Salamanca es el Disneyworld de las despedidas de soltero

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Salamanca es el Disneyworld de las despedidas de soltero

La ciudad universitaria es ahora la capital mundial de las farras low-cost. Nos colamos en una de sus miles de rutas organizadas con strippers que hacen trucos de magia, cuñados y un restaurante llamado "Ñaka Ñaka".

Hace justo un año, en primavera, estuve en Salamanca. Vi tanta gente con penes en la cabeza y bañadores fluorescentes a lo Borat que casi llegué a pensar que era una evolución del traje charro. Pero esto no es algo nuevo. La proximidad con Madrid, la fama de ciudad joven y los precios de "estudiante" han convertido a Salamanca, para bien o para mal, en la capital española de la juerga kitch por excelencia: las despedidas de soltero.

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Basta escribir "despedida" y "Salamanca" en Google para que aparezca una lista infinita de agencias dispuestas a organizar una farra low cost por ti. Todas ofrecen lo mismo: hotel, cena, espectáculo y actividades en el campo como carreras de karts o juegos con vaquillas tipo El Gran Prix del Verano. Después, para rematar, el icono del desfase entre machos: el striptease. Eso sí, opcional.

Miguel es el dueño de una de estas agencias que han hecho de la industria del cachondeo su negocio. Contacto con él por teléfono e inmediatamente, muy dispuesto, me invita, casi reta, a acompañarle durante todo un día de curro con las dos strippers a las que representa. Yo, como no soy gilipollas, digo que sí. Me recoge en la puerta de un centro comercial. En el BMW, esperan Sara Luengo y Elsa-Mor, las dos strippers. Con poco maquillaje, me llama la atención enseguida su manera recatada, aunque bastante lógica por otro lado, de vestir. Lo extraño sería, supongo, andar por el mundo vestidas de "enfermera sexy" o "lolita colegiala", pero las fantasías son las fantasías.

Salimos hacia León, el primer destino de una ajustadísima agenda con más de diez shows por delante. Miguel conduce mientras come donuts y gestiona, con la ayuda de Sara, todos los imprevistos de última hora -lo prometo, alguien acaba de llamar enfadado porque no funciona el "rodillo asesino" de la actividad "Humor amarillo". Se me ocurre mirar por un instante el velocímetro y decido no mirarlo nunca más.

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Hombre escayolado a un vaso de cubata.

Anécdotas sobre los ensayos, traiciones internas en el negocio o intrusismo de chicas "pasadas en kilos o años" que ofrecen precios "chollo", hacen que me parta de risa y se me pase el viaje volando. Aprendo también que este año lo peta el show "del negro", que como el nombre deja más que intuir, consiste en un chico de color que gasta una broma al novio antes de que aparezcan las chicas. Por lo visto, está sustituyendo el show "del enano" -creo que este no hace falta explicarlo-.

Llegamos por fin a un restaurante. Las chicas hacen del baño de señoras un vestuario improvisado y se preparan para interrumpir en la hora del café. Primero Sara, y después Elsa -2x1 dice la promoción- entran para sorprender al novio.Veinte minutos después, ya estamos de vuelta hacia Salamanca.

Un chico agradable con una lata de cerveza en la mano y cara de haber leído muchos cómics, nos espera en un portal. Mientras subimos, le pregunta tímidamente a Sara si se puede poner una máscara de soldado de Star Wars.

La estampa es rara. Rarísima. Con la marcha imperial sonando de fondo en un móvil, Sara aparece vestida con un traje de enfermera y cabeza de robot. El soltero, sentado en el medio, observa atónito. Yo no puedo evitar pensar en La Perra de las Galaxias, un título de película que vi en internet.

Sara se viste y corremos hacia el "Ñaka Ñaka", un asador de prestigio del centro, rebautizado así para la ocasión. El logotipo, a la altura en sutileza, es un pene representando todos los estados de ánimo: el pene sonriente, el pene enfadado, el pene sorprendido… Aquí, la agencia de Miguel da de cenar a unos diez grupos de despedida por noche.

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Las chicas se encargan de que todo esté perfecto, mientras un goteo de gente va llegando al grito de "te casaste, la cagaste" los tíos; o "nunca es tarde si la picha es buena" ellas. Casi todos van borrachos y se puede entender enseguida por qué se bebe tanto en las despedidas. En un lugar en el que el tipo más discreto va vestido con tutú rosa, el alcohol es casi medicina obligatoria como inhibidor de la vergüenza propia y ajena.

Los camareros, acostumbrados a servir chuletones entre penes, ponen la comida sin inmutarse. Elsa hace de DJ y Andy, un boy y mago -las dos cosas a la vez, me dice- es el encargado de animar con chistes y pruebas para los solteros. La gente canta, aplaude y se deja llevar. Me doy cuenta que si algo tienen de divertido las despedidas, es la mezcla aleatoria de amigos: los de la universidad, el cuñado que observa al novio como un espía de la Gestapo o el amigo "formal" que ya nunca viene de fiesta pero que cuando le deja su mujer sale con más ganas que Chicharito.

