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Un lugar para educar a los birmanos sobre el estilo de vida occidental

Mientras esperan ser recibidos por un país, viven en la pobreza de un campo de refugiados.

Mae La, el campo para refugiados más grande de Tailandia, es una pueblo enorme con 44 mil habitantes situado en la frontera con Birmania. Aparte de la basura y de algunos sacos de arroz que mandan las ONGs, dentro de las cabañas de bambú que llenan las colinas del campo hay muy poca cosas.

Diviso sobre la colina una cabaña que no es muy diferente de las demás: su tejado, como el que tienen otros miles de cabañas alrededor, está hecho de hojas y paja, pero sus paredes hechas de madera están pintadas de gris. Su interior se asemeja a un pequeño cuarto de estudiante. Dentro de éste, encontramos aparatos electrodomésticos, un horno, una ventana, un cuarto de baño y un refrigerador lleno de frutas, verduras y huevos. Excepto que la comida está hecha de plástico, que los baños no funcionan y que nadie vive ahí. En realidad, esta vivienda es un apartamento prototipo creado para que los refugiados del campo pudieran descubrir las comodidades occidentales antes de emigrar a un país donde pudieran gozar del estatus de refugiados políticos.

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Saw Norman*, un refugiado de una minoría étnica en guerra contra el gobierno birmano, los Karen, me llevo a dar un recorrido del lugar. Norman, de 52 años de edad, huyó de este conflicto cuando tenía sólo ocho años. En 2006, él y su familia cruzaron la frontera entre Birmania y Tailandia. Desde ese entonces viven Mae La.

“Esto se llama fregadero. Aquí lavamos los platos y, una vez que terminamos, los secamos y los metemos en los estantes”, nos cuenta Norman. A pesar de su entusiasmo, nunca ha utilizado los electrodomésticos de la vivienda en la vida real y es poco probable que algún día pueda hacerlo. Pese a su capacidad para hablar inglés y a su deseo de llevar a su familia a un país donde sus hijos puedan disfrutar de una buena educación, por el momento Norman no es candidato para ser un refugiado político en el extranjero. Un año antes de su llegada a Mae La, el gobierno tailandés dejó de registrar a los nuevos inmigrantes birmanos, y este registro es requisito previo a cualquier reinstalación.

“El gobierno tailandés no registró a ninguna de las personas que llegaron a estos campos después de 2005”, explica Sally Thompson, directora de Border Consortium, una ONG que ayuda a los refugiados birmanos en Tailandia. La gente como Norman no tiene ningún estatus jurídico, por lo que son mucho más susceptibles de que los regresen a la frontera antes de cualquier otra cosa.

La única esperanza que tiene la familia de Norman para salir de Mae La sin correr peligro es cuando termine la guerra civil en Birmania (que continúa después de sesenta años). Norman afirma que aunque tuviera la oportunidad de escoger, no regresaría a Birmania. Si pudiera, se iría a Estados Unidos o a Europa para que sus tres hijos gozaran de unas mejores condiciones de vida. Sin embargo, por el momento, Mae La sigue siendo su hogar y la vivienda prototipo no es más que un sueño inalcanzable.

*Los refugiados solicitaron que se cambiaran sus nombres.