FYI.

This story is over 5 years old.

deportes

Así es el fútbol cuando no eres una estrella

Un recorrido por la historia futbolística de un jugador que nunca ganó nada.

A los ocho años, Diego Mosorongo ya sabía que quería ser futbolista. Empezó entrenando en el equipo River Junior, de Cali, marcando sus primeros goles en las canchas callejeras y sin iluminación del barrio La Rivera, también en Cali. A sus 11 años -en 1991- era el delantero goleador del torneo de la liga vallecaucana. Después de jugar un partido contra el América de Cali –que su equipo perdió 9 a 0 ante esa imbatible fuerza roja– el entrenador de la "Mechita" lo invitó a presentarse a una preselección con otros 150 niños aspirantes a futbolistas. Diego salió elegido.

Publicidad

Durante seis años entrenó con el América, pero cuando cumplió 17 empezó a darse cuenta de la magnitud de su sacrificio: estar lejos de los amigos, salir poco, entrenar mucho. Dice que estaba cansado. Dice que faltó unos días a la pretemporada y que lo sacaron del equipo. Dice que ahí decidió que no quería jugar fútbol y pasó un año por fuera de las canchas. Pero, movido por la insistencia de quienes lo querían ver campeón (como quedó el América en 1992), dice que volvió a jugar esta vez en Univalle.

Allá le cambiaron la posición y terminó jugando de volante 6, como Luka Modric, Frank Lampard o Rafael Robayo. Otros nombres. Otras suertes. Al año de estar en ese equipo se fue a buscar suerte a Bogotá. "Nos habían dicho que en Bogotá pegaban los niches, entonces yo quise arrancar para allá", recuerda Diego, un tipo fornido, de más de 1.80 cm. Tenía 18 años y no había terminado el colegio, pero, aun así, se fue, haciendo caso omiso a la insistencia de sus papás para que lo terminara.

Diego, por ese entonces no se atrevía a pensar que el fútbol no le iba a dar lo que se imaginaba -viajes, reconocimiento, dinero-. Trabajó un tiempo vendiendo plátanos, ahorró plata y se fue a jugar fútbol. El estudio, por ende, no le llegó nunca. El fútbol, creía, le iba a dar todo.

"Esa es una de las luchas de nosotros con los futbolistas. Que se sigan formando, porque futbolistas van a ser muy pocos y terminan sometidos a esos reglamentos y a esos vejámenes por la necesidad y la ilusión", me dice Carlos González Puche, un exfutbolista que se inició en Millonarios, quedó campeón con el América en 1984 y terminó como presidente de la Asociación Colombiana de Futbolistas Profesionales, Acolfutpro. Carlos, siendo abogado, trabaja por defender los derechos de los futbolistas en Colombia y me cuenta que según su cálculo "el promedio de los futbolistas colombianos es entre 6to y 7mo grado".

Publicidad

A diferencia de Diego, El Puche terminó el colegio y estudió Derecho en la Universidad Externado de Colombia. En 1997, inspirado en la Ley Bosnan, que declaró inaplicable el reglamento de la FIFA en la Comunidad Económica Europea, demandó la Ley del Deporte en Colombia.

La demanda dio como resultado la sentencia C-320 de 1997. A partir de ese año, la Corte Constitucional fijó límites constitucionales a los derechos deportivos y a la propiedad sobre los jugadores. Aclaró además que aunque el fútbol tiene diversas dimensiones -es espectáculo, una forma de realización personal, actividad laboral y empresa- los jugadores profesionales, además de la realización individual, buscan en el fútbol una ocupación laboral, por lo cual la actividad hace parte del derecho al trabajo.

Entre otras, la sentencia planteó que los artículos 32, 34 y 35 de la Ley 181 desconocía "la dignidad de los deportistas, a quienes cosificaba y vulnera la terminante prohibición de la esclavitud y de la trata de personas, pues parece convertir a los clubes en propietarios de los individuos". Con la sentencia se logró, por ejemplo, que un jugador que termina su contrato con un club adquiere sus derechos deportivos.

Diego no sabía nada de eso. Llegó a Bogotá en 1999 con la intención de hacerse profesional. Lo de rigor: se probó en Santa Fe pero se quedó en Millonarios. Pasó de los buenos momentos del América de Cali -que venía de quedar campeón 5 veces y consentía hasta a los más pequeños del club con guayos, regalos, uniformes, comida- a Millonarios, donde le asignaron una casa-hogar.

Publicidad

"Ahí viví casi dos años y cuando Millos estuvo en crisis y no pagaba, nos daban arroz, papas, crispetas y fresco royal. En la noche, arroz, papa y mortadela. No era todos los días, pero a la semana, por lo menos 2 o 3 veces". Cuando la cosa se ponía muy difícil, Diego se iba a trabajar a una fábrica de galletas cucas que un tío suyo tenía en Bogotá.

Diego Mosorongo en Millonarios. En la fila de arriba el segundo de izquierda a derecha.

