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El número del botadero

Calvin Klein: el secreto de los calzoncillos

Así es como la mezcla "buen diseño, sexo, escándalo" convirtió un par de calzoncillos blancos en un símbolo de erotismo.

Imagen vía Getty Images

Este artículo hace parte de la_ edición de junio _de VICE.

Es irónico que dos años antes de que Calvin Klein introdujera el concepto de ropa interior de diseñador, hubiera escandalizado a todo un país con un comercial de jeans que promovía no usar calzones. "¿Quieres saber qué hay entre mis Calvins y yo?", preguntaba una Brooke Shields de 15 años, con voz de niña. "Nada". Pero, pensándolo bien, el legado de la ropa interior de Calvin Klein tiene todo que ver con irreverencia, controversia y publicidad ingeniosa.

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En 1982, con una sola imagen —la foto icónica que tomó Bruce Weber del atleta olímpico Tomás Hintnaus con todos los músculos marcados, recostado sobre un techo blanco en Santorini—, Klein hizo que los calzoncillos de algodón dejaran de ser una necesidad y se convirtieran en una pieza de provocación y lujuria. La compañía utilizó la sugestiva imagen en 25 paraderos de bus en Nueva York, y de la noche a la mañana, los vidrios que protegían los carteles estaban rotos y las vallas quedaron sin afiches. A las tiendas se les agotaba el producto y era imposible satisfacer la demanda. Más de 30 años después, en 2016, la marquilla icónica en la banda de la cintura está más presente que nunca. Hoy, el hashtag #mycalvins registra en Instagram más de 300.000 fotos de personas en sus veintitantos posando en ropa interior Calvin Klein.

¿Cómo se ha mantenido vigente? "La única forma de promocionar un producto es no enfocándote en él", dijo alguna vez Klein. Él creó su imperio de ropa interior usando esa estrategia. Los boxers o brasieres CK nunca son el punto central de las piezas publicitarias en las que aparecen; son la excusa que nos permite ver a atletas brasileños semidesnudos o los senos de Lara Stone en un cartel de seis metros. Y la controversia que rodea estos comerciales —Klein ha sido acusado de promover cosas como pornografía infantil y violencia sexual— sólo hace que la marca sea más llamativa.

Por otra parte, hay que tener en cuenta a todos los legendarios fotógrafos de moda que ha reclutado Klein para tomar sus fotos: desde Herb Ritts hasta Peter Lindbergh. Y ni hablar del repertorio de celebridades, que en la campaña de la pasada primavera incluyó a Kendrick Lamar, Kendall Jenner y Justin Bieber, quien vuelve a aparecer, después de haber generado controversia en 2015 con un robusto y notorio bulto bajo sus… ¿eran boxers o calzoncillos? Si no puedes recordarlo, ese es exactamente el punto. La evidente sexualidad de los anuncios se ha convertido casi en una parodia de sí misma y, en el caso de esta campaña, Saturday Night Live lo aprovechó. En un sketch Kate McKinnon imitó a Bieber mirando coquetamente a la cámara y simplemente afirmando: "Mi pipí está ahí". Pero como bien lo ilustra la debacle de la entrepierna de Bieber, la publicidad de Calvin Klein saca provecho del verdadero poder de la ropa interior: la habilidad de no quitarle protagonismo al modelo.

En ese sentido, un par de Calvin Klein cumple con la última y tal vez más importante regla de los diez principios de Dieter Ram para el buen diseño: "Tan poco diseño como sea posible". Los boxers que usaba Mark "Marky Mark" Wahlberg en el comercial de Calvin Klein de 1992, o los calzones que llevaba su coestrella, Kate Moss, tienen líneas tan limpias que es imposible imaginarse la ropa interior de cualquier otra forma. Los estilos no son sólo clásicos, sino casi imposibles de mejorar.

Además son exactamente lo contrario a la ropa interior "sexy" tradicional. En vez del encaje negro y el listón, estos tienen una cinta elástica práctica, tejida con un nombre (no muy llamativo) masculino en ella. El hecho de que estas prendas básicas se hayan convertido en el símbolo del erotismo va en contra de todo pronóstico. Pero tal como la lata de sopas Campbell, los calzoncillos de CK han trascendido la pregunta por cualquier encanto innato para convertirse en objeto de fetichización masiva. Hay algo intrínsecamente estadounidense en estos boxers; de hecho, algo ligeramente puritano. Y en 2016, en un momento en el que la idea de género binario está desmoronándose rápidamente, la neutralidad de una ropa interior sin adornos, casi utilitaria, es más fresca que nunca.