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ART.hunter

Nos fuimos de tour por las ferias de arte de Bogotá - Parte 3: La Feria del Millón

El reto: ir a todas a ver qué tal. Tiempo límite: hasta el lunes. Misión: traerles una pequeña muestra de lo que está pasando y antojarlos a todos.

Vista general, Feria del Millón.

Donde sí podemos encontrar arte para todos los bolsillos es en La Feria del Millón. Le apuesta fuerte a los nuevos talentos y sorprende con obras novedosas de artistas que, en su mayoría, empiezan carrera. Acá se puede decir que encontramos una feria de arte joven, donde literalmente es el arte que es joven, no necesariamente el artista. Rompe un poco con lo acostumbrado y eso gusta mucho.

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La entrada a La Feria del Millón implica el paso por el salón Voltaje, un espacio tomado por artistas que exploran las intersecciones entre arte, ciencia y tecnología. Apenas uno entra es recibido por una instalación de Carmen Gil Vrolihk que podría describirse como un concepto ampliado de collage, extremadamente contemporáneo, pero con matices vintage. Imágenes del pasado (y algunas del presente) de la mujer en los medios de comunicación se entremezclan en el espacio a partir de proyecciones de video, a manera de mapping. Dado a su carácter cuasi holográfico, el espectador puede pasearse entre proyecciones mientras escucha sonidos probablemente extraídos de publicidades de la industria cosmética y estética.

Instantes de la obra de Carmen Gil Vrolijk.

En ese mismo piso uno encuentra además robots, reacciones físicas, sonido y movimiento todo desde la apropiación y perspectiva del arte. Siguiendo el recorrido hacia el tercer piso (el de la electrónica), por las escaleras, nos encontramos con la hermosa y sutil instalación de Ximena Díaz. Como una topografía de los datos que ya no sirven (basura informática) hecha objeto, estos CDs adquieren su carácter poético en manos de la artista.

Instalación Ximena Díaz.

Cuando se llega al tercer piso se podía encontrar con una variedad de objetos que suenan, se mueven, hacen cosas y muestran imágenes en lugares inesperados.

Tras esta bienvenida al espacio con esta muestra, uno llega finalmente a La Feria del Millón, donde todo vale un millón de pesos (o menos). Asombrosa la cantidad de obras vendidas en el primer día de feria. ¡Casi todas! Y yo que desde el principio quería ver cosas novedosas, pude cumplir mis expectativas. Claro que no faltan obras reencauchadas y que le dejan a uno la sensación de "ya vi esto antes… como… miles de veces", pero la verdad es que eran minoría. Poca escultura, mucho dibujo y fotografía. Algo que me llamó la atención fue la cantidad de obras bien-humoradas. Hasta sonrisas le sacan a la gente allá dentro. A esta feria hay que ir para no perder la oportunidad de ver (y comprar) obras así. A mi parecer, fue la mejor feria alternativa y me atrevería a decir que la que más le apostó al arte emergente y al coleccionismo joven sin tanto intermediario.

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Obras de Juan Pablo Echeverry.

Obras de Juan de Dios Vargas.

Esta iniciativa demuestra que la gente sí está interesada en comprar arte y apoyar artistas emergentes. Para adquirir arte de calidad no hay que ser multimillonario, la figura del coleccionista empieza también a democratizarse y el artista joven tiene por fin una buena vitrina no solo para mostrar lo que hace, sino también para venderlo. Viendo el éxito en ventas y con dinero en el bolsillo, todos estos artistas podrán seguir haciendo arte y aspirar vivir de ello. Siendo así, La Feria del Millón derriba otra creencia anquilosada: la de que, viviendo del arte, se vive muerto de hambre. Demuestra con hechos que el arte sí tiene mercado más acá de la élite y que los artistas jóvenes pueden aspirar a una carrera que les de para vivir, como otra cualquiera. Para los afortunados compradores, revela que sí se puede tener arte con contenido además de decorativo.