FYI.

This story is over 5 years old.

Noticias

Migrantes del norte de África están muriendo en mar abierto

Desde 2011, pescadores tunecinos han estado encontrado los cadáveres hinchados de personas que intentan huir de la pobreza y el recrudecimiento de la violencia.

Un barco de pesca abandonado yace varado en el puerto tunecino de Zarzis. Este bote, como muchos otros que hay alrededor, fue usado por migrantes que huían de Libia cuando algunos pescadores tunecinos lo encontraron en las costas del norte de África. Estaba sobrecargado y destruido, así que los pescadores rescataron a los migrantes y lo trajeron hasta aquí. Fotografía de Nicholas Linn.

El sol arde sobre las pieles de Ahmed y otros tres pescadores, mientras se sientan con las piernas cruzadas en el muelle de Zarzis, el puerto tunecino al suroriente del país que se ubica a 80 kilómetros de la frontera con Libia. A la sombra de una lona tensada remiendan las redes para la pesca de arrastre que harán en la noche. A unos cuantos metros, otros pescadores doblan cuidadosamente sus redes, y del otro lado del muelle, otro hombre viejo y arrugado se sienta en el fondo de su bote a desenredar metro a metro su hilo de pescar. Un gran bote de madera se alza detrás de ellos, encallado en la arena. Los pescadores dicen que el barco fue usado para llevar migrantes ilegales a Europa. La pintura blanca se ha ido despedazando por la brisa, pudriéndose lentamente mientras las olas golpean el casco.

Publicidad

Desde hace algunos años, en particular desde 2011, Ahmed, de 36 años, y sus compañeros pescadores se han convertido en héroes accidentales al salvar a los migrantes ilegales que quedan varados en la costa, al tratar de huir de la pobreza y del recrudecimiento de la violencia por parte de las milicias que luchan por el poder en Libia. Una prohibición de migrar desde las costas tunecinas ha hecho que muchos que desean pasar a Europa por el Mediterráneo lo hagan desde Libia, según explica Ahmed. Desde el levantamiento revolucionario de 2011, Libia se ha convertido en una especie de costa salvaje para los migrantes. Ahmed y sus colegas dicen que durante sus salidas a pescar en el Mediterráneo suelen traer decenas, a veces cientos, de migrantes que quedan abandonados en el mar.

Gerry Simpson de Human Right Watch en Ginebra, señala que la guarda costera de Libia dice que los contrabandistas a menudo intentan reducir costos y no llenan los motores de los barcos con suficiente combustible. Dejan a los emigrantes a su suerte en aguas internacionales, donde a veces son rescatados por la marina italiana y llevados a tierra firme. Además, abundan las evidencias de tortura y abuso hacia los migrantes que son retenidos por las autoridades locales en Libia. Al 14 de agosto de este año, según la ACNUR, 100.000 migrantes irregulares han llegado a las costas europeas este año, y se cree que 90.000 de ellos provienen de Libia. Hay un gran número de personas que hacen el vía crucis desde Eritrea, Somalia y Sudán, aunque se ha reportado que entre ellos se encuentran a veces sirios y libios.

Publicidad

Es difícil obtener cifras precisas sobre el número de migrantes que salen desde las cosas de Libia, debido a la falta de informes sobre los rescatados o los cuerpos encontrados, pero los pescadores del muelle de Zarzis creen que el número está creciendo a medida que aumenta la intranquilidad.

“Digamos que tienes un bote lleno de harragas (la forma en que se llama a los inmigrantes del norte de África) que intentan huir de Libia hacia [la isla italiana de] Lampedusa”, dice Ahmed, empleando el término árabe local para referirse a los migrantes ilegales, que traduce “los quemadores” porque destruyen sus papeles. “Está desbordado, el motor se daña. Cuando vamos a pescar nos los encontramos. Han estado allí por días, en el mar, sin comida ni agua. Así que les damos leche y agua para que beban”.

“No saben nadar. Si el bote zozobra, mueren”, añade Ahmed, quien junto a sus compañeros se ha convertido en los salvadores no intencionales de innumerables migrantes varados en mar abierto. Ahmed también ha estado en sus zapatos, cuando salió en un barco junto a otros harragas en mayo de 2011 con la esperanza de encontrar un trabajo mejor remunerado y un refugio del caos tunecino tras el levantamiento en el país, que terminó por derrocar al exdictador Zine El Abidine Ben Ali.

