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Tecnología

Rat Trap o la (nueva) generación del punk local

Desde el corazón de Teusaquillo, esta casa DIY dispara como cañón balas gráficas y musicales que traspasan las paredes culturales de Bogotá.

Era un sábado por la mañana de los últimos días de julio cuando llegué a la casa Rat Trap ubicada en Teusaquillo. Me paré frente a su amplia fachada de dos pisos, de ladrillo y ventanas rectangulares alargadas de borde blanco, y me dirigí a la puerta. No se debe timbrar en la principal, sino golpear la del garaje, ya que el timbre está (o estaba) dañado. Se debe hacer duro, quizás con una llave o una moneda que haga resonar el golpe en el interior. El sonido debe atravesar la profundidad garaje, donde a veces hay un tubo donde los muchos skaters que pasan por aquí hacen slide (también solían tener una rampa en "u"). Luego debe colarse por una puerta a la izquierda y buscar, entre las muchas habitaciones de esta casa vieja, el oído de Carlos Velásquez.

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Carlos salió a recibirme. Trabajaba en unas serigrafías mientras que, con volumen bajo, algo de punk hacía de banda sonora. Me habló del lanzamiento del EP de la banda bogotana Secta Suicida programado para mediados de septiembre. Un vinilo de siete pulgadas, de guitarras distorsionadas y acordes rápidos acompañados de una voz desgarrada que grita a la venganza, a la violencia, al crimen y al desamor. Carlos suele vestir una chaqueta de cuero negra, jeans entubados del mismo color y tenis gastados. Su pelo muestra una tendencia al mullet, corto adelante y más largo atrás: los negocios en el frente, la fiesta por detrás. La serenidad y calma que transmite, de tono de voz bajo y pausado, dura hasta que agarra un micrófono y canta para alguna de las bandas de hardcore en las que es vocalista: Lava y Deccay. En ese momento, unos gritos al estilo Damian Abraham de Fucked Up empiezan a rugir a través del parlante.

Fotos por Alejandro Gómez

Por esos días Velásquez andaba muy ocupado. A principios de agosto iría a EEUU: por un lado para recoger los vinilos de Secta Suicida en Discos Mierda Mierda Mierda (Discos MMM), un sello de San Francisco que financió la mitad del proyecto. El catálogo de Discos MMM, de punk a la manera más tradicional y en su mayoría compuesto por bandas de EEUU de ascendencia latina, tiene álbumes de Crimen, Proxy, Decraneo, Partisans, Belgrado, Ruleta Rusa y muchos otros. Carlos llevaría algunas carátulas del disco de Secta Suicidaque había hecho en serigrafía en Rat Trap: una imagen de fondo amarillo en la que se ve un tipo en esqueleto, jeans, tatuajes en los brazos y una cachucha hacia atrás, sosteniendo un bate con el que va a golpear un cráneo. En la parte de arriba, en letras negras, con un estilo hecho a mano y de pulso medio tembloroso, se lee "Secta Suicida". La idea era llevar la mitad de las carátulas a Discos MMM, vender algunos allá y traer el resto parael lanzamiento. Por el otro lado, luego de esta visita, Carlos asistiría al New York Punk Latino Fest: un festival itinerante, autogestionado y sin ánimo de lucro. Un festejo, como ellos se llaman, podrido, crudo, de mala calidad, anarquista, anticapitalista, violento, inmigrante, anti-fascista, raro, ruidoso, rápido, sucio, enojado, ilegal, goth, oscuro. Ahí estarían los punteos rápidos de Pura Manía o el caos sonoro de grupos como Ruidosa Inmundicia o Konorrea. Carlos buscaría hablar con varias bandas sobre la posibilidad de venir a Colombia.

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Aunque desde 2004 algunos de sus integrantes organizaban conciertos por la ciudad bajo el nombre de Minora Records, la casa fue abierta desde 2008 con el nombre de Rat Trap. Un nombre que hoy reúne a unas veintidós personas que, desde acá, disparan como un cañón balas que traspasan paredes.

Balas gráficas y musicales que abren nuevos espacios en la vida cultural de Bogotá.

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Serigrafía.

Vieja, milenaria. Quizás proveniente de la antigua China, aunque no se sabe con certeza, la serigrafía es una técnica de impresión para reproducir imágenes sobre cualquier material. La tinta se transfiere a través de una malla estirada en un marco. Una emulsión o barniz se encarga de bloquearla para que esta solo se imprima en los espacios donde tiene que estar. Una vez se logra un primer ejemplar de la impresión, el proceso se puede repetir cuantas veces se quiera.