Cuando llegó, Millonarios pasaba por un momento de crisis: el club estaba envuelto en líos de dineros que provenían del narco, en malos manejos administrativos. Según El Tiempo, a noviembre de 2002, el equipo de Los Millonarios tenía un déficit de 5.554 millones de pesos. Al final el club terminó acogiéndose a la Ley 550, también conocida como Ley de Intervención Económica para obtener ayuda del Estado. Arroz con papas de día, con mortadela de noche.

Pero Diego en Millonarios veía otra cosa, a pesar de la crisis en la cancha y en los entrenamientos: compartía con Radamel Falcao, Andres Chitiva, Bonner Mosquera, Andrés Perez, Alex Escobar. Con ellos debutó en Neiva en el año 2000 en un partido que terminó 1-1 contra el Atlético Huila. Tenía 19 años. Dice que estaba feliz. Le pagaban el salario mínimo y el equipo le había comprado por ocho millones de pesos el pase que le pagaron en seis cuotas.

Estaba cerca de convertirse en lo que soñaba: tenía contrato, lo convocaron a una preselección Colombia sub 20 –aunque se pasaba de edad por unos meses y esa alegría solo le duró tres días–. Aún así en Millonarios seguía jugando, lo alternaban entre la Primera A y la Primera C. Pero, me cuenta, cometió "un error, tuve un problema y ahí la torta se voltio, quedé en la C y se vino la contra".

Publicidad

La contra: calle, noche, fiesta, trago. La contra: querer hacer lo que hacen las personas a su edad. La contra: lo que vivieron Maradona y Ronaldinho. Eso, la contra, cuesta mucho en el fútbol. Más cuando uno no es Maradona o Ronaldinho.

Diego –este Diego, el nuestro– terminó jugando solo con el equipo de la Primera C y en semifinales se lesionó: luxación de hombro. A partir de ese momento, lo que se veía como una carrera ascendente, cambió. Llegó un nuevo técnico –del que Diego prefiere no revelar su identidad– que lo hizo jugar el hexagonal Olaya y se lastimó 4 veces más. La orden era que lo tenían que operar. No tenía seguro.

"Los futbolistas parecía que fueran marcianos, porque no les pagaban seguridad social, no les pagaban sueldo, no les pagaban sus obligaciones, y no tenían ninguna posibilidad de movilidad", dice González Puche.

Carlos Gozález Puche con el América de Cali. El segundo de derecha a izquierda arriba.

De ahí en adelante, en picada, una cadena de tragedias que podrían terminar en un libro: Bolivia, tener que pedir plata prestada (a veces plata regalada), debut como central en San José de Oruro, luego en Unión Central, que descendió, y tener que demandar al equipo ante la FIFA por que no pagar (y la respuesta del equipo: que vuelva). Jugar en la B (del fútbol boliviano). Fracasar. Viajar a Israel. Volver a Bogotá. Ir a Girardot. Ir al Expreso Rojo de Zipaquirá (ganar medianamente bien). Caer a Ho Chi Min, Vietnam, luego de un vuelo de día y medio Bogotá-Frankfurt, Frankfurt-Ho Chi Min. Dos meses de regular. Luego Tailandia.

Publicidad

Tailandia. Ahí fue el fin.

"En Tailandia estuve con otro amigo. Llegamos a un equipo y nos dieron apartamento y todo. Hasta que tuve un desgarre y me dijeron que me regresara. Yo ahí ya dije no más".

Era el año 2012. A partir de entonces, Diego incursionó en el mercado de jugadores, aunque le han ofrecido dirigir equipos o volver a jugar a los 35 años.

Para Fredy Candanosa, el agente que llevó a Camilo Zuñiga a Italia, lo que necesita tener un futbolista "es una sumatoria de varias cosas. Pero es, sobretodo, mérito y creación". Para él, como buscador de talentos, eso es vital la intuición."Llega un momento en que te toca intuir porque como buscador de talento ves muchos jugadores buenos, son millones los buenos. Pero no hay cupos para millones. Millones lo quieren. Pero el empuje y la creación es lo que hace que unos accedan y otros no, y hay que guiarse un poquito por la intuición".

Fredy, como Diego y Carlos también quiso ser futbolista profesional. Pasó por divisiones menores de Nacional y Medellín, intentó en Estados Unidos y estuvo jugando en Costa Rica, pero lo máximo que alcanzó fue la segunda división en Colombia. Entonces, sin salirse del fútbol, que es lo que más le gusta, buscó otras opciones. Montó una escuela de fútbol, trabajó como dirigente deportivo y se convirtió en agente intermediario de la FIFA y la Federación Colombiana de fútbol.

¿A donde van los niños que sueñan con ser futbolistas? "Es un sistema desviado, -dice González Puche- un sistema de consumo que, mientras a usted lo pueden usar le sirve, y cuando no lo desechan. El fútbol es el reflejo de la sociedad y esta es una sociedad cada vez más inequitativa, es una sociedad donde cada vez más, muy pocos tienen mucho y muchos tienen muy poco".

Así es, en esencia, cuando uno no es una estrella.