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Cultură

'Los Nadie': punk y adolescencia en Medellín

Desde su estreno, el pasado 15 de septiembre, la película ha tenido una buena acogida por críticos y realizadores colombianos. Acá varias de las impresiones de quienes la consideran un retrato nuevo y honesto.

—Metidos en este hueco, huevón. No pueden ver ni el horizonte. Tenemos es que quitarnos ese collar de arepas pero rápido.

El Rata le habla a El Mechas. Los dos, que no superan los 23 años, están sentados al borde de una comuna de Medellín anclada en la montaña. Es de noche. Abajo se ve la Medellín central, iluminada, llena del movimiento que, desde donde hablan, no se ve. Se escucha, apenas. La cámara los mira desde atrás mientros ellos, a su vez, miran hacia abajo y piensan en el encierro y el aislamiento de una ciudad enterrada en las montañas. Los dos se quieren ir. Al fondo suenan totazos. Ellos se levantan y se van cuando no pueden diferenciar la pólvora que intuyen primero de los tiros que creen escuchar después. El Rata y El Mechas son dos de los protagonista de Los Nadie, el primer largometraje de Juan Sebastián Mesa, que se estrenó el pasado 15 de septiembre en Colombia. Los otros son Pipa, La Mona y Manu, todos jóvenes y hastiados de la rutina de una ciudad que ya no tiene mucho más para ofrecerles. A pesar de que sus pasados familiares son distintos ––unos viven en apartamentos clase media y otros en casas de comuna––, las ganas que se les sienten de arrancar son las mismas. Mientras llega la fecha, matan los días entre los malabares que hacen en los semáforos y el punk que le pone piso a su historia y a sus pogos. "Es como si las montañas no nos dejaran ver más allá del horizonte. Y como no lo vemos, tampoco nos interesa. Ni siquiera vemos el sol cuando se oculta ni cuando sale. Cuando lo vemos nos llega ya arriba —me dijo por teléfono Juan Sebastián Mesa—. En Medellín hay cierto sentimiento de apropiación que, hasta cierto punto, es bueno, pero que parte un poco del desconocimiento de lo que hay afuera. Vivimos encerrados en esa pequeña burbuja". Mesa tenía 20 años cuando decidió que quería irse de Medellín y atravesar el sur del continente. En ese momento, hace siete años, estudiaba Comunicación Audiovisual en la Universidad de Antioquia y andaba por la ciudad en la moto de un amigo suyo. "La ciudad estaba atravesando un proceso difícil de seguridad. Cada tres cuadras había requisas. Nosotros, por el simple hecho de ser un par de jóvenes en Medellín, en una moto, ya éramos sospechosos". En ese momento, Medellín era el escenario de una guerra por el control territorial después de que los paramilitares se desmovilizaran. Eso, los ya tradicionales paros de las universidades públicas, y algo del tedio y la angustia que vienen con la adolescencia, lo llevaron a planear el viaje con su amigo —quien vendió la moto para irse— con otra amiga y con uno de los productores de la película. Cuando arrancaron, lo hicieron sin una ruta clara. El plan era llegar hasta donde pudieran, montados en camiones, los únicos que les paraban en la carretera. "Conocimos muchísimos camioneros. A la venida nos vinimos por tres días en un camión de cebollas que nos paró y nos llevó. El señor que lo manejaba, que importaba cebollas a Colombia desde Perú, era un paisa. Muy gracioso encontrarse a un paisa en medio de Ica, el desierto de Perú". Cuatro meses después, Juan Sebastián volvió a Medellín. Él era otro. La ciudad, la misma. En Los Nadie, los personajes planean el viaje, se mueven en función de él, pero el viaje no se muestra. La película, según Juan Sebastián, parte de la excusa del viaje para hacer un viaje interno por Medellín. Su idea era hablar de una ciudad marcada por la violencia pero también por la pluralidad de ambientes y personajes, donde todo el mundo encuentra gente que se le ajusta. Según él, una ciudad de extremos donde los términos medios no encajan. Al ver Los Nadie, no pensar en Rodrigo D es imposible. La Medellín de Gaviría, del punk y de la juventud que anda buscando algo que no sabe muy bien qué es, vuelve en la película de Mesa pero con otros ojos e intenciones. Los jóvenes que graffitean una Medellín de 2010 no son los mismos que caminaban por las comunas de los ochenta. Aunque el espíritu del punk y de