En el interior de la casa Rat Trap se esparce un delicioso y tóxico olor, mezcla de isoforona, varsol y thinner, químicos usados en el proceso serigráfico. En dos espacios de unos diez a quince metros cuadrados, se levantan tres máquinas grandes y con una suerte de tentáculos. Estas reciben el apodo de "pulpos", agilizan el trabajo y dan un registro perfecto cuando se trabaja en impresiones a más de un color. Hace seis años Carlos ya daba sus primeros pasos con esta técnica, cuando empezó a hacer sus propias camisetas de sus bandas favoritas. Aún hoy viste diseños de agrupaciones como Limp Wrist, Autistic Youth, Chron Gen. "La serigrafía está muy ligada al punk, es de bajo costo y todo lo puede hacer uno mismo sin necesidad de plotter o impresoras", explica Carlos, haciendo un guiño a l clásico "Hazlo tú mismo" o al ya internacional "DIY", esas iniciales que ya traspasan las barreras del idioma. La misma fijación está hoy en la cabeza de Carlos y sus amigos: la autogestión. Rat Trap nace de las ganas de organizarse para extender los deseos más puros, los de juventud: poder tocar, dibujar y hacer sus propios proyectos creativos como quieran.

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Rat Trap ya tiene una línea de ropa. Camisetas y sacos donde se lee "Suerte Muerte" con dos cuchillos entrecruzados debajo. O "Chapinero" y una calavera. O "Malos Tragos" y unas botellas rotas. Identidad bogotana, espíritu punk. También hacen maletas, prendedores y estampan patinetas. Lo venden todo en una tienda ubicada ahí en la casa: un espacio con muebles DIY y algunas paredes revestidas en madera. Una chimenea que debió calentar a una alguna familia de apellido en el Teusaquillo de antaño. Y sí, con el billete que ganan, financian nuevos proyectos y graban más bandas. Para Carlos, sin embargo, la ropa "no es lo interesante del asunto". Es plata para mantener la casa. Más allá del producto, el interés está en la imagen.

Carlos educó el ojo con la obra de Raymond Pettibon, el artista de portadas de discos, carteles para conciertos, flyers y demás que fue protagonista de la escena punk rock de Los Ángeles al trabajar con bandas como Black Flag o Minutemen. Investigó a fondo el trabajo de Winston Smith, quien se volvió famoso por sus artes para los Dead Kennedys. Se devoró completo a Crass del Reino Unido. Para él, la serigrafía es esa delgada línea entre las artes plásticas y la producción seriada. "Tiene una alta intervención humana y no todo queda igual", explica. En este proceso, son aún las manos las que mezclan la pintura y buscan un color. Por lo tanto, la paleta es amplia, más amplia que la de los colores digitales y se puede imprimir sobre cualquier superficie. Él está interesado en las fotos en trama y punto. En el arte de fanzine, las texturas de fotocopia, la estética de impresiones de baja de tinta. En el detalle. "El dibujo es una forma de darle carácter propio a una imagen, algo que el diseño digital le ha quitado a los artistas porque "tiene herramientas que tienden a homogenizar". Así, se puede reproducir el trabajo que viene directamente de la mano, algo irrepetible, que da entrada al azar y, para bien o para mal, entrega resultados diferentes a los esperados.

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Con esto, los Rat Trap hacen afiches y flyers de toques que hacen en Teusaquillo, en Chapinero, en el centro. Visten carátulas de casetes y vinilos. Y es que, en un mundo de pantallas, ellos quieren puyar al coleccionista. Al consumidor que no le basta con oír la música de Mula, banda bogotana de jazz noisero, a la que le imprimieron el diseño de su casete, una cajita de fondo blanco que por un lado tiene un televisor sin señal y por el otro, en tamaño grande, las rayas de ese televisor. Entierran alfileres de memoria al que sabe lo que significó el casete y buscan honrar ese rectángulo en el que se grababan y regrababan los sonidos que pedían las tripas. Por eso también hicieron la carátula del vinilo de siete pulgadas de Nelda Piña y la Boa, la banda de afrobeat caribe a la que le empacaron su música en un dibujo en el que se levanta un sistema de sonido encima del mapa de áfrica rodeado por dos elefantes.

En Rat Trap también hay arte. Al final del garaje, a la izquierda, hay un espacio cuadrado con baldosas blancas. Además de conciertos, aquí organizan exposiciones por donde han pasado artistas como el antioqueño Juan Arturo Piedrahita, que trabaja alrededor de las relaciones entre la ciudad y sus habitantes a través de la pintura, el graffiti y la instalación; o Juan Echeverri, un tatuador de dibujo rápido y trazos chuecos que hace corazones rotos, sogas de suicida o helados de pene, con una estética influenciada por el comic y el fanzine.

