Cada año, el festival de fotografía ImageSingulières invita a un fotógrafo al pequeño pueblo de Sète, al sur de Francia, para que desarrolle un proyecto fotográfico. Durante mi estancia allá estuve paseando por todos lados y, atraída por la atmósfera de la noche, empecé a sentir curiosidad sobre lo que ocurría a puertas cerradas. Algunas amables personas me abrieron sus casas y frente a mis ojos se postró una nueva visión nocturna de la ciudad. Los alrededores tenían una atmósfera cinemática y como de ensueño y cada pieza de la serie transmite las mudas pulsaciones de una ciudad durmiente. Bajo el refugio de la oscuridad y el silencio se encuentran estas personas, quienes se balancean en la frágil cuerda que divide a la realidad de la ficción.
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