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COLOMBIA

Policía a marihuaneros: 'se acabó la guachafita'

La captura en las últimas semanas de cinco personas de la escena marihuanera colombiana pone a cultivadores y fumadores en aprietos legales.
Imagen cortesía de Policía Metropolitana de Cali

Foto: Cortesía de la Policía Metropolitana de Cali.

Hasta el viernes pasado BLONSH era una marca. Vi su nombre por primera vez bordado, no estampado, en una gorra negra de visera plana que usaba una chica caleña muy coqueta. Ella me invitaba a acercarme a su stand en una feria cannábica para conocer una amplia oferta de parafernalia para fumar marihuana. Un logo muy cool en una gorra muy cool en una caleña muy cool: una en una docena de marcas que buscan posicionarse en el mercado que durante el año pasado emergió de la clandestinidad. Todo por cuenta de un ambiente de tregua en la lucha contra la marihuana en Colombia.

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Pero los buenos tiempos no tienden a durar, de hecho, ya hay señales que presagian su fin:

Volví a ver la marca BLONSH el viernes pasado en el despacho de un funcionario: escrita en arial 18 y acompañada de un par de fotos: una del local de ellos en el sur de Cali —que es como el norte de Bogotá— y otra de un hombre vestido con chaqueta rompevientos de la Policía sosteniendo una bolsa de marihuana del tamaño de un perro pequeño.

Era la primera diapositiva de una presentación titulada "Operación contra la célula criminal BLONSH", el segundo operativo de la Policía a cultivadores y emprendedores marihuaneros colombianos en lo poco que vamos del 2017.

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El pasado viernes 10 de febrero, a las 3:30 p.m., la Policía Metropolitana de Cali ejecutó dos allanamientos simultáneos: en el local de Blonsh Head Shop en el barrio Ciudad Jardín y en la residencia de Felix Llanos, un hombre de 28 años que había registrado esta marca ante la Cámara de Comercio en 2011, bajo la razón social de "venta al por menor de ropa y accesorios".

Minutos después de concluidos los allanamientos, el general Hugo Casas, comandante de la Policía Metropolitana de Cali, ofreció a la prensa regional un parte detallado del operativo. Según el general, esta fue una operación en la que la Policía desarticuló una organización que distribuía marihuana bajo la fachada de un local de ropa. Durante el operativo la Policía capturó a dos personas en cuya posesión se encontró un horno para secar marihuana, semillas de marihuana y "otros productos de la marihuana".

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Específicamente, el Coronel se refería a 3.784 cigarrillos de tabaco, 485.830 blunts; 21 trilladoras, 24 prensas para envolver cigarrillos y 26 gomas de CBD —principal componente medicinal de la marihuana—. Hasta ahí, hablamos de productos que podrían haber sido encontrados tanto en este operativo "contra el narcotráfico" como en cualquiera de las docenas de grow shops que se especializan en vender parafernalia y productos relacionados con marihuana que operan de lunes a sábado con sus puertas abiertas al público en Cali y al menos cinco ciudades más.

Sin embargo, al ingresar a la vivienda que Félix Llanos comparte con su madre en el barrio Santa Isabel de Cali, los hombres de la Policía encontraron un cultivo de 51 plantas de cannabis —otras cinco fueron encontradas en uno de los locales— y una bolsa con 500 gramos de marihuana: 21 plantas y 480 gramos más de los que la Corte Constitucional definió como dosis personal en 1994.

Esa misma tarde, el Canal Caracol y la prensa regional publicaron notas acerca del operativo: "Cayó banda que cultivaba y vendía marihuana en barrio Santa Isabel de Cali", tituló, por ejemplo, el diario Extra, de Cali.

Exactamente 10 días antes, hombres de la Policía Metropolitana de Pereira ingresaron con órdenes de allanamiento a la residencias de David Monroy y dos personas más, donde, además de cantidades que superan los 20 gramos de marihuana, encontraron e incautaron cultivos de 41, 29 y 28 plantas, respectivamente.

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"Cae la banda de los Cripilianos, 'El fotógrafo', 'el enano' y 'la muerte' se quedan sin empresa", tituló a la mañana siguiente el diario El Expreso.

Félix, que se encontraba en Las Vegas al momento de los operativos, dice que las plantas y los 500 gramos de marihuana encontrados en su residencia y en uno de sus locales tienen como única finalidad satisfacer su consumo regular de cannabis, el de su novia y el uso medicinal que su madre hace de esta desde hace ocho años.

David, "el fotógrafo", afirma que de hecho sí es fotógrafo y que las 31 plantas que fueron encontradas en su domicilio eran para su propio consumo recreativo. Juan y Esteban dicen que una parte de sus cultivos eran destinados a su propio consumo y el resto para un emprendimiento relacionado con usos medicinales de la marihuana.

Los cinco capturados en Cali y Pereira ya se encuentran en libertad, y aunque no han sido acusados formalmente, se encuentran vinculados a procesos por porte fabricación y tráfico de estupefacientes.

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Estas capturas han generado en la escena marihuanera colombiana una ola de protesta que no se había producido por cuenta de ninguno de los 25 operativos en contra del tráfico de marihuana que la Policía ha difundido a través de su portal oficial en lo corrido de 2017 —todos, por cierto, han resultado en incautaciones que se cuentan en decenas de kilos y no en cientos de gramos—.

Aparte de que esta vez los involucrados fueron todos personas con alguna prominencia en la escena, la noticia de cinco capturados en dos ciudades distintas en un lapso de diez días suena al primer capítulo de la reconquista en una guerra contra la marihuana que, en Colombia, parecía acercarse a unos diálogos exploratorios.

