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Cultură

Nadie quiere cruzarse a estos tipos por la calle

Los encuestadores. Están por todos lados y cuando se acercan huyes sin mirar atrás. Si titubeas, estás jodido. Intentamos darles un poco de su propia medicina pero no fue fácil.

Pensé que resultaría más sencillo entrevistar a alguno de los ejemplares de esta plaga que inunda las principales calles de cualquier ciudad: los "captadores de solidarios". Así les gusta que se conozca su gremio. En Madrid, el Triángulo de las Bermudas de Callao, Sol y Ópera está repleto de ellos y cualquiera que pase por ahí es interceptado con más precisión que un misil. Las causas varían, buscan que nos unamos a alguna ONG, que conozcamos más sobre las actividades que organizan o que donemos algo de dinero. Lo irónico del asunto es que esas mismas personas son sumamente escurridizas.

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No es culpa suya (del todo) que nos respondan con técnicas evasivas. Hemos descubierto que normalmente tienen supervisores que vigilan sus acciones y controlan el número de socios que consiguen abonar a "la causa", lo que ayuda a entender su perseverancia a la hora de pararnos por la calle. A excepción de ese tipo que te señala al suelo y cuando miras dice: "se te ha caído la sonrisa". Eso no es perseverancia, eso tiene otro nombre. Gracias a nuestra insistencia y alguna que otra aportación (nuestro fotógrafo se vio obligado a dar su número de cuenta), conseguimos hablar con varios de ellos.

En un breve paseo por el centro de Madrid nos dio tiempo a que una 'supervisora' nos cortara el rollo mientras hablábamos con Mario (por ella se ha quedado fuera del reportaje), a que Josefina nos pidiera trabajo (quería hacer fotos para VICE, aunque lo suyo en realidad es cuidar ancianos) y que otros nos conmovieran con las causas que defendían (campos de refugiados, por ejemplo). Si algo nos ha quedado claro es que no son robots -en algún momento nos entraron dudas-, sino seres humanos monitorizados. Esto es lo que opinan los pocos a los que conseguimos detener.

Todas las fotos de Felipe Hernández

Josefina, 52 años. Fotógrafa.

"Me gusta lo que hago, además tengo alma de reportera y disfruto interactuando con la gente. Llevo un año más o menos haciendo esto. Aunque lo hago esporádicamente, porque si no estoy aquí, estoy ayudado en la Cruz Roja. Mis amigos me dicen que se me da bien lo de ser relaciones públicas, pero yo me considero más una comercial solidaria.

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Casi siempre tengo la misma tónica con la gente, les digo cosas como "oye me escuchas unos 10 minutos por favor" o "tienes un momento y tal…". Algunas veces la gente me entra, pero yo no vengo aquí a ligar. Otras me contestan de malas y me dicen cosas como "yo soy nazi" y a esos les contesto: "sí, y yo negra". En la calle hay que soportar muchas cosas.

Soy trabajadora de una ONG que capta socios para una buena causa y me gusta. He estado una semana con ellos y hago casi siempre lo mismo para que la gente se pare. La verdad es que es duro pero llevo bien lo de que la gente nos rechace. Aunque prefiero dedicarme a otra cosa que a ser captadora, me ha salido otro trabajo por ahí y no voy a seguir con esto".

Santiago, 34 años. Camarero.

"¿Cómo no me va a gustar ser captador de gente solidaria? El problema es que psicológicamente es bastante jorobadillo, han sido ocho meses haciendo esto, pero no sé cuánto más aguantaré. Creo que depende de lo fuerte que me vea, porque hay mucha gente que es bastante mala, mala, mala. Les das un buenos días y te contestan "gilipollas" y tal, pero es así.

No cambio muchas cosas cuando intento que la gente me escuche. Algunas veces, si me dan permiso, sigo a la persona y le cuento de camino lo que tengo que decirle. Si no intento que se paren y me escuchen unos minutos. Mi mujer, con la que llevo 17 años, hay veces que me dice "ésta te ha mirado" y tal, pero yo le digo que no me he dado cuenta".

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Vincent, 21 años. Estudiante de Filología.

"Siempre uso el mismo sistema y la misma frase para que la gente suba a la tienda. Pretendo que suene original pero en realidad nunca lo es. Tampoco tengo tanta experiencia, sólo dos meses y quizá estaré aquí hasta que acabe mi carrera. El trabajo es bastante animado y agradable pero hay veces que quema mucho, porque el trato constante con la gente es un poco agobiante. Te acostumbras a que hay gente que te detesta, pero también otros que te piden el número de teléfono".

Yan, 21 años.  Estudia para ser bombero.

"Por ahora me gusta, es solo mi primer día, pero creo que podría durar bastante, no lo sé. No suelo abordar a la gente de la misma forma, todo depende del momento y de la persona, es algo que surge muy natural. Sé que no puedo empeorar el día de alguien, pero sí mejorarlo".

Iago, 27 años. Instructor de Deportes de Riesgo.

"Me gusta lo que hago pero llevo poco tiempo haciéndolo, sólo una semana, y seguiré en esto el tiempo que me dejen. La cosa es que yo soy muy dinámico siempre y eso es bueno para ser un captador. Me he dado cuenta de que todo depende de la actitud con que te tomes el trabajo. Porque tengo que tratar con jóvenes o con viejecitas, personas que me odian o que intentan ligar conmigo, y así".

Ana, 32 años. Licenciado en Turismo.

"Me dedico ahora mismo a parar a gente por la calle para que sepan de los campos de refugiados y que vean lo que hacemos. Que sepan cómo ayudamos a las personas, porque es muy poquito dinero lo que pedimos y todos pueden ayudar. Llevo dos años y casi siempre digo lo mismo, saludo e intento ser agradable. En realidad mi técnica no varía con el tiempo si no más con el tipo de persona. Sé que la gente nos odia porque nos miran, nos ignoran, nos hablan mal… Pero también hay gente muy agradable, hay días en los que hasta se liga muchísimo".