Sobrevivimos a la primera versión del Baum Festival
Fotos por André Piaf

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Música

Sobrevivimos a la primera versión del Baum Festival

Con más de 6000 asistentes, el evento de este fin de semana fue un fiel testimonio de que la escena electrónica en Bogotá está más viva que nunca.

Baum, el club technero por excelencia de la ciudad, se lanzó a hacer un experimento, y funcionó de puta madre. Este sitio que renació de las cenizas del chirriadero que era Casa 33 y que está ubicado al lado del barrio La Perseverancia, ya lleva abierto un par de años, encargándose de posicionar la escena techno a toda costa, de traer a algunos de los mejores DJ's del mundo a nuestra ciudad, y finalmente de moldear esta cultura actual de fiesta imparable de jueves, viernes, sábado y a veces hasta domingo, cada semana. Este año, Baum decidió confiar en su fiel público, que a veces parecen legión, y lanzarse al ruedo con su primer festival de música electrónica, nada más. Incluso después de publicar el line up, que incluía nombres enormes de total culto como Dubfire, Danny Tenaglia y Paul Ritch, la duda todavía estaba en algunos de nosotros: ¿será que Bogotá sí iba a responder a un festival de ese talante?

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La espera por el festival empezó, acrecentándose en marzo con el lanzamiento del line up, y terminó finalmente el sábado pasado en Multiparque, al norte de Bogotá, en una maratónica sesión de casi 20 horas de zapateo duro contra el pasto, las piedras y la tierra, donde DJ's internacionales y nacionales de vieja y nueva guardia, conocidos y no tan conocidos, se montaron encima de los tres escenarios dispuestos a no dejarnos sentar ni un segundo, a pesar de que nuestros pies a ratos lo imploraban.

El clima no se levantó el sábado con muchas ganas de festival. Unas nubes desdibujadas al norte de la ciudad amenazaban con un aguacero que al final nunca sucedió, más allá de unas cuantas gotas que pasaron desapercibidas. A pesar del semblante del cielo, desde el mediodía se empezaron a ver pequeños grupos desperdigados por entre los almacenes del clásico parque familiar, como extraviados entre lo cotidiano de los niños corriendo, los karts y las mamás saliendo del almacén de Muebles y Accesorios. Pelos alisados, abrigos de pelo, plataformas, mucho negro, mucho plateado, y esos benditos septums en la nariz que ahora todas tienen colgados abundaban en la entrada. Había de todo: tipos de cuarenta y tantos con el pelo entrado en gris, veteranos de batallas de Gótica y Cinema, los semiproclamados ravers de 19 años con tank tops y gafa oscura, y gringos, muchos gringos bailando como orates. Todos atendieron al llamado para no perderse este primer experimento.

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Los asistentes podemos coincidir en que el techno fue el sonido base, la columna vertebral del festival. Fue como si hubieran trasladado una noche de las que se viven en Baum a la salida de la ciudad y la hubieran puesto en combo agrandado: más gente, más escenarios, más luces, más DJ's, más música. Baum sacó todos los fierros con un sonido retumbante pero limpio, que pocas veces se confundía entre las carpas. Un montaje de escenarios esmerado, con una apariencia sobria y una producción perfecta; visuales simples pero impactantes en la mayoría de los sets. Pastico para parchar. En fin. Cada detalle se llevó cuidadosamente, desde la entrada hasta la salida, evitando algún tipo de mal rato entre los presentes, más allá del frío y del cansancio.

"El primer artista es igual de importante al último", fue la invitación del festival para que todos llegáramos temprano, y tenían razón, porque la escena nacional está que echa llamas. La tarde empezó con buenos sonidos nacionales: la cabeza de Dropkick Records, Minor Dott, con uno de esos sets llenos de techno aniquilador que solo se sabe mandar él, los MNKYBSNSS con su electro tan bonito, medio groovy y medio wavy, Julio Victoria, residente de Billares Londres y quien acabó de hacer un lanzamiento con el sello de culto Get Physical, pasando por el siempre fino Memek, el residente de Baum, Cayetano, y los paisas de Jose M y Tacoman. Todos los locales se encargaron de demostrar con sus sets, que la escena electrónica nacional está enorme, diversa y buenísima, y no solo eso, sino que la respuesta del público hacia ellos es cada vez más entusiasta.

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Eso alegró la tarde.

Lo último de Julio Victoria con Get Physical.

Entre temas propios, remixes recién sacados del horno y temas clásicos de techno y house bien puestos, a los escenarios Budweiser (el principal), Jardín (el mediano) y el exclusivo Chill Out (el chiquito) les iba cayendo la noche, y con ella, tumultos cada vez más grandes de gente. De repente los espacios que conectaban los escenarios, los sitios de comidas, los baños y la carpa de Budweiser se atiborraron de gente yendo de un lado a otro, gente que esperaba a otra gente, gente parchando, gente bailando, gente y más gente pasándola muy bien.

Las siete de la noche marcó el comienzo de la primera tanda de DJ's internacionales. Ya la carga se iba poniendo más pesada.

