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Cultură

Todos los movimientos juveniles se basan en decir “no”

Las vanguardias dijeron “no” a las formas y los punks hicieron lo mismo con el principio de autoridad en todo momento y en todo lugar. Analizamos la relación entre ser joven y atreverse a decir no.

El "no" ha convertido el mundo en un espacio más libre y tolerante. Los movimientos juveniles han desafiado a lo establecido y han salido ganando, como la cerveza Epidor de Moritz, que también dice no desde 2009. Busca tu propio "no" y compártelo en epidor.cat

El fantasma de la negación recorre el mundo. Todas las fuerzas del viejo mundo se han unido para acosarlo, pero la negación como motor del cambio se expande cada día más y más.

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Esa negación, además, es una fuerza al servicio de una juventud que buscar algo más, que rompe las barreras y que genera un mundo más acorde a su cosmovisión desafiando lo establecido por el mundo de los adultos —adultos en los que se convertirán algún día y contra los que la siguiente generación de jóvenes se alzará. De hecho, es significativo que durante años se haya atribuido equívocamente a Sócrates la frase de "los jóvenes hoy en día son unos tiranos. Contradicen a sus padres, devoran su comida, y le faltan el respeto a sus maestros", ya que constituye la prueba irrefutable de cómo ese mundo adulto desafiado por los jóvenes ha querido justificar su inmovilismo y no ha sido capaz de conseguirlo nunca.

No hay más que echar la vista atrás y repasar la historia de los movimientos juveniles para ver que muchos de los grandes avances sociales, políticos y culturales de los últimos cien años se produjeron gracias a un grupo de gente que gritaron no.

Los tiempos están cambiando (1909-1969)

En las convulsas primeras décadas del siglo XX en Europa, tiempo de guerras mundiales, totalitarismos e incerteza, los jóvenes integrantes del Futurismo, el Dadaísmo y el Surrealismo rompen con el pasado. Los nuevos artistas se niegan a continuar con las formas clásicas de representación y a acatar las normas de una sociedad, pretendidamente civilizada, que había arrastrado a naciones enteras al desastre y a la muerte. Tristan Tzara, uno de los fundadores del Dadaísmo lo explicaba así: "Para entender cómo nació Dada es necesario imaginarse, de una parte, el estado de ánimo de un grupo de jóvenes en aquella especie de prisión que era Suiza en tiempos de la Primera Guerra Mundial, y, de otra, el nivel intelectual del arte y la literatura de aquella época".

Las influencias nietzscheanas y freudianas —entre muchas otras— convergieron en una serie de movimientos artísticos que se basaban en la negación de las premisas anteriores, a través de la crítica al mundo pequeñoburgués y la exaltación del subconsciente, lo que en el plano formal se convertía en una negación a la tiranía de la forma, sublimando el contenido que doblega las barreras formales o incluso llegaba a destruirlas. La independencia del color en los fauvistas, la representación de la velocidad y el amor por la tecnología de los futuristas o la deconstrucción de las formas en el cubismo, por citar algunos ejemplos de la pintura, elevaron a los primeros puestos del arte internacional a los artistas que decían "no" al conservadurismo.

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"Tenían un tocadiscos de alta fidelidad que ponían a todo volumen
Setecientos discos,
de puro rock, rhythm y jazz"
You Never Can Tell, Chuck Berry

Joan Baez y Bob Dylan en la Marcha sobre Washington por los Derechos Civiles. 08/28/1963. Imagen vía Wikimedia Commons

Lo mismo sucedió en Estados Unidos en los años cincuenta del siglo pasado. En plena vorágine de la sociedad de consumo, beatniks, rockers y bikers gritan no al conformismo imperante, al american way of life tradicional y a la música que escuchaban sus padres. Estados Unidos se había convertido en el nuevo amo del mundo occidental: es la época de las amas de casa sonrientes y de los grises individuos trajeados, que van cada día a trabajar haciendo el mismo trayecto desde sus casas en los barrios residenciales. Una época de artificial optimismo que queda bien retratada en la publicidad del momento, que vista a día de hoy resulta camp y exagerada. Frente a este panorama, los jóvenes rebeldes optan por el jazz, el rock and roll, la poesía, los viajes y la experimentación a todos los niveles. Un no rotundo a una época mediocre y pasiva, como habían hecho los jóvenes europeos cincuenta años antes.

Los hippies y los Black Panthers de la década de los sesenta son los continuadores naturales de esta historia del antagonismo y negación. Estos dos movimientos dejaron atrás una oposición más espiritual para llegar a un terreno más tangible y político. Con la Guerra de Vietnam como telón de fondo, los jóvenes dicen no al reclutamiento obligatorio, el racismo institucionalizado y la dura represión policial contra la disidencia pacifista. Las palabras del entonces joven boxeador Muhammad Ali negándose a ser reclutado resumen aquellos tiempos: "No me iré a quince mil kilómetros para asesinar a unas pobres personas. Queréis que vaya a luchar por vosotros cuando vosotros no me defendéis aquí en América. Vosotros sois el enemigo, no los vietnamitas ni los chinos".

