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¿Qué piensan los expertos sobre el Nobel de literatura de Bob Dylan?

Los tiempos están cambiando. No hay duda.

Imagen vía Flickr con licencia de Creative Commons.

Hoy en la mañana se dio a conocer al ganador del premio Nobel de Literatura de 2016: el destinatario es Robert Allen Zimmerman, más conocido en todo el mundo como Bob Dylan. Eso quiere decir, sin más, que ahora Dylan está en el mismo lugar histórico que William Faulkner, Jean-Paul Sartre o Gabriel García Márquez: el Olimpo de los dioses de la literatura.

Algunos festejaron esta decisión, compartieron las canciones del cantautor de folk estadounidense y pusieron frases como " The times they are a-changin'" en sus redes sociales. Otros, un poco menos alegres con la noticia, criticaron el premio y a los organizadores, afirmando que muchos otros autores merecían el reconocimiento antes de dárselo al compositor de Duluth, Minnesota. Ejemplos sobran en las listas de opcionados: los estadounidense Philip Roth ( Portnoy's Complaint) o Joyce Carol Oates (Black Water), o el japonés Haruki Murakami (1Q84).

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Pero la realidad del asunto de los premios Nobel de literatura es que, en efecto, los tiempos están cambiando: los últimos años la Academia Sueca de la Lengua se ha destacado por dar el premio a formas no convencionales de literatura (o al menos distintas a lo que estábamos acostumbrados): en 2013 Alice Munro ––una obra compuesta casi en su totalidad de pequeñas historias––, el año pasado Svetlana Alexievich ––un libro de ella, Voces de Chernobyl, es una compilación de un testimonio tras otro–– y este año Dylan lo ganó, según la Academia, porque sus composiciones creaban "nuevas expresiones poéticas".

No obstante, para la escritora colombiana Piedad Bonnett (Lo que no tiene nombre), Dylan no es un gran poeta. En una entrevista con RCN radio la autora no demoró en decir que, aunque tenía toda su obra y un libro con todas sus letras, Dylan ––como mucho–– tenía "momentos poéticos", pero sentía que había poetas vivos que merecían mucho más el galardón, tales como Anne Carson o el poeta sirio Adonis.


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Las opiniones son variadas, y no todas se centran exclusivamente en la habilidad poética del cantautor, sino en cómo trasciende el círculo puramente literario. Cómo, en efecto ––y como dijo el escritor Salman Rushdie–– el reconocimiento a Dylan ampliaba las fronteras de la literatura. De acuerdo con Liliana Ramírez, profesora de la Universidad Javeriana, el premio es "un reconocimiento a esos espacios heterogéneos e híbridos que han roto desde hace mucho tiempo las fronteras entre lo popular y lo canónico […]. Es un reconocimiento que desde hace tiempos se le debía".

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Es pertinente hablar de espacios híbridos y heterogéneos cuando se trata de Dylan, que aunque empezó como un simple cantante de música protesta, con una guitarra acústica y una armónica, redefinió lo que significa la música folk en todo el mundo. Como dijo, de nuevo, Rushdie, "es el heredero de una tradición barda". Para unos el juglar por excelencia del siglo XX.

Sin embargo, para el bogotano Juan Álvarez, autor de la novela C.M. no record, la cuestión es un poco más compleja y tiene que ver con políticas internacionales, tal como se lo dijo a VICE Colombia: "Con Dylan tiene que ver el hecho de que pertenece a eso que llaman 'la tradición de la canción popular americana'; eso es lo que están premiando, si fuera canadiense o irlandés no le estarían dando el Nobel, lo que abre una enorme paradoja: parece un premio 'progresista' por el ensanchamiento de lo que podemos entender como literatura, pero en el fondo es terriblemente conservador: premian una expresión cultural tutelar porque premian una lengua y una tradición musical tutelar".


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Héctor Abad Faciolince (El olvido que seremos) también cuestionó la decisión de la Academia Sueca con un trino que sugiere algo similar a la tesis de Álvarez: "Como no pudieron ponerse de acuerdo con un escritor, escogieron a un cantante. Y ni siquiera era Leonard Cohen", que es, precisamente, un cantautor canadiense.

