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Cómo reconquistar el control sobre tu vida (digital)

OPINIÓN | Para cuidarnos mejor de las formas en las que mundo digital logra encapsularnos cada vez más, es necesario que creemos espacios de autorreflexión para que intención y atención estén alineadas.
Ilustración: VICE Colombia

Esta columna es parte de la alianza de contenidos entre VICE Colombia y Corpovisionarios. Vea más aquí.

Empiezo con una confesión personal: solía ser parte del grupo de jóvenes extraños que a inicios de los 2000 se negaban a tener teléfonos móviles, cuentas en MySpace o Facebook. Estas "redes sociales" —les insistía sin parar a mis amigos— existían solamente para que uno se volviera narcisista a cambio de la entrega de datos personales. Por esa época, recuerdo que el flujo constante de SMS era parecido, en mi opinión, a hablar mucho sin decir nada. Además, pensaba que si compartía mi vida públicamente y de forma tan constante, ¿no terminaría por volverme dependiente de la aprobación de los demás? O, ¿no terminaría construyéndome a partir de lo que otros quisieran que yo fuera?

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Cuando abrí mi primera cuenta en Facebook (con datos personales falsos), en 2009, tenía 21 años y estaba estudiando en la universidad. Lo hice con remordimiento y solo para evitar seguir perdiéndome de varias fiestas y hasta toques gratis de Manu Chao que solo se anunciaban a través de esa red social. Sin embargo, duré otros cinco años viviendo felizmente con un teléfono flecha que apenas enviaba SMS.

Luego me mudé de Londres a Colombia y pronto descubrí que aquí el "uasá" y el "feis" habían reemplazado al SMS y, a menudo, hasta al correo electrónico. Pronto me di cuenta de que aquí las redes sociales se usan para todo: bien sea para encontrar alojamiento, hablar con amigos, comunicarse con colegas de trabajo y —algo inimaginable en Europa—: mandar documentos confidenciales como la cédula.

Entonces me compré mi primer smartphone y, a partir de ese momento, todo ocurrió tal cual como lo había temido, anticipado, calculado: la interacción con lo digital se me salió de las manos. Hoy en día me considero otro sujeto (o, más bien, un producto) de la economía de atención. Es decir, que paso mis días con el teléfono en la mano o en la mesa, junto a mí. Aparentemente, ahora soy adicto a las dosis de dopamina inmediata que ofrecen las redes sociales. Hace apenas un año me burlaba cuando, en la mesa de almuerzo junto a mis colegas, todos simultáneamente estaban absorbidos por sus aparatos. Ahora, creo que soy peor que ellos: "Esperen, ¡me acaban de etiquetar en una foto en el Face!".

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Pero, ¿qué cambió desde que me volví otro adicto más del smartphone? Pues bien, me parece que ahora es muy, pero muy difícil alinear mi atención con mi intención. Muchas veces me sorprendo a mí mismo haciendo algo como abrir Google Chrome y luego preguntándome en seguida por qué lo hice. Otras veces me siento como un zombi que devora las páginas de noticias sin mayor conciencia de lo que lee, y otras tantas reviso el "uasá" a pesar de saber que no tengo mensajes nuevos. Termino viendo cinco videos en YouTube cuando entré, en principio, para ver uno solo.
La verdad es que en estos momentos me siento menos como un individuo autónomo y más como un seguidor de la mente de la multitud, haciendo cosas a pesar de no saber por qué las hago. Así que me atrevo a preguntar, reiterando a Jaron Lanier, el llamado "padre de la realidad virtual": ¿será que tengo el control sobre el impacto que el universo digital está teniendo sobre mi forma de ser?


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Yo manipulo mi celular, ¿cierto?

Vale la pena hacer un experimento: pensar en cuántas veces reviso el celular al día y luego duplicar esa cifra. Según un estudio de una universidad británica, los adultos jóvenes usan sus teléfonos inteligentes en promedio 85 veces al día. Esta cifra es el doble de las veces que ellos creen revisar el celular durante cinco horas al día, que representa alrededor de un tercio de las horas totales que pasan despiertos. Según la doctora Sally Andrews, una de las investigadoras del estudio, "el hecho de que usemos nuestros teléfonos el doble de veces que pensamos que lo hacemos indica que una gran cantidad de usos de teléfonos inteligentes parecen ser comportamientos automáticos habituales de los cuales no estamos conscientes".

Teniendo esto en cuenta, ¿entonces los algoritmos saben qué es lo que me gusta? ¿O solo conocen lo que estaría dispuesto a ver? Parece que las páginas web están cada vez mejor diseñadas para que nos quedemos atrapados viendo, escribiendo o leyendo cosas. Y el ser humano en ese estado de absorción está prácticamente sin defensas.

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Por ejemplo, YouTube y Netflix reproducen casi de inmediato el capítulo o el video siguiente al que acaba de terminarse para que nos olvidemos de irnos a otro lado. Lógico entonces que el CEO de Netflix considere el "sueño" su mayor competidor. Instagram nos muestra cada nuevo "like", uno a la vez, para que sigamos revisando si hay más. Y Facebook nos muestra ¡lo que sea necesario! para que sigamos revisando el feed. Snapchat promueve que las conversaciones se vuelvan "streaks" que requieren mandar un mensaje diariamente para no desaparecer. El feed de Pinterest es una escalera —¡infinita!— de estímulos visuales. Las páginas de noticias vuelven todo "noticias instantáneas" que nos urgen de volver a revisarlos cada cinco minutos. Todos tienen el mismo objetivo: maximizar el tiempo que gastas en sus respectivas páginas. Al fin y al cabo, ¿quién necesita dormir?

