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Música

Jacqueline Nova: la pionera de la música electroacústica en Colombia

En los años 60, una mujer decidió darle la espalda a la tradición para crear música distinta.
Jacqueline Nova, Buenos Aires. Cortesía de Ana María Romano.

Fotos cortesía de Ana María Romano

La importancia de rastrear la historia de la electrónica siempre nos remite a hurgar en el extranjero, en el pionero. Pero, ¿por qué le restamos relevancia a la tierrita y a la precursora?

La primera vez que uno escucha una canción de Jacqueline Nova Sondag podría pensar que está escuchando a Aphex Twin en su fase concreta. Nova Sondag, quien comenzó a experimentar con la música electroacústica por allá en la Bogotá de los años 60, fue la encargada de gestar sonidos muy distintivos que, existiendo desde hace décadas y proviniendo de nuestro país, no hemos tenido presente en el radar.

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Por fortuna existen varias personas que han tenido la suerte de toparse con la música de Jacqueline y pudieron darnos luces acerca de ella y de su enigmático sonido. Jacqueline nace en Bélgica en 1935, pero es en Bucaramanga donde vive toda su infancia y adolescencia.

En 1955 la familia Nova Sondag se trasladó a la capital bogotana, y tres años después Jacqueline se inscribió en el conservatorio de la Universidad Nacional para continuar afinando su carrera de piano. En esa época, la dirección del conservatorio de la UNAL estaba a cargo del compositor Fabio González Zuleta, cuyos experimentos musicales estaban impregnados de las vanguardias sonoras del siglo XX que se remontan a 1913 con La consagración de la primavera de Ígor Stravinsky. Junto con la composición de Stravinsky nace lo que se conoce hoy en día como la música contemporánea, gestando el nacimiento de una variedad de vertientes musicales de índole experimental que llegaron hasta Colombia.

Era mujer, detalle que siempre ha puesto el freno en la dinámica y expansión de toda artista

González Zuleta es el autor de la primera obra de música electroacústica en Colombia, Ensayo electrónico, compuesta en 1965. La influencia de su maestro abrió las puertas del entendimiento sonoro de Jacqueline, quien empezó a concebir la música más allá de las partituras, acercándola al sonido de una forma más filosófica y transgresora. Al darse cuenta que su camino no era la interpretación pianística sino la composición musical, quedó automáticamente excluida de la línea tradicional que se supone ella debía seguir.

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El pensamiento sesgado y rectilíneo del contexto bogotano de la época complicaba las cosas para Jacqueline. Era mujer, detalle que siempre ha puesto el freno en la dinámica y expansión de toda artista que se fuera por ramas desconocidas. Segundo, componía una música que, en los oídos ultra conservadores de la academia bogotana, era básicamente ruido bizarro. Además de eso, Jacqueline tenía un carácter introspectivo y tímido, lo cual de por sí dificultaba la interacción en general con el mundo. Como casi todo genio, la mujer en cuestión era un bicho raro.

Por fortuna, en 1967, Jacqueline ingresó como becaria al Instituto Torcuato di Tella en Buenos Aires, donde encontró un nuevo rumbo para explorar esos sonidos que no entendían sus pares locales. Allí puede dar rienda suelta a su experimentación sonora en la que mezcla los medios electroacústicos, —su leitmotiv— con instrumentos tradicionales. En el Torcuato di Tella, Nova encontró un espacio que acogía nuevas formas de hacer las cosas, que fomentaba el debate académico y que le da pista a su curiosidad por los sonidos que realmente la apasionaban. Durante su estadia, forjó amistades con personajes del circuito del arte y comenzó a extender sus tentáculos sonoros a diversos campos interdisciplinares. Según una reseña hecha por Ana María Romano para El Centro de Documentación Musical de la Biblioteca Nacional de Colombia sobre una pieza musical de Jacqueline, su música permea en el teatro de Enrique Buenaventura y Jorge Alí Triana, en la literatura de Dora Castellanos, en el cine de Francisco Norden, y en las artes plásticas y visuales de sus grandes amigas Feliza Burstyn y Julia Acuña.

