¿Quiénes son los menores que esnifan cola en la Apple Store de Barcelona?
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¿Quiénes son los menores que esnifan cola en la Apple Store de Barcelona?

Los 'niños de la cola' aparecieron en los medios como la última amenaza a la seguridad y a la estabilidad de la Barcelona turística y ahora se reúnen en la puerta de la Apple Store de Plaza Cataluña, lo que plantea de nuevo dilemas a las autoridades de...

Una gran manzana ilumina las noches de Barcelona. Desde que en 2012 la marca del gurú de la tecnología del S. XXI, un tal Steve Jobs, decidiese establecer una de sus tiendas Apple en la esquina de Plaza Catalunya el lugar se ha convertido en un punto de encuentro para guiris, frikis de la cultura gadget y la muchachada barcelonesa en general. Un templo laico cuyas vibraciones en forma de wifi gratuito, lo más parecido a decir sagrado en nuestros días, atraen a los jóvenes de la misma manera en la que lámparas de luz violeta seducen y achicharran a las polillas en las noches de verano.

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Pero este idílico microcosmos consumista del centro de Barcelona ha encontrado en los últimos tiempos una amenaza para la que no estaba preparada. Cada fin de semana, auténticos enjambres de entre 20 y 40 adolescentes, a veces superan los 50, revolotean en los alrededores de la tienda creando un cóctel explosivo de testosterona, porros y vapores tóxicos ante la mirada incrédula de los turistas y la impotencia de la Guardia Urbana.

Los viernes y los sábados por la noche cuando esnifan demasiada cola el asunto se les va de las manos. Hay peleas, ensucian los alrededores de la tienda y molestan a los clientes, especialmente al público más joven

Son los grupitos de los mal llamados 'niños de la cola', por la adicción de algunos de ellos a inhalar disolventes y cola industrial en bolsas de plástico o botellas, y que han sido declarados como el enemigo número uno de la marca de la manzanita. El motivo no son los horripilantes cortes de pelo inspirados en Cristiano Ronaldo, si no los 'minifestivales' que se marcan cada fin de semana en la salida de la tienda y que, al parecer, acaban con el sosiego de los fieles consumidores.

"Los viernes y los sábados por la noche cuando esnifan demasiada cola el asunto se les va de las manos. Hay peleas, ensucian los alrededores de la tienda y molestan a los clientes, especialmente al público más joven", explica uno de los vigilantes de seguridad que se conoce de memoria las costumbres y modus operandi de cada uno de estos zagales que, por supuesto, tienen tajantemente prohibida la entrada al local.

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Un juego del gato y el ratón en el que nuestros llamativos protagonistas, muchos de ellos menores de edad y sin papeles, se pasan el día huyendo del susodicho segurata así como de los dispositivos montados en su contra por la Guardia Urbana frente a la tienda.

Esta falta de sintonía con los poderes fácticos de la adminstración y del capitalismo les hace merodear incesantemente entre las calles del centro de la ciudad. Como suele suceder en estos casos, la supuesta solución pretende tapar o apartar el problema en lugar de solventarlo. Según exponen los medios de comunicación locales, los mediáticos 'niños de la cola' son chavales de entre 12 y 18 años procedentes en su mayoría de países del Magreb(Marruecos y Argelia principalmente) que, tras acceder al país escondidos en chasis de camiones que embarcan desde Ceuta y Melilla, llegan hasta la ciudad Condal donde quedan bajo la tutela de la Dirección General de la Infancia y la Adolescencia (DGAIA) y son, en teoría, escolarizados. Sin embargo, la realidad es que una parte de ellos, una minoría aunque ruidosa de aproximadamente el 10%, abandonan los centros de recogida y se dedican a recorrer las calles del casco antiguo donde malviven a base de esnifar cola, realizar pequeños hurtos o apelar a la caridad de los vecinos y comerciantes. Algo que a los vecinos del barrio de Sant Pere, Santa Caterina i la Ribera, su predilecto a la hora de instalarse, no les hace mucha gracia por no decir ninguna.

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"La inhalación de estos vapores les produce una euforia automática que puede engañar, en realidad se trata de potentes depresores del sistema nervioso que en algunos casos pueden llegar a producir un coma o incluso la muerte del menor", advierte la doctora en Psicología Clínica de la Universidad de Barcelona, Ana Adán.

Precisamente, es este colocón breve e intenso que les proporciona esnifar químicos baratos el que acaba por deteriorar rápidamente sus jóvenes cuerpos, les vuelve impredecibles y, en definitiva, les ha creado un verdadero estigma de cara a la sociedad.

Como explica, el consumo diario de estos productos "altamente adictivos" y de "muy fácil acceso" puede producir "fuertes quemaduras en las vías respiratorias a corto plazo" así como "efectos irreversibles en el sistema nervioso y cognitivo de los menores en cuestión de pocos meses". Además, la especialista reconoce con preocupación que "la única vía segura" para el tratamiento de estas adicciones podría pasar por "su internamiento en comunidades terapéuticas durante meses y el acompañamiento de cada caso durante años".

