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Cultură

Cómo tratar a un mendigo sin techo. Una guía hecha por mendigos de Madrid

Es triste que esta guía tenga que existir, pero considerando lo mal que mucha gente trata a los mendigos sin techo, está claro que es necesaria.

La candidata del Partido Popular a la alcaldía de Madrid, Esperanza Aguirre, madrileña de alta alcurnia y más altos vuelos, palacete en Malasaña y vieja amiga de corruptos (nunca colaboradora ni testigo de sus quehaceres, según asegura, a pesar de haber presidido la Comunidad de Madrid entre 2003 y 2012), planteó hace unas semanas uno de los puntos más ilustrativos de su visión electoral de una ciudad mejor: mendigos fuera. "No quiero calles dormitorio con colchón y mesita de noche", dijo.

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Ante eso y ante la cercanía de las elecciones municipales y autonómicas (24 de mayo), me fui a preguntar a varios mendigos cómo viven en Madrid y cómo se sienten en una ciudad que es su salón y su dormitorio y que dentro de unos días puede empezar a perseguirles.

¿Se sienten maltratados por el resto? ¿Les dan por culo los borrachos nocturnos? ¿Los vecinos ayudan? ¿Les insultan? ¿Les ignoran? ¿Les roban? ¿Les putean o les dejan estar?

APRENDE A RESPETAR LA AGENDA

"Esta puta sociedad piensa que somos gilipollas, que no nos enteramos. Sabemos que nos miran mal o que no existimos, pero antes éramos como los demás". Tobías es holandés. Tiene 35 años. Ha vivido en Portugal y España –"en Barcelona, Granada, Cádiz y Valencia"- y ahora está borracho: olor muy fuerte a cerveza y flemas que le ahogan mientras se fuma el piti que le acabo de dejar. "Una salud de mierda, tío", masculla entre salivas colgantes.

Tobías, que vive en Chamberí y lleva "un año en la calle durmiendo en los bancos y en puertas de tiendas", no parece un homeless. Al menos si le miras a la cara. Los pies y las uñas podridas son otra cosa. "Ahora doy clases de inglés de vez en cuando en una parroquia de Vallecas, allí tengo colegas, y en los centros donde dan comida". ¿Inglés? "Sí, pero como no saben, pues enseño lo básico: I live in Madrid, What time is it?…".

Tobías

"¿Una foto? Pero si me sacas bebiendo la cerveza". Tobías tiene una risa extraña. Compulsiva. Posiblemente, también algún tipo de enfermedad mental mal tratada. "Tío, el Partido Popular es lo peor", me recuerda antes de despedirse y preguntarme que dónde saldrá el artículo: "Es para Vice", le respondo. "¿Sí? ¡Lo leo todos los días. Me gusta Vice!", grita mientras levanto la cámara.

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"Lo más importante que tienes que saber es que yo tengo mi agenda y cada uno aquí [en la calle] la tiene, y hay que respetarlas. Nuestros tiempos, nuestras horas… Los gitanos, los rumanos… cada uno con su agenda", explica Tobías.

NO JODAS CON EL COLCHÓN

Madrid, esa ciudad donde las palomas son más felices que los ciudadanos y las peatonalizaciones se hacen pensando en las grandes empresas y no en los peatones; esa urbe participada -que no participante- donde cada vez hay menos espacios públicos y no podemos ni bebernos una lata de birra en la calle; ese polo de referencia internacional donde, según las cifras oficiales, hay algo menos de 2.000 personas en la indigencia y cerca de 1.000 durmiendo en la calle.

Herme (Hermenegildo), es uno de ellos. "La moda esta de las colchonetas y los colchones no la entiendo: en el suelo se duerme mal. Pasas frío. Te duelen los riñones. Te dejas la espalda". Herme señala "un banco de los antiguos": dos planchas de madera para posar el culo y una para la espalda acopladas con tres piezas de hierro. "Ahí sí que se duerme bien, pero aquí [en el centro] ya casi no quedan de estos. Nos jodieron hace unos años quitándolos".

