mike Tyson empezó a perder combates cuando empezó a perder su aura. El primero en derrotarle fue Buster Douglas. Luego las cosas se le complicaron. Fue detenido y encarcelado bajo cargos de violación. Y al salir de la trena cayó ante Evander Holyfield (una derrota que culminaría en la célebre mordedura en la oreja). Después de aquello, perdió contra varios buscavidas, y su decadencia iba a correr paralela a su envejecimiento.

Otros boxeadores empezaron a decir que Tyson ya no era invencible, que ya no era el monstruo que había sido. De hecho, descubrió era humano, alguien que cometía errores, a quien ya no había motivos para temer.

Claro que tales no son las palabras con las que Tyson, el boxeador, merezca ser recordado. ¿Alguien se acuerda de Ali por los fracasos que cosechó al regresar? Pues no. De la misma manera, la historia nunca recordará al Tyson lento y viejo, el púgil con el rostro tatuado deambulando por los cuadriláteros de principios de siglo. Se le recordará por sus años de juventud e imbatibilidad, por su velocidad, por su potencia, y por la aplastante amenaza andante que era, todos ellos, factores que le convertirían en el más grande de los pesos pesados que el mundo haya conocido jamás.

El momento: contra Trevor Berbick, 22 de noviembre de 1986

Echad un vistazo al vídeo. No os preocupéis. Es Tyson. La cosa se finiquita rapidito.

Mike era como un hijo único en términos de pesos pesados — a día de hoy, continúa siendo el púgil más joven en haberse alzado con el título de la categoría reina del boxeo: tenía solo 20 años. Y pese a ello, pese a su juventud, basta con observar a Berbick para detectar hasta qué punto el miedo le atraviesa las extremidades con el pipiolo de Tyson. Cayó por KO en el segundo asalto tras una actuación muy pobre. Aquel combate sería equiparable a que tu hermano pequeño salte a la lona para reventar sin contemplaciones al maltratador que llevaba dos años jodiéndote la existencia, el mismo cabrón que lleva todo el año puteándote. O sea, un combate, tan embarazoso como memorable.

Declaraciones Finales

"Todo el mundo tiene un plan… 'hasta que les revientas la piñata de un puñetazo".

Amen Mike. Amen.