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Música

¡Todos valen verga!: La historia de la banda más odiada del under quiteño

Nada Chucha fue una banda de punk podrida que le escupía en la cara a todos los rockeros de Quito.

Foto del primer concierto de N.CH. Cortesía de Daniel Pico.

(Con el propósito de una mejor comprensión del texto consiguiente cabe hacer una aclaración idiomática fundamental: la "chucha" ecuatoriana es homónima de la colombiana pero su significado no se le asemeja en nada. Por el contrario, es pariente cercana de la "concha" argentina o del "coño" español. Más claro, una palabra gruesa.)

La joyería "Reyes" es un local pequeño, revestido de madera color beige, alumbrada por unas luces de tungsteno opacas que le quitan todo lo cálido. Está enclavada en el pasillo de un centro comercial pequeño y desolado al norte de Quito, cerca de donde solía estar el aeropuerto. Ahí, sentado en una silla de oficina, casi oculto detrás de un escaparate de vidrio mediano, está Daniel Pico. Cabello corto, mandíbula cuadrada, mirada penetrante, semblante serio, trabaja como orfebre en el negocio familiar para tener con qué comer. Pasa desapercibido a primera vista, casi tanto como su local y como el centro comercial donde éste se encuentra. Si no fuera por la ilustración podrida que lo delata desde su camiseta negra (hecha por él mismo), sería casi imposible imaginarse que en otros tiempos fue vocalista de una de las bandas de culto más particulares del rock underground quiteño. Menos aún, que ahora se dedica a ser ilustrador, artesano y productor de noise para mantener la costumbre.

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Hoy en día, si se lo encuentra en público, habla con una delicadeza que parece contradictoria sobre ese pasado violento y vertiginoso. Evita usar groserías y baja la voz cuando menciona el nombre de su banda, de los temas que cantaba o de la ideología que promulgaba en su juventud punkera. Parece que prefiere no revivir los días en que fue vocalista de "N.CH" (Nada Chucha), que según él fue: "la banda más odiada". Hoy en día aparenta tener escondida toda la antipatía con la que se dedicó a escupirle a la sociedad durante aproximadamente seis años con su hermano Felipe tocando el bajo, Fabián "Yuco" Torres dándole a la batería y la aparición pasajera de otro guitarrista al que llamaban "Patán".

Despistado crónico confeso, Daniel empieza contando la historia de N.CH sin recordar el año en que se creó la banda. Según dice, "eso está anotado por ahí". A juzgar por un video que colgó en su canal de Youtube como registro de uno de los ensayos de N.CH en el 95, podría decirse que la majadería empezó a inicios de los años noventa, en algún punto entre el mandato de Rodrigo Borja y el de Sixto Durán Ballén.  "En esa época había una onda de hacer manifiestos políticos en contra de…no me acuerdo quién estaba gobernando, pero la cuestión era hacer manifiestos. Y nosotros pensábamos que no teníamos nada que ver con la política, nada que ver con los sentimientos ni los sentires de la gente de esa época; entonces comenzamos a trabajar por nuestro propio medio haciendo contra-manifiestos". He ahí el nombre.

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"Nada Chucha" cuadraba a la perfección como el reflejo de la esencia de un grupo de jóvenes totalmente apático y fastidiado por lo que pasaba a su alrededor. Un grupo de revoltosos que solo encontraba sentido para su accionar en insultar sin piedad. Ni siquiera se consideraban como una banda al inicio, sino como un grupo de contramanifiestos que repartía bosta gratis para todos.

Cuando se juntaron con la intención de musicalizar de alguna forma toda la mierda que le tiraban a todo el mundo, tuvieron que ahorrar durante meses para comprar una guitarra de medio uso. Después de conseguir el instrumento se dieron cuenta de que les hacía falta la amplificación. Dada su falta de experiencia y de recursos, juntada al sesgo mordaz con que la mojigata sociedad quiteña veía al rock en aquel entonces, no les quedó más que quemar unos cuantos parlantes a escondidas. "Desde el primer repaso empezamos a 'componer', aunque en realidad no era composición. Era decir '¡Todos valen verga!', ponerle un ritmo, guitarrearle y ya está". Política, emocional, musical o socialmente no había nada.

Vulgares Poesías de Odio y Destrucción. Primer Demo de N.CH.

