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Música

Debut y despedida: Doce bandas colombianas de rock con un solo disco

A pesar de contar con una solo álbum se convirtieron en bandas de culto que cambiaron la historia de este género en el país.

La historia de los orígenes y el desarrollo de nuestro rock hasta las postrimerías del siglo XX es una historia fragmentada, a pesar de los esfuerzos independientes por reconstruirla. Aunque en la década de los sesenta la juventud colombiana bailó con frenesí al son de la música moderna y después se largó a probar nuevas experiencias de la mano de la psicodelia y el rock duro, a mediados de los años setenta todo eso pareció parte de un sueño. Después, bien entrados los años ochenta, una juventud nueva quiso dejar testimonio de un país cada vez más roto y sangriento, pero entonces fueron las bombas y el terror quienes intentaron imponérsele. Sólo hasta mediados de la última década del siglo, el rock colombiano inició una nueva etapa ininterrumpida hasta hoy.

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En esas tres décadas nacieron y desaparecieron decenas de bandas que le dieron forma a un sonido telúrico y genuino que expandió las fronteras creativas de la música hecha acá. De ese manojo de grupos pocos consiguieron grabar y editar un álbum, algunos tuvieron la fortuna de dejar uno o dos sencillos, y muy pocos contaron con la suerte y los recursos para dejar una discografía considerable; la mayoría se desvanecieron sin dejar ninguna huella sonora más allá de fotos, recortes de prensa y recuerdos imborrables para unos pocos que cada vez son menos.

Pero los discos cuentan cosas: por ejemplo que el rock colombiano ha sido escrito por grandes bandas con un único álbum en su vida, generalmente corta pero mítica gracias esa grabación. Un solo disco, capaz de dejar una impronta indeleble en la música colombiana; un solo disco en donde las bandas tomaron el riesgo de explorar con sonidos que parecían inconexos, experimentar con herramientas del estudio de grabación, inventar nuevos límites para la imaginación y caminar sobre la cuerda floja sin red de la obstinación; sin tener mucho que perder y con el futuro por delante apostaron todo para ganar un lugar de preferencia en la historia de nuestro rock. La que sigue es una lista de doce grandes discos que fueron debut y, al mismo tiempo, despedida de doce grandes bandas de rock colombiano.

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Ellos están cambiando los tiempos - Los Young Beats (Discos Bambuco / 1966):

En 1966 el rock and roll en Colombia era el ritmo de moda. Cantantes y bandas tocaban en discotecas y grilles a los que concurrían los famosos, se presentaban en televisión y la tinta de las revistas de cotilleo se secaba contando sus vidas; grandes marcas lo usaban para promocionar sus productos; y los menores de edad, esos aficionados rabiosos, encontraban en las “cocacolas bailables” un espacio para el inocente desfogue. Al mismo tiempo, los escuderos de la buena (doble) moral empezaban a perseguir a los melenudos y a todo aquel que entendía el trasfondo ideológico y estético de esa música nueva y rara. Los Young Beats, integrados por Fernando Córdoba, Ferdy Fernández, Roberto Fiorilli y Miguel Suárez, comprendieron, antes que ninguna otra banda, lo que se estaba cocinando y editaron su único álbum con un título contundente: Ellos están cambiando los tiempos. Al margen del guiño obvio a Bob Dylan, el disco se enfocaba en un repertorio marginal: Kinks, Them, Yarbirds y Stones, puro blues y pop eléctrico que conectó directamente con sector emancipado de la juventud moderna colombiana. La adaptación del clásico de Dylan es categórico: “Madres y padres no sé dónde estén / no critiquen lo que no han de entender. / Sus hijos e hijas están con ustedes / pero su viejo camino se hunde.” El hermoso daño estaba hecho.

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Parentela: Time Machine, Los Speakers, Génesis y La Columna de Fuego

Operación a Go-Go. Una idea descabellada - Los Streaks (Zeida-Codiscos / 1967):

