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Música

Roberto Fiorilli: el Speaker que terminó tocando cumbia

Hablamos con este protagonista de la génesis del rock colombiano con bandas como Young Beats, The Speakers o Columna de Fuego sobre su larga historia con la música caribeña.

Este artículo fue publicado originalmente en Noisey, nuestra plataforma de música.

Mucha gente, o al menos aquella que muestra algo de interés en el rock colombiano, ha escuchado el nombre Roberto Fiorilli y su gran aporte en la génesis del rock nacional. De él sabemos que es baterista, que por sus venas corre sangre italiana y que se la pasaba en el Maravilloso Mundo de Ingesón: aquel estudio de Teusaquillo, fundado por Manuel Drezner en 1966, donde grabaron desde los míticos Speakers o La Banda Nueva hasta Diomedes Díaz. También empezó con los Young Beats, ese grupo adicto a los Stones, los Beatles, Dylan, Them, entre otros, con quienes jammeaba por horas en su casa, convirtiéndose en los pioneros de la escena beat colombiana. Pero lo que quizás pocos saben, y es la razón de esta entrevista, es que este hombre también incursionó bastante en la música tradicional colombiana. Incluso se engomó tanto que, cuando se asentó en Europa buscando mejores condiciones laborales para su música, se separó casi del todo del rock para explorar a fondo la música latinoamericana.

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Roberto nació en Gavorrano, Italia, en 1944. Luego vivió en Argentina y, más tarde, en Bogotá. Su padre se ganaba la vida fabricando equipos de sonido. La leyenda cuenta que un día de 1965 acompañó a su viejo a entregar unos ampletos para unos pelados mechudos que se hacían llamar Los Flippers. Roberto, un joven adicto al jazz en ese momento, sintió un choque eléctrico dentro de su cuerpo al escuchar por primera vez lo que se estaba cocinando en ese ensayadero. Ese mismo día habló con Álvaro Díaz, quien le propuso montar un grupo de la nueva ola que estaba invadiendo la nevera. Álvaro cantaba y Roberto decía tocar la batería, a pesar de nunca haberse sentado frente a una. Y así empezó su larga y fructífera carrera musical.

He escuchado muchas leyendas alrededor de Roberto. He leído libros donde le dedican capítulos a su trabajo y donde lo describen como un adolescente estridente. Mas son muy pocos los escritos y entrevistas que he leído sobre él donde se mencione su enorme aporte a la música afrocolombiana y latinoamericana. A mi disposición solo tenía el disco de Columna de Fuego y Los Electrónicos. Y millones de preguntas. Roberto me respondió algunas.

Noisey: ¿Cómo fue esa transición hacia la música tradicional colombiana?
Roberto Fiorilli: Para los jóvenes, la música del momento que había que hacer era el rock. Era lo que yo hacía con los Young Beats, pero de joven igual me interesaba toda la música e incluso estudié seis años de piano. También me empecé a enterar de las cosas que sucedían en otros sitios. La música que nos rodeaba en Bogotá en los años 50 y 60 era la música que nos llegaba de afuera. En la radio sonaba mucha música cubana, de Santodomingo, de Puerto Rico etc… Música bailable, del caribe, muy buena. Entonces, cuando comencé a trabajar en las grabaciones de estudio, no tocaba solo rock, pues eso era para mis discos, para mis proyectos personales. Yo trabajé para los baladistas e hice un LP con los Gaiteros de San Jacinto. Trabajaba para los que hacían música tropical y andina, con personajes como Jaime Llano González o Felipe Henao. Inclusive toqué en vivo con grupos de baile y no tenía ningún problema para hacer eso, la verdad.

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¿Y cuándo arrancas como baterista y percusionista?
Con los Gaiteros llevé un tom de 14 pulgadas y unos platos, y Juancho ("Chuchita" Fernández) quedó loco con los platos. Tanto, que le regalé unos platos de 18 pulgadas. Él me devolvió el gesto con una gaita macho.

¿Hay registro de eso?
No hay videos porque en el estudio eran cosas privadas, y lastimosamente nadie pensaba en tomar fotos para el recuerdo. Yo solo tengo registro en el estudio cuando grababa con mis grupos de rock, pero porque también nos exigían eso. De resto no era necesario.

¿Cómo terminaste trabajando con ellos?
En general, cuando estuve en los estudios de Ingesón, de Codiscos, Fuentes, etc., trabajaba porque me llamaban los productores para grabar la percusión. Me buscaban mucho de Medellín para grabar con Aníbal Ángel. También estuve en la batería con Los Melódicos, con los Billo's Caracas Boys. ¡Con casi todos! Afortunadamente tenía mucho trabajo y viajaba bastante por la música. Me siento muy feliz al identificarme no como un baterista especializado en rock, sino como un todoterreno, por decirlo así. Soy ecléctico. También trabajé con la sinfónica haciendo las percusiones en un famoso número de Carl Orff, Carmina Burana.

