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Relaciones

Esto es lo que podemos aprender de las mujeres infieles

“Cheating: A Handbook for Women” aborda las ventajas de engañar a tu pareja. La autora Michèle Binswanger explica por qué la monogamia se puede volver aburrida.
DS
traducido por Daniela Silva

Este artículo se publicó originalmente en Broadly Alemania

Desde mensajes con carga sexual, hasta una cita secreta que cumple todos los deseos desenfrenados que descuidaste a lo largo de los años –para muchas personas, una aventura es una emoción libidinosa y el epítome del fruto prohibido. Pero pocas personas admitirían abiertamente que han engañado a su pareja por miedo a la reacción inevitable. Las mujeres infieles suelen ser consideradas egoístas o irresponsables, mientras que a los hombres muchas veces se les concede el perdón.

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La autora suiza Michèle Binswanger quiere cambiar esto. En su nuevo libro, Cheating: A Handbook for Women, la periodista explica cómo se relaciona el tener una aventura con la liberación sexual y el feminismo y le habla a las mujeres cuyas vidas han cambiado radicalmente desde que fueron infieles. Hablamos con ella de todo, desde el deseo clandestino hasta el atractivo secreto de las fantasías de violación, y de si el engaño califica como un acto de emancipación.


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Broadly: La infidelidad es un tema del que la mayoría de la gente evita hablar. ¿A ti por qué te gusta?
Michèle Binswanger: He estado en relaciones por más de 20 años y tarde o temprano, siempre surgía el asunto de tener una aventura, ya sea porque alguno de los dos era infiel o por que alguien luchaba constantemente con la idea de serlo. Especialmente en las relaciones a largo plazo –relaciones de las que dependen muchas cosas, como una familia–, a menudo se convierte en un tema relevante. En mi vida, me di cuenta de que las parejas con niños a mi alrededor estaban particularmente preocupadas por el concepto [de engaño], porque su relación debía "funcionar" durante décadas, pero la idea de dormir con la misma persona "hasta que la muerte nos separe" estaba perdiendo su atractivo.

Hace cinco años, escribí un artículo para Zeit llamado "Monogamy: The Big Lie". Ha sido el artículo más exitoso de mi carrera periodística. Hasta el día de hoy todavía recibo cartas en respuesta a mi artículo, en las que la gente me agradece por escribir tan honestamente. Así que pensé, este es un buen tema, voy a cavar más profundo. Mi objetivo no es forzar a todos a volverse poliamorosos; también tengo ese deseo inherente de lealtad y confianza que viene con una relación monógama. Por otro lado, también puedo reconocer lo difícil que es mantener un ideal monógamo para toda la vida, por eso creo que es un tema que vale la pena discutir.

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Durante tu investigación, ¿tuviste la impresión de que las mujeres son infieles de manera diferente en comparación con los hombres?
Sí. También está confirmado por los sexólogos y terapeutas de parejas con los que hablé. Las mujeres engañan de manera menos impulsiva; más bien, planean con prudencia y son más hábiles para esconderlo. También están muy en sintonía con la comunicación interpersonal, por lo que son más propensas a notar cambios en su relación con una pareja que las engaña. Sin embargo, las señales de advertencia de que hay una aventura no siempre están presentes, por eso es más o menos un sentimiento de instinto. Por supuesto, es evidente si tu pareja de repente está pegado al celular, sonriendo, y luego tapa la pantalla. Muchas mujeres también me dijeron que soñaban que su esposo las estaba engañando, y los enfrentaron directamente o les revisaron el celular en secreto. La mayoría de las veces, sus miedos fueron confirmados.

En el libro, tu atención se centra muchas veces en el estado emocional interno de la persona que está siendo infiel, y no tanto en el de la persona a quién están engañando. ¿Fue una decisión consciente, ignorar a la otra mitad de la pareja?
Primero estaba interesada en los estados emocionales de las mujeres que tenían aventuras [y sus motivos para tenerlas]. ¿Por qué lo hacen? ¿Cómo funciona la sexualidad femenina? ¿Por qué algunas mujeres buscan aventuras? ¿Cómo juzgan su comportamiento retroactivamente?

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Quería contar la historia de aquellas mujeres –que no son y no han sido poliamorosas– que incluso se sorprendieron con su comportamiento. Ya que con frecuencia las consecuencias son dramáticas: te cachan y muchas veces ni siquiera tienes la oportunidad de pedir apoyo o comprensión en tus redes sociales o de tus amigos y familiares. En muchos casos, tus amigos y familiares no entienden nada. [Otras] mujeres, en particular, suelen "sermonear" y reaccionar de manera emocional; muchas de ellas perciben a una esposa infiel como una especie de amenaza. Los hombres, entre sí, suelen tener una reacción más comprensiva y empática cuando se cuentan que fueron infieles, aunque hoy en día, con el progreso de la igualdad de género, ya no tienen carta blanca.