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Jacqueline Nova, Buenos Aires. Cortesía de Ana María Romano.

Una de las obras electroacústicas insignia de Jacqueline —la que nos hace pensar "¿Esto es Aphex Twin en su fase concreta?"— Se llama Creación de la tierra, una pieza sonora intrigante que mezcla cantos indígenas con sonidos electrónicos experimentales. La canción suena como si algo estuviera gestándose dentro de las entrañas de la tierra, sonidos que fueron logrados a través de sintetizadores, transistores, cintas de audio y un mar de cables que unían toda la maquinaria. Es fascinante pensar en la relación que tenía esta mujer con los circuitos y la habilidad que tenía para producir con ellos sonidos que emularan a la naturaleza y a su vez compaginaran con voces humanas.

Mientras la mayoría de artistas que podían acceder a una educación privada, como Jacqueline, buscaban otros caminos en Europa o Estados Unidos, ella se formó en Latinoamerica, intentando buscar las raíces de su región. No le interesaba reproducir modelos extranjeros que no respondieran a su realidad, y por el contrario, fomentó junto con su Agrupación Nueva Música la interpretación de música de la región, la cual difundía y explicaba en su programa radial Asimetrías.

Ella defiende el sonido de sus raíces, pero también defiende la exploración de lo desconocido. En una de sus emisiones para Asimetrías en 1969, Jacqueline dice que "Lo nuevo debemos abordarlo como una necesidad, no como una fórmula. Lo nuevo se producirá por necesidad histórica".

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El paso musical de Nova es fuerte en la historia artística colombiana, tanto, que tras su muerte, en 1975, la música electroacústica no tuvo otro vocero tan imponte durante 11 años. El camino que tuvo que labrar fue rocoso y empinado, sobre todo porque el arte novedoso y disruptivo provenía de una cabeza femenina, en una época que no contaba (localmente) con los espacios adecuados para la experimentación.

Las mujeres de aquel entonces no debían ser pioneras ni transgresoras, el deber ser de las señoritas era ser tradicionales y obedientes. No se conocen muchas obras electroacústicas de Jacqueline, producto de la dificultad que representaba publicar lo que ella componía por temas de falta de un público interesado y una academia que lo apoyara. Pero las pocas piezas que salieron a la luz son tan contundentes que dejaron un fuerte legado. A finales de los ochenta y durante los noventa, el legado de Nova cobra un valor académico, puesto que es en esas épocas donde colisionan y crecen nuevas formas de experimentar con la música desde las máquinas.

Hablando con Ricardo Arias, compositor y profesor de música experimental de la Universidad de los Andes y uno de los tantos herederos del legado sonoro de Nova, cuenta que el silencio en la música contemporánea tras la muerte de Jacqueline empieza a ser llenado de a pocos por una nueva generación de músicos. Desde el año 86 comenzó a manifestarse con el nacimiento de su ensamble Sol Sonoro, que junto a Luis Boyra y Roberto García, experimentaron con ruidos producidos en computadoras y creando música concreta. También nos remite a personajes como Andrés Posada, Camilo Rueda, Fabio Fuentes y Gloria Inés Álvarez, quienes cofundaron el primer Laboratorio Colombiano de Música Electrónica con el nombre de Jacqueline Nova en Manizales.

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Fragmento de partitura "Y el movimiento se detiene en el aire", JN. Cortesía de Ana María Romano

Ricardo recuerda el Festival Internacional de Música Contemporánea en el año 91, que no por casualidad estaba a cargo de Cecilia Casas, una de las grandes amigas que Jacqueline tuvo en vida. Este evento congregó a un gran quórum de músicos experimentales colombianos, entre los cuales estaba Guillermo Gaviria, fundador del departamento de música de la Javeriana (1990), con la idea de introducir las artes liberales desde la formación académica; Mauricio Bejarano, Horacio Lapídus y Roberto García con la iniciativa dei incentivar los estudios de música electrónica en la Universidad Nacional y Juan Reyes, Carlota Mojica y Catalina Peralta para la creación de laboratorios de música experimental en la Universidad de los Ándes.

