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Cultură

Los secretos del levanta cola

Muchos dirán (y con una buena dosis de razón) que el jean sinbol es simplemente un producto más del machismo y el chovinismo de los colombianos, pero la verdad es que su éxito resume la evolución de la moda y la confección nacional de los últimos años.

Meses atrás un amigo mexicano me mandó una foto de un mercado popular en Ciudad de México donde se vendía “jeans levanta cola colombianos”, y me preguntaba si esto se conocía en Colombia. Le contesté que sí y que sin duda eran un fenómeno popular en el país, y que ya había cruzado las fronteras.

¿Qué es un jean levanta cola, o sin bolsillos o sinbol?, no es otra cosa que una prenda que resume la evolución de la moda y la confección nacional de los últimos años; hablar de esto es incómodo y por eso prefiero expresarme en términos directos y sin rodeos, donde espero no ofender ni molestar a nadie, sino simplemente dar mi opinión: el jean sinbol es la mejor expresión de nuestra definición estética popular: mujeres sensuales, con curvas abundantes y con actitud, seguridad y aceptación de su figura; por eso es un jean apretado, que comenzó a finales de los ochenta con diversas modificaciones llegando al descaderado con uno o dos o tres botones adelante, dependiendo de qué tanta piel se deseaba mostrar; de allí, lentamente, se fueron eliminando los bolsillos posteriores, dejando ver en su mejor expresión la cola de las mujeres, lo cual causó un curioso debate entre algunos círculos estéticos del país, que no veían grandes problemas en enseñar el vientre pero sí en forrar las formas puras de las nalgas; paso seguido, los diseñadores de jeans de El Hueco de Medellín y de San Victorino de Bogotá lograron un desarrollo fundamental, que fue vincular a este proceso una moldura que permitió realzar aún más las formas posteriores de la mujer, dándole volumen y estética.

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Esto ha llegado a un jean que es mostrón, sensual, con carácter y que grita en cada una de sus costuras que la colombiana es una mujer de curvas, sensual y con una gran autoestima; muchos dirán (y con una buena dosis de razón) que esto es simplemente un producto más del machismo y el chovinismo de los colombianos, pero la verdad es que su éxito no se puede explicar por estas razones.

Un buen ejemplo de lo que hay detrás de esta prenda son dos declaraciones que se pueden obtener fácilmente en una simple búsqueda en Google; la primera es el editorial de El Tiempo tras la muerte del Nobel en el que se escribía: “García Márquez supo reconocer que el torrente incontenible de la cultura popular es el padre y la madre de todas las artes”, y que esto en Colombia llega a niveles particulares, lo cual fácilmente se expresa en la declaración de Sofia Vergara a la revista Women's Health: “Soy latina y en nuestra cultura, nos vestimos para ligar o para nuestros novios o maridos, no lo hacemos para impresionar a otras chicas. Prefiero morir que utilizar pantalones vaqueros de estilo 'boyfriend' (pantalones anchos de corte masculino). Eso no quiere decir que tengas que ser perfecta o tener unos abdominales maravillosos, pero no se puede andar por casa sin sujetador y con los pechos colgando", sentenciando en un tono de mamagallismo propio de nuestra identidad, que no es otra cosa que “entrarle a las cosas más fastidiosas como si no las estuviéramos tomando en serio, por miedo a la solemnidad” como indicó el fallecido Nobel.

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Por esto para abordar el incómodo tema del jean sinbol, vale la pena mirar las dos caras de la moneda de la moda en Colombia; la primera cara es la formal, el deber ser y la que muchos desearán que fuera, porque simplemente es cómoda, es universal, es sumisa y olvida nuestra propia identidad. Me refiero a la moda planteada por las pasarelas y las grandes marcas mundiales, que definen un gran universo del negocio de las prenda, y a su vez el concepto mismo de la belleza femenina, que se plantea desde el genotipo europeo. Esta tendencia es fuertemente aceptada en diversos círculos de nuestro sistema moda y es claramente defendido por una aristocracia que prefiere esta propuesta, quizá porque quiere ser más europeo que colombiano.

La otra cara de la moneda es aún más incómoda, porque tiene que ver con un pasado violento que tenemos. Hasta donde me he formado una opinión, la moda popular en Colombia es la fusión de tres grandes fuerzas que nos han llevado a ser una industria única y naciente en el entorno mundial. La primera fuerza es lo que llamo la narco-estética, que es una estética de la abundancia, debido a que la riqueza rápida causó la necesidad de ostentación, que llego a definir una silueta femenina y una actitud en ciertas mujeres colombianas, donde las grandes curvas, las prendas apretadas y la necesidad de resaltar la sexualidad fueron fundamentales; la segunda fuerza son las sofisticadas semanas de la moda, que han permitido que la moda nacional pueda adaptar tendencias, materiales y procesos adaptándolos a la realidad del mercado y no a los dictámenes europeos; finalmente la tercera fuerza es el contenido étnico, artesanal y autóctono que ha permeado el diseño aportándole color y vitalidad. Así, nuestra definición de estética y quizá de moda misma, viene de un proceso complejo y no simplemente de adaptaciones locales de las tendencias mundiales.

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Hace poco en un debate sobre este tema en la semana de la moda del GranSan en Bogotá, Lux Lancheros recordaba el revuelo mundial que se dio con la aparición en la portada de Vogue de Kim Kardashian, ya que para muchos ella es más un símbolo de mal gusto que un ícono de moda como aquellos a los que la revista nos tiene acostumbrados; la verdad es que es la aceptación de un fuerte cambio en la definición de la belleza de la mujer y el mismo concepto de la sensualidad, situación que tiene influencias latinas, indias e inclusive negras: las curvas han vuelto al juego, y nuestros indígenas buscaban esto, como se puede apreciar en cualquier museo y cabe recordar Marilyn Monroe no era flaca.

Así, algunos dicen que nuestra moda se debate entre lo sofisticado y lo vulgar, cuando realmente lo que ocurre es que existen nichos de mercado diferentes, gustos particulares y necesidades claras que deben ser satisfechas; para comprender estas dimensiones es útil anotar que en 2013 en Colombia se vendieron más de 52 millones de pares de jeans, y de esos no más del 15% fueron en prendas de marcas globales.

No es claro cómo nació este producto o este mundo de productos del jean colombiano, algunos dicen que fue desde Stop Jeans, una empresa paisa, otros afirman que fue otra empresa, pero lo cierto es que hoy más de 5.000 empresarios han desarrollado este mercado y tienen una demanda creciente.

De este proceso de formación estética cabe resaltar a tres empresas que surgieron de esta narco estética y han logrado consolidarse como marcas, empresas y casos de éxito indiscutibles: Tarrao (ropa interior masculina), Besama (ropa interior femenina sensual) y Studio F, que potenció el jean simbol con una estilización propia, poniéndolo en un nivel estético más elevado y en diversos mercados del mundo.

Sin duda usar esta prenda requiere carácter y una autoestima grande, y no podremos evitar que personas con figuras que no nos gustan la usen, pero cada vez está más cerca que el jean sinbol sea tan relevante como la tanga brasilera en el mercado mundial.

El autor de este artículo, Camilo Herrera, es el presidente de RADDAR Consumer Knowledge Group, un grupo empresarial que dedica sus esfuerzos a la comprensión del mercado, del consumidor y de los ciudadanos. Camilo es además el Director del Observatorio de Moda RADDAR-Inexmoda.

Siga a Camilo en @consumiendo y su consumer think tank en @RADDARCKG
Lea el artículo relacionado publicado en nuestro número de moda El sinbol nacional aquí.