N.CH. atacó los oídos de la gente al son de una cacofonía en la que las guitarras chirriaban sin consuelo, como si insultaran sin misericordia a un amplificador que pedía perdón. El bajo tenía el mismo tratamiento majadero con las frecuencias. Monótono, carrasposo, hiriente. La batería, típica del punk más aberrante, sonaba por sí sola en el fondo, como imponiendo el compás de la canción de mala gana, con el redoblante y el bombo discutiendo entre sí mientras los platillos hacían bulla por encima intentando opacarlos. Todos los instrumentos parecían estarse gritando y en esa lucha se pegaban como una nube zumbante a la voz de Daniel que no era gutural, ni carrasposa, ni histérica. Mientras decía que iba a cagarse en nuestras bocas o que le gustaban los mocos. Daniel Pico sonaba brutalmente tranquilo, modulándose solo a veces a tonos más altos para escupir la verborrea más inclemente del mundo, como si cantara las mañanitas para su mamá.

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Nunca cosecharon una fanaticada, pero tardaron muy poco tiempo en granjearse un montón de enemigos. Nadie se salvaba de los insultos de N.Ch, que muchas veces venían con nombre y apellido incluido. "Teníamos gente que nos quería linchar pero a nosotros nos importaba un…un pepino. Siempre éramos más provocativos". Entraron pateando al perro, subiéndose a las tarimas con "Todos me Valen Verga" como "single promocional", convirtiendo cada uno de sus toques roñosos en un campo de batalla donde el público les lanzaba torrentes de insultos, junto con basura. Desde el escenario ellos respondían lanzando más basura de vuelta o escupiendo a los espectadores. "Eso era pleno. Eso era lo que a mí me gustaba", dice Daniel con brillo en los ojos. "No sabría por qué. Me gustaba joder a la gente. Me gustaba que se cabreen y que se generara esa violencia" , ríe tímidamente luego de admitirlo . "Éramos la banda más odiada porque nuestra ideología era insultar a todos".

20 años más tarde se hace curioso pensar una que las personas a las que más decidieron insultar frontalmente con ese combo sonoro diarreico fue quien luego se encargó de catapultarlos.

Odio Furia y Rencor: N.CH.

Seguramente todo pasaba un poco antes de que Daniel y su pandilla escribieran contra-manifiestos. Mucho antes de que decidieran tocar. Hacia finales de los ochenta, en Quito aparecía un personaje que comenzó a construir su nombre en el mundo del rock, con cajas de pizza. José Luis Terán trabajaba como repartidor en una de las cadenas de pizza más antiguas en Ecuador, y se hizo famoso por recibir casetes y discos como pago por ellas. El Terán era conocido por todos los rockeros de Quito, menos por Daniel y Felipe. Los más ricachones y los más ñeros sabían de él, y de cómo darle casetes en canje por una caja. Incluso hay gente que recuerda haberlo visto llegar a un concierto en el Centro de Exposiciones Quito andando en su moto, abriéndose camino en medio una multitud que lo vitoreaba, como si fuese Moisés pasando en medio del Mar Rojo.

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Hacia los primeros años de los noventa, el Terán dejó de lado su motocicleta y pasó a trabajar en una joyería familiar (como Daniel). Desde ahí comenzó a construir un emporio del rock underground, grabando casetes piratas para el que lo pidiera y gestionando toques a diestra y siniestra. Según Daniel, era un verdadero emprendedor. Tenía facilidad para conseguir permisos en las sedes sociales de las empresas públicas o las juntas barriales, y con ello pudo dar cabida a que se dieran toques más grandes, convocando con insistencia a las bandas de música podrida que nadie quería oír como: Chancro Duro, Notoken, Ch.D., Descontrolados, RxAxTxAxS, NTN, que se la jugaban por componer en el lenguaje del hardcore, del black metal, del grindcore, del punk putrefacto, etc.

El Terán comenzó a convocarlos como a partir del 91 y desde su joyería originó una red explosiva de conciertos, mezclando todo tipo de géneros pesados. Para entonces, N.CH le había dedicado unos cuantos versos de su poesía, de frente y sin piedad, sin siquiera haberlo tratado. No querían tener nada que ver con él. No obstante, no estaban desvinculados de su círculo totalmente. Quito en aquel entonces era un pueblo chico en muchos sentidos, y su escena rockera era un infierno grande.

Daniel era amigo de Patricio Badillo, el baterista de Chancro Duro, grupo auto denominada como la "banda más morbosa de la capital", una de las agrupaciones de noisecore más importantes y antiguas del Ecuador. Parte de su fama se debe al montón de mitos sobre su cantante, Lenin Terán, quien es hermano de José Luis. Daniel estaba más cerca del Terán de lo que pensaba, y así fue convencido por Badillo para acercarse al él, porque según le argumentaba, era "buena nota". Según Daniel, no congeniaron al inicio. No obstante las ganas de tocar fueron minando la testarudez y así N.CH. terminó afiliándose al movimiento impulsado por el Terán.

