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La hora mágica

Las mujeres paramédicos de Siria

En las comunidades sirias más conservadoras, la gente se ha negado a dejar que los voluntarios masculinos rescaten a mujeres y niñas, pero las mujeres han intervenido para ayudar a aquellas personas que no habrían sido salvadas de otra forma.

En las comunidades sirias más conservadoras, la gente se ha negado a dejar que los voluntarios masculinos rescaten a mujeres y niñas, pero las mujeres han intervenido para ayuda a aquellas personas que no habría sido salvadas de otra forma. Todas las fotos son de la autora.

De octubre a diciembre de 2014, el gobierno de Idlib, en el norte de Siria, soportó sesenta días de ataques aéreos. Las bombas lanzadas por el régimen de Bashar al Asad transformaron vecindarios enteros en pilas de escombros y dejaron a varios civiles atrapados bajo el concreto y el acero que alguna vez fueron parte de sus casas y oficinas. La Defensa Civil Siria (DCS), un grupo de enfermeras, bomberos y paramédicos, siempre ha sido la primera en llegar a la escena, brindando asistencia médica a las víctimas y ayudando a trasladarlas a hospitales.

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Un ataque aéreo realizado en julio de 2014 al distrito Maraat an Numan dejó decenas de civiles heridos, muchos de los cuales estuvieron atrapados bajo el cemento. "Una mujer quedó atrapada bajo un techo colapsado", dijo Ebaa, una ágil chica de veinte años con ojos oscuros que es ahora una de las tres mujeres que trabajan para la DCS en esta zona rural. "Su ropa estaba rasgada y ella estaba apenada por la presencia de hombres". Ebaa y su equipo la sacaron y rápidamente la estabilizaron en la parte trasera de una vieja pickup. "Su vida dependía de que estuviéramos allí", me dijo Ebaa.

Conocí a Ebaa en febrero en un centro de formación de la DCS en Ceyhan, en el sur de Turquía, a dos horas de la frontera siria. Unos 25 voluntarios de la DCS, incluyendo nueve mujeres, se habían congregado para hablar sobre los aportes y de cómo reclutar a otros miembros de la comunidad. El lugar también se había usado para entrenamiento de búsqueda y rescate, que incluye simulaciones de cualquier peligro al que se podrían enfrentar a la hora de responder a ataques aéreos: bombas de barril, techos colapsados, fuegos espontáneos. Según Ebaa, lo único que diferencia las sesiones de la vida real es la ausencia de miedo.

Cuando ocurrieron los primeros ataques en Idlib, en 2013, Ebaa dejó su carrera de derecho y empezó a trabajar como enfermera en un hospital improvisado —el rol tradicional que las mujeres sirias toman durante la guerra—. Pero después de que sus dos tíos fueran asesinados en noviembre pasado al intentar rescatar civiles heridos en un ataque aéreo, ella sintió que tenía que haber algo más que pudiera hacer. Un equipo de DCS se acababa de formar en el área y, aunque desde el principio supo que muchos reprobarían su decisión de realizar un "trabajo de hombres", se unió al grupo.

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Mientras que sesenta mujeres trabajan en la Defensa Civil Siria en Idlib, hay varios territorios en el norte del país donde tienen prohibida la entrada.

A finales de 2012, justo un año después del inicio de la revuelta siria, el gobierno sacó a las tropas de muchas de las provincias del norte, donde algunos grupos militares de oposición habían recuperado el control, y empezó a bombardear el área. Como respuesta, algunos sirios tomaron las armas y otros más tomaron las camillas.

La DCS empezó como una respuesta local: eran grupos de unas doce personas que se juntaban para buscar vida entre los escombros. Hoy en día hay más de 2,500 voluntarios en ocho provincias sirias. Cada una tiene un comandante de área que coordina los grupos locales y que sirve de enlace con ONGs foráneas que proveen ayuda. La DCS ha rescatado a víctimas de ataques aéreos perpetuados por el gobierno y, más recientemente, por la coalición internacional que lucha contra el Estado Islámico. También ha rescatado a soldados de Asad lastimados en tiroteos contra grupos rebeldes. En poco más de un año, la DCS ha salvado la vida de más de 12,520 personas, e incluso 85 voluntarios han muerto realizando esta labor.

Pero Ebaa y otras mujeres de la DCS creen que para muchos de los que trabajan en territorios controlados por Al Nusra — una rama del Al Qaeda— los desafíos van más allá de estabilizar a pacientes en la parte trasera de pickups entre lluvias de misiles. Hasnaa, una ex maestra de matemáticas de 25 años, empezó a entrenar en la DCS en enero de este año, después de que las fuerzas del régimen empezaran a atacar su pueblo, Maarat an Numan, con múltiples bombardeos aéreos al día. La reacción de muchos miembros de su comunidad, una villa rural conservadora, fue todo menos alentadora. "Al principio fue difícil", dice escogiendo sus palabras cuidadosamente. La mayoría de las mujeres en el centro de entrenamiento admitieron que enfrentaron varios desafíos al unirse a las fuerzas, pero no quisieron ahondar en ello. Muchos hombres han dudado de la presencia de mujeres en la DCS, pues creen que no son aptas para el trabajo. En algunas partes de Idlib las mujeres tienen prohibido unirse al grupo.

