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Mi primera vez

Cómo aprendí a volver a disfrutar el sexo después de haber sido violada

A la activista y feminista Sophie Lu le llevó años darse cuenta de que fue violada y aún más, procesar cómo esto afectó su vida sexual.
Ilustración: Niallycat

Este artículo fue publicado originalmente en Broadly, nuestra plataforma dedicada a las mujeres.

Crecí en una familia muy conservadora. Mi mamá es taiwanesa y bastante tradicional. No tuve experiencias sexuales hasta la universidad y cuando comencé mi primera relación tenía cerca de veinte años.

Él fue mi primer novio oficial y la primera vez que tuve sexo. Después de seis meses, la relación se tornó muy abusiva de repente —física, sexual y emocionalmente—. Fui violada dos o tres veces empezando la relación, y me quedé con él por otros cinco años.

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Para los demás, se veía dulce y gentil, también algo afeminado. La gente no esperaba que fuera abusivo, y nunca le dije a nadie lo que estaba pasando. Una de las razones por las que se me hizo tan difícil dejarlo fue porque tenía dos caras, una personalidad doble. Cuando no era abusivo, todo estaba bien. Nos llevábamos muy bien.

La primera vez que me violó, tuvimos una pelea muy fuerte. Supongo que estaba buscando una forma de castigarme. Él trabajaba en un bar en ese entonces, y me pidió que fuera a verlo en la hora del almuerzo.

Pensé que quería hablar. Fuimos a la parte que estaba detrás del bar, y dijo, "Me siento mal, quiero tener sexo". Le dije que yo no quería, pero no le importó, y me dijo que me pusiera de rodillas. Me obligó a darle una mamada, y luego me giró y tuvo sexo conmigo. Yo estaba llorando. Lo hizo para castigarme, para hacerme sentir degradada y para sentirse mejor consigo mismo.

Ahora, cuando lo recuerdo, veo que obviamente no fue consensual. Además, como él me dijo qué hacer y yo lo hice, no lo conecté con una violación. Me tomó cuatro años para entenderlo. Pero al mismo tiempo —aunque suene loco en este momento— simplemente creí que había sido una discusión muy fuerte. Nunca había tenido una relación larga antes de esa, así que no tenía nada con que compararla. Y no quería estar sola. En retrospectiva, hubiera sido mucho mejor haber estado soltera.

En las películas o programas de televisión donde muestran relaciones abusivas, las hacen ver como si pasara todo el tiempo. Pero en la mayoría de casos no es así, es relativamente normal. Había momentos en los que las peleas estaban por fuera de lo que se considera aceptable. Él tiraba la librería completa; arrojaba sillas; me lanzaba cosas encima. Una vez me golpeó la cabeza contra un espejo y los vecinos llamaron a la policía.

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En ese punto ya quería dejarlo, pero estaba asustada de tener que pagar el arriendo de nuestro apartamento en Londres yo sola. También puso todas esas barreras para que no me fuera. Me amenazó con quitarse la vida, algo que él sabía que yo temía, porque una de mis mejores amigas se suicidó cuando estaba en la universidad. Una vez se paró en un puente cuando tuvimos una pelea.

Después de un tiempo, lo engañé con un adolescente de diecinueve años del trabajo. Aunque vivíamos juntos, casi no hablábamos, y el abuso era tan grande que me sentía miserable cuando estaba cerca de él. Al tener esta doble vida —acostándome con este chico que era dulce y joven y un poco torpe— me sentí más feliz. Tener esta breve aventura me hizo sentir empoderada. Se sentía como una pequeña venganza.

Comencé a involucrarme con el activismo, y fui cofundadora de un grupo feminista. Ser capaz de crear una vida e identidad separadas —y conocer personas que se preocupaban por mi seguridad—, me hizo darme cuenta de que las cosas tenían que terminar. Le dije que quería que viviéramos separados cuando se terminara el contrato de alquiler.

Lo tomó muy mal, pero afortunadamente para mí, no reaccionó de manera violenta. Se volvió depresivo y dejó de ir a trabajar, y con el tiempo tuvo que declararse sin hogar y se mudó a una casa de refugiados.

Luego de terminar, comencé a ser más abierta frente al tema del abuso. Alguien que conocí en la universidad y con el que mantuve contacto por Facebook, me escribió —creo que estaba hablando sobre la ruptura en Internet— y comenzamos una relación. Se sintió muy bien cuando finalmente fui capaz de tener sexo con alguien que entendía los problemas relacionados con mi seguridad y consentimiento y no los dejaba de lado. Fue un alivio.

Estuvimos juntos por un año, pero no funcionó; comenzamos pocos meses después de terminar mi relación abusiva, y era demasiado pronto.

Mi consejo para las personas que han experimentado abuso sexual es que sean tan abiertos como puedan. Si entran a una nueva relación en la que las cosas van bien, hablen sobre eso. Si hay cosas que te están doliendo, está bien decir, "No quiero que estas cosas me pasen a mí", y anticiparte.

Cuando tenía sexo, revivía los recuerdos de la violación. Algunas cosas me lo recordaban, si alguien ponía sus manos en la parte de atrás de mi cabeza, o presionaba mi cara contra la almohada. Pero esas eran cosas que disfrutaba, por lo que estuve confundida por un tiempo. Me sentía culpable, como si convirtiera mi violación en fetiche. Tenía mucha vergüenza. Con el tiempo, entendí que solía disfrutar esas cosas antes de ser violada, y las gozaba sin importar si me atacaban o no. Es totalmente diferente.

No te castigues si disfrutas de algo sexual que también pueda ser doloroso. No significa que debas evitar el sexo. Ser abierta con respecto a tus necesidades, y comunicarlas, ayudará a que las cosas sean mejores.