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Las Afueras de El Sótano. Circa 96. Foto de Paco Salazar.

Daniel recuerda cómo junto con Fabián Torres, baterista de N.CH., ayudaron al Terán a instalar El Sótano, una tienda de música extrema y sala de ensayos en un lugar muy cercano a la joyería donde trabaja ahora. "Cuando yo le conocí al José Luis, él ni siquiera sabía lo que significaba 'Do It Yourself', pero lo hacía, que era lo más importante", dice con firmeza. Con el tiempo pasó de insultarlo, a convertirse en uno de sus amigos cercanos, a quién ayudó a montar la incubadora más importante del rock underground noventero de "La Carita de Dios".

Fue ahí donde N.CH. parió casi toda su discografía. El Sótano les permitió solidificarse como una banda y compartir el auge del movimiento junto con otros nombres seminales de la escena como Enemigo Público, Hijos de Quien o Mortal Decisión, que también llegaron a grabar sus demos ahí mientras arrasaban con los escenarios. A la par, faltó poco tiempo para que los toques en las sedes barriales se quedaran cortos, y fue por eso que el mismo Terán consiguió un galpón abandonado cerca de la zona más fiestera de Quito y lo convirtió en un hall de conciertos para dar cabida a las bandas y sus legiones crecientes de fans enardecidos. Nació el otro Sótano, recordado por Daniel y muchos otros como la única sala de conciertos decente que ha tenido Quito en muchísimo tiempo. N.CH., ahora metida en el meollo de ese aventón a la escena undergound, comenzaba a consolidar su nombre y a formar parte del imaginario de la gente.

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Ensayo de N.CH en El Sótano

Fortaleciéndose con el resto del undeground, N.CH. sacó sus demos hacia el final de los noventa. Vulgares Poesías de Odio y Destrucción en el 98, Pornoboros y Desde el Culo del Diablo en el 99 y Androgynus en el 2001, cerca de su disolución definitiva. Fueron todos cocinados en El Sótano, o gracias a su impulso. Su música comenzó a sonar con fuerza en una época llena de drogas, sexo y rock and roll.

Hay quien incluso los recuerda como "Los Sex Pistols del sur" por lo agresivos y marginales que siempre se mantuvieron, asociándolos con el contexto socio-económico del sur de Quito, que siempre fue la zona a la que pertenecían los estratos más bajos de la ciudad. Daniel ríe al escucharlo, porque nunca en su vida vivió en ese sector de la ciudad, ni siquiera está seguro de haber tocado allí.

No obstante, cual rebelde sin causa, Daniel mantuvo siempre una relación de amor-odio con el mundo del rock extremo. Incluso confiesa haberse excluido voluntariamente de él y de toda su gente durante algunos lapsos de tiempo indefinido porque decidía dejar de beber y se cansaba de la patanería desmedida. Si algo lo mantuvo unido constantemente, más allá de N.CH. incluso, fueron sus fanzines.

Primer Ejemplar de Zero Punk.

Antes de empezar con la música, cuando se dedicaba a hacer contra-manifiestos inspirados en sus ganas de joder, Daniel ya firmaba sus insultos como N.CH. y se dedicaba también a dibujar y escribir sus propios cómics que luego compiló en un fanzine llamado "Zero Punk". Una vez que empezó con la banda aprovechó para venderlo como pudiera durante los toques: "Salía a vender a los conciertos. Hacía unos diez ejemplares que fotocopia y vendía, creo que a diez mil sucres, que ahora deben ser como 50 centavos. Creo que me compraban por curiosidad. Lo que más le gustaba a la gente era el cómic".

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El Fanzine rodaba más que la música de N.CH. y se esparcía con facilidad por lo fácil que era producirlo y por lo provocativo de su contenido. Incluso gustó en España a donde alguna vez lo envió Daniel en medio de circunstancias que no recuerda bien. Afirma entre risas que la gente evitaba hablar de él por lo descarado y putrefacto que era. Sin pudor, sin tapujos, sin moral. Zero Punk se encontraba en los conciertos y en los pocos locales de discos y casetes que habían entonces. Dentro se podían leer los contra-manifiestos que originaron Nada Chucha y la tira que Daniel dibujaba, llamada "Ismael Logroño y AGRIPAC".