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Música

Carlos quiere más punk. Más punk colombiano y más punk diferente. Quiere más hardcore, más anarkopunk, más crustpunk, más grindcore, más trashcore, más noise, más powerviolence y todos esos subgéneros que se multiplican como tumores. Por esto Rat Trap las hace todas: es también sello disquero, gestor de conciertos y organizador de giras. Una completa agencia musical al servicio del undergound. "Es que acá hay muchas bandas efímeras que no dejan ni una imagen", explica. Y por eso quieren retenerlas. Dejar testigos que propaguen y crear íconos que sigan abriendo trocha.

Cuando pasó agosto y Carlos llegó de EEUU, nos vimos el sábado 13 de septiembre en Santa Bohemia, en Chapinero. Era lanzamiento del EP de Secta Suicidad. Momia Miñía Dj, con una sisa blanca que parecía cortada con los pies, un jean negro y una cachucha hacía atrás, calentaba los motores con algo de los Spits, los Germs y los Discípulos de Dionisos. Esa tarde y noche no sonaría solo la banda protagonista, sino una, dos, tres, cuatro, cinco bandas de la escena local en línea: la banda anfitriona, más Lupus, Anti-Diktatur, Lava y Pterodactyl. Sonidos sucios emanados de la crudeza de las calles de la ciudad. Gritos que sacan como vomito el desespero.

Había que estar ahí.

Con el paso de las horas el humo del Mustang empezó a ser el aire que se respiraba en frente del lugar. El saludo de choque y puño iba reuniendo la camada. Se mandaban los últimos tragos antes de entrar: de aguardiente, de Eduardo Tercero, de Old John, de John Thomas. Uno que otro colino. Otros pedían las lukas que les faltaba para completar los cinco mil de la entrada, a veinte mil con el vinilo. Adentro la cerveza corría en sintonía con el desgarre de las guitarras y la velocidad de los tambores. Seis horas de ruido, de música directa a las entrañas. Fue seguir sembrando un germen que parece destinado a brotar en cada generación.

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Como cualquiera que haya tenido un roce con este género, Carlos admira lo ocurrido con el llamado "Punk Medallo", esa movida parida en las comunas sangrientas de la Medellín de los ochenta y que le gritaba con furia al dinero, a lo podrido, al poder, a la corrupción. Y sin embargo, Carlos cree en la necesidad de seguir construyendo nuevos referentes, de buscar nuevas estéticas visuales y sonoras. "No es que se trate de hacerlo más digerible, ni de sonar en radio, pero el punk es una escena que se reconstruye y se reinventa", explica. Es, en últimas, un hacedor de escena. Y reflexiona en voz alta al respecto. Le preocupa que esta se haya bloqueado por estar muy autoreferenciada por los cásicos. Por bandas como I.R.A. o las españolas como Eskorbuto o La Polla Records, estandartes inmensos, claro. Pero él quiere balas que hablen de las batallas actuales. Por eso en su casa están alerta, siempre listos al ataque de nuevas bandas que estén proponiendo cosas. "Desde las más ratas a las menos ratas", como dice él.

En la casa Rat Trap también hay una sala de ensayo. Y escuchan.

Cuando las cosas van bien, producen su imagen. Y luego las gestionan.

Pero allí no solo trabajan con local. Internacionalizan la movida. Buscan traer lo de afuera y sacar lo de adentro. Dialogar. Bombardean con correos a los grupos que les gustan de otros lados. Ya sea a la banda de noise venezolano Zeta o a la de punk de EEUU Ruleta Rusa. Las invitan. Ya la primera sonó aquí. Ya la segunda giro por Bogotá, Manizales y Medellín. "¡El concierto en Bogotá fue una explosión! Tocamos con Secta Suicida y con Triple X. Un show salvaje", recuerda el vocalista de esta banda gringa de ascendencia latina, José Gutiérrez. "Hay muchas bandas interesadas en venir a tocar, pero no encuentran una forma segura de hacerlo", dice Carlos. Ahora parece que viene la banda de punk de Nueva York Flykill. Y nada más ni nada menos que DOOM, la banda clásica de crustpunk de Inglaterra. Con un sonido fuerte, medio metalero, que se viene formando desde finales del ochenta. Esta pisará Bogotá para el festival ¡Fuerza Punk! que será en abril de 2015.

Al final de todo esto, en el fondo Rat Trap es puro DIY. Se trata de unir fuerzas. De no vestir corbata, de no pasar horas en un cubículo, de no almorzar frente a un Excel. El punk, dice Carlos, no es una fórmula musical, es una manera de moverse en el mundo. Y quieren pasar la voz y empoderar a la gente: dictan talleres de educación no formal donde dan cursos de serigrafía, y van a abrir uno de grabación de audio, uno de encuadernación y de impresión 3D. Que haya más dibujos y más música. Al final la ratonera busca eso: pasar un germen del que el punk se apropió, pero que viene de antes. Que viene inherente al capricho humano de irse por la trocha y no por la pavimentada. En esa, ya todo esta cantado.