MUNCHIES mañanero: El Café de Tacuba, el 'ave fénix' de la capital mexicana
Foto de Aarón Arredondo

FYI.

This story is over 5 years old.

Comida

MUNCHIES mañanero: El Café de Tacuba, el 'ave fénix' de la capital mexicana

Sentarse en las viejas mesas de este clásico del Centro Histórico de la Ciudad de México, es algo que todos deberían hacer una vez en la vida, solo por observar cómo sirven el café.
AA
fotografías de Aarón Arredondo
FG
fotografías de Francisco Gómez

El desayuno es chilaquiles, molletes, tacos, huevos revueltos con tortilla, quesadillas, pan dulce, licuados, jugo, café… El desayuno es la comida más peculiar de México. Aquí nos rehusamos a beber un café y untar un pan con mantequilla, a comer sólo algo dulce o al cereal con leche; los mexicanos desayunamos con cuchillo, tenedor, cuchara y con ambas manos, y es delicioso. MUNCHIES mañanero recorre el infinito mundo mañanero culinario del país. Esta vez visitamos el mítico Café de Tacuba en la Ciudad de México.

Publicidad

Con casi 107 años abierto, este restaurante tiene mucho que contar. Foto de Aarón Arredondo.

Cuando José Núñez vio en llamas la fachada del Café de Tacuba, en el Centro Histórico de la Ciudad de México, un nudo le cerró la garganta. Una vez que los bomberos sofocaron el fuego y pudo entrar a ver cómo el salón principal era casi una zona de guerra, rompió en llanto. Hoy José es el gerente del restaurante, y uno de los principales testigos de cómo éste resurgió de las cenizas, en 1999, para volverse uno de los más célebres de todo el país.

Este clásico de la cocina tradicional mexicana cumplirá en diciembre 107 años de haber sido abierto. El habla popular fue quien le dio nombre al restaurante: la gente se refería a él como "el café (que está sobre la calle) de Tacuba". Y así se le quedó por siempre.

LEER MÁS: MUNCHIES mañanero: Chicharrón caldoso en Fonda Margarita

Y la especialidad de la casa: las enchiladas Tacuba. Foto de Francisco Gómez.

El negocio —que ha visto desfilar a distintas generaciones mexicanas y extranjeras— abarca más de la mitad de la cuadra donde está asentada la casona francesa del siglo XVII que lo alberga. Tiene a 120 empleados atendiendo diariamente a las 500 personas que tiene de capacidad, y atesora entre sus gruesos muros fragmentos de historia, que representan distintas etapas de la construcción contemporánea de México.

Todo empezó gracias a un niño huérfano de 12 años. Dionisio Mollinedo salió solo de su natal Tabasco y decidió probar suerte en la Ciudad de México. Aunque ni sus descendientes tienen todas las piezas del rompecabezas de su historia, saben que al llegar se empleó en un pequeño café —donde también vendían atole, panecillos y mermeladas de frutas de temporada—, que con el tiempo pasó a ser de su propiedad y empezó a crecer como la espuma de su legendario chocolate.

Publicidad

Uno de los salones completamente lleno. Foto de Francisco Gómez.

Durante toda su vida, Dionisio Mollinedo viajó para probar comida de mercados en todo el país e incluyó varias recetas en el menú del Café de Tacuba, por algo es conocido como un muestrario confiable de platillos mexicanos, y no solo como el inmueble donde estaba instalado el primer Hospital Psiquiátrico de Mujeres en la época de la Colonia.

"Visitar el restaurante es como ir a un museo, donde además dan comida, y muy buena".

Con los años este café, adquirió la categoría de restaurante y pasó de tener cinco mesas a ocupar siete grandes salones, en los que por igual han comido transeúntes habituales de una de las calles más importantes del Centro Histórico, que todos los expresidentes mexicanos (desde Porfirio Díaz hasta Felipe Calderón), pintores, escritores, actrices, periodistas y celebridades de distintas partes.

Plátanos fritos para acompañar los huevos motuleños; un café con leche y churros azucarados. Foto de Aarón Arredondo.

Chile relleno capeado y frijoles refritos. Foto de Francisco Gómez.

Karen Montenegro es la encargada de recibir a los comensales y cuenta que el cantante irlandés Bono y la banda Rammstein fueron las últimas dos grandes celebridades a las que acomodó en las mesas. Ella lleva cinco años trabajando ahí, conoce cada uno de sus rincones y está enamorada de su historia.

Muchos dicen que en la casona espantan: algunos han escuchado ruidos extraños en los baños; otros han sacado fotos donde se cuelan siluetas de mujeres vestidas de blanco; unos más juran haber visto de reojo sombras que se desplazan en la cocina. Ahí radica gran parte del encanto del Café de Tacuba: en la cantidad de historias que habitan sus pasillos y balcones.

LEER MÁS: Así se siente trabajar en un bar embrujado

Una mesera con su típico moño blanco en la cabeza (que es parte del uniforme). Foto de Francisco Gómez.

Karen regresa de llevar hasta sus lugares a un par de novios y, mientras contempla con los ojos muy abiertos a la gente desayunando en el salón principal, asegura que "visitar el restaurante es como ir a un museo, donde además dan comida. Y muy buena."