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Música

Los Dotores sí tienen doctorado: en carranga

Y están aquí para enseñarnos cuál es la nueva ola de la vaina.

La carranga es uno de los muchos poderes que emana el campo. Es entrar a un mundo enruanado, donde los burros son los mejores consejeros y las piedras de amolar tronos. Una música que empezó a cocinarse cuando la emisora Radio Sutatenza, a mediados del siglo pasado, desplazó las tertulias nocturnas con las que pretendía educar al campesinado de Boyacá, por el torbellino, las coplas, la canta y las guabinas. Desde ese momento, el tiple, el requinto y la guacharaca cayeron en manos del boyacense, quien además le sumó la guitarra para la ejecución de los bajos. Todo esto se vino a concretar con el maestro Jorge Veloza Ruíz y los Carrangueros de Ráquira, grupo emblema y fundador de este género en los años setenta.

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De ahí en adelante, la carranga se empezó a pasear principalmente por los paisajes rurales de los departamentos de Boyacá, Cundinamarca y los santanderes, aunque poco a poco se ha ido expandiendo por todo el territorio nacional hasta llegar a las urbes, convirtiéndose en una voz muy particular del mundo campesino, a través de la cual podemos oír su cotidianidad y anécdotas. Gracias a esta música nos enteramos de esa cucharita que fue regalada por amistad, pero que se perdió en el municipio de Saboyá. También que la Pirinola era la mejor vaca para ordeñar. Oscar Humberto Gómez, interprete del género, nos cantó sobre el embejuque del campesino, que por lo demás es quien más se ha pateado el conflicto, las malas decisiones del Estado, y la apatía de un país frente a su campo.

Desde estos años hasta ahora, la carranga no ha parado. Y entre tanto intérprete, festival e historias de vida, algunos de sus representantes, pese a su juventud, ya son muy estudiados en el asunto. Después de cinco años de darle a este género, Los Dotores, a punta de humor, realismo y vida rural, han llevado su música desde el municipio de la Esperanza en Norte de Santander al otro Santander, a Boyacá, a Arauca, a Cundinamarca, a Casanare, a Valledupar y a zonas de frontera con Venezuela y Ecuador. Con bajo eléctrico, guacharaca merenguera, congas, requinto, batería, pero sin dejar de lado la herencia del maestro Jorge Velosa Ruíz, han ido dejando himnos populares como “El arrecostado”, “El honorable” y “La estrato ocho”.

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Hablamos entonces con Carlos Rodríguez, quien nos dio clases sobre esa música y sobre el presente, mientras nos contaba la historia de ellos, que sí son dotores.

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Buenas Carlos, ¿cómo va todo? para empezar cuénteme de usted y de Los Dotores de la Carranga…

Bueno es un gusto para mí. Yo soy Carlos Rodríguez. Hago la letra y la música de estas canciones de Los Dotores de la Carranga. Somos cinco personas criadas en el Norte de Santander, en el municipio de la Esperanza. Eso es ahí en la frontera con el Cesar, a tres horas de Bucaramanga. Iniciamos hace aproximadamente diez años, metiéndole desde el principio el bajo eléctrico, la guacharaca merenguera, congas, pero sin dejar de lado la carranga conservadora del maestro Jorge Velosa Ruíz, quien es nuestra referencia.

¿Por qué decidieron meterle esos instrumentos que no están dentro de la carranga tradicional?

Como verá usted, nosotros estamos en la frontera con el Cesar. La influencia del Caribe es grande a pesar de la distancia con el mar. Está en las emisoras que escuchamos. Está el gusto tan grande por la carranga de Boyacá y los Santanderes, pero yo me crié al otro lado. Me crié hacia el Norte, ahí cerquita al Cesar, entonces toda esa música guapachosa, de corralera, de vallenato antiguo siempre estuvo. En la calle nosotros siempre armábamos el combito y era con acordeón, guitarras y siempre con las conguitas, siempre con el bajo y siempre con la guacharaca merenguera. Entonces, cuando nos fuimos a Bucaramanga a grabar, no los dejamos a un lado sino que los vinculamos. Eso no fue capricho de nosotros sino que no nos sentíamos bien con la guacharaquita de caño, no. Gracias a Dios la cuestión ha gustado, el como vinculamos estos instrumentos.

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¿Por dónde han tocado los Dotores? ¿Cuál ha sido el recorrido?

Nosotros tenemos cinco años de estar activos y casi no hay fin de semana que estemos en la casa. Hemos viajado por muchos departamentos, Cundinamarca, Boyacá, los Santanderes, Arauca, Casanare. Hemos estado en Valledupar llevando la carranga a toda la colonia cachaca en la costa. También en la frontera con Venezuela, en la frontera con Ecuador. En este momento ya tenemos trece parrandas hasta terminar el año.

¿Cuál es papel de la carranga dentro de la música y en la cultura colombiana en este momento?

Hombre yo lo aprovecho para contar la cotidianidad, contar lo que sucede, la idiosincrasia de los pueblos, que viene siendo muy parecida al pueblo donde yo me crié. Por eso si usted mira las canciones tienen algo de pedagogía. Estoy contando, hablando de los sujetos, de todo lo que sucede. Estoy hablando de las chicas, de cómo se comportan, sin llegar a ofender a nadie, solo contando la realidad de las cosas. Mira “La comanda”, “El arrecostado”, “el honorable” y “La estrato ocho”, sin lugar a duda son nuestra carta de presentación.