Mientras Los Speakers, Los Flippers, Los Yetis y Los Ampex ponían su atención en el repertorio más exitoso de la música beat y del pop estadounidense, al mismo tiempo que componían sus primeras canciones para engordar sus primeros álbumes; Los Streaks prefirieron a Giuseppe Verdi. El guitarrista Jairo Alfredo Galán junto a Pedro Justo Berrío en los teclados, Manuel Jiménez en la batería y Eduardo Santos en el bajo, dieron forma a un disco rarísimo que incluye versiones de los garageros californianos Count Five como “Reacción psicótica”, flirtea con Pérez Prado, presenta dos piezas propias: la instrumental “Perros, lámparas y muros” de Berrío, más la sugerente “Cosmos 901” de Jiménez, y aborda de manera inédita la ópera a través de la suite “Aida - La donna è mobile - Questa o quella - Cavalleria rusticana”, una a aproximación delirante e hilarante a la obra de Verdi en apenas cuatro minutos, mucho antes que Queen o Les Luthiers hicieran lo propio. Además del repertorio, la novedad de Operación a go-go. Una idea descabellada, recae en la presencia de un órgano Farfisa que les otorgó una sonoridad diferente a la de las demás bandas y la posibilidad de afrontar dicho repertorio caprichoso y atrevido.

Parentela: Los Danger Twist, Cascabel, Café Amargo

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Las primeras protestas - Norman y Darío (CBS / 1969):

A finales de los años sesenta el rock empezaba a convertirse en una música de excluidos. El endurecimiento del sonido, la huida hacia comunas hippies y el uso y abuso de las drogas por parte de sus habitués, propiciaron su divorcio del mainstream y el confinamiento en el underground. Frente al desinterés de las disqueras y pocas posibilidades de grabar o presentarse, las bandas que despertaron al monstruo del rock en Colombia desaparecieron luego de probar las mieles del éxito y la leche achocolatada. Una de ellas fueron Los Yetis. Dos de sus integrantes, Norman Smith e Iván Darío López se mudaron a Bogotá para estudiar y aprovecharon para crear uno de los primeros duetos de pop colombiano: Norman y Darío. Aunque la vida del dúo fue corta dejó uno de los discos más fascinantes de finales de la década: Las primeras protestas. Aunque su nombre puede confundir, el álbum es una pieza exquisita de pop barroco y sicodelia, y aunque incluye canciones de denuncia directa como “Principito gamincito” y “Mula revolucionaria”, ambas escritas por el cantautor Pablus Gallinazus, temas como “Frío”, “Nubecita de color”, “Seres verdes”, “Colgadas del sol” y “Severla”, compuestas a cuatro manos, sintonizaron a plenitud con una etapa de cambio hipnótica y lisérgica.

Parentela: Los Yetis.

La gran feria - Banda Nueva (Discos Bambuco / 1973):

En medio de la confusión del momento para las bandas de rock, un grupo de amigos aficionados a los Beatles creaban canciones de una exquisitez inaudita. Jaime Córdoba, Orlando Betancur, Juan Carrillo y Gustavo Cáceres eran Banda Nueva, y antes de presentarse en público se encerraron a lo largo de un año, cada sábado, en los estudios Ingesón para grabar una obra cumbre: La gran feria. Influenciados por la sonoridad sinfónica de Yes, Genesis o Emerson, Lake & Palmer y el trabajo contemporáneo de Béla Bartók, Banda Nueva explotó todas las posibilidades que les brindaba el estudio de grabación para hacer de “Emiliano Pinilla”, “Al que madruga le da sueño”, “Rumba 2”, “Quiero contarte” y “Mundo de imágenes”, joyas rebosantes de folk y pop sinfónico con unas armonías vocales difíciles de igualar por estos pagos; aproximarse al jazz y al rock progresivo desde el trópico en piezas instrumentales como la que da título al álbum, “Extinción” o “Rumba 1”; o pintar un retazo imperecedero de la tenaz Bogotá en “El blues del bus” en la que cantaban con desenfado: “A los codazos y empujones / llegas hasta atrás / si no te matan a pisones los olores de seguro lo harán / y cuida bien tu billetera al montar en un bus en Bogotá. / Así que oye mi consejo / y no lo tomes mal / cómprate una bicicleta o aprende a caminar / porque cualquier cosa es mejor que montar en un bus en Bogotá.”

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Parentela: La Banda sin Nombre, La Banda de Orly.

