FYI.

This story is over 5 years old.

fútbol y violencia

​Fascistas y nazis en nuestros campos: la plaga que nunca acaba

El fútbol de categorías inferiores se ha convertido en un refugio para personajes de ideología totalitarista que usan el deporte para saciar sus más bajos instintos.
Imagen vía Stringer

Sigue a VICE Sports en Facebook para descubrir qué hay más allá del juego:

Hace unas semanas conocíamos indignados la historia del FC Ostelbien Dornburg, el club de la región alemana de Sajonia Anhalt que tenía atemorizados a rivales y árbitros por albergar en sus filas a 15 neonazis militantes. Liderados por el capitán Dennis Wesemann, estos radicales se dedicaban a intimidar a los colegiados recordándoles los sucesos del campo de concentración de Auschwitz o a insultar a cualquier rival de origen extranjero con la excusa de algún lance del juego.

Publicidad

El caso generó múltiples reacciones ante la impunidad con la que estos individuos habían utilizado el fútbol durante meses para dar rienda suelta a su conducta violenta; por fin parece que se han puesto manos a la obra para inhabilitar al equipo. Este caso alemán, sin embargo, no es único en Europa.

Más deportes: El duro viaje de un jugador africano al fútbol europeo

El suceso del club sajón es una muestra de hasta qué punto el fútbol regional da cobijo a lo peor de cada casa. En las categorías inferiores del balompié se dan cita individuos de la peor calaña para dar rienda suelta a sus instintos más salvajes; para ello se sirven de pueblos y barrios a los que no llegan los focos del fútbol de alta escuela.

En España no faltan historias de este tipo. Un ejemplo de ello ocurrió en 2009, en un partido del grupo 17 de la Tercera Regional entre el Rosario Central (formado por jugadores de hasta 7 nacionalidades distintas) y el Bada-Bing. El encuentro se tuvo que suspender debido a unos altercados que acabaron con diez miembros de Rosario Central hospitalizados por golpes con bates de béisbol y otros objetos pesados.

Lo sucedido aquella tarde de enero fue sólo la punta del iceberg, pero permitió descubrir un largo historial de peleas, amenazas, insultos y coacciones con el beneplácito de la federación… y hasta de las autoridades policiales. De hecho, el Bada-Bing —cuyo nombre está inspirado en el bar donde Tony Soprano y los suyos urdían sus planes corruptos y mafiosos en la serie Los Soprano— era a su vez la refundación de un club formado por Boixos Nois (grupo de ultras que tiene la entrada vetada en el Camp Nou) que ya había sido expulsado en su día de la competición federada.

Publicidad

Meses después trascendió que uno de los jugadores implicados en las agresiones a los miembros de Rosario Central era un reo de la prisión de Can Brians, cerca de Barcelona, que había obtenido el régimen abierto tras ocho años de condena. El hombre había sido encarcelado por participar en el asesinato de un joven a puñetazos en la salida de una zona de ocio en la ciudad condal.

El futbolista griego Giorgos Katidis realiza un saludo 'a la romana' tras un partido del AEK de Atenas. Imagen vía Reuters.

Habrá quien se pregunte cómo es posible que gente con marcados aires reaccionarios y antidemocráticos pueda actuar con semejante impunidad en pleno siglo XXI. El caso no nos tendría que sorprender tanto, pues aún hoy en día el fútbol está impregnado de simbología totalitarista… y no hablamos solo de casos aislados o de personajes desconocidos.

Entre los ejemplos más sonados de personalidades que se han manifestado al respecto está Paolo di Canio, ex futbolista de la Lazio, o el otrora portero del Atlético de Madrid Christian Abbiati. Este último aseguró que, pese a no considerarse xenófobo, compartía ideales con el fascismo como el ensalzamiento de la patria, la familia y la religión. También está el caso de otro italiano, el ex de la AS Roma y del Liverpool FC Alberto Aquilani, que asegura coleccionar retratos de Benito Mussolini y que declaró que los inmigrantes eran "solo un problema".

Estos tres ejemplos tienen Italia como origen, pero por desgracia el país transalpino no es ni mucho menos el único que alberga este tipo de personajes. Lo realmente grave es que, a través del movimiento ultra, símbolos nazis y fascistas se cuelan demasiado a menudo en nuestras pantallas sin que apenas nos demos cuenta. Media Europa está aún hoy en día infestada por movimientos ultras radicales que cuentan con la complicidad, o al menos con la vista gorda, de los dirigentes: conociendo el poder de los fans organizados, los directivos permiten que hagan y deshagan como auténticas mafias dentro de las gradas.

Publicidad

No es objeto de esta pieza analizar este fenómeno y sus causas, pero sí que incumbe en cuanto muchas de éstas han asimilado elementos de la extrema derecha y los han introducido en los campos de fútbol, en las celebraciones y en el día a día de sus clubes camuflados como símbolos de amor a sus colores. Auténticos mitos del deporte rey cometieron mayúsculas torpezas en su día —torpezas que el paso del tiempo y la manga ancha con que extrañamente miramos este tipo de cosas han enterrado en el olvido.

Al mismísimo Gianlugi Buffon, por ejemplo, se le vio lucir en su día una camiseta con el lema 'Boia chi molla' ('asesino el que abandona'), un antiguo eslogan italiano adoptado por los fascistas. No hace falta ir tan lejos; todos tenemos en mente las declaraciones 'ultrapatrióticas' de Salva Ballesta (aunque él niegue que su ideología sea totalitaria), o el 'affaire' del jugador del Atlético de Madrid Jorge 'Koke' Resurrección.

En 2012, el centrocampista 'colchonero' tuvo que pedir disculpas por aparecer en los festejos de la Europa League ataviado con una bufanda con la calavera Totenkopf, símbolo de la 3ª Panzerdivision de las SS alemanas. Koke aseguró que no conocía el significado del símbolo.

Para ser justos, es probable que la división formada por los hombres que custodiaron los campos de concentración nazis fuera la última cosa en la que se le ocurriría pensar al bueno de Koke mientras celebraba el éxito de su equipo. Lo realmente llamativo del caso es la impunidad con la que alguien pudo acercarse a él e instarle a llevar una bufanda con tales connotaciones.

Por las razones que sea, las grandes banderas que ondean en las gradas de nuestros campos cubren los vergonzantes focos de radicalismo e intolerancia de grupos que se sienten amparados y protegidos en la masa para exhibir sus símbolos. Que no se extrañe luego la FIFA si se reproducen estampas como la vista el sábado 12 de septiembre pasado en el campo del Maccabi Tel Aviv, u otras similares como la acontecida en el estadio lionés de Gerland con los ultras del Olympique Lyonnais; en ambos casos, aficionados radicales desplegaron pancartas con el lema "Refugees not welcome".

Pese a las constantes proclamas de 'Fair Play' que recibimos cada jornada por parte de clubes, jugadores y estamentos oficiales, la tozuda realidad insiste en confirmarnos la evidencia: seguimos cantando y celebrando goles junto a fascistas y nazis. Siguen existiendo… y están la mar de cómodos en nuestros estadios.

Sigue a Víctor Cervantes en Twitter: @vi_cervantes