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Música

Músicos rebeldes al servicio del chavismo: una revisión del Frente Nacional de Bandas Rebeldes en Venezuela

El Frente Nacional de Bandas Rebeldes (FNBR) es un grupo político que se fundó hace cinco años y que busca autogestionar la revolución cultural.

Músicos rebeldes al servicio de Chávez, collage original de Jesús Konde

Junio, 2015. El corazón del boulevard de Sabana Grande en Caracas-Venezuela latía en cada caminante que se detenía al ver una modesta tarima. Sobre ella un par de raperos disparaban frases al ritmo del beat. Luego, finalizaban con una ovación para el fallecido presidente venezolano Hugo Chávez. Todo un homenaje. Se trataba de un concierto organizado por el Frente Nacional de Bandas Rebeldes (FNBR).

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Ellos se definen como un grupo político nacional —también llamado colectivo—, el cual se creó con base en la inclusión. En entrevistas para medios independientes y del Estado, sus integrantes manifiestan ser chavistas. Chavista, es el gentilicio político para quien se identifique con la autodenominada Revolución Bolivariana.

Ya casi un año ha transcurrido desde aquel evento callejero donde se escuchaban hurras para Chávez. Los corazones de las ciudades ahora no laten como en junio del 2015. Esa era la segunda edición del festival Música Para Todos, desarrollada en todos los Estados del país, que son 23. Esta es la segunda mitad del 2016 y no se escucha música en las calles como aquella vez.

David Meire es uno de los integrantes del frente. Él, vía llamada telefónica, nos dice que la crisis económica en Venezuela ocasiona desvaríos y no solamente para la producción de conciertos. Apoya el discurso del alto mando del gobierno, conformado por el presidente Nicolás Maduro y otros rostros conocidos. Ellos atribuyen los problemas del país a la llamada Guerra Económica. “Estamos pasando un momento difícil como todo el mundo, como país, como planeta”.

Meire ha representado al FNBR en distintos eventos.

Más que músicos

No solamente tocan y componen canciones. Es por eso que han trabajado enproyectossocio-productivos como la Fábrica-Escuela de instrumentos Maisanta. Así llamaban a un guerrillero venezolano, que durante el siglo XX luchó contra un dictador de ese país llamado Juan Vicente Gómez, luego de haber sido parte del ejercito de este político venezolano.

La Fábrica-Escuela de instrumentosMaisanta produce guitarras y bajos bautizados con el nombre de Francisco de Miranda, nombre de un prócer del país sudamericano en los comienzos del siglo XIX.

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Además, el FNBR estima elaborar efectos para ambos instrumentos como el Silbón Flanger y la distorsión Sayona. Ambos nombres pertenecen a dos personajes de las leyendas populares. Los amplificadores Maisanta no se quedan atrás y tampoco los instrumentos tradicionales.

Los nombres de los productos están inspirados en personajes de la leyenda e historia venezolana

“Sin socio-productividad estamos destinados a desaparecer”, dice Meire. Hasta el momento, el proyecto, que fue presentado en diciembre del 2014 durante la Convención Independiente de Música Alternativa (CIMA), no ha podido ejecutarse completamente. Su sede está en Ciudad Caribia, entre la costa norte y el valle de Caracas, pero hasta el momento es solo una casona donde no se producen instrumentos.

Javier Maestre representa el FNBR Carabobo, región ubicada en el corazón del país. Nos invita al asiento de su oficina. Pide que no le apretemos la mano, que le duele. Un muñeco de Hugo Chávez adorna su escritorio, donde reposan varios libros como el Plan de la Patria, propuesta del adorado presidente.

Comienza la conversación.

A la pregunta sobre si la socio-productividad es viable, responde que Venezuela es una nación petrolera por excelencia. Todo lo consumido es intercambiado por el clásico oro negro. “La madera de nuestros cuatros y guitarras se importa de China. De hecho, las cuerdas para estos instrumentos se hacen en Paraguay. Es por eso que debemos romper de una vez por todas con esa dependencia”.

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Debido a esta paralización, algunos integrantes como David Palacios, han decidido subsistir de otra manera. Él pesca en el estado Sucre, en la región oriental. Algunos del FNBR se han dedicado a producir jabones y aceite. Otros a sembrar en el páramo andino. No es solo por la crisis, sino que la producción es vital. Si no se hace, no habrá revolución.

Dependencia del Estado

Para los colectivos venezolanos siempre habrá un debate. ¿Se debe depender del Estado? Para Javier Maestre y David Meire, no. Por eso han desarrollado proyectos que se dirigen hacia la independencia. Sin embargo, fracasos momentáneos como el de la Fábrica-Escuela Maisanta parecen volver la tarea imposible, aunque para ellos no todo está perdido.

La comuna y la autogestión deben ir tomadas de la mano. Así se interpreta al alto mando chavista cuando brinda sus acalorados discursos. En el caso del FNBR, se le ha financiado a través del Ministerio de Cultura, dos ediciones de los festivales Música Para Todos y otros proyectos, entre ellos, la Fábrica-Escuela de instrumentos.

El presidente de Venezuela, Nicolás Maduro, ha reiterado que la autogestión y la comuna son una simbiosis

Meire deja claro que uno de los objetivos del frente es no depender de estas “inversiones sociales”, pero aún el frente mantiene relaciones con el Estado a pesar de que el proceso para recibir los recursos sea burocrático.

