El romance de Estados Unidos con la guerra

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El romance de Estados Unidos con la guerra

Desde la Guerra de Vietnam hasta la lucha contra el Estado Islámico, Estados Unidos le sigue buscando cualquier lado positivo a todas sus guerras para continuar justificándolas.

Un presidente norteamericano anuncia un honorable fin a la guerra más larga que haya vivido ese país. Las tropas estadounidenses empiezan a regresar a sus hogares y los medios de comunicación cierran sus oficinas en las zonas de conflicto. El país donde se llevó a cabo la guerra, un lugar que alguna vez fue sinónimo de masacre, se vuelve mucho menos frecuente en la televisión norteamericana y en la conciencia del público. Ahora la atención se remonta a los escándalos y debates dentro del territorio nacional. Esto fue lo que pasó en Estados Unidos entre 1973 y 1974, años en los cuales la mayoría de los americanos equívocamente pensaron que la Guerra de Vietnam se había terminado. Sin embargo, esa misma escena se ha repetido numerosas veces en la historia del país más poderoso del mundo. La escena se volvió a repetir 40 años más tarde. No hace mucho, los americanos tenían una razón para pensar y esperar que las guerras en Irak y en Afganistán por fin habían acabado, o por lo menos que ese momento anhelado ya casi iba a suceder. En diciembre de 2011, en frente de las tropas de Fort Bragg en Carolina del Norte, el presidente Barak Obama proclamó el fin de la guerra en Irak. "Dejamos un Irak soberano, estable y autosuficiente", dijo. "Esto es un logro extraordinario". De manera muy similar, el diciembre pasado el presidente anunció que la guerra de Afganistán, "la guerra más larga en la historia de Estados Unidos está llegando a una conclusión responsable". Ojalá. El conflicto, la lucha y el sufrimiento continúan en ambos países y se están esparciendo por más territorio del Medio Oriente. Las tropas americanas siguen muriendo en Afganistán. En Irak, el ejército americano regresó, bombardeando y asesorando, igual a como hicieron hace cuatro décadas en Asia, pero esta vez combaten al Estado Islámico. La Guerra de Vietnam, por larga que haya sido, sí llegó a un fin real el 30 de abril de 1975 cuando un tanque comunista entró a la fuerza por las puertas del Palacio de Independencia en la capital de Vietnam del Sur, Saigón. Ese mismo año, ya había empezado una resistencia fuerte ante la guerra como tal por parte de los grandes medios de comunicación luego de que 14 divisiones de las tropas del norte de Vietnam estaban movilizándose hacia Saigón, casi sin ningún tipo de oposición. Decenas de miles de soldado en el sur de Vietnam se arrancaron los uniformes militares, abandonando todo su equipo americano y migrando; muy parecido a lo que pasó con el ejército iraquí en el 2014. Sin la masiva presencia militar de Estados Unidos, lo que alguna vez había sido un callejón sin salida ahora era una derrota total y fiel evidencia de que la construcción de naciones que los Estados Unidos tenía en mente con el ejército americano en Vietnam del Sur había fracasado, al igual de cómo pasó en Irak y en Afganistán.

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La caída de Saigón fue un final muy amargo para una guerra fallida. Pero casi inmediatamente, la gente encontró la manera de concebirla más bien como una trágica misión de rescate humanitario. La mejor historia sobre el lado positivo de la caída de Saigón de todos los tiempos fue contada por Rory Kennedy en el documental nominado al Óscar en 2014 llamado Los últimos días en Vietnam. La fascinante película se enfoca en un montón de americanos y vietnamitas quienes, haciendo resistencia a sus órdenes, heroicamente ayudaron a acelerar y a expandir la evacuación atrasada e inadecuada de los vietnamitas del sur quienes habían dedicado sus vidas a la causa americana. Los personajes principales de la película se sentían obligados a llevar a cabo sus misiones de rescate porque el embajador americano en Saigón, Graham Martin, se rehusaba a creer que una derrota era inevitable. Solamente cuando los tanques del norte de Vietnam llegaron a las afueras de Saigón fue que empezó a ordenar la operación pomposamente titulada Operación Viento Frecuente: la evacuación de toda la ciudad por medio de helicópteros. El drama y el peligro que se ven amplificados en el documental por la insistencia de que todos los vietnamitas que estaban vinculados a los americanos estaban en un peligro mortal. Varios de los testigos invocan el espectro de un "baño de sangre" comunista, que había sido un elemento básico en la retórica proguerra desde la década de los 60. El Presidente Richard Nixon alguna vez advirtió que los comunistas masacrarían a los civiles "por millones" si los Estados Unidos se retiraban.

Para la mayoría de los vietnamitas, tanto en el sur como en el norte, el fin de la guerra no fue un tiempo de miedo y de huida, sino de alivio.

Los vencedores comunistas definitivamente no fueron misericordiosos. Encarcelaron a miles de personas en "campos de reeducación" y los sometieron a tratamientos brutales. Pero el programa de ejecuciones sistemáticas de grandes cifras de gente que había colaborado con los americanos nunca sucedió. De hecho, para la mayoría de los vietnamitas, tanto en el sur como en el norte, el fin de la guerra no fue un tiempo de miedo y de huida, sino de alivio. El gobierno con apoyo americano de Saigón fue derrocado y el país se volvió a unir después de tres décadas de turbulencia y guerra. El sur difícilmente aceptó unánimemente a los comunistas en su victoria como si fuera una liberación inequívoca, pero sí permaneció una amplia repulsión ante el desastre que había dejado los Estados Unidos. A través de todo el sur y especialmente en las áreas rurales, mucha gente veía a los americanos, no como salvadores sino como destructores. El ejército norteamericano dejó caer cuatro millones de toneladas de bombas en el sur de Vietnam, la tierra que supuestamente estaban rescatando, haciendo que sea de lejos el país más bombardeado de la historia. Muchas de esas bombas cayeron indiscriminadamente. Pocos disputan la necesidad de contrarrestar el Estado Islámico en este momento. Pero el día puede llegar, sino es que ya está aquí, que a la gente se le olvide que los líderes del gobierno más fuerte del mundo originalmente declararon una guerra en Irak, alegando falsamente de que Saddam Hussein poseía armas de destrucción masiva que supuestamente tenía planeado utilizar contra el mundo occidental. Decían que tenía un "nexo siniestro" con los terroristas de al Qaeda quienes los atacaron el 11 de septiembre, que la guerra esencialmente se pagaría a sí sola, que se acabaría en "semanas y no meses", que los iraquíes los recibirían como liberadores, y que construirían una democracia en Irak que serviría como un modelo para toda la región. Al contrario, casi 4.500 americanos fueron asesinados junto a unos 500.000 iraquíes y millones de civiles que quedaron como desplazados internos tuvieron que exiliarse en otro país. Esta imagen no es menos triste para Afganistán. El Estado Islámico surgió y el Talibán permanece. 14 años han pasado y Estados Unidos continúa teniendo soldados luchando en Irak (aunque el contrincante sea diferente) y de Afganistán nunca realmente se fueron. El amor es ciego y pareciera que Estados Unidos y la guerra tienen una romance destructivo donde todo se perdona y se olvida. ¿Qué tipo de luz al final del túnel podría surgir de todas estas guerras sin fin? Si la historia sirve como algún tipo de indicador, seguro que se les ocurrirá algo. Christian Appy es profesor de historia en la Universidad de Massachusetts y el autor de El cálculo americano: la Guerra de Vietnam y nuestra identidad nacional. Síguelo en Twitter: @ChristianGAppy