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No somos como todo el mundo (1970-1989)

"Dios salve a la reina
Ella no es un ser humano
No hay ningún futuro
En el sueño de Inglaterra"
God Save the Queen, Sex Pistols

La cultura juvenil alternativa de los setenta y ochenta nació de la mano de una crisis económica a nivel internacional. La crisis del petróleo trajo consigo inflación, desempleo y conflictividad social y es en este contexto en el que nacen fenómenos musicales como el glam rock, el punk, el reggae, el hip hop, el heavy metal o el hardcore. Los protagonistas de todos estos movimientos tuvieron que decir que no a muchas imposiciones para afirmarse como individuos.

En el Reino Unido, el glam y el punk con David Bowie y los Sex Pistols a la cabeza, niegan los valores más conservadores, la heterosexualidad obligatoria y se oponen al status quo al tiempo que utilizan una retórica revolucionaria para adolescentes con pocas perspectivas de futuro. Los singles "Rebel Rebel" o "Anarchy in the UK" son buenos testimonios de esta época. Johnny Rotten, cantante de los Sex Pistols, decía en 1977: "Lo que yo quiero es que la gente se dé cuenta de lo que está haciendo, que se ponga seriamente a pensar sobre lo que le rodea. Te juro que me pongo enfermo cuando veo lo que hacen todas esas estúpidas estrellas del pop".

Un movimiento que atraía desde auténticos nihilistas hasta revolucionarios profesionales, con carnets de los partidos comunistas radicales incluidos, pasando por los anarquistas autogestionarios y toda una paleta de colores, ideas y sonidos que, al margen de sus palpables diferencias, se oponían frontalmanete al consenso keynesiano de la posguerra mundial, que había convertido el debate político y social en una mera pugna por la gestión de los recursos y que no se interesaba por las necesidades profundas de realización de una generación que —aunque ahora parezca extraño— quería algo más que un trabajo, un coche, una casa y una familia.

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En paralelo a todo esto, los primeros raperos en el Bronx, así como los rastas en Kingston o Londres, dicen no al racismo, la marginación social y la decadencia urbana que les rodea. Y lo hacen a ritmo de funk y reggae, encontrando su voz a través del graffiti, la música o el breakdance. El artista Seen, considerado el Padrino del Graffiti, lo veía así: "Llaman vandalismo a lo que hacemos cuando pintamos los vagones de metro. En la sociedad en la que vivimos somos vándalos, pero dentro de nuestras cabezas somos artistas".

Y así llegamos a la década de los ochenta, caricaturizada muchas veces como un tiempo protagonizado por yuppies obsesionados con el dinero y el éxito. Si bien es cierto, también lo es que subculturas como el heavy metal o el hardcore se expanden a nivel internacional, conectando ciudades como San Francisco o Birmingham con Barcelona o Madrid. Los fans de grupos como Napalm Death, Black Sabbath o Dead Kennedys gritan alto y duro contra el autoritarismo y el militarismo que conllevaban las políticas reaccionarias impulsadas por Ronald Reagan y Margaret Thatcher. Jello Biafra, líder de Dead Kennedys, lo explicaba de esta manera: "Mis padres no me ocultaban la realidad. Yo miraba los dibujos animados y las noticias con igual fascinación".

El neoliberalismo había llegado para quedarse y los jóvenes optaron por opciones culturales más extremas en las formas, los sonidos y las opciones estéticas, que en muchos casos llegaban a ser también una rebelión contra los mismos movimientos juveniles a los que pertenecían y que seguían enquistados en formas y mensajes que ya no podían dar respuestas frente a la nueva situación.

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No importa (1990-2017)

La banda punk riot grrrl Bratmobile en La Charlotte en Leicester, Inglaterra en 1994. Imagen de Greg Neate vía Flickr

"Ellos se ríen de mí porque soy diferente; Yo me río de ellos porque todos son iguales." Kurt Cobain

Los años noventa están grabados a fuego en el imaginario de los jóvenes que los vivieron como la era del grunge y del auge de la música electrónica. Compartimentos estancos para la mayoría de sus seguidores, o eras de Soundgarden o ibas al Sónar, estos dos mundos tienen más puntos en común de los que parece a primera vista. Por un lado, tanto grunges como ravers dicen no a la cultura del éxito y la competitividad de los ochenta. Por el otro, dicen no a un sonido comercial y acomodaticio, proponiendo ambos movimientos un retorno a las producciones más underground. Aunque paradójicamente algunas de estas acaben convirtiéndose en elementos icónicos de la cultura comercial.

Vinculadas al grunge, las riot grrrls surgen también a principios de los años noventa en el Estado de Washington. Esta escena feminista nace para decir no al machismo imperante, incluso dentro del rock, a través de conciertos punk, fanzines o exposiciones de arte. Kim Gordon de Sonic Youth resumía así la misión: "Bombardear el centro neurálgico de la falocracia del rock". Derribar primero para construir después.

Podemos finalizar este repaso histórico a los movimientos juveniles llegando al presente y hablando de indies y hipsters, ya encuadrados dentro de la generación milennial. Tanto unos como otros dicen no a la cultura y la música mainstream, las políticas conservadoras, la comida basura, el estilo anodino y todo aquello que huele a masivo.

Cien años de noes que en verdad han creado síes. Nuevos lenguajes plásticos y narrativos, una forma de vestir liberada de los rígidos patrones de antaño, la preocupación por el medio ambiente, la profesionalización del ejército, la normalización de la cuestión LGTB y un avance hacia la igualdad de sexos y razas. Así es cómo el no ha convertido el mundo en un espacio más libre.