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Cultură

Sugar Weasel, el único e inigualable payaso “acompañante”

Te dominará, se beberá todo el alcohol de tu fiesta y se follará a tu hermana. Pero es adorable.

En el primer correo que recibí de Sugar Weasel, el payaso “acompañante” (Doug Wright es su nombre real), me escribe: “Estoy aquí sentado, desnudo, comiendo dulces. Me encantaría darte una entrevista (eso es código para coger, ¿cierto?)”

Yaaaaa. Al principio, estoy un poco nervioso de que esté hablando en serio, pero me parece justo ya que él también está nervioso de que yo sea un agente del escuadrón antivicios, y no de VICE. Al parecer ser el único payaso acompañante en Estados Unidos lo ha dejado tras las rejas en varias ocasiones. Una vez que dejamos claro todo (“¡te juro que no soy policía!”), estamos listos para comenzar.

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Sugar Weasel habla con un acento tejano que me hace pensar que vive en Austin, aunque trabaja mucho en Las Vegas. Un hillbilly de día, por las noches se pinta el cuerpo de blanco, se pone una nariz de payaso y trabajo como “entretenimiento para adultos, amante de primera clase, un rebelde y una sabandija”. Sugar Weasel lleva desde los noventa trabajando como payaso acompañante, cuando colocaba anuncios en los periódicos locales de Los Ángeles. (En esa época también se anunciaba como “payaso” para fiestas de cumpleaños. Una vez que lo contrataban padres inocentes, fingía tener un terrible accidente, y dejaba a los niños de Beverly Hills horrorizados mientras huía del lugar). Pero, en años recientes, se ha dedicado a usar sus habilidades para organizar conciertos, sesiones de fotos, despedidas de soltera y trabajar como dominatrix.

VICE:  Sugar Weasel viene de algún lado. Cuéntame de tu pasado. ¿Dónde naciste?  
Sugar Weasel: Nací en Michigan y vengo de una larga tradición familiar de artistas y cirqueros. Mi abuelo huyó de casa, literalmente, cuando tenía 14 y se unió a un circo. Tengo un acto de ventrílocuo bastante enfermo que llevo haciendo desde que era niño; mi muñeco se llama Harold Mancock III y lo hago decir todo tipo de vulgaridades, maldecir con palabras inventadas, y me salgo con la mía diciendo que tuve el síndrome de Tourette o alguna otra enfermedad.

¿Cómo empezaste a trabajar como acompañante? ¿Hubo algún momento crítico en tu vida en el que dijiste: “¡Lo tengo, voy a ser un payaso acompañante!”? ¿O fue un proceso lento?
He trabajado de payaso por más de 20 años. Al principio, fingía tener ataques al corazón o suicidarme, por lo general a expensas de personas inocentes que creían haber contratado a un payaso cristiano. Lo de ser acompañante vino después, cuando estaba trabajando en un club para hombres y las strippers me tiraban el pedo.

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¿Por qué se te conoce?
¿Además de tener un pito enorme? De hecho, creo que eso es todo. Tengo una clientela muy diversa: recién divorciadas, novias, punketas y mujeres casadas con ganas de coger con un hombre que actúa como retrasado mental.

Tu trabajo te arroja al corazón de la psique estadunidense en cuestiones sexuales. ¿Cómo describirías esa psique?
¿Todo Estados Unidos? Ese es un campo demográfico muy amplio para hacer dicha generalización. Si tuviera que decir algo, diría que son personas muy reservadas en público, pero unos putos freaks a puerta cerrada.

¿Hay algunas peticiones regionales? ¿Las chicas del sur te piden que seas un pony o las neoyorquinas quieren que les sirves lattes?
A las de Chicago les gusta que me ponga pepinillos y cebollas en el pito, pero eso es lo único.

¿Hay algo que no harías por un cliente?
Voy a antros gay e inauguraciones de bares, pero no tengo clientes hombres. No soy homofóbico, pero mi paquete no funciona así. Supongo que lo mío son las chicas.

¿Qué te caga que hagan los clientes?
Quejarse del precio. Contraten a otro payaso si nos les gustan mis precios. Ah, lo olvidaba, soy el único que existe.

¿Qué es lo más raro que te han pedido?
Tener un ménage à trois en la serie Gigolos de Showtime por 500 dólares. “No hay manera”, les respondí; mi abuela ve softporn.

¿Te han arrestado?
Muchas veces. La última vez fue por manejar borracho. El problema fue que tenía a otros 27 payasos conmigo en un Fiat, y 14 tuvimos que pasar la noche en prisión.

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¿Hay algo de tu trabajo que todavía te ponga nervioso o te de miedo?
Los tapones de culo. No quiero nada más grande que una zanahoria pequeña cerca de mi ano.

¿Qué consejo le darías a un dominatrix que apenas empieza?
Siempre ten una palabra o frase de “seguridad”. La mía es “Saca tu dedo de mi ano”.

Me voy a casar el año que entra, ¿si te contrato para mi fiesta de despedida qué es lo que puedo esperar?
Definitivamente me tomaría todo el alcohol, quizá le marque al novio y pretenda ser su amante gay de la universidad, y estoy muy seguro que me acostaría con tu hermana. Espera… ¿quieres decir el espectáculo? Siempre cambia, pero ten por seguro que será algo de terror.

¡Estás contratado!

Sigue a Maude en Twitter: @MaudeChild

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