Desde España para Colombia - La Columna de Fuego (RCA / 1974):

Formada originalmente como un trío conformado por Roberto Fiorilli en la batería, Jaime Rodríguez en guitarra y Marco Giraldo en el bajo, La Columna de Fuego es quizás el arquetipo de una banda de rock colombiano a comienzos de los años setenta: mientras recibían elogios por parte de otros músicos gracias a sus largos conciertos de improvisación, el público se iba alejando de ellos. La solución llegó mientras “chisgueaban” en una discoteca en la que alternaban con un grupo de músicas del Pacífico. Eso era, influenciados por el folclorista Esteban Cabezas la banda empezó a explorar sonoridades afrocolombianas, tocaron en el Festival de Ancón y grabaron un sencillo; la búsqueda de una estética particular implicó la expansión de la banda, entonces se sumaron César Hernández, quien reemplazó a Giraldo, Daniel Basanta en los tambores, Adolfo Castro, Cipriano Hincapié, Jairo Gómez en trompetas y trombón, y Koqui Abarca en guitarra. En 1973, junto a Leonor González Mina, “la Negra Grande de Colombia”, emprendieron una gira de ocho meses por Europa, principalmente por el bloque oriental, hasta arribar a Madrid, en 1974. Allí grabaron “Desde España…” un álbum pletórico de funk y soul criollos, cumbia y currulao presentes en las canciones originales de Cabezas, Fiorilli y Rodríguez y los temas tradicionales arreglados por la banda, que al mismo tiempo empezaba a desintegrarse; Fiorilli volvió a Italia y otros se quedaron en España para dar forma a un grupo que grabaría otro incunable más: La Banda Salsa.

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Parentela: Cuarta Generación, Jimmy Salcedo y su Onda Tres.

Sol y Luna. Un trabajo musical de Humberto Monroy y sus amigos - Humberto Monroy (Famoso-Codiscos / 1975):

En 1975 Humberto Monroy o “Humo”, como le decían sus amigos, era la figura más destacada del rock colombiano. Había liderado y persistido con Los Speakers, experimentado la sicodelia con Siglo Cero y concebido su idea de un rock nacional con Génesis, la banda que entroncó la música tradicional de las costas y los Andes colombianos con las bases del rock. Con Génesis en estado de gracia, llenando coliseos por todo el país, Humo quería orientar el estilo de la banda hacia sonoridades acústicas alejándola de la electricidad, pero no así sus compañeros, especialmente Edgar Restrepo, cofundador de la banda, y la percusionista Tania Moreno. Acusado de tirano y apodado con sorna por ellos como Swami Marihuananda o Gurú Maracuyá; extático y contemplativo, insistió tanto Monroy en su deseo de hacer música inmaculada que los demás se largaron. Su respuesta fue grabar un disco en solitario auxiliado por amigos como el pianista Orlando Betancur de Banda Nueva y el bajista “Marciano” Guzmán, hasta entonces integrante de Génesis; el resultado que, indefectiblemente, evoca el sonido de su banda madre, es una colección de canciones del más puro folk-rock pastoral y apacible, lo que él quería. Adaptaciones perfectas al castellano de dos clásicos: “A hard rains a-gonna fall” de Bob Dylan y “She’s leaving home” de los Beatles se complementan con canciones preciosas como “Cuando me muera” en la que Monroy firma una suerte de testamento anticipado y utópico: “Cuando me muera / dile a mis hijos / que estoy metido / entre la tierra. / Que soy un árbol / o una hoja seca, / que soy el pasto / para las bestias. / Háblales de nuestra vida y de sus luchas, / diles cómo nos amamos entre la lluvia”. Humo jamás volvería a ser tan preciso y a hacer un disco superlativo con las diferentes formaciones de Génesis que se sucedieron.

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Born - Ship (Polydor / 1982):

A comienzos de los ochenta el rock colombiano apenas era un recuerdo para algunos, mientras la salsa y la música disco retumbaban en las discotecas, los rockeros libraban mil batallas para dejar atrás un largo periodo estival que los había transformado en una secta. Bandas como Nash y Carbure, en Medellín, y Compañía Ilimitada, Crash, Traphico y Ship en Bogotá emprendían esfuerzos desde el metal, el pop, el new wave o, en el caso de los últimos, desde el rock progresivo. Proveniente de Crash, Jorge Barco, piloto de aviación, guitarrista, tecladista y cantante, se juntó con el veterano guitarrista Alexei Restrepo y el bajista Nacho Pilonieta para concebir Ship, una banda de progresivo que, por entonces, nada tuvo que envidiarle a Yes o a Rush. La fortuna les sonrió a Barco y compañía cuando fueron invitados a hacer las pruebas técnicas de los estudios Fonovisión, hoy Audiovisión, en octubre de 1980. Allí coincidieron con el ingeniero de sonido Eddie Kramer y el arquitecto de estudios John Storyk; las dichosas pruebas motivaron a Ship a grabar un álbum completo que contó con la producción y la batería del estadounidense Joe Galdo. Superadas algunas dificultades, Ship editó Born, cantado completamente en inglés, en 1982, alumbrando un panorama que llevaba varios años entre tinieblas; canciones como “Night in the neighborhhod”, “Revelation, complexión, devolution”, “Long days”, “Cali girls” o la asombrosa “Always in time” pusieron bien alto el listón y de paso actualizaron el rock nacional.