Así lo señala una ex integrante del frente quien no quiso identificarse. Un ejemplo es la entrega de los premios destinados a los ganadores de la primera edición del Festival Música Para Todos en el 2014. Aún no se los han otorgado. “Hemos apuntado al patrocinio del Estado. Prometieron cosas que no se pueden llevar a cabo por otras prioridades como la alimentación. Todo el presupuesto de la nación está destinado al tema alimentario”.

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En el artículo 99 de la Constitución venezolana se lee que los valores culturales son un bien irrenunciable del pueblo. “Es un derecho fundamental que el Estado fomentará y garantizará, procurando las condiciones, instrumentos legales, medios y presupuestos necesarios”, puntualiza.

Javier Maestre responde que la autogestión es uno de los grandes objetivos por materializar. "El camino no es fácil". También agradece el apoyo del Estado venezolano. “No es el mismo que teníamos hace 40 años. Donde se le discriminaba a quienes usaban su cabello largo y les gustaba el rock”.

Rebeldía omnipotente

Enrique Rey Torres es un sociólogo egresado de la Universidad Central de Venezuela (UCV). Vía correo electrónico, nos pinta un panorama textual del tema. “El Estado siempre ha tenido un peso importante en las formas de articulación en las relaciones sociales (…)”. Argumenta que el caso venezolano es tomado como un lugar predominante para el devenir y el despliegue de los procesos revolucionarios.

La rebeldía desde el Estado, al parecer, se justifica. El sociólogo no lo ataca. Señala que el chavismo brindó espacios para la participación artística dirigidos a sectores que en otros períodos históricos fueron rechazados por el Estado y el mercado. “Este proceso que para el país podría resultar reivindicativo, se articula, lamentablemente, a un renovado interés por parte del mercado global hacia lo contestatario (…)”.

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Se le preguntó a Torres si socioculturalmente es necesario que el frente y el resto de los adeptos al gobierno, perciban a Hugo Chávez como un mesías que los salvó. Esto debido a la acepción de la expresión Actitud Chávez, basada en enaltecer la bandera del socialismo en camisetas, gorras, muñecos, disfraces y numerosas consignas donde el fallecido presidente es el protagonista. El objetivo, según ellos, es materializar los ideales de igualdad y fraternidad. El sociólogo responde indirectamente. Atribuye este fenómeno al mercado.

Integrantes del FNBR se identifican con Chávez en lo ideológico

“Desde mi perspectiva, el Frente Nacional de Banda Rebeldes, con todas las diferencias, matices y afinidades que pueda tener con sus propuestas, es un colectivo que se articula en torno a lo musical, pero va mucho más allá: la crítica al mercado y a la mercantilización de las manifestaciones artísticas y musicales; la crítica a los modos desiguales de acceso a los instrumentos, pero también, un posicionamiento muy marcado frente a los problemas sociales y políticos del país (…)”.

Discurso dividido

En el FNBR trabajan más de 1, 500 bandas en el país, según su página web. Todas de géneros diferentes. Desde el melódico y triste post-punk hasta el salvaje tambor. La diversidad es también de ideas. Un ejemplo es el de una ex integrante que dice ser una de las fundadoras del proyecto. Reitera que no quiere ser identificada. Cree que hay mucho discurso y poca acción. Todo lo contrario a las visiones de David Meire y Javier Maestre.

“¿Quiénes son las 1, 500 bandas? ¿Dónde están?”, se pregunta. Ella cree que ese número no es el real. No sabe cuántas agrupaciones se han retirado debido a la poca acción del frente. Pero de algo está segura: no hay 1, 500. Manifiesta además que hay ideas plasmadas en el papel pero la acción es invisible. “Es falta de creencia y disciplina”.

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Una de las numerosas bandas del grupo político

No está sola. La ex integrante arguye que como ella, muchos están descontentos con el debilitamiento del FNBR, al que acusa de no ser verdaderamente un frente porque técnicamente un grupo de este tipo suele ser la unión de numerosos colectivos. Este caso es la excepción, pues son pocos quienes lo manejan directamente.

David Meire declara en la mayoría de las entrevistas audiovisuales y textuales. Sobre todo en las más recientes que datan del 2015. Es conocido por sus compañeros como uno de los líderes. Por lo tanto, al escuchar alguna crítica responde que si alguien se aparta, el FNBR seguirá. "Cuando la gente se retira las cosas mueren”, dice.

Javier Maestre respeta las críticas. Entiende que la crisis económica del país influye en el ánimo de algunos “camaradas”, pero deja claro que no puede detener su lucha. Por eso sigue en el frente a pesar de la inacción durante este año.

El discurso dividido es parte de la crisis. A pesar de esto, todos coinciden en que el arte y la cultura son instrumentos de transformación social no solamente de su país, sino del mundo.

Igual de transformador fue aquel concierto en el boulevard de Sabana Grande de Caracas. La logística se desarmaba. Los músicos se retiraban. El público también. Las luces estaban a punto de apagarse. Así como el accionar político de este grupo que, poco a poco, es víctima no solamente del fenómeno económico de Venezuela, sino de la poca organización.

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