…nuevas formas de entender el sonido: más libre y a la vez más mental, más enraizado a la tierra y a la vez enredado entre las máquinas

El nombre de Nova retumbaba en cada resquicio de las aulas musicales, es el momento en el que ella y sus incursiones sonoras se vuelven un hito en la historia electroacústica de Colombia. Ricardo Arias también conoció dentro del circuito de herederos noventeros a Ana María Romano, una compositora experimental que perteneció al circuito noventero, quien se ha dedicado a la investigación del legado de Jacqueline desde el año 2000. Hoy en día, Romano es docente de música en la Universidad del Bosque, y de las cosas que ella rescata de la experimentación sonora de Nova es que "la tecnología sea un ítem atribuido a lo masculino, y el hecho de que una mujer haya abierto el camino para incluirla dentro de la música es absolutamente divino". Además también resalta que intrísicamente "la historia como que se encarga de borrar a las mujeres", porque ella recuerda no haber encontrado el nombre de Gloria Inés Álvarez como cofundadora del primer Laboratorio Colombiano de Música Electrónica por ningún lado. Ella lo supo a través de su intensiva investigación.

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Via Youtube

Otra de las herederas del sonido de Jacqueline es la estudiante de la facultad de música en los años 90 de la Javeriana, Alba Fernanda Triana. La compositora es una de las precursoras junto con Nova de reemplazar la lógica tradicional del concierto por el concepto del performance, en donde el espectador también puede interactuar con la obra. En el 2015, el Art Center de Miami expuso su más reciente obra; al verla es importante reflexionar que lo que hacía Jacqueline con sus máquinas por allá en los años 60 pudiera derivar en experimentaciones musicales como esta:

Vale la pena mirar en el espejo retrovisor de la música experimental y contemporánea, porque cuando lo hagamos veremos a Jacqueline parada a lo lejos, posiblemente sosteniendo un manojo de cables en la mano, en representación de la escena musical femenina y de la electroacústica colombiana. Ricardo Arias recuerda cuando todo el circuito académico sabía de ella en esa época (refiriéndose a los noventa), y confiesa que "es necesario que su visibilización coja fuerza hoy en día por la fuerte tendencia en el ambiente hacia el empoderamiento femenino, hay que equilibrar la narrativa de la historia musical".

Gracias a mujeres como ella, que decidieron labrar un camino y recorrerlo en solitario, es que las mujeres han podido expresarse de forma más libre y ser comprendidas a nivel musical en nuestro país. Ana María Romano dice con orgullo que Jacqueline es la mujer que se encarga de "ampliar las fronteras de lo sonoro", por lo que es necesario entender la relevancia y el peso que se esconde bajo los pasos de Nova; gracias a ellos se abren las puertas a nuevas formas de entender el sonido: más libre y a la vez más mental, más enraizado a la tierra y a la vez enredado entre las máquinas. Era necesario que nazcan personas como Jacqueline justo en un país y una época inflexible y recatada (en especial respecto a las señoritas), para que su terquedad creativa pudiera romper las fibras enquistadas y dejar una abertura, un signo de interrogación, un espacio para lo nuevo.

Jacqueline era una visionaria, y de alguna manera, ella intuyó que desde las máquinas saldrían todos los sonidos del mundo. No por nada hay una tendencia actual que se inclina a los sonidos orgánicos, rituales, andinos y chamánicos en la música electrónica. Sonidos de la tierra que rugen desde el interior de computadoras, los cantos de los pájaros mezclados con los cantos de sintetizadores, los ritmos del viento y del mar sincronizados con loops robóticos, en fin, el romance entre lo muerto y lo vivo.

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