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Parentela: Malanga y Ex3

El álbum de menor venta en la historia del disco - Sociedad Anónima (Polydor / 1989):

En la segunda mitad de los años ochenta el rock volvió a ponerse de moda en Colombia, sólo que esta vez tenía un apellido: “en español”. Como si Génesis, Banda Nueva o Los Flippers hubieran grabado en una lengua diferente al castellano, que el rock se cantara en español resultaba una novedad mediática representada en bandas de afuera como Soda Stereo o Los Prisioneros, o locales como Pasaporte, Compañía Ilimitada o Kraken. A mediados de la década, Carlos Posada y Gonzalo de Sagarmínaga renunciaron a Compañía Ilimitada para crear Sociedad Anónima, una banda más acorde con sus intenciones estéticas y sus gustos musicales. Tres años después de su nacimiento concibieron El álbum de menor venta en la historia del disco producido por ellos mismos y en compañía de Jorge Estrada, Pedro Roda y Francisco Reyes, hoy superintendente de sociedades. El título del álbum ya anunciaba un hilarante sentido del humor que, a excepción de contados casos, era un elemento ausente en el rock nacional. En apenas 28 minutos el disco rezuma new wave criolla; en canciones como “Los rebeldes”, “Decadencia”, “Los porcinos”, una versión naif de “Llorando me dormí” de Bobby Capo o las recordadas “Río Bogotá” y “La causa nacional”; Sociedad Anónima hurgó con simpatía y guasa en los problemas del país y zanjaron un abismo con las bandas colegas.

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Parentela: Hora Local

Orden público - Hora Local (Discos Rosy / 1991):

Banda hermana de Sociedad Anónima, Hora Local nació en pleno mundial de fútbol de1986 como un trío conformado por Luis Uriza, Pedro Roda y el guitarrista Ricardo Jaramillo; sin mayores pretensiones iniciales que las de entretenerse en los tiempos muertos, la banda empezó a crecer numéricamente con el ingreso de Eduardo Arias, Gonzalo de Sagarmínaga, el bajista Fernando Muñoz y el tecladista Andrés Rojas. Dos años más tarde, después de tocar en casas de amigos, iniciarse en los bares de la capital y aprovechando que el “rock en español” estaba de moda, grabaron un sencillo mítico para el sello Polydor que incluía el himno “El rock no te necesita” en la cara A y “Matanza en el bar” en la B. En 1990 ya con la moda aquella enterrada por las emisoras, acometieron la misión kamikaze de grabar un disco de larga duración que, gracias a las gestiones de José Gandour, sería producido por “Many” Moure de Los Toreros Muertos. Grabadas en Ingesón, cada una de las once canciones que integran el disco retrata sin asco a Bogotá y los problemas del país bajo una estética apocalíptica de la mano del rock y el new wave y altas dosis de sátira política. Orden público se editó tarde, en 1991, cuando al rock ya le había vuelto a pasar el cuarto de hora y las bombas del cartel de Medellín espantaban las noches mientras la gente se resguardaba en la casa.

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Parentela: Necronerds y Orquesta Sinfónica de Chapinero

Catedral - Catedral (MTM /1994):

A medida que los años noventa despertaban del horror de la guerra contra los carteles del narcotráfico, el rock colombiano también hacía lo propio. Innumerables bandas se habían incubado en casas de amigos a la vez que empezaban a aparecer nuevos sitios para tocar en diferentes sectores de Bogotá, Medellín y Cali. Bandas como Aterciopelados, La Derecha o Juanita Dientes Verdes cultivaban una música nueva, distante del pop entretenido de los años ochenta, más dura y a la vez cercana a la música popular. Al margen de esas aproximaciones, Catedral, formada en 1990 por Amós Piñeros en la voz y el violín, Miguel Navas en guitarras, Tomás Rueda en el bajo y Andrés Crump en la batería, creaba un sonido denso, áspero y sucio, que comulgaba perfectamente con el grunge norteamericano. En diciembre de 1993 entraron a grabar su álbum homónimo, editado en 1994 y producido por José Gandour, en el que desplegaron todo su arsenal para narrar una Bogotá cruda y callejera con una mirada desoladora: mientras en “El poeta” cuentan el asesinato de un mendigo a manos de la policía, en “Bajo la oscuridad” abordan el miedo y la alienación, y en “El paletero” la vida dura de los vendedores ambulantes; en cambio, en “Flotando al viento” Amós sentencia con una grandeza lapidaria que el amor es libertad. Un año después de la edición del álbum, y antes de su disolución, Catedral selló para siempre su vínculo con los rockeros bogotanos en la primera edición de Rock al Parque.