En tu libro, comparas el ser infiel con la liberación sexual. ¿Considerarías que la infidelidad es un acto de feminismo?
No, no diría que es así. Parte de la emancipación también tiene que ver con defender tus necesidades y deseos. Si estás engañando en secreto, no estás defendiendo nada. Pero el feminismo ha cambiado la relación de las mujeres con su sexualidad. Hoy en día, las mujeres tienen estándares más altos sobre la satisfacción sexual y las relaciones románticas, y son capaces de expresarlos. Una vez que se dan cuenta de que no están recibiendo lo que necesitan de una relación, es más probable que busquen en otra parte. La manera en que esta decisión termina de manifestarse, ya sea a través de un engaño o por expresar su infelicidad de otra forma– es una elección individual. Por supuesto, se les hace más fácil empezar algo en secreto que ir con su pareja y compartir sus necesidades y deseos honestos y decir: "Oye, ¿podemos discutir esto?"

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Creo que las mujeres son expertas en auto engañarse sobre sí mismas y sus deseos sexuales. Como observa la sexóloga estadounidense Meredith Chivers, esto tiene orígenes biológicos. Lo que las mujeres desean en un nivel físico muchas veces no está de acuerdo con el nivel cognitivo. En otras palabras: se pueden prender físicamente mientras ven imágenes pornográficas, pero subjetivamente no experimentan ningún deseo. Los hombres no experimentan ese abismo. Por lo general, para ellos es bastante claro cuando están calientes o no.

Michèle Binswanger. Foto cortesía de la autora.

En el libro, hablas de cómo aproximadamente de un tercio a la mitad de las mujeres encuestadas tienen fantasías de violación. Esa es una revelación bastante impactante.
Este es un tema muy delicado que debe tratarse con el cuidado adecuado. Comencemos con el término "violación". Por supuesto, en realidad ninguna mujer desea tener una experiencia traumática y abominable. Hay un estudio comparativo, realizado por el Journal of Sex Research, que señala la frecuencia de las fantasías de violación erótica. Las sexólogas estadounidenses Marta Meana y su colega, Meredith Chivers, también lo confirman, y hay diferentes teorías sobre el por qué. Una fantasía se da en un espacio seguro en el que la mujer tiene control absoluto. Por lo tanto, cuando se imagina una escena en la que ya no tiene control, es más una fantasía de sumisión.

Ella se convierte en el objeto fundamental del deseo y no tiene que pensar si se le permite hacer algo o si debería avergonzarse de algo. Obviamente, este es un tema muy difícil en el que es de suma importancia distinguir claramente entre la fantasía y la realidad. Tal vez lo más parecido es el BDSM: se trata de una sumisión en un contexto claramente definido en el que tienes la libertad de dejarte llevar por completo: una puesta en escena en la que ambas partes han dado su consentimiento.

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Suena a que la motivación detrás de todo esto es crear un contexto ficticio en el que ya no sientes vergüenza de tus deseos, porque la decisión, por así decirlo, la tomaste tú.
Exacto. Es una especie de proyección. Meredith Chivers, la psicóloga que mencioné anteriormente, también estudió la manera en que las mujeres consumen pornografía. Mientras que los hombres sólo se enfocan en la mujer, las mujeres ven la escena de manera más completa, independientemente de su orientación sexual, esto significa que también ven de cerca a las actrices porno. Se identifican con la actriz pornográfica deseada y, por lo tanto, les excita que los hombres muestren su deseo tan abiertamente.

Entonces la parte excitante de las fantasías de violación erótica es: "Lo excito tanto que no se puede controlar".
Exactamente. Las mujeres quieren sentirse deseadas. Esta también es una de las principales razones por las que las mujeres van a terapia de pareja después de estar en una relación durante muchos años. Muchas veces dicen: "Ya no me siento deseada", o "ya no tenemos intimidad porque él no me desea…" De alguna manera, bajo el estrés y las cargas de la vida cotidiana, pierden la sensación de sentirse deseadas. De repente, tu familia se convierte en una especie de empresa en la que el marido y la mujer no son más que socios de negocios.

Hablamos mucho sobre la liberación sexual y el reconocimiento de tus propios deseos: en tu opinión, ¿qué podemos aprender de las mujeres que son infieles?
Muchas mujeres me han dicho que se redescubrieron por completo y también su sexualidad [después de tener una aventura]. Esto también tiene que ver con el hecho de que han desarrollado ciertos aspectos de su personalidad, un mayor sentido de la autoestima y han adquirido una mejor idea de quiénes son. También me han dicho: "pensaba que no era tan sexual como él". Y luego conocieron a alguien y de repente se dieron cuenta de que todavía eran muy sexuales. Si eres capaz de llevar algo de esta experiencia de la infidelidad a tu relación actual puede ser gratificante para ambos. Existen situaciones donde las parejas han dicho: "Sí, nos hemos hecho más fuertes con esta experiencia".


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¿Tú estarías de acuerdo con que has aprendido de tu propia experiencia de infidelidad? Bueno… en mi caso, aprendí de eso como cualquiera aprendería algo a partir de alguna experiencia extrema. Aprendí mucho, pero no siempre fueron cosas positivas. Pero, en mi caso, la relación era insalvable. Mi caso –o mejor dicho, el mío y otros casos como éste– fue un poco diferente.