Primero comenzaron los alemanes de Robosonic en el escenario Jardín, que a pesar de lo temprano ya estaba a reventar (un escenario, por demás, precioso, una carpa blanca sostenida por gigantes de guadua sobre una grama verde). Con remixes houseros que pusieron a bailar a todo el mundo así fuera apretadito, el set de Robosonic fue melódico, fácil de digerir, fácil de bailar, fácil de disfrutar. Los teutones dejaron el escenario caliente y listo para lo que seguía.

Este remix puso a bailar a todo el mundo en el escenario Jardín, durante el set de Robosonic.

Luego de ellos actuaba Re.You, en el Budweiser. Del mismo país pero más technero, el acto se encargaba de combatir el frío que poco a poco se iba metiendo por debajo de las chaquetas y los vestiditos de los y las presentes. Con beats acabados de manera más oscura, y un sonido más minimal, este consentido del sello Mobilee Records nos calentó. Algo que iba a ser una constante durante una noche fría al lado de los cerros.

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Robosonic.

El público había recibido apenas el aperitivo. En el mismo escenario, que tronaba con un poderoso sound system que golpeaba a miles con su sonido,seguía una de las grandes, Anja Schneider, la creadora de Mobilee Records. Su set, en su mayoría technero y lleno de picos y valles, supo cómo conducirnos el baile, que era forzado y sincronizado debido a la llenura; momentos de remanso y momentos de estalle puro, en los cuales Anja sonreía, feliz de vernos bailar y saltar. Un sonido que sonaba a mezcla de Pan Pot, Ellen Allien e incluso una pizca de Stephan Bodzin a ratos, que funcionó para animar y apaciguar durante todo el set.

Anja Schneider.

Al tiempo, en el escenario Jardín, al que tampoco le cabía un tinto, Watergate se subía a representar. El club y sello berlinés que con los años se ha vuelto institución, empezó botando sus cartas en el festival con Matthias Meyer y un set inquieto, melódico, con texturas variadas, más notorias que lo que habíamos notado hasta ahora. Y no era para menos, pues tenía que representar ese sonido lírico, característico de su casa. Una hora y media de sonidos profundos, casi introspectivos. Una línea llena de detalles medio tribaloides y de percusiones típicas de esa ola de techno y deephouse alemán que se antoja tan fresco, tan natural. Uno de los sets más íntimos de la noche, sin duda alguna. Luego llegó la segunda carta, Ruede Hagelstein, otro residente del club, casi igual de profundo, pero más ópaco, más melancólico, más vocal. De 8:30 a 11:30, tres horas bastaron para que ambos DJ's dejaran el nombre de Watergate en la cima y su signito W desperdigado por doquier. Las ovaciones para ambos fueron desmedidas, y es que no era para menos, ambos sets fueron un sosiego musical para una noche tan intensa.

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Matthias Meyer.

Luego de Hagelstein nadie se evadió de la carpa, pues empezaba Claptone. A pesar de haberse presentado varias veces en nuestro país, el hombre siempre llena. Con su característica máscara dorada, imitada por muchos en el público, Claptone se botó un set para recordarnos el lado romanticón, elegante, suavecito y bonito de la música electrónica. Con clásicos como "Another Night" y "No Eyes" (con la que cerró), nos hizo bailar, no al ritmo frenético con el que bailaríamos después, sino con ojito cerrado, con movimientos mansos, "parchado", como dirían… Sorprendió la súbita entrada de "Block Rockin' Beats", clasicazo de los Chemical Brothers.

Para muchos, el set favorito de la noche.

Claptone.

Mientras Scuba en su primera vez en Colombia hacía retumbar el piso de la carpa Budweiser con un set agresivo, profundo y contundente que se debatió entre lo dark, lo emocional y lo deep, Darren Emerson, la tercera pieza de lo que fue el Underworld delDubnobasswithmyheadman se presentaba pasada la media noche ante mucho menos público, con un set que desde el inicio dejó boquiabierto a todo el mundo. Este DJ, que aprendió a mezclar desde los 14 años, es la demostración de que con la música los años no son sinónimo de vejez sino de experticia. Con una destreza que solo se la pudo haber dado el tiempo, Emerson fundió canción con canción, desde acid techno hasta house, pasando por clásicos noventeros hasta canciones muy actuales. Nada de "Born Slippy", como muchos estaban esperando…

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Las voces de este himno ochentero sonaron en medio del set de Darren Emerson: this generation, rules the nation!

Con el final de los sets de Scuba y de Darren Emerson, nos encontrábamos más cerca del final que del comienzo. Con cerca de siete mil personas, el festival ya llevaba más de la mitad de su curso, pero se acercaban los actos más esperados: Danny Tenaglia, Paul Ritch, Dave Seaman y Dubfire.

Darren Emerson.

A las 2:45 de la mañana, una hora en la que normalmente la fiesta en muchos lugares de Bogotá ya está muriendo, en el caso del Baum Festival era la hora en la que lo bueno estaba por comenzar.