"Empecé a dibujarle primero al Ismael. Le puse en una aventura, como que entra a trabajar en un chongo (prostíbulo) y le mata a alguien ". Cuando los amigos de Daniel vieron el comic en el Fanzine se enamoraron del anti-héroe y le sugirieron que le pusiera un compañero. Así fue como nació AGRIPAC, inspirado en un disfraz mal hecho de la mascota de la empresa homónima, que Daniel encontró fotografiado en un calendario. "Era un disfraz horroroso. ¡No se parecía en nada! Entonces dije: '¡perfecto! Voy a dibujarle a este man!' y así entra en mi cómic". Juntos, como Batman y Robín, se convirtieron en los parias favoritos entre la gente del rock subterráneo, acompañando a la música desde su mundo fantástico lleno de prostitutas, vagabundos y drogadictos.

Ejemplar #6 de Zero Punk

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Daniel no puede negar que sí se rumbeó con gusto todo ese vórtice de rechazo y hostilidad, pero eventualmente le llegó la hora de crecer y con eso se aburrió incurablemente: "Ya luego empecé a pensar en lo que estaba haciendo. Empecé a madurar. Ya dije, 'ahí queda'. Tampoco me gustaron muchas cosas que empecé a ver (en el movimiento), cosas políticas y de tener conciencia. Y para mí eso no era. Para mí se trataba de una joda eterna. Pero no se puede vivir toda la vida jodiendo" . Seguramente se saturó de su lenguaje y encontró que su discurso, aberrante en exceso, ya no cabía en  lo que pasaba ahí dentro.

El 2002 fue el último año que vio salir algo de la música de N.CH, que para entonces ya había dejado de ser punk altanero y sonaba por el lado del noise-art. Androgynusse grabó dentro de este formato utilizando taladros, tarros de basura, una guitarra rota y demás implementos extraños en medio de los instrumentos. Así se cerró la época de N.CH, y cuando la banda desapareció del todo, se le abrió otra puerta a Daniel, por donde entró para dedicarse de lleno a ser productor de noise y organizador de festivales de ese género. Dejó de lado el punk subterráneo y se fue a hacer lo suyo, rebotando entre el ruido y el alcohol en una etapa más profunda y oscura de búsqueda existencialista, lejos de la joda. Su vida tomó un matiz diferente y más serio. En lo abstracto del noise fue donde encontró la forma de expandir sus ideas en grande, llegando incluso a ser gestor de festivales de gran calibre como el "Festival Ecuatoriano de Música Contemporánea".

Daniel Pico como artista conceptual en "Xpresarte"

El resto de miembros de N.CH. también tuvo que abrirse su propio camino. Felipe Pico (hermano de Daniel), el bajista, pudo seguir tocando en muchas otras bandas de rock como Brutal Massacre, Zidiz, Alcocholic Rites. De vez en cuando se une a Daniel para hacer noise juntos, bajo los nombres de "Transfiguration" e "Inferno". Fabián Torres, "Yuco", el baterista, se convirtió en distribuidor de música extrema en Quito, llegando a tener uno de los rubros más grandes dentro de esa rama según Daniel, bajo su sello: "Underground Music Shop". Ahora vive en Chile. "Patán", el guitarrista pasajero de N.CH. en su etapa más embrionaria, desapareció del radar. Lo último que supo Daniel es que se dedicó al surf durante un tiempo.

La escena de la música extrema y marginal a la que Daniel pertenecía despuntó por otro lado y se mantiene bullente a pesar del cambio de época. Ahora ajeno a todo lo que pasa dentro de ella, Daniel se dedica a convertir su página de Facebook en un portal de arte, a gestionar sus propios proyectos de noise y de ilustración, y a hacer joyas para el negocio de sus padres. Cuando le gana la nostalgia, se le da por regresar a las tablas, atendiendo al llamado de sus panas y de su pasado, solo por revivir un momento la furia y las ganas de joder con que escupió todos los temas que desencadenaron su vida artística durante los noventa.

Muchas de sus canciones ahora son himnos de culto dentro de ese movimiento. Han sido reversionados por bandas de grind como Arcada, Chancro Duro o GALE, incluidos en antologías y revisitados por miles de fans neófitos en el internet, que se perdieron las épocas en que sus conciertos eran batallas de basura y gargajo. Daniel mira todo eso con cariño, pero prefiere divertirse con ello solamente por un rato. Ya se cansó de mandar a todos a la mierda y ahora prefiere tirarles ruido. Su legado sigue palpitando en el mundo del underground pero para él esos son recuerdos nada más. Para él ya no queda nada, chucha.

GALE. Cover de "Todos me Valen Verga" en vivo desde El Aguijón, ft. Daniel Pico