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El autor paisa también le dijo a VICE Colombia que agradece que el premio no se lo haya ganado Britney Spears y que, aunque disfrutaba mucho de Bob Dylan en su juventud, ahora le aburre. Para él, "hay letras muy buenas, y poéticas, pero sin el auxilio de la música creo que no resisten tanto la lectura. Al menos no hasta el nivel que es capaz de alcanzar un gran poeta". Su conclusión sobre el tema fue que "los cantantes y músicos famosos ya tienen mucho dinero y muchos premios. Para los libros no creo que sea una buena noticia".Algunas otras reacciones negativas incluyeron las del escritor francés Pierre Assouline, o el escocés Irvine Welsh.

I'm a Dylan fan, but this is an ill conceived nostalgia award wrenched from the rancid prostates of senile, gibbering hippies.
— Irvine Welsh (@IrvineWelsh) October 13, 2016

"Soy fan de Dylan, pero este premio es una nostalgia desubicada salida de las próstatas rancias de un grupo de hippies seniles". — Irvine Welsh.

Hay algo claro en todo esto, consideraciones literarias aparte: desde la canción, Dylan fue la voz de una generación, así como un actor determinante en el movimiento de contracultura estadounidense ––movimiento que influenciaron autores literarios canónicos como Jack Kerouac o Allen Ginsberg––, que luego permeó a todo el mundo con eventos como la Primavera de Praga o Mayo del 68.

Es cierto también que canciones como Like a Rolling Stone o Blowin in the Wind van más allá de las listas de Billboard o la popularidad radial y que, en muchas ocasiones, el mensaje ha sido más fuerte que el medio; la letra ha sido más poderosa que la melodía. No por nada en el mundo de la música se bromea al decir que Dylan es el mejor compositor y el peor cantante. No por nada Jimi Hendrix y Guns n' Roses lo versionaron. Y no por nada el crítico literario Christopher Ricks lo comparó con figuras como T.S. Eliot o John Keats.

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En todo el mundo los músicos y compositores han sido íconos culturales: Serrat o Sabina, en Latinoamérica, Leonard Cohen en Canadá, David Bowie en Inglaterra y, por supuesto, Bob Dylan en Estados Unidos. En una publicación de Facebook, Carolina Sanín (Los niños), escritora y profesora de literatura de la Universidad de los Andes, escribió lo siguiente, a propósito de cómo la música se mezcla indefectiblemente con el ejercicio literario: "Y qué bien que se recuerde que las canciones son literatura (y la mejor literatura), y qué maravilla que se premie a un artista popular, y qué justo que en este momento oscuro de EE. UU. se recuerde lo grande que tiene EE. UU., y qué bonito que en este año, en que se han muerto tantos grandes músicos, se honre a uno de los sobrevivientes. Gracias, gracias, gracias, Bob Dylan".

Frente a esto, el novelista escocés Andrew O'Hagan escribió algo similar: "el premio a Bob Dylan es un gran espaldarazo para los creyentes de una compasión imparcial, del compañerismo, y del civismo, que [además] llega en el momento perfecto para combatir a la nación egocéntrica, intolerante, ambiciosa, misógina y rencorosa de Trump".

Álvarez concuerda con lo del "momento oscuro" que atraviesan los Estados Unidos, pero aborda el reconocimiento de Dylan desde una perspectiva menos emotiva que la de Sanín: "premian esta [tradición de canción popular] porque pertenece a los Estados Unidos, y porque en la actual situación política en que ese país se encuentra, a la cultura popular americana 'progresista' —o seudo progresista— no le viene mal la reafirmación que otorga un premio de estos". El escritor, además, se pregunta si alguna tradición diferente a la estadounidense podría recibir este premio. Aclaró, sin embargo, que la respuesta, aparte de ser intuitiva era inmediata: no.

Sin duda, la reacción popular, por encima de estar o no de acuerdo, es la de la sorpresa. ¿Es Dylan lo suficientemente poético o literario como para ganar un Nobel? Tal vez la clave está en pensar en Bob Dylan no como poeta, sino como algo diferente a todos los otros ganadores del Nobel de literatura. Al fin y al cabo lo es. A pesar de llamarlo "un gran poeta en la tradición de la lengua inglesa", como lo hizo Sara Danius, secretaria permanente de la Academia Sueca, de pronto deberíamos abrir nuevos espacios y categorías para dar cuenta de estos fenómenos que están empezando a pasar y que, seguramente, seguirán pasando.

Los tiempos están cambiando. No hay duda.