Dave Seaman, uno de los clásicos de la aún más clásica serie trancera Global Undergound, empezó su set en la carpa Jardín, con una habilidad sobrecogedora para mezclar varios géneros, siempre con una pizquita muy leve de acid house. Casi a la misma hora empezaba Dubfire, una de las razones (o la única razón) por la que muchos compraron su boleta. Para cuando empezó el show del ex integrante de Deep Dish, al escenario Budweiser no le cabía un alma. Pegados todos hombro con hombro, con el humo del cigarrillo encima de nuestras cabezas, esperábamos impacientes a que saliera el DJ al que íbamos a ver a medias debido a esas membranas de plástico, que hacen parte de su live act actual, el famoso Hybrid. Se encendieron las luces y empezó un sonido profundo, orgánico, químico. Puro suspenso. Era como si miles de personas estuviéramos en periodo de gestación dentro de un vientre gigante esperando a ser paridas. El loop continuaba y continuaba, y muchos, después de veinte minutos, se estaban desesperando.

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Dubfire.

Duramos media hora confundidos, mirando hacia todos lados, preguntándonos si la larga espera era también parte del show. Y sí. A más suspenso mayor la sorpresa que se trajo. En efecto, esa noche vimos uno de los shows más descrestantes de la música electrónica actual, algo que, hasta ahora, no había tenido lugar en el país. Ya se ha dicho bastante acerca de este show, que surge de una idea original de Dubfire de retratar el conflicto entre hombre y máquina a través de un performance futurista. Pero nunca se va a entender realmente el significado de este ambicioso proyecto hasta no verlo, presenciarlo, sentirlo. Por donde se le mire, el Hybrid es un live act integral. Sonido, visuales y hasta elementos que semejaban volúmenes 3D (debido a los telones mapeados tras los cuales tocaba el DJ) se integraban y se complementaban de manera tal que funcionan como uno solo.

El híbrido.

En todas partes veíamos el híbrido creciendo, un ente que aparecía en los visuales bailando al ritmo de la música, en los mappings que parecían moverse a cada parpadeo, y en el mismo Dubfire, que a la final fue el cerebro de todos estos elementos. Cada cerrada de ojo era perderse un detalle de todo lo que estaba sucediendo en el escenario, la gestación, el trabajo de parto y nacimiento de un concepto. Dicen que un show del Hybrid nunca es igual a otro. Por esa noche, los miles de asistentes que estuvimos, tuvimos el privilegio de presenciar no solo el genio artístico de un DJ como pocos, sino el pedazo de un proyecto que nunca jamás se va a repetir.

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Con esta canción Ali Shirazinia, mejor conocido como Dubfire, abrió su set.

El cierre fue, no con uno, sino con dos broches de oro clásicos: Danny Tenaglia y Paul Ritch, dos DJ's vieja guardia del house y el techno. El primero de Nueva York, el segundo francés. El primero más old school que el segundo, el segundo con un sonido más penetrante que el primero. El primero con permisos para la calma y el baile cadente, suave a ratos. El segundo con un toque minimal que de calmado no tiene nada, permitiéndonos nada más que un baile frenético, poseído, de puños y patadas contra el suelo.

Un remix de esta canción hizo parte del set de Danny Tenaglia.

Así nos cogió la mañana del domingo, bailando, dejando los últimos pedazos de nuestro cuerpo y nuestra alma en la pista, la cual había sido reemplazada por tierra esta vez. Esta se levantaba, y a su vez la luz aparecía, iluminando el polvo alrededor de nosotros y los cerros de Bogotá a nuestro costado. Era el final, casi las siete de la mañana. Contra todo pronóstico habíamos sobrevivido. Los que no dábamos más, llegamos como pudimos a nuestras casas, a tratar de procesar lo que acabábamos de vivir.

El cierre de Paul Ritch, en el escenario Budweiser.

Porque, sí… Lo que vivimos en el Baum fue un statement de que la música electrónica se tomó en forma nuestra ciudad. Algo que no pasó de la noche a la mañana. Para que esta jugada haya tenido el éxito que tuvo, tuvieron que pasar años y hasta décadas, hasta que este sonido fuera protagonista de un festival con todas las de la ley. Hace algunos años nadie hubiera pensado en hacer un festival technero y de esta altura, pero las cosas han cambiado, y han cambiado bastante.

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Danny Tenaglia.

A los organizadores la jugada les salió perfecta, le pegaron al perro en el momento exacto y de la manera exacta. Una asistencia de la que no se pueden quejar para nada, teniendo en cuenta que fue su primera vez. Un sonido que pegaba como era. Un line up repleto de DJ's que hace años hubiera sido impensable traer en conjunto. Un lugar envidiable. Pero sobre todo, una respuesta explosiva de puro éxtasis por parte del público. No hemos ni terminado de asimilar esta maratón absoluta y ni siquiera nos han dejado de doler los pies, y ya queremos que sea 2016.

Nathalia quiere seguir batallando en festivales. Síguela en Twitter.