Pero no es extraño que esto sea así. En muchos casos, los sueldos de los diseñadores y creativos digitales dependen de cuánto tiempo logran que los usuarios pasen en su página. Así que ellos trabajan fuertemente por hacer que el mundo digital nos absorba hasta el punto en el que terminamos viendo videos, chateando o tomando fotos, sin ni siquiera saber por qué lo estamos haciendo: ¡Mira este panda bailando con un hula hoop!

Sueño con la posibilidad de imaginar otros escenarios y otras formas de interacción digital menos automáticas y más reflexivas. Menos uso del autopiloto, más desarrollo de la autoconsciencia

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Según Mark Zuckerberg, el fundador de Facebook, los diseñadores digitales a veces desafían a propósito las normas sociales existentes, por ejemplo, para volvernos más tolerantes hacia el manejo de nuestros datos personales en las redes sociales. Según él: "Facebook siempre ha tratado de traspasar los límites. Y a veces esto significa sacar a las personas de su zona de confort y hacer que se sientan cómodas con cosas que aún no se sientan cómodas. Mucho de esto es solo un tema de normas sociales poniéndose al día con lo que la tecnología es capaz de hacer".

Como ejemplo menciona el newsfeed de Facebook que, cuando primero se introdujo, generó protestas masivas en la red social por preocupaciones de privacidad. Sin embargo, Facebook, siguiendo la lógica de Zuckerberg, insistió en la medida y los usuarios terminaron acostumbrándose. Hoy lo consideran uno de los logros más grandes de la empresa.

Cómo señala Zuckerberg, los diseños digitales influyen fuertemente en nuestras expectativas y experiencias de las relaciones que se construyen en el mundo digital. Jaron Lanier, en su libro You are not a Gadget , caracteriza las tecnologías modernas como extensiones de nuestro ser, cámaras web y teléfonos inteligentes volviéndose nuestros ojos y oídos remotos y los buscadores como una especie de memoria expandida: "Éstos se convierten en las estructuras por las cuales usted conecta con el mundo y la otra gente. Estas estructuras a su vez pueden cambiar la forma en que usted se concibe a sí mismo y al mundo. [Los tecnólogos] experimentamos con su filosofía mediante la manipulación directa de su experiencia cognitiva, no indirectamente, a través del argumento".

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La tecnología nos manipula tanto a nosotros como nosotros a ella. Lo que falta es tener un debate acerca de qué tipo de ojos u oídos digitales queremos tener. Solo porque uno se acostumbra a tener la visión borrosa no quiere decir que es la única forma posible de ver. Pero esta es la razón por la cual no se genera discusión alrededor de las arquitecturas virtuales más poderosas, ni se debate demasiado sobre cómo nos afectan. Simplemente se nos presentan y terminamos viviéndolas como parte de un paisaje natural. Pocas veces interactuamos conscientemente con ellas. Nos creemos los pilotos del mundo digital aunque realmente estamos viajando en modo autopiloto, como lo explica Tristan Harris en su charla TED.

Desactivar el autopiloto y encaminar el viaje hacia otros destinos

Viví 19 años de mi vida sin celular y 21 años sin redes sociales. Sin embargo, me resulta cada vez más difícil imaginar un mundo sin acceso inmediato a Google, Facebook, YouTube, Twitter o Instagram. Un mundo que permite encapsularse, escucharse a uno mismo, en lugar de la interacción perpetua digital. Ojo: no estoy deseando que vuelva el mundo pre-digital. Solo sueño con la posibilidad de imaginar otros escenarios y otras formas de interacción digital menos automáticas y más reflexivas. Menos uso del autopiloto, más desarrollo de la autoconsciencia. Más debate sobre cómo cierto mundo digital y las interacciones sociales que promueve, nos afectan.

No es accidental que los cursos y filosofías que promueven la reconquista de nuestra atención, como el "mindfulness", estén tan de moda. Existen otras herramientas que nos permiten observar y entender mejor nuestras vidas digitales, para poder tomar decisiones más sensatas, relacionadas con las formas en las que el mundo digital afecta el uso de nuestro tiempo, para encaminarlo hacia lo que realmente queremos ser como individuos.

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Pregunto a los lectores: ¿a qué más están prestando atención en este momento? ¿Serían capaces de leer este artículo sin interrupción? ¿Qué emociones les surgen cuando tratan de enfocarse en una sola cosa?

Cuándo y cómo se relaciona nuestro ser digital con nuestro desarrollo personal y reflexión interna, nunca ha sido tan pertinente como hoy, cuando "lo digital" se vuelve una constante en la mayoría las interacciones que tenemos en nuestras vidas. En estos tiempos, Jaron Lanier nos recuerda que "darse el tiempo y el espacio para pensar y sentir es crucial para su existencia. Ser persona requiere encapsulación. Tienes que encontrar una manera de ser tú mismo antes de que puedas compartirte".


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*Esta es una columna de opinión y no representa la postura de VICE Media Inc.