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Un episodio de la popular serie cómica siria Om Abdo al Halabiya fue dedicado a los "problemas" que enfrentan las mujeres que se quieren unir a la DCS. Una parodia ambientada en Alepo mostraba a dos jóvenes defensoras embarcándose en su primera misión de búsqueda y rescate. Las actrices trataban de levantar los escombros, pero se daban cuenta de que eran demasiado pesados para sus "suaves y delicadas manos". Asustadas por los horrores de la guerra e inservibles para los escuadrones, las chicas regresan a casa. Al fin entendieron que pasar horas buscando vida entre bombas y techos colapsados no era un trabajo de mujeres.

Cuando empezó la revolución, las mujeres adoptaron un rol más importante del que tenían en la sociedad siria. Se convirtieron en la cara de muchas de las protestas, en parte debido a que no estaban sometidas al mismo escrutinio de las fuerzas gubernamentales que los hombres. Una de las primeras personas que pidió la deserción de Bashar al Asad fue una mujer llamada Muntaha al Atrash. Pero cuando la revolución se convirtió en una guerra civil letal, muchos hombres empezaron a pedir a las mujeres que se quedaran en casa. Aunque al principio las mujeres estaban bien representadas en la DCS (25 por ciento de los reclutas en el primer entrenamiento formal eran chicas), después de algunos meses dejaron de ir. Pasó casi un año con puros hombres. La ausencia de mujeres preocupó a varios coordinadores, quienes empezaron a pensar que la DCS estaba destinada a volverse una fuerza totalmente masculina. Sin embargo, la creciente brutalidad de la guerra pronto desafió a aquellos que creían que las mujeres no tenían por qué estar en el grupo. Especialmente entre las comunidades más conservadoras, muchos empezaron a valorar la presencia de las mujeres, quienes podían rescatar a otras que estuvieran "vestidas indecentemente" durante los bombardeos. Gradualmente, tener mujeres en la fuerza se volvió una necesidad. Muchas familias empezaron a alentar a sus hijas a que se unieran y apoyaran a las mujeres. "'¡Vamos, hermanas!', nos grita la gente cuando nos ve", me dijo Ebaa con orgullo.

Hoy en día, sesenta mujeres trabajan en la DCS en Idlib y, en los últimos cinco meses, 15 más se han unido al equipo de Alepo. Sin embargo, aún hay varios territorios en el norte de Siria donde no pueden hacerlo por miedo a que su presencia ponga a los equipos en peligro. Lejos de disuadirlas, estas actitudes han hecho que muchas quieran desafiar las bombas y encontrar nuevas maneras de negociar su presencia dentro de sus comunidades.

"Todos aquí creen que la Defensa Civil Siria algún día será la responsable de reconstruir el país", me dijo Ola Suliman, una coordinadora de entrenamiento en Mayday Rescue, una ONG radicada en Turquía, que brinda fondos a la DCS. "Construir casas, reconectar la electricidad… esto es lo que quieren que hagamos, pero ellos son bombardeados a diario", dijo mientras hojeaba un montón de reportes de incidentes en los cuartes de la organización, en Estambul. "Sólo ayer recibieron veinte bombas de barril en Hama y 16 en Idlib. Los números son los mismos en cada provincia. Pero cuando termine la guerra podremos ayudar a que la gente retome sus vidas normales, y las mujeres quieren ayudar a hacerlo".

En noviembre pasado, las mujeres de la DCS explicaron la necesidad que tienen los líderes masculinos de tener mujeres durante una junta de estrategia. "Una de las mujeres puso sobre la mesa una fotografía de Malala Yousafzai, la activista pakistaní a favor de la educación para las mujeres que recibió disparos por parte de grupos talibanes en su camino a la escuela y Premio Novel de la Paz", dijo Suliman. "Éste es el camino que estamos tomando. Si hoy decidimos dejar a nuestras mujeres en casa, en veinte años nuestras hijas recibirán disparos mientras van a la escuela. Lo que necesitamos es más bien reconstruir nuestro país de la mano de nuestros hombres".

Hasnaa probablemente estaría de acuerdo. Cuando le pregunté por el futuro del país, sus ojos brillaron al instante. Con una sonrisa desafiante me dijo: "Las mujeres deberían ser el principal componente en la reconstrucción de Siria". Se detuvo por un segundo y con el más mínimo tono de malicia en la voz añadió, "junto con los hombres, claro".