Los ojos marrones de Ahmed son agudos e intensos, bien abiertos cuando cuenta su historia. Casado y con dos hijas jóvenes, Ahmed dejó el bachillerato a los 16 para estudiar en la École de la Pêche de Zarzis (escuela de pesca). Aunque su padre fue un agricultor, la sequía y el desempleo recayó sobre los jóvenes en los noventa. Así que Ahmed vio en el mar la salvación para su vida. “Los barcos que partían [de Túnez] estaban repletos. Encontré uno y huí”.

Publicidad

Ahmed tomó un barco ilegal en la costa de Zarzis. Se dirigía a Paris, donde dos de sus hermanos habían vivido los últimos siete años. Uno se había ido documentado y el otro llegó a la ciudad de las luces de manera ilegal cruzando el mar. Pensó que sus hermanos podrían ayudarlo a encontrar un trabajo mejor remunerado.

El viaje le tomó 17 horas y la condiciones fueron buenas, dice Ahmed. “Aguas calmadas, clima calmado. Íbamos bien”. El barco atracó en Lampedusa, una isla italiana ubicada a 155 millas al norte de Zarzis. Luego, Ahmed y el grupo de harragas fueron conducidos por una organización de ayuda a Crotona, al sur de la bota italiana. De allí tomó un bus hacia Milán y luego un tren a Ventimiglia, una pequeña ciudad en el límite con Francia, donde se encontró a un grupo de harragas con carro que lo condujeron hasta Nice.

Los migrantes se mueven en grupos de dos o tres personas, no más, dice Ahmed. Los grupos grandes los colocan en el ojo de las autoridades.

De camino a Francia se cruzó con otros norteafricanos como él: tunecinos, marroquíes, argelinos. “Hablaban en árabe”, dice. Asustado y completamente solo, tuvo la tentación de hacer amigos, “pero simplemente seguí adelante, no le hablé a ninguno”. “Desde Nice tomé el TGV [tren de gran velocidad] hacia la estación de Lyon. Allí ya estaba en París”.

Mira a sus amigos, los otros pescadores que desenredan las redes, algunos de ellos son migrantes ilegales. Se ríen a carcajadas sobre sus “vacaciones de bajo costo” en Europa.

Publicidad

Cuando le pregunto a Ahmed si su risa significa que el viaje de los harragas fue fácil, su sonrisa se desvanece. “¿Fácil? de ninguna manera”, dice, “Fue muy, muy duro realmente. Fue tan duro que pensé que no podría hacerlo. [En el viaje] tu no duermes ni de día ni de noche. Siempre te estás moviendo”. Una “mafia” en Italia, explica Ahmed, siempre estaba intentando sacar ventaja de los harragas como él. Era un estado de alerta constante.

El peligroso viaje a través del Mediterráneo en una embarcación sobrecargada, por tres países diferentes, desde el sur hasta el norte de Europa, no le dio las oportunidades que esperaba. “Me reuní con mi hermano [en París], choqué con él”. Ahmed buscó trabajo por tres meses, como lo hizo su hermano. Al final, Ahmed dice, “no trabajé un solo día”.

“No pude encontrar el trabajo que esperaba. Pensé que ahorraría dinero. Cuando me di cuenta que era una pérdida de tiempo, tomé un avión y me devolví a Túnez”.

Ahmed ha podido regresar a su tierra natal, junto a su familia y su trabajo, pero muchos migrantes no tienen esa opción y continúan saliendo de los puertos de Libia. Mientras lo hagan, Ahmed y los otros pescadores seguirán trayéndolos de vuelta a tierra. Sin embargo, se aproxima un clima turbulento y Ahmed teme lo peor.

“¿Cuántas veces he visto un cadáver hinchado de agua ser traído por el mar?”, pregunta. “A veces no hay rostro, solo huesos”.

“En ocasiones hay tantos cuerpos que simplemente rezamos la fat’ha [un verso del Corán] y los dejamos”.

*Ahmed nos pidió que cambiáramos su nombre real en este artículo.

Sigue a Sam en Twitter.