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Durante 2016 —e incluso desde antes— dos o tres o quién sabe cuántos centenares de marihuaneros en Colombia fueron saliendo de la parte oscurita del parque para consolidar una escena visible. Bajo el amparo de una jurisprudencia que permite el porte, cultivo y consumo de la dosis personal, y en medio de un ambiente general de apertura social y jurídica frente al cultivo de la planta con fines medicinales, comenzaron a surgir ferias, exposiciones y copa cannábicas que, en Bogotá , Medellín y Cali, ya conforman una agenda casi quincenal.

En torno a estos eventos fueron creciendo varias docenas de emprendimientos —Guía 420, un directorio que agrupa la oferta cannábica en Colombia tiene hoy 47 anunciantes y su administradora afirma tener "cientos de solicitudes en espera"— que conforman un amplio portafolio de productos y servicios, abarcando todo lo que cabe entre una fundación creada por y para madres que han decidido tratar a sus hijos epilépticos con derivados del cannabis y una pastelería administrada por un tipo que nunca se quita unas gafas de sol con forma de hojas de marihuana.

Sin embargo, fabricar, portar o transportar cualquier producto que contenga más de un 1% de THC, el componente más trabador y por ende apetecible de la marihuana, con el fin de comercializarlo seguía —y sigue siendo— ilegal en Colombia, salvo que se cuente con una licencia del Ministerio de Salud para producirlo, procesarlo o comercializarlo con fines medicinales. A la fecha, solo hay cuatro licencias.

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Para tener algo de paz en mente, cuerpo y bolsillo, algunos emprendimientos, ante la incertidumbre jurídica, decidieron escudarse en documentos en los que se acreditaba una licencia en trámite. Otros recurrieron a argumentos jurídicos algo rebuscados, como los que nos dijo hace unos meses el abogado de un pastelero cannábico. Y la mayoría simplemente optó por distanciarse lo máximo posible del THC, tres letras que han sido el elefante blanco de la escena colombiana.

Devolviendo el cassete a la segunda semana de noviembre del año pasado, recuerdo estar parado frente al propio Félix Llanos, quien le presentaba a los asistentes de la Copa de la Marihuana de Cali lo último en maquinaria para preparar potentes extracciones de THC, un juguetico que por ese entonces costaba más de dos millones de pesos en BLONSH Headshop.

Terminada la demostración, me acerqué a Felix para preguntarle si, aparte de vender la maquinaria necesaria para fabricarla, su empresa también vendía la extracción. "No, extracciones no vendemos nosotros", contestó.

Luego de un año preguntándole a una variedad de emprendedores cannábicos acerca de su relación con los productos que contienen THC, puedo agrupar sus respuestas en tres categorías: la negación tajante y absoluta —como la de Félix Llanos aquella tarde—; la admisión bajo estrictas (¡¿) condiciones de "aquí entre nos", y la siempre contundente: "Entiéndase con mi abogado".
La escena fue creciendo en medio de una burbuja de especulación jurídica y pactos tácitos de camaradería tipo "no pregunto y no me digas". Burbuja que ha venido expandiéndose desde hace un año y que parece estar encontrando sus límites.

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"En este momento nos estamos enfrentando a dos realidades que conspiran en nuestra contra" —me decía por teléfono David Ponce, psicólogo de la Comunidad Cannábica Colombiana"— hay que entender que todavía vivimos bajo la prohibición y entonces tenemos por un lado al vecino que ve una planta y de inmediato ya piensa que eso significa narcotráfico, delincuencia, homicidios, etcétera, y pone en alerta a la autoridad. Por otro lado tenemos al policía, quien sigue operando bajo la presión de dar el positivo o la captura, que le pueden significar una bonificación o un permiso". Ponce se mostró particularmente molesto por la forma en como la policía justificó las capturas de estos cultivadores con denuncias anónimas de la comunidad: "resulta llamativo que hayan priorizado estas denuncias cuando en Colombia todos, empezando por ellos, sabemos dónde quedan las grandes ollas", señaló.

Llamé a Andrés Lopez Velasco, director del Fondo Nacional de Estupefacientes, para preguntarle acerca del estatus jurídico de los cultivadores colombianos de marihuana. Según López, a raíz de un fallo emitido por la Corte Suprema de Justicia en marzo del año pasado, en el que se habla de dosis de aprovisionamiento, el trato jurídico que reciben los cultivadores y marihuaneros colombianos ya no depende de la cantidad de marihuana que lleven consigo o cultiven en sus residencias sino, más bien, de lo que piensen hacer con ella: "así sea un gramo de marihuana, o veinte, si se prueba que la persona tiene intención de entrega o de venta o inclusive si quiere regalar esta marihuana, estamos ante un delito", afirmó.

¿Y sucede lo mismo con 500 gramos o 50 plantas? Es decir, ¿puedo tener cantidades superiores a las 20 plantas y los 20 gramos de marihuana que la Corte Constitucional definió hace casi 23 años siempre y cuando no piense vender o regalar nada nadita? Según López, depende: "en este caso usted tendría que convencer a un juez de que su consumo de marihuana justifica que usted se aprovisione de esa cantidad".

Será la justicia quien decida qué pensaban hacer los capturados de las últimas semanas con sus generosos cultivos de bareta. Al menos por ahora, sin embargo, el mensaje de la Policía a la creciente escena marihuanera de Colombia queda claro: 'señoras y señores, se acabó la fiesta'.