los barrios de montaña sigue, de alguna manera, siendo el mismo, el relato es otro, la búsqueda nueva. "En Rodrigo D había una tremenda desesperanza, desde el título. Aquí el giro que se da es que estos personajes saben que viven en una ciudad hostil, en una ciudad que los acoge y rechaza al mismo tiempo, pero tienen ciertas utopías. El viaje mismo, el arte, la música, el arte callejero. Alrededor de esas pequeñas cosas van hilando un sentido de comunidad, de pertenencia, de afecto que no estaba en Rodrigo D y resulta nuevo en esta película", me dijo Pedro Adrián Zuluaga, profesor y crítico de cine. En Los Nadie, la violencia no pega de frente, ni crea la pulsión de muerte que sentían los personajes de Gaviria. La violencia ahora se siente de forma indirecta, más cercana a la agresividad típica de una urbe que a la de una ciudad sumida en el narcotráfico y el sicariato. La pulsión ya no es de muerte, sino de renovación, canalizada en las ganas de huirle al rugido de una urbe contemporánea en busca de un significado distinto de la vida. Una búsqueda de adolescencia. Esa honestidad en el retrato de una generación, reflejada en los diálogos, las palabras y los temas de conversación de los personajes, le ha valido a Los Nadie los aplausos de los que la han visto y de más de un realizador colombiano, incluyendo a César Acevedo (La Tierra y la sombra ––2015––), quien en su página de Facebook la describió como "una película maravillosa". "A mí me gustó mucho —me contó por chat Andrés Burgos, escritor y director de Sofía y el terco (2012) quien, además, vivió sus primeros 20 años en Medellín—. Aunque habla de una generación más reciente, retrató tantas cosas de la mía que fue imposible no caer en cierta nostalgia romántica". Según él, la película retrata la camaradería, la ingenuidad y el cariño que respiran los jóvenes de Medellín dentro de la coraza del punk, "algo muy paradójico y muy paisa", me dijo Burgos. Para él, el valor de la película reside en su narración, que él considera exenta de pretensiones, en sus personajes entrañables y en la poesía con la que habla de lo cotidiano. Lo que sí pega de frente en Los Nadie es la honestidad casi cruda de las situaciones típicas de un adolescente que tiene una banda, que se reúne con otros en un parque a tomar sin ponerse cita y que le huye a un contexto familiar que lo asfixia o que, en ciertos casos, es más bien ausente. La película, contada en blanco y negro, es sobre punk, sobre Medellín, sobre la amistad, la escasez económica, la movida circense, los viajes y el desamor. Al mismo tiempo, como escribe Laura Martínez en Arcadia, Los Nadie es una película sobre nada, una nada propia de la adolescencia, que se construye sobre todo desde la inmediatez y los impulsos en bruto. El acierto y lo afinado de las situaciones y del retrato de los personajes es el resultado del ejercicio de Mesa por hablar de algo propio, de situaciones de su vida, de la de sus amigos y la de los actores, a quienes fue encontrando por medio de sus amigos. Un ejercicio que Zuluaga identifica como una tendencia llamativa en el cine colombiano, que contrarresta al cine que en los últimos años se ha hecho en el país. "No es la primera vez que se hace cine urbano, por supuesto, ni que los directores jóvenes hablan sobre el mundo que les concierne. Pero sí es una película que rompe con una tendencia dominante de los últimos años de películas que hacían una suerte de viajes etnográficos, en busca de periferias hincadas en las fronteras del país con comunidades o grupos sociales que no son, evidentemente, a los que pertenecen los directores. Es como volver la lente hacia sí mismos". Y ese interés por hablar de sí mismo, de su propio mundo, de sus propias nostalgias y angustias de adolescencia era algo que tenía claro Mesa, y que llevaron a que, según él, la película terminara haciéndose casi sola, como un hijo no planeado. "[La película] habla de un universo que conozco bien, porque yo también toqué en una banda de punk en Medellín. No es un acercamiento a la escena como: 'Qué manes tan particulares, hagámosles una película'. Es algo que conozco y de lo que quería hablar", me dijo Mesa específicamente sobre el punk, pero que bien puede ser una frase que se extiende sobre todas las temática que aborda en su primer largometraje.