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Cultură

Hay que tener mucha suerte para follar en Shanghái

Los chinos piensan que las expatriadas tienen mucho carácter en comparación con las chinas que nunca le discuten nada a sus parejas. Además, cualquier loser, cualquier hombre que en su país de origen no se comería una rosquilla, se convierte en...

Hoy en día Oriente y en especial China, parece una especie de salvación para los jóvenes parados europeos. Todo tipo de razas, lenguas, sexos y profesiones se amontonan en las colas de inmigración de los aeropuertos de las grandes ciudades de China, una especie de nuevo INEM. Una vez llegados a este país, la realidad se muestra diferente, pero sobre todo desde el punto de vista sexual.

El otro día, me sorprendí otra vez diciéndole a una conocida “En Shanghái, si eres blanca, solo vas a encontrar sexo si tienes suerte” y es que cuando una mujer occidental de entre veinticinco y treinta y cinco años, soltera, se encuentra en ciudades como Beijing o Shanghái donde hay una gran comunidad de extranjeros y otra gran comunidad de locales interesados en la cultura foránea se encuentra que, a nivel de relaciones, no puede intimar con nadie. Si lamentablemente se carece de un carácter atrayente o no se es una sex symbol, se puede llegar a tener una gran temporada de sequía sexual.

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Por lo general, como mujer expatriada se tiende a no optar por la oferta local, porque a nivel físico y psicológico, hay barreras que mejor no traspasar. Primero, en mi rango de edad, ya se te considera una vieja cuyas posibilidades de procrear han disminuido. Segundo, los chinos piensan que las expatriadas tienen mucho carácter en comparación con las chinas que nunca le discuten nada a sus parejas. Mucho yin y poco yang, una combinación perfecta para dar malos resultados. Y tercero, sí, todos lo estáis pensando, el tamaño importa y la inexperiencia sexual más y la mayoría de los chinos intenta suplir estos problemas con acrobacias pornográficas nada placenteras.

Descartados los millones de hombres locales, nos quedan los extranjeros. Las mujeres no solo se tienen que enfrentar al machismo habitual en la vida diaria, sino que también tienen que lidiar con el ego de los occidentales multiplicado por su nuevo rol de poder laboral y sexual. Y es que en China, cualquier loser, cualquier hombre que en su país de origen no se comería ni las migajas de una rosquilla, se convierte en un fucker. Para ellos es la oportunidad ideal de volver a tener una vida adolescente, pero con dinero y sin granos en la cara. La mayoría además tiene un deseo fetichista con toques de pederastia hacia las asiáticas y estas, debido a sus deseos de riqueza y de salir de este país, se lo ponen fácil. Cada vez es más y más común ver a parejas mixtas donde el hombre no destaca en ninguna cualidad visible y la mujer sí. Lamentablemente, el amor es dudoso en estos casos, pero cada uno vive en su burbuja mutua en aparente sintonía.

En ciudades como Shanghái, la vida se mueve en torno a los negocios y el dinero es algo que te hace tan poderoso que incluso traspasa las barreras de las relaciones, que al fin y al cabo también se guían por el sino capitalista: lo importante no es lo que ofreces, sino todo lo que puedes obtener. Todo es efímero, al igual que el sexo de una noche. La situación que se plantea en la escena nocturna es irrisoria. Se pasa de la manera tradicional de ligar a que te degraden a mera mercancía, porque ¿si lo tienen más fácil con las locales o pueden pagar por ello, para qué perder el tiempo? El expatriado se regodea con sus amigos de todas las chinas a las que se ha tirado y ha dejado tiradas porque “eran muy pesadas y no paraban de llamarles”; mientras que el hombre chino hace concursos con sus amigos para ver quién se folla a más occidentales porque es lo que se lleva, lo más cool del momento.

Debido a esta situación, a la que los hombres no son ajenos, si intentas quedar otra vez con alguien para una segunda cita te toman por loca, porque para ellos las blancas tenemos escrito en la frente las palabras desesperación, pareja y problemas. La mayoría cree que te quieres casar con ellos, por lo que la relación de amantes está más que descartada. El sexo se convierte en una lucha de egos en la que tú llevas las de perder. Porque tampoco aceptan en su mentalidad de neomacho que haya mujeres independientes y dueñas de su sexo que busquen también el placer momentáneo pero, a diferencia de ellos, con calidad.

Entre las frases para romper el hielo que he escuchado me quedo con “Hey nena, quieres que te meta estos dos dedos, ¿a que sí?”, pronunciada por un hipster de negocios español. He presenciado situaciones muy absurdas como cuando un chino rico empezó a restregarse un pintalabios caro por la polla y me dijo que si lo quería, ya sabía lo que tenía que hacer. Pero de todas las anécdotas gana la de un médico que para solucionar un gran dolor abdominal me aconsejó “lo que tienes que hacer es casarte ya y cuando tengas hijos, todos tus problemas y tus dolores se solucionarán” y me dio unas pastillas tibetanas en las que tenía que tener fe.

Cada vez es más normal conocer a chicas que han perdido toda esperanza en el sexo masculino en China porque, lo queramos o no, los seres humanos están hechos para intimar con alguien y si donde todo lo importante es el yo y nada más que yo (y mi pene), las mujeres entran en el modo irreversible de la soledad independentista y marchan, otra vez, al exilio.