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elecciones 2018

No, no estamos preparados para las elecciones de este año

Los políticos colombianos ya saben cómo moverse en tiempos de marea alta. ¿Y nosotros?
Montaje: VICE Colombia

Para entender la feroz campaña electoral que se nos viene encima, basta con remitirnos al pasado inmediato y tomar nota de forma atenta: pensar sobre ello haciendo pausas, entender con paciencia en qué fue lo que nos equivocamos. Y cuándo. Y por qué.

Así no lo parezca, los hilos de las elecciones de este año empezaron a tensarse de manera autónoma la noche del 2 de octubre de 2016, cuando conocimos los resultados del plebiscito.

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Acá en Bogotá, en el Salón Rojo del Hotel Tequendama, en el momento en que un silencio sepulcral llenó los espacios que antes ocupaban los vitoreos de la campaña por el Sí. Pero también en la periferia: en Medellín, donde ganó el No; en la Costa Atlántica, cuando a un pastor cristiano se le ocurrió celebrar el triunfo que tuvo sobre quienes habían osado “burlarse de Dios”; en Bojayá y en el Urabá antioqueño, esas poblaciones azotadas por el conflicto que durante meses perdieron la hoy recuperada esperanza de vivir sin la pólvora diaria del choque de fusiles ni la estela de sangre consecuente.

Ese día todo cambió.

Lo entendimos más bien tarde: solo hasta sentir los primeros coletazos del triunfo del No en el plebiscito. Nos dimos cuenta de que los promotores de la campaña del No habían mentido para promover su causa. Entendimos de la peor forma que las encuestas eran una herramienta estadística desconfiable. Leímos en la prensa que las empresas dueñas de las redes sociales admitieron que su matemática interna nos mostraba a los usuarios solamente lo que nos gustaba leer, como en un juego de espejos. Presenciamos cómo la información se leía más en ‘memes’ multiplicados de celular en celular que en los medios de comunicación prestigiosos y, supuestamente, influyentes de este país.

¿De todo aquello sacamos al menos un insumo? Los políticos muy probablemente sí lo hicieron. Ellos a fin de cuentas tienen equipos enteros de gente que les susurra al oído la mejor manera de moverse cuando hay marea alta. ¿Pero nosotros? ¿Sabemos usar alguna herramienta que nos dejó la experiencia vivida?

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Yo creo que no. Quiero decir: me parece que, sin darnos cuenta de la gravedad que implica, todos nosotros andamos repitiendo el mismo libreto de hace un año. El refrán en este caso aplica al revés: así conozcamos la historia, parecemos condenados a repetirla.

No sé si, por ejemplo, los medios de comunicación —como para empezar por casa— tengan pensado un cubrimiento distinto de la campaña de 2018. O al menos quieran entender los nuevos canales por los que la gente habla. No sé si en las salas de redacción esté teniendo lugar una reflexión sobre cómo ganarles la carrera a los informales de la comunicación, que ya deben estar armados hasta los dientes con cadenas de Whatsapp y bases de datos privadas (hay una raíz para combatir esto en el proyecto que lidera Camila Zuluaga llamado ‘No como cuento’, o en iniciativas como el Detector de Whatsapp, de La Silla Vacía, pero, por supuesto, falta más y el tiempo vuela).

No sé, tampoco, si los ciudadanos estén haciendo todo lo posible por desentrañar la mejor opción, al menos la que les beneficie en medio del barullo que los candidatos ocasionan a diario. Desconozco si buscan con paciencia dentro del ruido ensordecedor. A mí se me antoja que no. Que no lo hacen y que, en últimas, no les interesa, muy a pesar de la fragilidad que todo este momento conlleva.

Porque creo que, aunque un proceso electoral es importante siempre, este es un momento sin duda decisorio: la oportunidad perfecta de crear un país con consideraciones distintas, con la frescura de lo nuevo, en un ambiente favorable. Después de las Farc o, mejor, gracias a su desmovilización, le pusimos el ojo a la corrupción, por ejemplo, un solo punto en toda la agenda nacional que nos debería impulsar a hacer más en 2018: a denunciar, a combatir, a crear formas de visibilizar. En últimas, a no elegir a unos. A castigar con el voto. A votar mejor.

Aunque ya nos va cogiendo la noche, creo que es hora de, por fin, meterle la energía que tenemos a este proceso. Afinar la capacidad —el poder como ciudadanos— de sopesar, de pensar mejor, de pensar más, de cuestionar, de leer con juicio, de proponer. A veces todo esto suena muy etéreo, como a categorías de un libro de autoayuda, pero no hay por lo pronto una mejor forma de enunciarlo.

No repitamos la historia. No puede ser que nos condenemos, pudiendo evitarlo, a más de lo mismo. Es imposible seguir pensando así. Ojalá la suerte no está echada todavía.


Andrés Páramo está en Twitter acá.