Cuéntanos un poco de tu trayectoria musical en Colombia.
Mi primer grupo fue los Young Beats. Cuando nos separamos, creamos la Time Machine. En esta éramos dos de los Young Beats y dos de los Ámpex. Duramos poco porque tocamos música demasiado polarizada hacia los nuevos grupos que venían desde Inglaterra y nadie se atrevía a emularla. Muchos nos elogiaban, pero ahí se quedaba todo. Por esa época, Los Speakers tenían problemas internos, por lo que Humberto Monroy y Rodrigo García nos llamaron a Óscar Lasprilla y a mí y nos ofrecieron trabajo con ellos. Hicimos una gira por Ecuador y grabamos el cuarto LP (Speakers IV) con Bambuco. Por esa época, a Óscar lo llamaban bastante, más que todo colombianos viviendo en Europa, para que les produjera. Él vio la oportunidad, se avispó y se fue. Con su partida, grabamos El Maravilloso Mundo de Ingesón.

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Luego nos separamos y formé Siglo 0, un grupo totalmente atípico para la época. Éramos un conjunto típico de rock, pero con muchas características de uno jazzero: puras improvisaciones, bloques de acordes que se establecen antes de comenzar, luego cada uno tocaba lo que quisiera, hasta llegar a un final concordado. Muy buenos y todo, pero tampoco sentíamos el apoyo para seguir trabajando. Luego comencé a darle duro a ser músico de sesión. Grabé muchos interludios para la orquesta de Lucho Bermúdez y me sumergí por completo en la cumbia y en ritmos de la costa colombiana. Conocí al marido de Leonor González Mina —la Negra Grande de Colombia—, que era un señor que tenía una discoteca enrome y me dio a conocer una música increíble.

Luego…
Así empezó Columna de Fuego que es un grupo de rock, pero con mucha influencia de música colomboafricana. Con eso me vine a Europa a grabar. Cuando se terminó Columna por falta de trabajo, me fui a Italia a ver qué salía. Tuve una especie de crisis de consciencia, si se puede llamar así, preguntándome por qué le había dedicado tanto tiempo de mi vida a la música anglosajona, cuando prácticamente viví 25 años en Suramérica. Entonces empecé a tocar música popular latinoamericana en Italia: música cubana, puertorriqueña, colombiana, todas esas cumbias y porros hermosos. Acá en Italia he tenido varios grupos de ese tipo: el primero Macondo y el último Yuca Brava. Se acabó porque hay una crisis de identidad del público hacia la música en general. Van a esos sitios pero no a escuchar música, sino a contarse sus problemas personales, a beber, a pasar el rato. No les importa lo que está sonando. Acá había 137 lugares así cuando yo me vine en el '76. ¡Ahora hay como ocho! Y no es cualquier pueblo chiquitito.

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Cuéntame un poco de los Electrónicos.
Los Electrónicos fue un proyecto discográfico creado por Manuel Drezner, dueño de Ingesón, una vez que le estábamos haciendo pistas a Ana y Jaime. Él entró al estudio, era un tipo bastante curioso, y nos dijo: "Sería bueno que ustedes escucharan música colombiana tradicional y la transformaran". Entonces con Jaime Rodríguez y Marco Giraldo, que en esa época era el núcleo principal de Columna, comenzamos a hacer arreglos. Muchos músicos que andaban en el estudio se interesaron bastante y nos colaboraron, aunque digamos que la base de Los Electrónicos éramos los tres que te contaba. Salió el disco y Manuel, muy amigo del gerente de Philips, logró publicarlo.

¿Cómo recibieron los rockeros, tanto músicos como aficionados, que ustedes, músicos de rock, estuvieran tocando música tradicional colombiana?
A algunos les pareció muy interesante y hasta lo imitaban. Tras lanzar el disco en 1971, nos convertimos en el primer grupo en el mercado nacional en hacer lo que denominaban "fusión", que era rock con música afroclombiana. Luego de eso muchos grupos empezaron a entrar en esa onda, como Terrón de Sueños y Peyote, que hicieron cosas muy interesantes.

Luego de Columna de Fuego te fuiste a Europa a continuar la música tradicional-fusión que andabas haciendo, ¿cómo te fue?
Inicialmente estuvo buenísimo, porque nadie había hecho algo así en Europa, aunque debo hacer una salvedad. En España, Fernando Árbex, baterista de los Brincos, luego de haber trabajado con Óscar Lasprilla, creó la agrupación Barrabás. Ese grupo tocaba con percusión latina, pero no sonaba enteramente latino. Era como de la onda Santana, pero más rock que latino. De hecho, el percusionista era Tito Duarte, hijo del cubano Ernesto Duarte Brito, entonces ya te imaginas el sabor que tenía esa percusión. Pero de resto no había nada parecido.

Cuando eras un adolescente rockero, ¿escuchabas música latinoamericana?
¡Claro! Mi padre era un melómano tremendo: escuchaba desde música clásica hasta salsa. Tenía muchos discos de Pacho Galán, La Sonora Matancera, Lucho Bermúdez… Bueno, en fin, ¡no escuchaba solo rock y no odiaba la música del caribe!