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ser millennial y pobre

Vivo la pesadilla del millennial: le debo plata al Icetex

La deuda es más constante que los beneficios de tener un título profesional. Esta es la segunda entrega de nuestra serie 'La pesadilla del millennial'.

Este artículo forma parte de la serie 'La pesadilla del millennial'. Lea aquí las demás entregas.

Pedir un préstamo al Icetex es como tomar trago en exceso. Y pagar el préstamo, como tener guayabo. Uno bebe y bebe sin siquiera concebir el dolor de cabeza que vendrá al día siguiente, y luego el dolor dura, se prolonga, no baja, no baja, no baja, no baja.

El Icetex es como una exnovia que le puso a uno los cachos: aunque usted no quiere saber nada de ella, porque le amarga el rato, termina stalkeándola con fines autodestructivos.

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Es como tener un sueño mojado y que suene la alarma.

No es cualquier deuda: es la peor de las deudas.

Al cierre de 2016, el Icetex sumaba cerca de 628.000 usuarios activos. De ellos, 411.000 son beneficiarios del crédito educativo en las distintas modalidades, pregrado y posgrado, un número que equivale a cuatro veces la población estudiantil de la Universidad Nacional, la Universidad del Valle y la Universidad de Antioquia, juntas.

Yo soy uno de ellos.

Para empezar, debo confesar que era un estudiante más bien aceptable en el colegio: pasaba raspando más de la mitad de las materias. Mi familia no estaba tan convencida de gastar (no de invertir, de gastar) su platica en mí. El tema es que, luego de un par de semestres, la cosa cuajó y resulté siendo un estudiante promedio pero entusiasta. Ya no era un gasto sino, ahora sí, una inversión. Y la inversión significaba desembolsar cada seis meses un dinero que mi familia no tenía.

Contra todo pronóstico, y luego de charlarlo bastante, decidimos que sí, que tenía que endeudarme con el Icetex. De las tres modalidades de crédito (corto, mediano y largo plazo) sabíamos que lo más inteligente era pagarlo a mediano plazo, cuestión que consiste en pagar la mitad de la matrícula cada semestre y la otra mitad después de graduarse.

Hay un requisito primordial para mantener el crédito: tener un promedio general mínimo de 3.6. Es como estar becado, pero sin tener ninguna beca: en caso de que esto no se cumpla, pues olvídese de su crédito y ya.

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Lo que importa con el Icetex, contrario a un buen polvo, no es el durante, sino el después. El problema mayor viene cuando uno se gradúa y cree que un cartón de universidad le va a abrir las puertas del mundo laboral. Aquí hay que ser realistas: un diploma no le asegura un trabajo y mucho menos un trabajo bien remunerado.

El inicio de la vida laboral es jodido y el Icetex se porta divinamente otorgándole uno o dos años de gracia para que usted se estabilice, consiga trabajo y empiece a pagar. El tema es que en ese tiempo que la deuda está "congelada", los intereses crecen. Eso usted se va a demorar en entenderlo hasta que un asesor saque la plastilina y se lo explique.

1. El primer recibo:

La pesadilla empieza cuando llega el primer recibo —que casi nunca llega físico a la casa y cuando llega está a punto de vencerse o ya se venció— y usted llama para saber por qué, si le habían dicho que debía pagar un valor inicial, ahora le están cobrando el doble. Mientras espera en la línea, lo ponen a hablar con un sistema de audiorespuesta que por algún motivo tiene nombre propio —'Camila'— y al cual, después de la sexta llamada —en diferentes horas del día y a distintos días de la semana—, termina odiando con toda su alma. Olvídese de encontrar a un ser humano al otro lado del teléfono.

Aparte de que el sueldo que uno va a recibir los primeros años no será el mejor, y de que seguramente tocará pagar seguridad social por cuenta propia (espere pronto esa otra "pesadilla del millenial"), resulta que cuando le da por entrar a la plataforma del Icetex para ver cuánto ha bajado la deuda después de unos seis meses de pagar su cuota juicioso, se va a encontrar con la misma cifra. Quizás unos pesitos menos: migajas. En esta etapa, la frustración se convierte en odio y todo lo que uno quiere hacer es armar un mierdero en las oficinas.

