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Seis preguntas sobre 'el paquete de sexo ilimitado' en una isla en Cartagena

OPINIÓN | Ya los de Migración Colombia están hablando hasta de deportar a los gringos que caigan a la Sex Island Experience. ¿Van a poder?
Imagen: Screenshot del video promocional

Parece mentira. Parece, digámoslo con franqueza, la fantasía imposible de cualquier machote heterosexual: las vacaciones en el Caribe, el yate privado, las mujeres en bikini que sirven champaña y mueven el culo al ritmo de un estruendoso EDM, mientras se ofrecen sin restricciones, se tocan, se lamen y follan al antojo del macho insaciable. Un paraíso hedonista, irrestricto, secreto.

Eso promete el video promocional de la Sex Island Experience, un paquete vacacional con el que la empresa Good Girls Co. busca enganchar gringos para llevarlos a Cartagena entre el próximo 24 y 27 de noviembre: cuatro días y tres noches con los más irresistibles anzuelos: sexo ilimitado, trago ilimitado, fiesta en isla privada, comida, drogas.

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Vean ustedes mismos, 'machotes'. Babeen con el sueño de todo intento de "playboy" criollo:

"Party Never Ends", vaticina la empresa. Todo incluido, todo a disposición de un selecto grupo de treinta 'afortunados' que paguen los 5.000 dólares, casi quince millones de pesos, que cuesta la 'experiencia'. El harén es de sesenta mujeres. Sesenta chicas semidesnudas para treinta tipos: dos para cada uno, intercambiables, anónimas. "Cada tiquete incluye la compañía de dos chicas cada día", dice el volante.

Y hay más:

Según el Instagram de Sex Island, el primer día habrá actividades de sexo en vivo; el segundo, "treinta minutos en el paraíso", en los cuales cada cliente tendrá a dieciséis mujeres a su disposición por media hora para hacer lo que quiera; y los últimos días, un reventón en un yate exclusivo. De nuevo, la fantasía del patriarca del siglo XXI: una isla lujosa, plagada de mujeres, donde se tiene el poder, donde se da rienda suelta al falo, como en una caricatura grotesca de las ya grotescas vidas de Dan Bilzerian o Gianluca Vacchi.

Frente a este despliegue de voluptuosidad, exceso y derroche, las reacciones de los medios nacionales y los dirigentes locales no se hicieron esperar. El concejal Antonio Salim condenó que Cartagena viva en la imaginación internacional como el destino perfecto para el turismo sexual. El diario El Universal aseguró que el alcalde encargado, Sergio Londoño Zurek, se reunió con la Interpol, con Migración Colombia, con la Policía Nacional, con Distriseguridad, con la Secretaría del Interior, con la Armada Nacional y con la Corporación de Turismo "para tomar medidas en contra de este evento". Hasta Migración Colombia está en alerta: la entidad dijo que adelanta labores de inteligencia para no autorizar el ingreso de extranjeros que vayan a entrar al evento.

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Todo el revuelo nos deja preguntas que nos pullan el cerebro.

Ayúdennos a echarles cabeza:

¿En verdad es tan paila que Cartagena sea un epicentro de turismo sexual?

Siempre que ocurren estos escándalos, se crispan los adalides de la moral en Colombia, las capas conservadoras. "Qué oso que nos vean como un destino sexual". "Cartagena es más que eso". "Sucios, inmorales". Pero, ¿qué pasa si regulamos en vez de condenar el trabajo sexual? ¿Por qué saltamos cuando es un tema público o cuando lo insertan en el mercado, pero callamos y hasta consumimos cuando lo podemos hacer a escondidas?

La gente no va a dejar de querer follar. Y algunos seguramente fantasearán toda su vida con justamente eso: una isla con sexo ilimitado. No prohibamos, ni castiguemos, ni salgamos indignados ante las cámaras a criticar a una empresa que apareció de la nada por un video grotesco. Enfoquémonos en lo fundamental: garanticemos condiciones dignas de trabajo para que la prostitución no se sepulte en la clandestinidad y no se vuelva una industria sórdida. Lo dicen todos los expertos: esto podría incluso reducir índices de violencia.