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Parentela: Ultrágeno y Two Way Analog

La edad senil - Danny Dodge (Bonga Records / 1995):

En 1995 Daniel Jones y Andrés López “Guguillo” ya habían acabado su banda de trash-metal llamada Sentencia y empezaban a cansarse de Enchiladas Atómicas, un proyecto más afín al rock alternativo junto al bajista Carlos Lozano “Pepino”; entonces apareció Iseult Cortés que llegaba a Bogotá desde Seattle a visitar a su padre, se unió a la banda, cambiaron de nombre inspirados en el Dodge Dart de Daniel, empezaron a escribir nuevas canciones y se animaron a hacer un disco que grabaron en Chinauta, en la casa de Guiguillo. El proceso de grabación fue, por demás, extraño: grabado en bloque, el sonido salió desde la consola directo a un VHS, mientras que las voces se grabaron en el célebre estudio análogo de Germán Antón en Bogotá. El resultado fue Edad senil, un álbum de 19 canciones, cantadas indistintamente en inglés y en español, empapadas de punk, noise pop y algo de sicodelia que invitaban a poguear y a hacer slam en los conciertos que celebraban en el auditorio La Calleja, y que se editó en cantidades limitadas en casete (500) y disco compacto (1.000) convirtiéndolo rápidamente en un incunable más del rock nacional. Más allá de cualquier etiqueta posible, el sonido de Danny Dodge encarnaba el discreto encanto de la sencillez, libre de pretensiones y aspiraciones. Ese mismo año, Danny Dodge dio uno de los puntapiés iniciales en la vida de Rock al Parque que repetirían un año más tarde antes de la desbandada.

Parentela: Two Way Analog

Bloque de búsqueda - Bloque de Búsqueda (Gaira-Sonolux / 1996):

Detrás de la concepción y la producción del álbum La tierra del olvido, de Carlos Vives y La Provincia, además del cantante samario, se encontraban dos músicos fenomenales: el cantautor Iván Benavides y el guitarrista Ernesto “Teto” Ocampo. Con ese disco sorprendiendo a propios y extraños, y la inspiración fluyendo a borbotones, Benavides y Ocampo decidieron sumergirse en las profundidades de las músicas que en el disco de Vives apenas se sugerían, para tal efecto se rodearon de la mismísima Provincia pero sin el acordeonero Egidio Cuadrado: Carlos Iván Medina en los teclados, Luis Ángel “el Papa” Pastor en el bajo, Maité Montero en la gaita, Pablo Bernal en la batería y Gilbert Martínez en las percusiones; así nació Bloque de Búsqueda, cuyo nombre recordaba a la unidad de la policía encargada de buscar a los capos del narco. Grabado en los estudios de Sonolux en Santa Fe de Bogotá, el álbum homónimo es un derroche soberbio de rock y música tradicional de las costas colombianas en cada segundo, la alquimia es perfecta: pop, cumbia, champeta, reggae, currulao, rap y gaita se engranan con maestría en las 14 canciones contenidas en un álbum sin desperdicio, incluyendo la versión libre de “Babe I’m gonna leave you” de Led Zeppelin. El disco también contaba con la participación de Johana Marín de Ají Baboso y Jimena Ángel de Pepa Fresa en las voces, y la mezcla de Richard Blair. Sonoridades e intenciones nuevas emergían del trabajo del Bloque que cosechó críticas inmejorables en medios de Estados Unidos y Europa. Dos años más tarde David Byrne, fan de la banda, editó una nueva versión del álbum para su sello Luaka Bop, ampliando una gira que se tornaba interminable y que, a la postre, llevó a que el Bloque se disolviera, no sin antes haber cambiado la historia de la música popular colombiana para siempre.

Parentela: Iván y Lucía, Sidestepper, Ciegossordomudos, Distrito y Hombre de Barro

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