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Salud Mental

Implantar electrodos en el cerebro puede ayudar a combatir la anorexia

Un primer paso prometedor para tratar el desorden alimenticio con mayor tasa de mortalidad entre jóvenes.

La anorexia tiene tasas de mortalidad más altas que cualquier otro desorden psiquiátrico. Los pacientes experimentan preocupaciones persistentes y abrumadoras por su peso y su apariencia, muchas veces acompañadas de desórdenes en su estado de ánimo y problemas de ansiedad, que llevan a un peso corporal peligrosamente bajo. La mala alimentación puede derivar en huesos y músculos débiles, problemas del corazón y desmayos; aun así, muchos pacientes evitan la asistencia médica, negando que tienen un problema. Incluso cuando los pacientes buscan ayuda —que normalmente incluye una mezcla de terapia de comportamiento, apoyo nutricional o apenas un restablecimiento de su condición física— el desorden puede ser tercamente resistente al tratamiento.

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Ahora, un estudio publicado en The Lancet Psychiatry sugiere que una estimulación profunda del cerebro —implantar electrodos en ciertas áreas del cerebro— puede mejorar el estado de ánimo, la ansiedad y el bienestar entre los pacientes con anorexia crónica. Esos efectos inmediatos fueron seguidos por un aumento saludable de peso, insinuando que mejorar la salud mental precedía o incluso impulsaba cambios en el cuerpo. El estudio fue pequeño, pero indica que el procedimiento es seguro y puede mejorar algunos síntomas de la anorexia. De todas formas, se necesita más investigación.

Los investigadores eligieron a 16 mujeres, entre los 21 y 57 años, que habían tenido anorexia por un promedio de 18 años. Su peso era muy bajo y fueron elegidas para el estudio porque otros tratamientos no les funcionaron. Todas estaban en riesgo de muerte temprana por el desorden. Se implantaron los electrodos en sus cabezas, apuntando a un área en el centro del cerebro que ha demostrado haber alterado los enlaces de serotonina de las pacientes anoréxicas (la misma técnica, enfocada en diferentes áreas, ha sido efectiva para el tratamiento del Párkinson, la distonía y los temblores). Los electrodos estimularon esa área por intervalos cortos y regulares durante un año.

El estudio pretendía poner a prueba la seguridad del procedimiento y sus efectos sobre el índice de masa corporal, el estado de ánimo, la ansiedad y el bienestar. Pero también revisó cómo el tratamiento cambiaba la actividad cerebral. Usando escáneres PET, los investigadores detectaron cambios en áreas vinculadas a la anorexia; más precisamente, encontraron menos actividad en el putamen, el tálamo, el cerebelo y otras áreas. También hubo mayor actividad en áreas periféricas y corticales vinculadas a la percepción social y al comportamiento. Eso sugiere que la estimulación profunda del cerebro sí tuvo efectos.

Hay algunas limitaciones en la investigación, incluyendo que la muestra es muy pequeña y que no hubo un grupo de control. Las mujeres en el estudio sabían que estaban siendo tratadas, lo que podría implicar un efecto placebo. Los investigadores, no obstante, anotan que los escáneres PET respaldan sus resultados. "Nuestro estudio sugiere que una intervención focal y la estimulación profunda del cerebro, pueden tener impacto en el circuito de síntomas que mantienen la anorexia y la hacen difícil de tratar", le contó Nir Lipsman, el autor líder del estudio, a la revista The Lancet Psychiatry. En otras palabras, es un primer paso pequeño, prematuro pero prometedor para tratar un difícil, y a veces mortal, desorden alimenticio.

Este artículo fue publicado originalmente en Tonic, nuestra plataforma especializada en temas de salud.