Las chicas: ¿obligadas, necesitadas o entusiasmadas?

Esa siempre será la duda, sobre todo por los prejuicios que abundan y la clandestinidad del oficio. De las sesenta chicas de Good Girl Co., algunas estarán allí porque les toca; otras, porque les trama, porque ganan bien y porque pueden hacerlo. Habría que charlar con ellas, ver si es que no hay otras oportunidades laborales o si lo hacen concienzudamente (lo cual mandaría al carajo las premisas de algunos proyectos de ley, declaraciones y mitos sobre estos eventos que circulan en el país). En todo caso: lo que necesitamos es hablar con ellas, entenderlas.

¿Cómo controlan que no haya menores de edad?

Como la industria del sexo está tan poco regulada, es imposible saberlo. Si se inserta a los canales legales, se podría tener registros, datos, controles más efectivos. Pero, como no ocurre, tendremos que dejarlo todo a la especulación.

¿Es legal hacer estas fiesticas sexuales privadas en Colombia?

El trabajo sexual es legal en Colombia. Lo que no es legal es la explotación sexual. Como sugerimos en las preguntas anteriores, habría que determinar en cuál de las dos orillas está ubicado este evento en Cartagena. Y, también, cuáles son los permisos que habría que expedir para poderlas llevar a cabo. Y esto solo lo pueden determinar las autoridades. Entonces: que los políticos no salgan a hacer ruido y robar pantalla, sino que más bien pongan a trabajar a los policías y los investigadores. ¿Para eso están, no?

Lo que sí es claro es que los pueden joder por el tema de ser drug friendly. Pero, si fuera sin drogas, solo con trago y con el consentimiento de todas las chicas, en el papel no habría lío. ¿O sí?

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¿Cómo carajos identificarían y deportarían a los gringos que caigan al evento?

Migración Colombia anunció que va a disponer de todos sus esfuerzos para no dejar ingresar al país a todos los extranjeros que vayan a asistir a estas fiestas sexuales descontroladas. En un esfuerzo conjunto con autoridades migratorias de otros países, van a vetarlos y, si toca, deportarlos. Pero: ¿Cómo van a rastrearlos? ¿Cómo saber si solo caen a parchar a Cartagena o van al evento? Una empresa tan curtida en estos eventos no va a armar los paquetes turísticos con el sello explícito que diga Sex Island Experience. No son tan güevones.

Señores Migración Colombia: No lo seamos nosotros tampoco.

Si la isla es privada y el evento es caleto, ¿las autoridades sí se darán cuenta?

Claro que es fácil pillar un yate lleno de viejas en bikini y treinta gringos. Más aún si los gringos están borrachos. Pero, si la empresa es inteligente, lo hará de forma caleta. No van a poner en riesgo un evento en el que se juegan 150.000 dólares (si es que caen los treinta tipos). No van a ponerle un sticker al yate que diga "Farra sexual descontrolada". Otra vez: no los crean tan bobos. Hasta su Instagram es privado y está restringido.

En fin. Al ponernos en los zapatos (o en la libido) de los tipos que pagarían por asistir a estas vacaciones sexuales, nos surgen otras preguntas, más idiotas: ¿Qué puede hacer uno de ellos si quiere comer en platos normales y no sobre las tetas de una cartagenera? ¿Qué tipo de chorro reparten? ¿Y si uno se cansa de tirar puede pedir que no lo toquen más? ¿Cómo se eligen las chicas?

Ni idea. Habrá que esperar a noviembre, a que zarpe el yate y se prenda la rumba que muchos quieren pero solo treinta gringos vivirán. ¿O será que la presión de las autoridades y de los políticos manda el evento a la mierda? ¿O será posible que nadie pague y toque cancelarlo? No creo: no en un mundo de Gianlucas, Biltzerians y machotes heterosexuales con sed insaciable de trago ilimitado, drogas y mucho, mucho sexo.