Yo, que he fumado, comido chicle, metido la lengua a chicas adolescentes con aparato y bebido litros y litros de cerveza en este tipo de bancos, entiendo a Herme: la implantación de mobiliario urbano antimendigos por encargo del PP es una de las peores cosas que le han sucedido a Madrid, una ciudad que se quiere llamar a sí misma "abierta". Bancos con un hierro que divide el espacio en dos asientos o sillas individuales colocadas en conjunto que decoran algunas plazas y esquinas.

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Herme, que debe andar cerca de los 70, lleva un carrito de la compra azul y siete bolsas de plástico llenas de objetos de todo tipo. Suele "dormir por aquí" aunque lleva "mucho tiempo en albergues y casas". Antes de seguir su camino calle abajo hacia Cuatro Caminos, me advierte de que tiene "de todo" y no necesita ayuda: "En la calle también se puede ser feliz", sobre todo "cuando no hace frío".

IGNORA, NO INSULTES, NI MEES CERCA

Gabriel es rumano y duerme en un colchón en plena calle. En Tetuán hace frío por la noche, pero tiene mantas y un móvil. Enfermo de las piernas, lo que le jode es que se rían de él: "Es lo que más me molesta, pero no lo hace mucha gente, tengo que reconocerte que Madrid es una ciudad educada".

Gabriel

Gabriel habla como un puto profesor. Como Tobías, como Herme, insiste en que "en Madrid la gente es bastante civilizada". ¿En serio? "Sí, no te insultan ni te mean encima, a veces alguno lo hace cerca, pero sin darse cuenta… Pero tampoco te pega ni amenaza nadie, solo alguna gente joven que vuelve borracha alguna vez". Gabriel es un jodido sabio. Con una cicatriz que le recorre la cara y varios periódicos en los que hace sudokus y crucigramas, me explica que "lo más importante" es el "respeto", que "la gente nos deje en paz porque no les molestamos".

"La policía solo me dice que me tengo que ir cuando le meten presión los vecinos, pero luego me dejan quedarme, y además los vecinos no dicen casi nada… La mayoría me saluda y da alguna cosa", sonríe mientras enciende su móvil para mirar el WhatsApp y ver si sus colegas vienen a recogerle para ir a comer. "Eso es lo mejor, cuando te dan comida no caducada y no tienes que buscar en al basura ni ir a un comedor. A mí no me gustan esos sitios: hay mucho desequilibrado".

LAS PULGAS SON UNAS CABRONAS

Las pulgas le jodían la vida a Adri, rumano de unos 30 años: "En el suelo hay mucha pulga. Es peligroso. Traen enfermedades". Según Adri, que conserva menos de la mitad de sus dientes y empuja un carrito con mantas y chatarra por la calle Vallehermoso, se duerme mejor acompañado: "Con mis amigos, todos juntos, mucho mejor: más calor cuando hace frío, y hablar con familia y amigos siempre es bueno".

Toni, senegalés que lleva 11 años en Madrid, está hasta los cojones de que la gente le ignore en la puerta del supermercado donde pide dinero y comida "desde hace cuatro años". "También hay otros que me ayudan". Toni prefiere que le den "dinero antes que comida", y me cuenta que algunos le dan "cinco euros siempre que vienen". Pero la gente no da mucho. Su táctica no tiene mucho misterio: "Yo solo digo 'hola, amigo' y la gente ya sabe que le estoy pidiendo lo que pueda darme".

Toni es economista y cuando llegó a España "no pensaba acabar así", pero "hay que ganarse la vida como sea. Tengo amigos que ganan dinero de forma no legal, pero yo no quiero meterme en líos, prefiero tener menos pero no atacar a nadie ni robar ni traficar". Toni suele cenar fruta y pan: "Cuando cierra el supermercado les ayudo con las cajas y me dan pan y alguna comida, y luego voy a la frutería de al lado y también les ayudo a recoger".