La inhalación de estos vapores les produce una euforia automática que puede engañar, en realidad se trata de potentes depresores del sistema nervioso que en algunos casos pueden llegar a producir un coma o incluso la muerte del menor

Ligeramente más optimista, la coordinadora de la asociación Espacio de Inclusión y Formación del Casco Antiguo(EICA), Antonia Salazar, matiza que "la sociedad tiene que erradicar de una vez el tópico que asocia a los menores marroquíes que habitan el centro con el hábito de esnifar" y que "menores no acompañados en Barcelona hay cientos pero los que acaban cayendo esta adicción son solo una pequeña parte". Su esfuerzo, unido al de la educadora Mireia Escobar ha hecho posible el programa Ta-Axira ('visado' en árabe) por el cual algunos de estos menores reciben clases diarias de inmersión sociolingüística, orientación laboral y asesoramiento jurídico. Una lucha contra los prejuicios y a favor de su integración que en los últimos tiempos ha sufrido los efectos de la crisis económica y la implacable tijera del 'Govern'. "Tengo niños que duermen en colchones en plena calle soportando el frío y el miedo pero que se levantan cada mañana para venir a las clases o sacar sus papeles adelante. Este es el esfuerzo que nadie quiere ver cuando después se los encuentran inhalando cola", critica Mireia a la vez que recrimina a las autoridades un plan para aquellos jóvenes que superan la minoría de edad y que no han conseguido superar los exigentes requisitos para continuar recibiendo ayudas. "A los 18 años estos chavales cargados con problemas en cuanto al dominio del idioma, escasa formación académica, nula experiencia laboral y el añadido de las adicciones son empujados hacia un precipicio. Son verdadera carne de cañón", añade con el mosqueo lógico de quien ha visto en demasiadas ocasiones como todo el trabajo invertido fracasa ante la falta de interés de una ciudadania que, en sus recurrente juicios de valor, suele 'ningunear' el trabajo de decenas de asociaciones de este tipo.

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Es por ello que el portavoz de la organización Save the Children en Catalunya, Guiomar Todó, no ha dudado en exigir a la Generalitat de Catalunya un plan de urgencia para enfrentar una situación que comienza a generar problemas graves de convivencia en los barrios del centro de la capital catalana: "Es intolerable que en una ciudad como Barcelona haya menores durmiendo en las calles expuestos a todo tipo de peligros y, en ocasiones, consumiendo sustancias tóxicas".

Como suele pasar en estos casos, el asunto de los 'niños de la cola' se ha convertido en una potente arma arromadiza que los políticos de la oposición, Ciutadans (C´s), emplean con mala leche. El pasado viernes la consejera de Trabajo, Asuntos Sociales y Familias de Catalunya, Dolors Bassas, llamó "demagogos" a los diputados de la formación de Albert Rivera en el Parlament por solicitar medidas contundentes a la vez que acusó a los gobiernos de Andalucía y Ceuta (donde C's gobierna junto a los socialistas) de permitir la llegada de 70 de estos menores cada mes a Barcelona. "Pregúnteles a sus compañeros de estas comunidades por qué los niños vienen a Catalunya", dijo Bassas echando mano a la vieja técnica de lanzar la mierda al ventilador. Un clásico de la política ibérica que aleja cualquier posibilidad de una solución a corto plazo.

Mientras tanto, ajenos a toda la sucia disputa que se vive a su costa en el Parlament, resabiados por las preguntas de los reporteros y acosados por los continuos dispositivos de la Guardia Urbana y los Mossos d' Esquadra, los 'niños de la cola' continúan disfrutando de su dosis diaria del bendito wifi y, ocasionalmente, de la complicidad de algunas de las adolescentes, ya que no es ninguna obviedad decir que su condición de estrellas mediáticas está siendo utilizada por los menores para sus objetivos más mundanos: las chicas.

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"Lo que más nos gusta son las rubias. Por aquí siempre hay muchas, si me saco el WhatsApp luego quedamos y ya sabes", espeta uno de ellos en un nítido castellano ante la risa cómplice de los demás. Una escena típica de su edad que bien podría ser la de cualquiera de aquellos grupitos de 'swaggers' que hace poco saltaron a los medios por sus encuentros en el centro comercial 'La Maquinista' o de unos chavales pasando el rato en un parque del vecino Hospitalet del Llobregat, Badalona o Cornellá. Al final, si se piensa fríamente, los temidos 'niños de la cola' de la Plaza Catalunya no son tan diferentes de sus homólogos de cualquier otro suburbio europeo y su único 'pecado' es el haber escogido un lugar demasiado exclusivo para sus reuniones sociales.

Sacos de hormonas aderezados puntualmente con los efectos de los porros y la cola que salen cada fin de semana a reunirse y pasárselo lo mejor posible. El verdadero problema, el que muchos no quieren ver por detrás de la supuesta inseguridad ciudadana que provocan, es el de su trágico día a día: la falta de recursos, de oportunidades o simples motivaciones que les empujan a reunirse con sus iguales, los demás 'parias', para consumir una droga altamente destructiva y mal vista por la sociedad.

Ese es el dilema que la Generalitat y el Ayuntamiento de Barcelona tendrán que solucionar si no quieren que el conflicto con estos menores continue creciendo. Pero no seamos alarmistas, que nadie pierda el sueño: la fracción catalana de los 3,5 millones de clientes que cada semana pasan por las 377 tiendas Apple Store de todo el mundo continuarán comprando sus pequeños objetos de devoción tranquilos. De eso ya se encargan los 'seguratas' y los 'maderos'. ¿Eso es lo que le importa a la gente 'normal', no?

Además, mientras la conexión gratis siga emanando de la gran manzana, los euros seguirán entrando a la tienda a raudales al tiempo que las hormonas de nuestros protagonistas seguirán estando cada fin de semana más dirigidas hacia el amor que a la guerra.