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2. La ilusión de la condonación inalcanzable

En medio de todo, existe una etapa de consuelo que resulta siendo inútil: seguramente en algún momento de su vida como deudor "semi-vitalicio", algún amigo o familiar le dice que el Icetex va a condonar deudas por puntajes buenos en el Ecaes. No es mentira, pero lograrlo es difícil. Finalmente resulta, por ejemplo, que usted tenía el puntaje en el Sisbén —algo que nadie entiende a ciencia cierta pero que básicamente se trata de "un sistema técnico de información que es diseñado por el Gobierno Nacional con el propósito de identificar y clasificar a los hogares, familias y personas, conforme a sus condiciones de vida", o por lo menos eso dice la Secretaría de Planeación— pero no tenía el puntaje en el Ecaes; o tenía el puntaje en el Ecaes pero no podía acceder porque la vigencia de la condonación era hasta cierto año; o podía acceder por el año en vigencia de esa norma pero no tenía el puntaje necesario en el Sisbén. En todo caso, es una cosa que cambia constantemente y muy seguramente a usted nunca le va a tocar.

3. Los cobros semi-amenazantes

Ahora bien, hay que hablar de ese momento en el que el Icetex pasa de amigo bacán a 'gota a gota' gañán. Ahí es cuando empieza a enviarle mensajes de texto al celular informándole gentilmente que su cobro ya se generó, y luego le manda mails recordándole que su crédito "se encuentra en mora" y que ponga "al día su obligación evitando así reportes negativos ante las centrales de información". Luego lo llama 'Yurani', la prima robot ñera de 'Camila', a decirle que tiene 15 días para pagar el saldo en mora antes de ser reportado en las centrales de riesgo y pasar a cobro prejurídico. Cabe aclarar que estas cosas pasan incluso una o dos semanas después de que usted haya pagado su cuota del mes. La confusión no para.

4. No importa que pague más de la deuda original, todavía le debo plata al Icetex

Hace unas semanas me llamó un agente (humano) a decirme que estaba en mora y que pagara lo antes posible. Debo remitirme a este ejemplo para explicar la pesadilla que es deberle plata al Icetex. Cuando le comenté que había pagado el valor que me salía en la página, insistió en que habían pasado dos semanas desde que había hecho el pago y que había quedado un saldo pendiente que debía pagar inmediatamente. Luego de diez minutos de discusión, la asesora me respondió que había pagado un día después de la fecha y que tenía un saldo de 150 pesos. ¡150 PESOS! Que por favor los cancelara para evitar sanciones por mora y joder a mi codeudor y de paso mi historial crediticio en las centrales de riesgo. Ante su pseudo-amenaza, solo atiné a decirle que no iba a hacer fila en un banco para cancelar 150 pesos. Me dijo que no era necesario, que podía hacerlo por Internet pero tenía que consignar mínimo 1.000 pesos.

Acá viene lo interesante:

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Desde que me gradué, y a excepción de unos seis meses que tuve que "congelar" la deuda, siempre he pagado más de la cuota mínima (mucho más) todo porque supuestamente iba a salir "más rápido de la deuda". Resulta que cuando uno paga más de lo debido, una parte del dinero se va para los intereses de la deuda. No para la deuda. Para sus intereses. Básicamente, estuve casi un año pagando de más y la deuda bajaba escasamente unos cuantos pesos. Por eso, cuando la asesora me dijo que tenía que pagar casi diez veces más del valor en mora me indigné y le pregunté dónde iban a terminar el resto de esos 1.000 pesos que iba a pagar.

Me estaba indignando por 850 pesos. Eso es lo que sucede cuando uno se mama de lidiar y deberle a la respetable institución. Lo convierten a uno en un llorón miserable.

Como si fuera poco, y a modo de consuelo, el Icetex ahora me manda correos cual Groupon regalándome bonos de 70% de descuento en decoración navideña o 20% de descuento en "jeans, zapatos, chaquetas y accesorios".

¿Qué putas les pasa? ¿Qué esperan que haga con eso? ¿Cómo se supone que va a disminuir mi deuda con una tiquetera de bonos?