En los postres, las strippers proponen juegos picantes y Elsa ofrece su escote para dar de comer el pastel.Sara me da un valioso consejo que guardaré el resto de mi vida: "Si una stripper te dice que comas nata de su pecho, no lo hagas, eres el quinto hoy que chupa en el mismo sitio". Elsa vuelve enfadada porque el soltero "Pepa Pig" le ha manchado el culo con la pintura de los mofletes. "¿Se me nota mucho?", me pregunta. Yo miro al infinito.

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La cena incluye copa en el club Peter's, una sala temática cuidadosamente decorada como el país de Nunca jamás. El camarote del Capitán Garfio es el reservado para los stripteases. Aunque yo empiezo a necesitar Redbull, Sara sigue repitiendo con la misma energía su espectáculo a los grupos que van pasando por turnos. "¿Y es que Sara no se cansa nunca?", le pregunto a Miguel. "No se cansa de contar billetes", me responde con una palmada en el hombro.

Son las 4 de la mañana pero aún queda un último show a unos poco kilómetros de allí.Un grupo de canis, con cara de llevar bebiendo desde anteayer, nos espera en un coche y nos piden que les sigamos por un camino sin asfaltar. Asustado, le pregunto a Miguel si nunca tienen miedo de ir solos. "Tengo mis métodos de defensa", me dice él, y me aconseja que no beba nunca nada de lo que me ofrezcan. En la casa hay gallinas, un burro y pósteres de "6 toros 6", pero todos resultan ser bastante agradables y hasta se sonrojan con el striptease. Amablemente, me ofrecen algo de beber. Respondo un "no" tajante.

Vuelvo a Madrid roto, pero alucinado. Estoy a punto de poner otra cruz en la lista de cosas que hacer antes de morir pero me doy cuenta de que aún me falta algo. Y es que "Antes de juzgarme, ponte en mis zapatos" –o en mi disfraz de pene, en este caso- dice el refrán, así que en un acto masoquista, decido experimentar por mi mismo el placer culpable de las despedidas de soltero. Como nadie se casa, la "víctima" será mi compañero de piso, que por no tener, no tiene ni novia, y le sobra mala leche.

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Hablo con los colegas. A todos les parece una soberana estupidez, así que, por supuesto, se apuntan. Siguiendo religiosamente el protocolo tradicional -llamadme pureta- decidimos fecha, reservamos en Salamanca y ataviados con camisetas diseño WordArt con un "lo sentimos chicas, Rober se casa" lo abordamos por sorpresa en su habitación: "¡Enhorabuena tío!".

Si el momento de por sí, tiene que ser extraño para cualquier soltero "real", uno puede imaginarse rápidamente la cara de mi amigo. Pero esta fase de sorpresa inicial dura poco y enseguida da lugar a una segunda fase natural, la de negación o de "dejadme-en-paz-hijos-de-puta-fuera-de-mi-casa". Afortunadamente, la presión de la masa consigue arrastrarle hasta a la resignación definitiva y al ver el disfraz de plástico no transpirable que le hemos preparado, entiende que no tiene mucho sentido ni negarse ni intentar asearse antes de salir.

Llegando a Salamanca veo más despedidas aún que la semana pasada. Roberto, también conocido como el Marshmallow de Cazafantasmas, se convierte al instante en el centro de las miradas y objetivos de las cámaras. La gente le grita cosas y las chicas de otras despedidas quieren abrazar al "muñeco de Michelín" -incultas-. Su nuevo súper poder de la popularidad, hace que Roberto acabe entrando en una nueva y definitiva fase: la de "venirse muy arriba". Sin duda, salir disfrazado y con aspecto blandito es un filón que, sin duda, os recomiendo a todos.

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Miguel nos ha reservado una mesa en el "Ñaka Ñaka". Aunque la experiencia del entrecot amenizado con éxitos de los 80 se hace extraña, gastronómicamente, la cena está bastante bien. El punto álgido de la noche llega con "Cuidado con Paloma que me han dicho que es de goma" y me sorprendo a mi mismo mimetizado y dando palmas como un loco. Sara y Elsa se contonean delante de los solteros mientras, desde la mesa de detrás, un chico me dice orgulloso: "Paso de tetas, yo me pongo rayas", poco preocupado por mi cámara de fotos.

Después de acabar con las jarras de sangría de la barra libre y el agua de los floreros, un grupo de relaciones públicas vienen a buscarnos para llevarnos a las discotecas de despedidas. Roberto intenta ligar con la excusa de "es mi última noche de libertad", a la vez que confraterniza con otros solteros que le sermonean acerca del importante paso que están a punto de dar. "No, sí en la realidad yo no me caso" les confiesa. Su intento de honestidad es respondido siempre con una sonrisa incrédula y en una palmadita condescendiente en la espalda: "Sí, ya, pobrecito".

Agotados, nos vamos a dormir. Echando la cuenta, han sido casi 16 horas de fiesta sin tiempos muertos. En Salamanca, las despedidas en cadena están perfectamente sistematizadas para que siempre sepas que hacer y todo el mundo se divierta en una visita guida a través de tu propia juerga. Si te dejas llevar, puede ser divertido.

A la mañana siguiente, la salida del hotel parece un decorado de Walking Dead. Los chicos de otras despedidas caminan por el vestíbulo con las mismas camisetas de ayer y la cara desencajada. La única razón por la que no corro es porque no tengo muy claro si yo soy superviviente o soy ya uno de ellos. Mejor no mirarme al espejo.