La letra de “La estrato ocho” es muy clara, pero quisiera saber por qué decides hacerla…

En mi pueblo hágasele raro que la chica que va para la ciudad, llegue y no se le olvide nada. De resto todas son así. Todas. Llegan creídas. La canción estaba ahí a la vuelta de la esquina y yo logré hacerla.

¿Usted personalmente en qué se fija, qué situaciones, qué le gusta escoger, para componer?

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Yo desde pequeño he tenido esto que las mujeres les gusta rajar de las otras. Se sienten muy bien, se distraen hablando de la que pasa. Yo solamente hago eso canción. Si usted se fija “Mírala como anda como anda.”, esas son las palabras que ellas mismas dicen de las otras mujeres. Mire que “la estrato ocho” la solicitan más las mujeres que los hombres en la radio. Entonces sí, las palabras de la misma gente yo las hago canciones. Yo me crié con esos temas. Tan solo es sentarme y es agregarle la composición que no me queda tan difícil.

Ese tono de humor de la carranga ¿de dónde viene?, porque ya es una identidad, un punto de vista que siempre está presente.

Es como algo innato, de generación, de herencia, de recocha. Usted sabe que la música del campo tiene eso. Por lo menos yo encaramado en la tarima cada rato me equivoco, no sé si en otro género pase lo mismo pero la carranga me permite eso, y yo le digo al público que “cualquiera se equivoca dijo el gallo cuando se le bajó a la pisca”.

Y qué hace usted con los sermones de la pareja…

Ah habla del “El sermón de mi mujer”: “que yo era canalla, que era tirano, que era un sin vergüenza, que era toma trago, que era mujeriego, que era un descarado, que era un mal marido, que yo era un patán…”. No, yo tiendo a ser sordo entonces.

En este momento en Colombia los ritmos del Caribe y Pacífico suenan mucho. Hay muchas fusiones, experimentos, los grupos se internacionalizan con estos ritmos. Cómo lee esta música dentro de estas dinámicas.

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Lo que sucede es que la carranga por generación, desde que el maestro Velosa la trovó, fue para el campo, para la gente más humilde. Usted sabe que la gente del campo es la gente más pobre, pero no pobre de espíritu, sino pobre de recursos económicos. Pero ya se ha metido a las ciudades y la gente sabe qué quiere decir carranga. Y otra cosa, por el hecho de venir del campo hay poca preparación, hay poca preparación intelectual, se conforman con muy poco. Los que han llevado la bandera anteriormente no se han encargado de llevarla y llevarla, como ha sucedido con el vallenato. Toca con las uñas. Y otra cosa, perdóneme que le diga, pero en los concurso que hay en el país, la persona que coordina como mínimo no es sensible a esta música.

¿Y qué espera que pase con la carranga y con Los Dotores en los años venideros?

Esto es una bendición de Dios. Yo nunca he tenido la música como negocio, ni nada. Lo que pasa es que las cosas se salieron de lo normal. Yo asimilé un cuento en la cabeza que tenía que contarlo y ya en el momento no me queda tiempo ni de cumplir con mi deber conyugal.

¿Se dedica a algo más fuera de su carrera musical?

Franklin, el muchacho de la guacharaca que ustedes ven en los videos, que es mi hermano, y quien les habla, Carlos Rodríguez, tenemos veinte años de ser docentes. Profesores de básica primaria en escuela rural. Estamos totalmente vinculados con la gente más humilde de las veredas más lejanas de los municipios de aquí de Norte de Santander. Les enseñamos a los niños de grado cero a grado quinto todas las materias.

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¿Algún concierto memorable dentro de su carrera?

La verdad, afortunadamente, donde quiera que voy me alegra cuando veo las personas. y va mucha mucha mujer a la parranda de nosotros, que deja de hacer sus oficios y le manifiestan a uno “no, que vine a ver a Los Dotores de la Carranga”. Es muy bonito que uno logre conmover a la gente. Donde quiera que uno va le manifiestan el cariño por las canciones que yo he hecho. Motiva para seguir trabajando.

Para usted, conocedor del tema, ¿cuál es el siguiente Velosa?

Ah no sé, yo creo que por el hecho de él haber creado este género ya no hay más que decir. Buenos intérpretes sí hay. Que han hecho canciones que se han posicionado en estos años que lleva la carranga. En Santander hay excelentes grupos musicales.

¿Qué quisiera agregar?

Que somos cinco personas criadas y vinculadas con el campo. Que nuestra carranga ya se ha metido a la ciudad, lo cual ha sido por añadidura, porque las cosas se dieron. Que tratamos al público con todo el respeto, con nuestras canciones es mostrarnos con todo el respeto sin el ánimo de ofender a nadie. No son payasadas. Que valoramos en grande el género carranguero. Que gracias al maestro Velosa Ruíz. Y bueno, seguir escribiendo cosas.

¿Qué es lo que más le gusta de vivir en el campo?

Levantarme y escuchar los pájaros, oír el sonido del agua. Las montañas. Eso es inconfundible. Usted me agarró aquí en Bucaramanga, pero no. Para mí la ciudad no. Es una bendición poder estar en el campo.

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