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Sexo lésbico y juegos de poder en la película 'La doncella'

La nueva película del cineasta coreano Park Chan Wook es una oda a la liberación femenina.

"Un gran hombre dijo una vez: 'Todo en la vida se trata de sexo, excepto el sexo. El sexo se trata de poder'". Esta frase de Oscar Wilde, que fue retomada por Frank Underwood en House of Cards, incluso que debe haber sido dicha en una de Woody Allen en alguna de sus películas anuales, podría ser sin duda el hilo conductor de la última película de Park Chan Wook, La doncella.

La película, que será estrenada el próximo 6 de junio en los teatros nacionales, ha sido aclamada por los festivales de Cannes, el National Board Review, el Festival de Stiges, el Critics Choice Awards y el Satellite Awards del año pasado con nominaciones y premios. Muy al estilo de Chan Wook, quien con sus demás películas se ha obsesionado con el poder como elemento que absorbe a sus personajes, no decepciona con la temática de su nuevo largometraje.

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En ella, el sexo se convierte en un arma que transforma las relaciones de poder entre los personajes: las disuelve, las moldea y los convierte en marionetas que se guían por sus pulsiones sexuales.

Para entender un poco mejor la temática situémonos en Corea del Sur en 1930. En esa época, una gran cantidad de japoneses ocuparon regiones enteras de este nuevo país durante casi 35 años hasta la rendición de Japón en la Segunda Guerra Mundial.

En esa época, una familia adinerada japonesa, conformada por una joven, Lady Hideko (Kim Min-hee) y su tío, Kouzuki (Cho Jin-woong), decidieron instalarse en Corea del Sur, en una mansión llena de patios, jardines y sirvientes. Al buscar el servicio de una doncella para el cuidado de Hideko, llega Sook-hee (Kim Tae-ri), una joven que se ha ganado la vida robando dentro de una especie de pandilla de ladrones japoneses. Su labor: facilitarle la entrada a un falso conde, llamado Fujiwara (Ha Jung-woo), quien está por robar toda la herencia de Hideko.

Su objetivo es casarse con ella, alejarla de su tío y encerrarla en un manicomio con su dinero con la ayuda de Sook-hee. Esta información, que se desdibuja en los primeros diez minutos de la película, es sólo una pequeña parte de lo que puede llegar a pasar entre los personajes.

Por un lado están Hideko y su tío, Kouzuki. Hideko, quien ha sido recluida por su tío en su propia casa, se convierte en su juventud en la narradora de cuentos eróticos escritos por su captor a hombres pudientes que visitan la casa.

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Por otro lado, está Soo-kee, quien, con su aparición, genera una tensión sexual entre ella y su matrona por medio de sus interacciones prohibidas jerárquica y sexualmente. Así, logran desafiar al poder a través del sexo.

Finalmente está la relación de los hombres y las mujeres en la película. Los hombres, que aparecen casi como accesorios de sexo, están arrechos por los cuentos de Hideko, y quieren dominar a la mujer y tener cada vez más poder.

Así pues, el sexo y el poder —como una simbiosis inseparable— siempre están presentes. Sexo para salir de una sociedad heteronormativa; sexo para salir de la inocencia; sexo para desestabilizar el poder que cada uno de los personajes parece tener y sexo para una liberación femenina. Y cabe resaltar acá: sólo femenina.

Los personajes masculinos resultan pasivos y marionetas constantes de las mujeres que los rodean, así se muestren en primer lugar como "los dominantes". Los hombres se convierten en voyeurs de sus propios destinos que, con el cambio de relaciones y roles que se llevan a cabo en la película, los llevan a lugares inesperados.

Es por eso que una película como La doncella puede asimilarse a ese juego de ambición y ceguera por obtener más poder por parte de los personajes, pero también eleva y resalta el poder de la mujer tanto social como sexual hacia su liberación.

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