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Salud

¿La depresión podría ser simplemente una reacción alérgica?

Nuevas investigaciones sugieren que la depresión puede ser una reacción a la inflamación. Si cambiamos el dolor de la mente por el del cuerpo, ¿disminuirá el estigma que rodea la enfermedad mental?
An MRI scan of the brain. Image via Helmut Januschka

Una imagen por resonancia magnética del cerebro. Imagen vía Helmut Januschka.

Afortunadamente nuestra comprensión y conciencia sobre la depresión ha evolucionado más allá de la antigua respuesta de "solo relájate". Muchos sabemos ahora que es una condición multifacética, cambiante y a menudo debilitante que trasciende raza, sexo y credo. Pero aún ignoramos por qué algunos se deprimen y otros no.

Sabemos que las personas pueden estar predispuestas genéticamente a la depresión y a los desordenes de ansiedad. También sabemos que algunos eventos específicos pueden disparar un episodio depresivo en aquellas personas que han sido saludables mentalmente. Pero hasta ahora no hemos sido capaces de identificar un catalizador único y definitivo. Sin embargo, una nueva investigación sugiere que, para algunas personas, la depresión podría ser causada por algo tan simple como una reacción alérgica, una reacción a la inflamación. Un producto del cuerpo y no de la mente.

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George Slavich, un psicólogo clínico de la Universidad de California en Los Ángeles, hace parte del creciente número de científicos que creen que necesitamos observar nuestra fisiología para entender mejor la depresión, que quizá no esté del todo en la cabeza. "Incluso ya no hablo de esta como una condición psiquiátrica", le dijo Slavich a The Guardian. "Incluye psicología, pero también biología y salud física por partes iguales".

La tesis es simple: todo el mundo se siente como una mierda cuando está enfermo. Ese tedio que sentimos cuando estamos mal –apatía, falta de entusiasmo, problemas de sueño, llanto– aparentemente es conocido entre los psicólogos como "conducta de enfermedad". Nuestros cuerpos son bastante inteligentes, se comportan de esta manera para que nos detengamos, permanezcamos inmóviles y dejemos que nuestro sistema luche contra cualquier infección o virus que nos tenga tirados en el sofá clamando por un energizante.

Esta clase de respuestas emocionales también son típicas de la depresión, así que los científicos se están preguntando: si la gente enferma se siente y actúa como los depresivos, ¿podría haber un vínculo?

Sí, básicamente. Todo se trata de la inflamación, esa brillante sirena roja que tenemos en nuestro sistema inmune que le permite saber al cuerpo que algo no anda bien y necesita ser reparado. Unas proteínas llamadas citoquinas causan la inflamación y activan el interruptor de "enfermedad" en el cerebro, es decir, el que nos pone tristes y aquietados. Las citoquinas se disparan durante los episodios depresivos y, en las personas con trastorno bipolar, se interrumpe su remisión. El hecho de que la gente "normal" y saludable se vuelva temporalmente ansiosa o depresiva después de recibir una vacuna inflamatoria –como la tifoidea– le da mayor credibilidad a la teoría. Incluso hay quienes piensan que deberíamos reclasificar la depresión como una enfermedad infecciosa.

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Para alguien que ha experimentado dos grandes episodios de depresión vinculados a enfermedad, cirugías y una dolorosa recuperación, esto tiene mucho sentido. Cuando me estaba recuperando de una operación intestinal hace dos años, mi malestar fisiológico y mental se convirtió en uno solo: el dolor en mis puntos de sutura tenía el mismo tono que el grito silencioso y neblinoso de la nada y el vértigo en mi cabeza.

Con el tiempo, estar físicamente incapacitado de hacer cualquier cosa, dio lugar a una incapacidad casi total para funcionar mentalmente y no hacer nada más que ver Friends y mascar galleticas. Mis pensamientos se estancaron en un limbo de "nunca saldrás de esta", y "no es solo tu cuerpo el que está jodido, sino tu mente"; y me tomó una intensa terapia cognitivo conductual acompañada de antidepresivos para salir de allí. Cuando las cosas estallan, el miedo se cuela, un recordatorio de que cuando estoy enfermo tengo una pelea por lado y lado en mis manos.

Por un lado, la teoría que vincula la enfermedad física con la depresión es alentadora. Carmine Pariante, una psiquiatra de Kings College quien es citada en el artículo de The Guardian, dice que estamos a unos cinco o diez años de un test sanguíneo que pueda medir los niveles de inflamación en las personas depresivas. Si Pariante y la teoría de la inflamación-depresión están en lo correcto, podríamos estar a unos cinco años de encontrar una "cura" adecuada a la depresión.

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Pero si la teoría gana más peso, es posible que pueda traer consecuencias negativas. Como apunta Nick Haslam, profesor de psicología en la Universidad de Melbourne, sería un error pensar que una mayor comprensión de la enfermedad mental conduciría automáticamente a un "progreso social". Pensar que un enfermo mental tiene un defecto físico arraigado "nos puede llevar a verlo como impredecible, incurable y categóricamente diferente del resto de nosotros". Así que si cambiamos el dolor de la mente por el del cuerpo, ¿disminuirá el estigma que rodea la enfermedad mental? Quizás. Esperemos que así sea.

Pero aunque haya una mayor conciencia de que la depresión es el resultado de un "desequilibrio químico" en el cerebro –es decir, un problema físico–, los estudios han sugerido que no hay una reducción significativa en el estigma que rodea a los enfermos mentales.

Y el estigma es importante, sobre todo porque ha ayudado a crear un sistema de salud mental. Las historias que hablan de que hoy, más que nunca, hay niños hospitalizados por autolesionarse, y la comprensión de que nuestros médicos de cabecera aún funcionan bajo un sistema anticuado para identificar la anorexia en los chicos, pueden hacernos sentir que estamos atascados en la Edad Media. Nuestro lenguaje general sobre la salud mental no es del todo correcto, basta considerar la frase "ataque de nervios", un par de palabras demasiado sensacionalistas y reductivas como para describir un trastorno complejo cuyos síntomas pueden incluir insomnio, ansiedad rígida, pánico, malestar intestinal intenso, pérdida de peso y de la libido y temblores corporales.

Aunque hayan muchas otras causas fisiológicas para la inflamación que soporten la teoría –por ejemplo la obesidad (exceso de grasa corporal, especialmente alrededor del abdomen, que alberga grandes cantidades de citoquinas)–, sería ingenuo sugerir que todas las depresiones son un efecto de las enfermedades físicas. Para muchos de nosotros, la vida diaria es prácticamente una trampa explosiva de desesperación; se podría decir que estamos crónicamente inflamados todo el tiempo. Por lo menos esta nueva investigación de personas como Slavich podría abrir la discusión y revelar la complejidad de las enfermedades mentales. La compresión de que básicamente todos podemos estar mentalmente enfermos no hace que las personas sean más simpáticas ante las enfermedades mentales, pero ¿acaso hay algo que lo haga?

@eleanormorgan